Bienvenido. Haga click en el enlace y llene los datos pedidos para hacer efectiva la inscripción. La participación como asistente no tiene costo alguno. Posterior a la inscripción se le enviará los resúmenes de los trabajos a presentar; así tendrá la posibilidad de elaborar sus posibles preguntas y acotaciones con antelación. El evento se realizará los días 31 de Octubre y 1 de Noviembre de 2014 en Bogotá, Fundación Universitaria Los Libertadores. Torreón de la Sede Caldas.
miércoles, 17 de septiembre de 2014
viernes, 15 de agosto de 2014
LA FULMINANTE/NADIA/NADIE
Por: Jairo Báez
Para
llegar al encuentro de algo muy propio a
la Obra de Nadia Granados, empecemos por jugar con la mutación de una sola
vocal. Nadia/Nadie o, da lo mismo,
Nadie/Nadia. Ese Nadie que vive todos los días en la jungla de una ciudad
agobiada por un sistema que se ha entronizado y que gobierna las acciones de
los humanos, se hace visible, rompe las retinas, revolcando las vísceras en el
pudor y el asco. Lo más deseado emerge al punto de mostrar su faz ominosa;
mostrando lo inefablemente hablado pero aterrorizante. O esa Nadia que nos hace recordar la
revolución bolchevique, esa fracasada intentona por derrocar el imperio de la
industrialización liberal, y que quiso alguna vez empoderar a los obreros para
terminar siendo un despotismo más del mismo sistema; solamente ahora más
militarizado y burocratizado. Para arribar finalmente a la Fulminante, nombre
con el que se le conoce artísticamente a aquella que ofrece sus servicios a
incautos que andan por la Internet en busca de sexo pago y que se encuentran de
tope con algo que no es. Así podemos arriesgarnos a enunciar algo sobre la Fulminante/Nadia/Nadie.
Como
tesis fundamental, en la Fulminante/Nadia/Nadie, el porno y el morbo se elevan
a la calidad de sublime. Lo underground
emerge hecho obra de arte cumpliendo con todos los requisitos que los hacen
uno, el subvertir lo instituido para promocionar algo novedoso. Aunque en su
obra se pueden encontrar registros sociales y socializantes de gore, core, crítica,
resistencia, planfleto, punk, nada de eso es en esencia. Lo que emerge con
fuerza es un nombre propio, capaz de romper con lo mismo, con lo cotidiano, en
una obra de Arte. En la propuesta estética de la Fulminante/Nadia/Nadie,
aquellos que no tienen voz, los sin voz, que describe Jacques Rancière, toman
la palabra y el cuerpo para hablar, para darse un lugar y gritar en el
concierto del silencio que caracteriza la indolencia de la desigualdad social,
que sólo es tenida en cuenta para corregirla como enfermedad y como acto
delictivo, más nunca como efecto-residuo que deja un modelo de producción y
relación humana.
La
Fulminante/Nadia/Nadie tiene la facilidad de hacer hablar el cuerpo y mostrar
que la palabra, la viva voz es vana, en un contexto donde se empoderó lo imaginario.
Donde la imagen visual ha usurpado la palabra, no queda más que la exaltación
del cuerpo, trasgrediendo cualquier límite que tienda a separar lo púdico y lo
impúdico, lo interno y lo externo, lo macho y lo hembra. Su lucha es por hacer
hablar la imagen ante la inminente decadencia del símbolo fónico-fálico. La
Fulminante/Nadia/Nadie habla en lenguas, porque ninguno que se precie moderno
quiere oír algo más allá de deleite sonoro, ninguno quiere oír más allá del
goce que despierta el roce del yunque y el martillo. El significado se ha
evaporado; solo queda forzar el sentido, postrándose como significante en esa
larga cadena que adormece, en busca de un despertar. Ante la ausencia de la
palabra que se escucha, la Fulminante/Nadia/Nadie ha implementado una pantalla
que hace las veces de traductor de la voz a la escritura. En alusión clara a que
ahora todo acto de comunicación pasa por la pantalla y la mirada se fija allí,
(radio, televisor, teléfono, computador, y todo gadget producto de la
tecnología científica), el cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie porta un
pantalla en la zona pudenda o en cualquiera de esas partes del cuerpo donde el ojo lascivo posa su mirada ávida de placer sexual; allí donde el mensaje
tiene mayor probabilidad de capturar al lector en la exacerbación del goce.
A
partir del único instrumento que tiene a mano y que aún hoy convoca la mirada
morbosa y lúbrica del gañan y del intelectual, del obrero y del empresario, del
joven y del viejo, del santo y del degenerado, del definido y el indefinido, del
etc,. y la etc., la Fulminante/Nadia/Nadie obliga a ver y oír lo que el
ensordecido y el ciego no quieren, ya sea por cansancio o saturación. El cuerpo
de Nadia eclosiona como un arma imposible de vencer e imposible de resistir;
los buenos modales que se experimentan en lo público son arrasados por el
convencimiento de que en la intimidad, el superyó freudiano hace su verdadera
aparición con ese mandato que Jacques Lacan hiciera explícito: goza. Ese saber
sobre un superyó impúdico, obsceno y nunca satisfecho es lo que explota la Fulminante/Nadia/Nadie,
para hacerse oír y hacer oír lo que la castidad y las sanas costumbres quieren y
han logrado adormecer. Si la miseria humana y la diferencia entre los hombres
se ha hecho constante e invisible a los sentidos y el pensamiento político, la
Fulminante/Nadia/Nadie irrumpe en cuerpo seduciendo e impactando la adormecida
psique de los que se atreven a transgredir con su mirada y que en esencia,
somos todos aquellos seres parlantes que sólo alcanzan a poner su mejor máscara
pintada de moralina cristiana, para volver al mundo de lo público y lo
correctamente aceptado.
Como
poseída por el espíritu de Sade, la Fulminante/Nadia/Nadie hace del cuerpo el lugar para dirimir lo que es propio
de la política y lo político. Los mismos elementos de culto se tornan en
transgresores. Si hay un lugar para la discusión de lo importante del ser
parlante, -la polis-, este lugar ya no será el ágora griega, ni el recinto
cerrado de los elegidos por una democracia de sí y por siempre decadente, sino el cuerpo. Este convoca más que la plaza
pública, y entre más transgresor y libidinoso, mucho más convocante. Son las
bárbaras pulsiones las que mueven las grandes empresas sociales (el reparo está
en los juicios de valor); entonces que sea el cuerpo el que decida.
