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martes, 1 de marzo de 2022

EL CUERPO ARMA (El Cuerpo D)


Por: Jairo Báez 



        ¿Acaso pueda existir una forma de presentar un análisis de caso que no sea aquella del aburrimiento?


Un cuerpo que surge de las cenizas de la mirada de la aceptación del otro-Otro, que rompe con la esquizofrenia, el rechazo o la ausencia, para tornarse en un arma capaz de destruir cualquier otro-Otro cuerpo que emerja imponente donde nada existe. Cabello largo, grandes proporciones bien armonizadas; grandes pechos, grandes nalgas, grandes piernas, grandes brazos, grande voz, grande belleza en armonía con la muerte que expele. La belleza es muerte; trae muerte, es muerte.



Cuerpo mal mirado, mal tratado, mal tocado, mal decido, mal seducido, mal satisfecho, se torna violencia, huracán, desierto, moridero, sifón y podredumbre de otros cuerpos. Nada podrá controlar la violencia con la que tragará cuerpos reales, cuerpos imaginados, cuerpos simbolizados; todos irán a ese lugar que está más allá de todo olvido; irán al desecho y al repudio, dónde ni siquiera el estrago los alberga, porque no se puede dar habitación, que aunque lúgubre y mortuoria, cobija, todo aquello que sea residuo.

No hay retoques, no hay arreglos. Es natural; calzones rotos, brasieres deshilachados; calzón mal puesto, brasier, a más de transparente, sucio, ayudan a potencializar la violencia con la que caerá el héroe que por su bocaza, será la próxima de sus víctimas. Sus soldados, (así ha llamado a sus tetas), aunque caídos, se levantan para dar cuenta del invasor. Ni siquiera a las puertas de su vagina abierta podrá acercarse, menos podrá llegar a resbalar en la humedad que empieza si traspasar pudiera al menos un milímetro adentro de aquellos labios bajos, nada inferiores.

Cuerpo lienzo de pintores locos que toman la piel para seducir doncellas, no sabiendo que este cuerpo no ha sabido ni nunca ha querido ser mancillado. El placer es la debilidad para ellos; démosle lo que quieren; ante el cumplimiento del deseo, el deseo acobarda, recula, avergüenza. No hay peor venganza que darle placer a quien así lo codicia y lo arrebata. ¿Quiere placer?, ¡ahí lo tiene! Ahí sabrá lo que es el goce; aquel placer que se torna tormento por su imposible incumplimiento ante lo acariciado. El peor martirio que se le puede otorgar a un cuerpo hambriento y lascivo es el no sufrimiento. Cuerpo nada que ni siquiera la desventura puede sentir. Fin de la historia, ese cuerpo no existió, no existe, qué pase otro. La misma suerte correrá.

Ese cuerpo lo sabe, lo perfecto es imperfecto; lo imperfecto atrae por lo perfecto. Ahora tendrán que soportar su venganza aquellos otros cuerpos que un día le pidieron una perfección donde no existe, que no existe; les