De
las pútridas calles de ciudades enfermas donde la vida florece sin la máscara
sensiblera, la Fulminante/Nadia/Nadie recoge los elementos básicos para
amenizar sus críticas a una sociedad que muere en la hipocresía de las buenas
costumbres, el desaforo de la opulencia material y las pocas acciones de
conmiseración por la existencia humana. Vaginas evacuantes, penes cercenados,
senos insinuantes, bocas hambrientas, se alinean como ejércitos de la última y
más fiera resistencia al Establecimiento. El cuerpo sin ortopédicos, solo y
llanamente escueto, se convierte en el arma letal para derruir prejuicios que
se empoderan como valores insoslayables de la sociedad ideal de los humanos. El
cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie eructa, escupe, excreta, fluidos y residuos
de un oficio vital. Toda pretensión de vida trae su inmundicia que todos
quieren tapar; el cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie no. El cuerpo acá toma un
lugar natural para denunciar la anti-naturalidad de la sociedad actual que
pareciese, se ha preocupado más por la ingestión-digestión-excreción que por la misma vida. Lo que denuncia la
Fulminante/Nadia/Nadie es que la sociedad se ocupa hoy más por los procesos,
fragmentados y bizarros por cierto, que por el mismo objeto. La sociedad anda
sin norte… o el norte nunca ha estado donde lo ubica la cruz de los vientos de
la razón.
Así, el arte político emerge con fuerza en la obra
de Nadia Granados; o mejor, el arte toma su lugar: la política. Aquellos que no
tienen voz, a los que se les ha negado la voz, según el planteamiento de
Rancière, hablan esta vez mediante la operación que Nadia Granados opera sobre
su cuerpo, haciendo que el régimen policivo se vea enfrentado a un auténtico
acto político. Dice el psicoanálisis que el cuerpo es el primer y fundamental
conflicto del ser que habla; y el cuerpo de Nadia Granados logra enterarnos que
la tesis es correcta, el cuerpo es el campo de lo realmente político; esto es,
del conflicto con el otro. No obstante, ella sabe ir más allá de la metáfora
para demostrar que no existe nada más real para poder enrostrar la política
social, que aquel espacio dónde el cuerpo y el trato con él, hace su diáfana
aparición. Cuerpo jamás amaestrado por más que sea mancillado; cuerpo que
rehúsa la acción policiva y siempre en subversión de lo establecido. Trasgredir es el sino del sujeto político,
trasgredir es lo que hace Nadia Granados con su obra; transgredir es dejar
hablar a aquel que no han dejado hablar y eso, lo sabe hacer bien Nadia.
Referencias
Lacan,
Jacques. (2006). Seminario 20. Aun. Clase 1. Buenos Aires. Paidos.
La
Fulminante. En http://www.lafulminante.com/
Página Oficial. Consultada 15 Junio 2014
Lozano,
Olga Lucia. Es Nadia, es la fulminante ¿y
qué? La Silla Vacía, 28/07/2013. Disponible en Internet http://lasillavacia.com/content/es-nadia-es-la-fulminante-y-que-45288
Recuperado 28/05/2014
Rancière,
Jacques (2011). El tiempo de la igualdad.
Diálogos sobre política y estética. Barcelona. Herder.
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SUSTENTO EPISTEMOLÓGICO PARA UN PROGRAMA DE PSICOLOGÍA EN COLOMBIA
Por: Jairo Báez
Esta propuesta curricular que ha previsto la imposibilidad actual de
unificar la psicología en torno a un solo discurso, asume entonces que la
crítica ha de ser el único derrotero. Tal como ha sido el legado de Kant, si
hay lugar para la poner en evidencia la importancia de la razón pura, es en el
ejercicio de la práctica humana. La razón, en su dictamen ético, será la que
decida finalmente, si un discurso psicológico cualquiera ha de imponerse a los
demás o si, en lo prematuro de una ciencia nueva como lo es la psicología, los
debates racionales y la reflexión continua sobre lo hecho, deben ser la guía
ineludible para sostener y encontrar una práctica que cumpla con el postulado
de un imperativo categórico.
En el imperativo categórico, como ideal que debe
concretizarse en una práctica, el bien individual habrá de identificarse con el
bien social; pues, no es posible pensar un acto ético de un sujeto, que se
precie humano, que pueda causar daño siquiera a uno solo de los implicados en los
actos de humanización. Por ello, la propuesta curricular estriba en el desarrollo y cultivo de
la razón de la comunidad académica; la razón de cada uno de los sujetos
implicados en el acto pedagógico (docentes, estudiantes y personal
académico-administrativo).
Saber razonar, ocasiona un actuar asegurado en la
crítica; por tanto, el esfuerzo continuo desde lo formal y lo informal del
currículo, para que sea el argumento lógico, en su expresión verbal y escrita,
el que proteja el ejercicio profesional del psicólogo que egresa de este
programa y el ejercicio de formación de nuevos psicólogos capaces de superar el
estado actual de la psicología y las prácticas sociales de un país que ha sido
denunciado por sus falencias sociales. En contraposición, las prácticas de fe y
del dogmatismo autoritario serán motivo de incesante reflexión y detección,
evitando así, el anquilosamiento de un programa que amerita estar siempre al
tanto de dar solución a infinidad de problemas y conflictivas que emergen en el
seno de las relaciones sociales y la existencia humana.
Soportado
el currículo del programa desde el imperativo categórico kantiano, la comunidad
académica no solo se precia de mostrar sujetos en su carácter profesionalizante,
sino también en su capacidad de crear y actuar como seres íntegros, que respondan a las exigencias contemporáneas de dar lugar
a una sociedad que brinde bienestar a todos los asociados.
No son los
contenidos recitados sino las prácticas devenidas de los discursos, que se
imparten en los diferentes espacios académicos, los que se ponderan en esta
apuesta para formación de psicólogos competentes para enfrentar las vicisitudes
del vivir como sujeto y en comunidad. La perdurable revisión y contrastación de
los discursos impartidos en el currículo, tanto al interior como al exterior
del mismo y del programa de psicología, motivan el acercamiento a otras
disciplinas académicas y prácticas sociales, para así mantener el propósito de sostener una propuesta curricular siempre actual y efectiva con lo acá planteado.
Esto dice y señala mucho del espíritu investigativo que debe acompañar la formación
de nuevos psicólogos.
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jueves, 7 de agosto de 2014
A PROPÓSITO DE LOS CUADERNOS DE HIROSHIMA DE KENZABURO OÉ
Por: David Parada
Sin
duda cuando uno se enfrenta a una realidad cargada por la guerra y
la muerte busca la voz y la mirada que ordenan y aprueban la
destrucción sin sentido. Resulta inútil en esta tarea buscar y
encontrarlo en los dirigentes de un país, en los noticieros, en las
redes sociales o incluso en las víctimas, estas últimas más que
querer poner en el espectáculo una escena horrorosa se encuentran
atrapadas por la perplejidad y la urgencia de sanar las heridas
causadas por el déspota que dejó tan gran herida con cicatrices
para toda la vida. En esa medida solo después, mucho después,
podrá hablarse de las dantescas escenas que el delirio por el poder
deja como sombra sobre el yo, y quienes preocupados por esa
oscuridad que habita en el hombre y que cierne sobre sí mismo van a
intentar explicarlo, topándose con que hacen un libro sobre ello.
A Kenzaburo Oé escritor japonés nacido en 1935 le sucedió con sus
Cuadernos de Hiroshima publicados en el 2011.
Este escritor se dedica entre 1964 y 1965 a desenrollar de una gran
madeja los hilos para resolver su pregunta sobre los efectos de la
bomba nuclear no solo en los japoneses sino en la humanidad entera.
Cuerpos pulverizados literalmente, sin cuerpo sobre el cual llorar su
muerte es lo que más impacta de las escalofriantes escenas que va
relatando Oé, quién aunque intenta respetar el silencio que muchas
víctimas han reclamado por su situación y que no quieren que sea
politizada, le parece también que el silencio total no es posible
sobre todo cuando sabe que su vida personal fue afectada por el
fantasma nuclear, uno de sus amigos se suicida por el miedo delirante
que le causaba volver a vivir un impacto nuclear.
Cuenta
todas las escenas de desesperanza y parálisis que la bomba dejó en
los japoneses, un personaje central es aquel médico intentando
revertir y curar esa enfermedad llamada bomba nuclear, en la
que veía como las células se deformaban, mutaban y provocaban la
muerte repentina de las personas sin tener un tratamiento para ello.
Se decía que luego de esto la hierba no volvería a crecer durante
por lo menos 75 años, y es aquí donde Kenzaburo pone su grito de
crítica a los verdugos de este acto; dice que la moralidad del Japón
siempre fue y será distinta a la occidental y estadounidense, dice
que para el japonés la palabra moralidad en el sentido que se le
daba en la antigüedad japonesa traducía: “ comentarista de la
vida humana”, y siente que los japoneses son eso, y en cierta
medida tiene razón dado que el hecho vivido allí deja en claro que
son las víctimas de esta bomba las que pueden dar cuenta de la
moralidad humana en un sentido que toca al más vil y falso de los
humanismos, que muestra como a la fuerza y bajo el traumatismo, el
Otro déspota, intenta inscribir significantes que con el tiempo
tomarían el semblante de la energía nuclear, ya no de bomba.
Cuenta Oé que los diarios y de por sí el lenguaje caligráfico no
lograba inscribir las palabras “radioactividad” y “bomba
atómica” para comunicar lo que había caído en Hiroshima, no
había letra solo la Cosa. Afortunadamente la hierba volvió a
crecer.
Descrito
los eventos más ominosos el autor nos deja la duda de sí esta
huella nuclear coincide con la locura desbordada de aquellos que
decían ser los más dignos ejemplos de humanidad, si es posible con
el resistirse a olvidar y no analizar poder aplacar la voz del delito
en el nombre del poder, y si es posible mirar hacía un pasado que
aún no deja de hablar en los cuerpos de personas que padecen del
fantasma de las bomba nucleares, esos monstruos que con su
irascibilidad dejaron en la humanidad un tufo de melancolía que se
expresa en el poco interés por acceder a un Otro capaz de responder
a lo que Kenzaburo Oé se pregunta sin preguntar en el título de uno
de sus libros: Dinos como sobrevivir a nuestra locura.
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jueves, 24 de julio de 2014
ELLA Y ÉL: AQUELLOS
Por: Sergio Malagón P.
Él
Un día cuando volvía a su casa, por primera vez la vio.
Estaba sentada en la sala con las piernas abiertas, llevaba una minifalda y un
saco negro, su cara lívida se escondía tras un velo oscuro y sus piernas eran
largas y famélicas. No le pareció extraño verla sentada a ella en sala de su
casa, siguió a su habitación y luego volvió a la sala pero ella ya no estaba.
En la noche se preguntó a si mismo cuál era la razón de no haberle hablado a
aquella mujer que lo esperaba la sala y luego pensó que ni siquiera le había
preocupado el hecho de una mujer extraña a quien no conocía hubiese podido
entrar a su casa. La cual cuando él llego seguía cerrada con llave como cuando
salió por la mañana.
Otra tarde, de esas tardes de agosto cuando el viento juega
con los árboles y las hojas se estremecen hacia el suelo con vehemencia, la
volvió a ver, esta ella sentada en la sala de su casa, en la misma posición de
la vez pasada, con su velo que le cubría toda la cara, esta vez quiso hablarle
pero apenas pronuncio un simple “hola” ella lo miro como si no hubiera nada,
como mirando a través de él. En ese instante el semblante de él cambio y temió
importunarla con sus palabras así que se calló y siguió a su habitación pero
cuando volvió a la sala ella ya no estaba.
Días pasaron persiguiéndose siempre con la misma cara larga
y otra vez más la volvió a ver. En el retrovisor de su carro cuando él se
disponía a volver de su trabajo a la casa. No le preocupo preguntarse cómo
había entrado ella al carro, incluso se alegró de tener compañía camino a casa.
Él se armó de valor para invitarla a pasar a su casa pero cuando volvió a mirar
el retrovisor ella ya no estaba, solo
había una rosa negra con pétalos
inmarcesibles en el asiento trasero.
Ella
Un día cuando volvía a su casa, por primera vez lo vio.
Estaba sentado en la sala con las piernas cruzadas, llevaba un pantalón y un saco negro, su cara lívida se escondía
tras un sombrero oscuro y sus piernas eran largas y delgadas. No le pareció
extraño verlo sentado a él en sala de su casa, siguió a su habitación y luego
volvió a la sala pero él ya no estaba.
En la noche se preguntó a si misma cuál era la razón de no haberle hablado a
aquel hombre que la esperaba la sala y luego pensó que ni siquiera le había
preocupado el hecho de un hombre extraño a quien no conocía hubiese podido
entrar a su casa. La cual cuando ella llego seguía cerrada con llave como
cuando salió por la mañana.
Otra tarde, de esas tardes de agosto cuando el viento juega
con los árboles y las hojas se estremecen hacia el suelo con vehemencia, lo
volvió a ver, estaba él sentado en la sala de su casa, en la misma posición de
la vez pasada, con su sombrero que no permitía ver los rasgos de su cara, esta
vez quiso hablarle pero apenas pronuncio un simple “hola” él la miro como si no
hubiera nada, como mirando a través de ella. En ese instante el semblante de
ella cambio y temió importunarlo con sus palabras así que se calló y siguió a
su habitación pero cuando volvió a la sala él
ya no estaba.
Días pasaron persiguiéndose siempre con la misma cara larga
y otra vez más lo volvió a ver. En el retrovisor de su carro cuando ella se
disponía a volver de su trabajo a la casa. No le preocupo preguntarse cómo
había entrado él al carro, incluso se alegró de tener compañía camino a casa. Ella
se armó de valor para invitarlo a pasar a su casa pero cuando volvió a mirar el
retrovisor él ya no estaba, solo había una rosa negra con pétalos inmarcesibles
en el asiento trasero.
Aquellos
Él soñó con el cuerpo de ella, ella con el cuerpo de él, nunca
se habían visto a la cara pero se imaginaban, divagaban sobre sus rasgos y
nunca se les pasó preguntarse porqué se aparecían de traje negro.
Ella como tentando al destino esa noche, cogió una de sus
cajas de antidepresivos, saco todos los que habían y con una copa de whiskey se
los mando adentro.
Él como tentando al destino esa noche, cogió una de sus
cajas de antidepresivos, saco todos los que había, los contempló, no cabían en
su puño, sin tomar nada se los tragó uno por uno.
Ella saco de su armario un viejo vestido que había usado en
el entierro de su madre, era una minifalda negra con una blusa negra, un saco y un velo.
Él abrió su closet busco entre toda su ropa algo elegante,
se encontró un viejo traje que había usado para el entierro de su padre, este
traje era negro con pantalón y chaqueta y un sombrero que tapaba los rasgos de
su cara.
Mientras aún tenían consciencia aquellos salieron de sus
casas, tomaron sus autos, llegaron a algún bar y se esperaron sin nunca llegar.
Cuando la campana de la iglesia marco las doce fueron al puente más cercano. Se
detuvieron, miraron la luna como si nunca la hubieran mirado, sintieron ganas de aullarle, estaba excelsa en el
firmamento, pusieron algo de buena música en sus carros quizá Blues y miraron la luna por alguna extraña
razón sintieron París. Luego de un rato miraron al fondo. Un caudaloso rio de
imponte caudal se abalanzaba debajo, miraron por todos lados, la noche estaba
fosca y no había nadie, pensaron aquellos de pronto en el silencio que
respiraban los árboles, la noche y la ciudad. Nadie preguntaría por aquellos así
que decidieron saltar.
Al otro día un titular de un periódico que yo estaba leyendo
decía: “Pareja se ha suicidado”.
Leí la noticia sin mucha atención y decía algo así:
Esta mañana oficiales encontraron en la orilla del rio dos cadáveres.
Se presume que aquellos eran una pareja. La autopsia revelo agua en sus
pulmones y además una cantidad elevada de antidepresivos en sus estómagos. No
se tiene ningún dato de quienes eran aquellos, no poseían ningún documento de
identificación y no había registro alguno de sus huellas digitales.
¡Ah! Y además decía que junto con ellos se encontró una
extraña rosa de color negro que abría sus pétalos a la vida.
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jueves, 29 de mayo de 2014
viernes, 4 de abril de 2014
LA MUJER Y EL SISTEMA DE PRODUCCIÓN
Por: Jairo Báez
¿Qué hay en la
mujer, que termina siendo, definitivamente, el imperio y decisoria de los imperios?; esto
es, quien define todo el proceder humano. Ningún sistema de producción es ajeno
al imperio de la mujer sobre el poderoso, sobre aquel que tiene facilidad de
acceso a lo preciado y el deseo de los necesitados en cualquier sistema de
producción; la mujer, en convergencia directa con eso indescifrable, la
belleza, termina por ser eso fundamental que decide en todo sistema de
producción hasta ahora concebido.
Los hombres, en su condición de portadores y
sostenedores del sistema, sucumben ante el poderío de la mujer que atrae con su
belleza; belleza que, muy y a pesar de lo que se ha dicho y se diga, en
términos de la subjetividad que la concibe, pueda ser ubicable en toda mujer y
por el hecho de ser mujer; no se está enunciando acá la feminidad, la
sexualidad, ni tampoco la maternidad que acompaña a la mujer, sino la esencia
misma de la mujer y cuyo único referente es su belleza.
Esencia de la mujer que
hasta ahora se opone a todo lo demás existente y le da su calidad de objeto a, para todo hombre y nadie ni ningún
objeto puede usurpar; esencia de la mujer que hace mantener un sistema de
producción o desintegrarlo lenta o rápidamente.
Esa belleza solamente propia de ella y de la cual Platón solo dio los
primeros pasos en su ubicación y concepción.
¿Cuál es, por
excelencia, la esencia misma de la mujer? La pregunta apunta a la atracción que
ejerce sobre el hombre y que lo obliga a arriesgar su vida y la vida misma de
la mujer, en su afán de posesión. Necesariamente, esa atracción o esencia ha de
superar el deseo sexual y la aptitud a la maternidad pues estas quedan
rápidamente rebasadas y puestas en entredicho como lo fundamental de lo que
implica el ser mujer.
Se podría pensar en la belleza; pero en una belleza muy
singular y muy propia a ella que se mantiene aún en total misterio. Sin embargo,
decir belleza y decir atracción sería lo mismo y, en tal sentido, todo objeto
cuenta con su belleza particular y hoy, lo que nos convoca es la atracción
única y propia de la mujer.
Qué sea el remanso del sufrimiento del hombre, el
aquietamiento del mal sufrido queda en vilo, pues se podría decir que la
atracción de la mujer pasa por el sufrimiento redivivo de él. Podría acaso ser
su volubilidad en el carácter que la hace cambiar tan rápidamente de opinión y
proceder, pasando del amor al odio, de una acción a otra totalmente contraria;
señalar los defectos menos sospechados de alguien o algo para luego ensalzarle
en determinadas condiciones, no fácilmente discernibles, acentuados dotes que
difícilmente otro pueda detectar.
Si es veraz que del amor al odio no hay sino
un paso, en el caso de la mujer solo existe medio.
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martes, 25 de marzo de 2014
ÉL/LA MUERTE
Por: David Parada
Precipitadamente viene a la cabeza un cuerpo tendido en el pavimento paralizando el ritmo de un tráfico denso.
Ella era, fue, estuvo, no está, a donde irá?
Precipitadamente viene a la visión un cuerpo anciano, cansado
y sentado sobre una silla.
Él era, fue, estuvo, no está, a donde irá?
Precipitadamente viene
al cuerpo mismo el terror de fragmentación
de un doble, un espejo, otro.
¿Era yo en él, a dónde
podría irse, dónde estaba, ya no está, a dónde irá?
Ahora disminuye su afán y se me va mostrando como un elogio
a otro cuerpo, uno momificado, enaltecido como ídolo de lo inmortal.
¿Éramos todos puestos en él, fue rey, estuvo en un altar,
está y no está ahora, irá?
Con la misma velocidad se prende la imagen quieta y discreta de una
calavera, con sus dientes burlones y la vacía bóveda craneana que ya no
sostiene aquella redondez carnosa que miraba.
¿Era su mirada, fue anónima ahora, estuvo mirando no sé qué,
ya no está mirando, dónde irá su mirada?
Toma ritmo este discurrir, ya no precipitadamente pero
tampoco con la velocidad que lo caracterizaba, entonces él y la se unen en élla, pero ello también se manifiesta y se parece a un humo negro que se opone al blanco humo del palo santo que élla
trae.
Se esfumó, fue olor también, estuvo a la mirada y se tornó
invisible, ¡no está!, ¿dónde irá?
Ahora tiene tiempo para seducir a un hombre a punto de vaciar con una ráfaga de pólvora su cabeza, se torna lenta, parsimoniosa, y la
tensión de la escena solo rescata ese encuentro
entre él y élla en un beso.
Era el beso de la muerte, fue también el beso de la
liberación, estuvo en bocas de carne que ya no están, ¿a dónde irá ese beso sin
un cuerpo que lo sustente?
Por fin llega a un
estado de parálisis y la escena que viene a cobrar ese lugar paralitico
es un corazón, el sagrado corazón de Jesús, que en él sigue bombeando, lo único
en movimiento, vivo, que se siente como tal hasta que la epifanía se hace
El/la, se divide y las manos abiertas de Jesús se vuelven piernas con una gran
herida en el centro atravesada por una
llama flameante que le recuerda su falo, cuando condensa esta imagen, élla como muerte le revela la verdad de la vida, reconociendo que alguna vez era un
viviente plenamente, que fue atravesado por un artificio de un brujo del don y
que de ahí en adelante estuvo condenándolo a su pérdida, condena en la que ya no quiere estar e irá hacía élla, la muerte, con la sospecha
de que allí se reencontrará con lo perdido como respuesta al sufrimiento de vivir.
lunes, 10 de febrero de 2014
CARTA DE RENUNCIA DE UN ESTUDIANTE DE POSGRADO
Por: Gene Bunin
Tomado de la Revista : LA HOJA DE ARENA
Querida Escuela Politécnica Federal de Lausana:
Les escribo para
decirles que después de cuatro años de duro pero agradable trabajo de doctorado
en esta escuela, tengo la intención de abandonar mi tesis en enero, tan sólo a
unos meses de terminarla. Originalmente había pensado dirigir esta carta sólo a
mis tutores. Sin embargo, mientras la escribía me di cuenta de que el mensaje
de ésta puede ser pertinente para cualquier persona involucrada en la
investigación y así he ampliado su alcance un poco. En concreto está dirigida a
estudiantes de posgrado, investigadores postdoctorales, investigadores de alto
nivel y profesores, así como para la gente en los más altos niveles de la
administración de la escuela.
Les escribo para
decirles que después de cuatro años de duro pero agradable trabajo de doctorado
en esta escuela, tengo la intención de abandonar mi tesis en enero, tan sólo a
unos meses de terminarla. Originalmente había pensado dirigir esta carta sólo a
mis tutores. Sin embargo, mientras la escribía me di cuenta de que el mensaje
de ésta puede ser pertinente para cualquier persona involucrada en la
investigación y así he ampliado su alcance un poco. En concreto está dirigida a
estudiantes de posgrado, investigadores postdoctorales, investigadores de alto
nivel y profesores, así como para la gente en los más altos niveles de la
administración de la escuela.
Antes de continuar
quiero ser muy claro acerca de dos cosas. En primer lugar, no todo lo que voy a
decir aquí es de mi experiencia de primera mano. Mucho también se basa en las
conversaciones que he tenido con mis compañeros, con gente fuera de la EPFL y
refleja tanto sus experiencias como la mía. En segundo lugar, ninguna de las
declaraciones negativas que hago en esta carta deben ser tomadas como ataques
personales por ninguno de sus lectores. No es mi intención demonizar a nadie,
ni apuntar a individuos específicos. Voy a añadir que, tanto aquí (en la EPFL)
como en otros lugares, he conocido a algunas personas excelentes y no me
atrevería – ni ahora ni en cien años – a acusarlos de lo que escribí en el
párrafo anterior. Sin embargo, el miedo y la sospecha es que estas personas son
pocas, y que son ellas quienes están siendo marginadas por un sistema, que
alimentándose de nuestras debilidades humanas innatas, se está saliendo
rápidamente fuera de control .
No sé cuántos de
los estudiantes de doctorado que leen esto han entrado en sus programas de
doctorado con el deseo de realmente aprender y de alguna manera contribuir a la
ciencia de una manera positiva. Personalmente yo sí lo hice. Si tú también lo
hiciste, entonces probablemente compartes por lo menos alguna de las
frustraciones que voy a describir a continuación.
Academia: No es
ciencia, es negocio
Voy a comenzar con
la suposición de que el objetivo de la ciencia es la búsqueda de la verdad para
mejorar nuestra comprensión del universo que nos rodea y de alguna manera
utilizar ese entendimiento para llevar al mundo hacia un futuro mejor. Al menos
esa es la propaganda con la que hemos sido alimentados desde jóvenes y esa es
por lo general la propaganda que las universidades que hacen investigación
emplean para ponerse en un terreno moral elevado, para decorar sus páginas web
y para reclutar a jóvenes ingenuos como yo.
También voy a
suponer que con el fin de encontrar la verdad, el requisito básico es que uno
como investigador tiene que ser brutalmente honesto, sobretodo con uno mismo y
con la calidad del trabajo propio. Aquí uno se encuentra inmediatamente con una
contradicción, pues tal honestidad parece tener un papel muy secundario en la
agenda de la mayoría de las personas. A poco tiempo de adentrarse en el mundo
académico, se aprende que el ser “demasiado honesto” sobre el trabajo propio es
algo malo y que mencionar las deficiencias de tu investigación “muy
abiertamente” es un gran paso en falso. En cambio, se te enseña a “vender” tu
trabajo, a preocuparte de tu “imagen”, y a ser estratégico en tu vocabulario y
donde tienes que utilizarlo. Se da preferencia a una buena presentación sobre
un buen contenido – una prioridad que, aunque comprensible a veces, ahora ha
ido demasiado lejos. La forma “malvada” de hacer contactos (véase, por ejemplo:
click ) parece estar alentada abiertamente. Con tantos aspectos comerciales de
que preocuparse, es realmente sorprendente que de hecho algo de investigación
se siga haciendo estos días. O tal vez no, ya que son precisamente los aún
ingenuos estudiantes de doctorado quienes hacen casi todo.
Academia: “Trabaja
duro, joven padawan, para que algún día tú también puedas dirigir tu propio
laboratorio”
A veces me resulta
tanto divertido como aterrador que la mayoría de la investigación académica en
el mundo en realidad se está haciendo por gente como yo, que ni siquiera
tenemos un doctorado. Muchos investigadores, de quienes se esperaría que fueran
los que empujaran la ciencia hacia adelante con sus décadas de experiencia,
hacen sorprendentemente poco y sólo se aparecen para administrar a sus
estudiantes, quienes se matan como esclavos en artículos que después son
firmados por sus tutores en una especie de “cuota” por haberse tomado el tiempo
de leer el documento (a veces, en casos particularmente desesperados, pueden
incluso tratar de robar el lugar del primer autor). Rara vez me entero de
tutores que realmente revisen todo el trabajo de sus estudiantes con todo rigor
y detalle; la mayoría parece haber adoptado el enfoque de “si se ve bien,
podemos enviarlo para su publicación”.
Además de sentir la
gran injusticia de todo esto – a los estudiantes, quienes hacen el verdadero
trabajo, se les paga sorprendentemente poco, mientras que a los tutores se les
paga muy bien – el estudiante de doctorado a menudo se queda pensando si sólo
está haciendo ciencia hoy para después poder ocupar los puestos administrativos
de sus tutores. Lo peor es cuando un estudiante de doctorado que quiere
quedarse en la academia acepta esto y comienza a jugar del otro lado de la
mesa. Todos los estudiantes de doctorado que lean esto, inevitablemente
conocerán a alguien con la mala suerte de haber encontrado un tutor que ha
aceptado este tipo de dinámica y que ahora está aplicándola en sus propios
estudiantes – obligándolos a escribir artículo tras artículo y a trabajar
cantidades ridículas de horas para que el asesor pueda avanzar en su carrera o,
como con frecuencia pasa, para obtener la permanencia definitiva. Esto es
inaceptable y tiene que parar. Y sin embargo, mientras escribo esto me acuerdo
de cómo la EPFL ha establecido su propio sistema de permanencia definitiva no
hace mucho tiempo.
Academia: La
mentalidad de cabeza
Un aspecto muy
triste de todo el sistema académico es la cantidad de autoengaño que ocurre, la
cual es una “habilidad ” que muchos de los nuevos reclutas son obligados a
dominar desde el principio. Como muchos estudiantes de doctorado no pueden
elegir su tema de investigación, se ven obligados a adoptar lo que sus asesores
hacen y a crear “algo original” con ello para que algún día eso pueda llegar a
convertirse en una tesis. Todo esto está bien y es aceptable cuando el tema es
realmente interesante y tiene potencial. Personalmente, tuve la suerte que este
fuera el caso para mí, pero también sé de bastante gente que, después de haber
recibido su tema, se dieron cuenta de que la dirección de su investigación era
de importancia marginal y no tan interesante como les fue vendido por su tutor.
Esto parece dejarle
al estudiante un ultimátum desagradable. Obviamente decirle al asesor que la
investigación no es prometedora u original no funciona – el asesor ya ha
invertido mucho de su tiempo, reputación y trayectoria en el tema y no será
convencido por alguien con la mitad de su edad de que ha cometido un error. Si
el estudiante insiste él o ella será etiquetado como “obstinado” y si la
insistencia es demasiado fuerte no será capaz de obtener el doctorado. La
alternativa, por muy desagradable que esta sea, es mentirte a ti mismo y
encontrar argumentos para estar moralmente cómodo y con esto de alguna manera
convencerte de que lo que estás haciendo tiene un valor científico importante.
Para quienes la obtención de un doctorado es un deber inamovible (normalmente
por razones financieras) la elección, aunque trágica, es obvia.
El verdadero
problema es que este hábito puede fácilmente ser llevado más allá de los
estudios de posgrado, hasta que el estudiante mismo llegue a ser como el
investigador, con la mentalidad inversa de “es importante porque he gastado
muchos años de mi vida trabajando en ello”.
Academia : Donde la
originalidad te dañará
La buena y sana
mentalidad sería naturalmente trabajar en aquella investigación que consideremos
importante. Desafortunadamente, la mayoría de ese tipo de investigaciones está
llena de retos y es difícil de llegar a publicar. Además, el sistema actual de
publica-o-perece hace difícil el mantener un laboratorio mientras se trabaja en
problemas que requieren cuando menos de diez años de trabajo antes de que se
pueda reportar el más pequeño de los resultados preliminares. Peor aún, los
resultados pueden llegar a no ser entendidos, lo que en algunos casos es el
equivalente a ser rechazados por la comunidad científica. Reconozco que esto es
difícil, y no me atrevería a criticar a aquellos que han escogido no perseguir
tan “arriesgados” problemas.
Idealmente, el
sistema académico debería incentivar a aquellas personas que ya están bien
establecidas a alcanzar estos retos y estoy seguro que algunos de ellos ya lo
hacen. Sin embargo, no puedo evitar pensar que la mayoría de nosotros estamos
evitando las verdaderas preguntas y nos conformamos con las pequeñas y fáciles
que sabemos que pueden ser resueltas y publicadas. El resultado es una cantidad
masiva de literatura científica llena de contribuciones repetitivas y
marginales. Esto, en cambio, no es necesariamente algo malo si lo que deseas es
obtener un buen currículo.
Academia : El
agujero negro del oportunismo en la investigación
De hecho, escribir
un montón de artículos de valor cuestionable acerca de un tema popular parece
ser una muy buena manera de avanzar en tu carrera académica en estos días. Las
ventajas son evidentes : no hay necesidad de convencer a nadie de que el tema
es pertinente y es muy probable que seas más citado ya que más personas pueden
trabajar en cosas similares. Esto, a su vez, aumentará tu factor de impacto y
te ayudará a establecerte como un investigador reconocido, independientemente
de si tu trabajo es realmente bueno o importante. Asimismo de esta forma se
establece una especie de red en la que otros investigadores (igualmente
oportunistas) te dan palmaditas en las espalda mientras tú haces lo propio.
Desafortunadamente,
esto no sólo lleva a favorecer la cantidad sobre la calidad, sino que muchos
investigadores, habiéndose hecho dependientes de este efecto de arrastre,
después necesitan encontrar formas de mantenerlo vivo incluso cuando el campo
comienza a estancarse. Los resultados suelen ser desastrosos. O bien los
investigadores comienzan a pensar en extensiones creativas pero completamente
absurdas de sus métodos para usos para los que no son apropiados, o tratan de
inhibir a otros investigadores que proponen alternativas más originales y
eficientes (por lo general hacen ambas cosas). Esto a su vez desalienta a los
nuevos investigadores a buscar alternativas originales y los anima a “subirse
al carro” que aunque se basó en una buena idea, ahora se ha estancado y es mantenido
por nada más que la pura voluntad de la comunidad que se ha vuelto dependiente
de él . Entonces se convierte en un gigantesco y muy costoso desastre.
Academia:
Estadísticas a granel
“Los investigadores
con artículos son como niños”, me dijo una vez un investigador. Y, de hecho,
parece existir una malsana obsesión entre los académicos al respecto de su
número de citas, de su factor de impacto y de su número de publicaciones. Esto
lleva a cualquier cantidad de sinsentidos: investigadores realizando “citas
estratégicas”, escritura de recomendaciones “anónimas” donde se sugiere a los
autores del artículo revisado a citar el trabajo propio y hasta a intercambiar
artículos entre colegas con el entendido de
“yo-leeré-el-tuyo-si-tú-lees-el-mío”. Si se pregunta, nadie aceptará
preocuparse por sus citas, y aún así esas mismas personas con seguridad sabrán
de memoria el número de veces que sus artículos han sido citados. Admito que yo
mismo he estado en esa posición y me odio por lo mismo.
En la EPFL el
rector nos manda un correo electrónico cada año diciendo lo bien que la escuela
está ubicada en los rankings. Yo siempre me pregunto cuál es el punto de estos
correos. ¿Por qué habría de preocuparle a los científicos si la institución
está ubicada en la décima u onceava posición por tal o cual comité? ¿Se trata
de elevar nuestros ya hinchados egos? ¿No sería mejor si el rector nos enviara
un reporte anual donde se mostrara la forma en que el trabajo de la EPFL está
afectando el mundo o como éste ha contribuido a resolver ciertos problemas
importantes? En cambio, se nos dan estos estúpidos números que dicen a qué
universidades podemos mirar con desprecio y a cuales aún debemos rebasar.
Academia: La tierra
salvaje de los egos gigantes
Con frecuencia me
pregunto si mucha gente en la academia viene de infancias inseguras donde nunca
fueron los más fuertes o los más populares entre sus compañeros y habiendo
estudiado más que ellos, ahora están en busca de venganza. Sospecho que sí, ya
que es la única explicación que puedo encontrar para entender porque ciertos
investigadores atacan, de mala manera, el trabajo de otros. La manifestación
más común de esto tal vez sea el sistema de revisión por pares, donde estas
personas abusan de su anonimato para decirte, sin términos ambiguos, que eres
un idiota y que tu trabajo no vale ni un montón de estiércol.
De forma ocasional,
algunos tendrán el descaro de hacer lo mismo durante conferencias, aunque
todavía no he observado personalmente esto último.
Más de una vez he
escuchado a investigadores de diferentes campos referirse a los métodos de
otros con descripciones tan bellas como “basura” o “porquerías”, algunas veces
aún extendiendo estas calificaciones a métodos pioneros cuyo único crimen es
ser viejo por algunos años. A veces, estas personas descansarán de hablar mal
de la gente de su misma área y cambiará su atención a otros campos – la
investigación tecnológica, por ejemplo, algunas veces se burlará de la
investigación realizada en las humanidades, ridiculizándola como absurda e
inconsecuente, como si lo que ellos hiciera fuera más importante.
Academia: El truco
más grande que alguna vez realizó fue convencer al mundo de que era necesaria
Tal vez la pregunta
más crucial que la gente en la academia debería preguntarse a sí misma sea
esta: “¿Realmente somos necesarios?”. Año tras año, el sistema toma toneladas
de dinero vía cualquier forma de becas y subvenciones. Mucho de este dinero
después se ocupa en pagar a subvalorados y malpagados estudiantes de posgrado
quienes, con o sin la ayuda de sus tutores, producen algún resultado. En muchos
casos, estos resultados son incomprensibles para todos excepto para un pequeño
círculo, lo cual hace difícil calificar su valor de una forma objetiva. En
algunos casos raros, la incomprensibilidad es de hecho justificada. El
resultado puede ser tan poderoso, pero puede requerir tanto desarrollo
matemático, que realmente se requiera un doctorado para entenderse. En muchos
casos, sin embargo, los resultados pueden requerir muchas matemáticas, pero
puede llegar a ser inútil en aplicación.
Esto está bien,
porque el progreso real es lento. Lo que es molesto es cuantas subvenciones se
le pueden sacar a un resultado puramente teórico antes de que los investigadores se decidan a
producir algo útil y práctico. Peor aún, muchas veces parece no haber una
necesidad en la gente en la academia de ir y aplicar su resultado, aún cuando
esto es posible, lo que probablemente se deba a su miedo al fracaso – se está
moralmente a gusto investigando sus propios métodos siempre y cuando estos
funcionen en teoría, pero nada lastimaría más que ir y tratar de aplicarlo y
aprender que no sirve en realidad. A nadie le gusta publicar artículos que
muestren como sus métodos fallan (aunque, desde la perspectiva científica,
están obligados a hacerlo).
Estos son sólo
algunos ejemplos de las cosas que desde mi humilde perspectiva están mal en la
academia. Otras personas probablemente podrían agregar otras y podríamos ir y
escribir un libro al respecto. El problema, como lo veo, es que no estamos
haciendo mucho para corregir estos asuntos y no hay mucha gente que haya
aceptado que “la verdadera ciencia” simplemente es un ideal que inevitablemente
desaparecerá con el sistema actual trabajando como lo está haciendo. Entonces,
¿por qué arriesgar nuestras carreras y reputaciones para pelear por una noble
causa que la mayoría de la academia no valorará de todas formas?
Voy a terminar esta
carta diciendo que yo no tengo la solución a estas cosas. Dejar mi doctorado no
es una solución – simplemente es una decisión personal – y no animo a otras
personas a hacer lo mismo. Lo que sí quiero fomentar es un tipo de conciencia y
responsabilidad. Pienso que hay muchos de nosotros, ciertamente de mi
generación, a quienes nos gustaría ver a la academia como un sinónimo de
ciencia. Sé que a mi me gustaría, pero he renunciado a que esto suceda así que
buscaré a la ciencia verdadera desde otro camino.
Hubo un tiempo en
que pensé que me sentiría orgulloso de poner las letras Dr. antes de mi nombre,
desafortunadamente esto ya no es así. Sin embargo, nada puede quitarme el
conocimiento que he ganado durante estos cuatro años y por eso, EPFL, te estaré
eternamente agradecido.
Muchas gracias por
haber leído hasta aquí
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miércoles, 5 de febrero de 2014
PARA UNA ÉTICA DEL LADRÓN
Por: Jairo Báez
Nunca será suficiente, ni la discusión cesará tan pronto y la
situación permanecerá inamovible. El poder de un discurso, que logra tornarse
hegemónico, mostrará su poder para imponer sus criterios, cuando se le interrogue
sobre su veracidad. Y no obstante, habrá resistencia y deseos de diálogos, allí
donde constantemente solamente es perceptible un oído sordo. El diálogo pacifista y armonioso neuro-bio-psi (neuro-bio-psicológico) es reflejo último de la dinámica
que ha emergido desde aquel momento en que la filosofía fue perdiendo su lugar
holístico de explicación y práctica, para dar lugar a saberes analíticos, que
en su conjunto, se hicieron llamar ciencia. De la Cosa se pasó a las cosas, y
del Objeto a los objetos; y con ello, la instauración de diferentes discursos,
con pretensión de veracidad, que quieren eliminar a todos aquellos otros que,
por a, b ó c circunstancias, les sea
impuesto el rótulo de falaz. El problema se acentúa cuando diferentes discursos
apuntan al mismo objeto u objetos semejantes. Es el caso de la Psiquis (Psyche), esa parte que se disputan todos
esos discursos que versan sobre lo humano y su sociedad.
Tres de los
discursos que han querido dictar verdades absolutas sobre la Psiquis, han querido dialogar pero bien
hubiera podido estar presente otro cúmulo de discursos y el debate se habrá complejizado aún más. La biología, la neurología y el psicoanálisis,
hacen presencia para mostrar una vez más su posibilidad de diálogo; las
conclusiones se evidencian pronto: no hay diálogo allí donde diferentes
discursos convergen. Los psicoanalistas se quedan hablando solos. Se podría objetar que no solamente están
estos tres discursos, que también está la filosofía presente, y que con la
filosofía sí se pudo dialogar; pero aún así, no será fácil sostenerlo, pues es claro que los filósofos escuchados tendrán un claro aprecio por el
psicoanálisis.
En este des-encuentro se escuchan tesis que vale la pena
rescatar, no tanto por su novedad sino por el lugar que acusan en la
actualidad. - Aunque es necesario señalar que por momentos no parecen tesis
sino dogmas irrefutables -. Una de estas tesis señala que el sujeto ha muerto, la destitución del sujeto es promocionada por
la misma neurología, pero a cambio se promueve como tesis complementaria la innegabilidad del objeto, el objeto es
incuestionable, independiente de la imposibilidad que se tiene hasta el día de
hoy de acceder a él. La tesis
hegeliana de ese real que se escapa al ser cognoscente pero que mediante la
dialéctica logrará ser atrapado, se muestra favorable para los intereses de la
neurología. Esta tesis conlleva una paradoja ya mostrada por Jacques Lacan: un objeto
conoce otro objeto, pero solo uno de ellos tiene la capacidad de conocer; y
llevada esta tesis a ultranza, se tendría una petición de principio que
sostiene que, el objeto que conoce es el objeto que conoce bien y los demás
objetos no conocen porque conocen mal.
Es la tesis que da estatus a la biología darwiniana (!Darwin dio en
el clavo!) y de paso permite al neurólogo asumirse en su verdad ineludible: por
selección natural se logra la proeza de que un objeto conozca a los otros y,
por solo petición de principio, se da por sentado que el camino para acceder a
la verdad es el método que utiliza el neurólogo. En síntesis, sólo existe un
método para llegar a desentrañar los secretos de la Psiquis, pero este no se ha
encontrado aún, y si en algún momento se encuentra, estará en la depuración del
método que utiliza la neurología, que asume como indiscutible la selección natural
y, en el neurólogo, el ser favorecido por ella.
Otra de las tesis que se escucha sostiene que, el conocimiento se encuentra fragmentado y
que, si se logra hacer alianza entre aquellos que lo portan, la solución a los
problemas que plantea el objeto, estarán resueltos. Esta tesis, igualmente, tan de boga en
las ciencias sociales y humanas, es la que ha despertado el interés por el
trabajo interdisciplinario, multidisciplinario y transdisciplinario. Las fluctuaciones en la práctica, que van
desde el hacer cada uno lo que le corresponde ante el objeto
(especializaciones), hacer lo que por convicción debe hacerse con el objeto,
respetando las creencias de los otros (todo vale), hasta el hacer sin reparar en
la necesidad conceptual (metaparadigmas), es notable en los ambientes
académicos que ponderan el posmodernismo epistémico. Como consecuencia de esta
tesis, todo esfuerzo, en solitario o mancomunado, es válido siempre que se
tenga en mente el bien del objeto en el cual se opera. Empero, lo que no se
tiene presente o se quiere obviar es que ese ¨bien para el objeto¨ no es el
mismo para los diferentes discursos que avalan la praxis que deviene de ellos
e, igualmente, no se comprende ni se entiende que existen incompatibilidades al
analizar en detalle las singularidades de las diferentes prácticas que se
asumen una por fuerza de la buena voluntad de convivencia entre diferentes
profesiones. Los parámetros éticos, coherentes y consistentes, son los que se
soslayan en este tipo de posiciones de concertación en la diferencia, que asume
que todo discurso, devenido en práctica, tiene su potencial que no es posible
desconocer.
La tesis anterior tiene su origen en
un axioma: la defensa a la vida y vida
sólo hay una. No obstante es, precisamente, ese axioma, el que habría que
cuestionarse: ¿Qué es la vida? es una pregunta que no ha sido resuelta y que,
cuando se ha intentado responder, se ha canalizado en sostener que la vida es
aquello que fue definido por el cristianismo: la vida es un don de Dios, cuya
máxima expresión se puede concebir en el ser humano; y, con mayor precisión, la
vida a defender se encuentra en el cuerpo humano. Esto nos lleva a retomar la primera tesis
para llegar a una mejor comprensión de la posición neuro-bio, (neuro-biológica; también se podría incluir algunos discursos psi-): si el objeto conocedor
se sostiene en la selección natural, la
vida se sostiene en el regalo dado por Dios, así que serán dos baluartes indiscutibles
a defender por antonomasia, el método de la neurología y la vida fundada en los
principios cristianos. De allí que si la psiquis se encuentra en el cuerpo, mal
se haría al no centrar el estudio en la praxis para mantener el cuerpo vivo y
en óptimo funcionamiento.
Otra tesis sostendrá que la
fuerza de un discurso hace una praxis vital. El discurso decide lo que es
la vida y esa decisión ocasiona una práctica que obliga a unas relaciones con
el otro- Otro; esto es, a cada discurso subyace una ética que no es negociable
con la ética de otros discursos; puede ser discutible, comentada, socializada,
confrontada, con otros discursos, pero imposible de sincretizar. La coherencia
y consistencia del discurso se levanta como único y posible juez ante la ética
vital; los intentos de hacer pasar por el lenguaje, ese real que permanece
imposible de franquear, tiene su fundamento en la pregunta aun no resuelta ¿Qué
es la vida? Misterio inadmisible y difícil de resolver y de responder mientras
se sea sujeto del lenguaje.
De allí que la propuesta de quien escribe, interesado en los cruces de la locura y la política, es asumir, en este tipo de encuentros la ética del ladrón. El escuchar al
otro-Otro es ya arriesgar a que le enrostren la escisión, la herida en el
discurso que se asume coherente y consistente; y aun así, únicamente el sujeto del
discurso aludido en su falta será quien decida si acepta la afrenta y, en
silencio, se la roba como si fuera un tesoro para taponar el hueco que le ha
sido señalado. No es la imposición del otro-Otro lo que haga mella en el
discurso ajeno si este se cree completo y potencialmente práctico. Su
complemento, viene en la palabra que se enuncia ante el oído sordo; algo habrá
de corroer la obstrucción que ocasiona el sentimiento de estar completo y ser dueño
de la verdad revelada. Cuando se enuncia un discurso, allá donde otros tienen
el suyo propio, no habrá de ser para catequizar ni mucho menos para adoctrinar, pues ya Freud lo había señalado, hasta el loco ama su delirio como a su propia vida; entonces, es de esperar la resistencia discursiva por parte de los
normales. Más si sopesamos que Freud debió mejor enunciar: el loco ama su
delirio porque allí está su propia vida. Al enunciar un discurso, se está a
expensas de que le roben algo, ese algo es un significante, aquel del que
cualquier cosa podrán hacer.
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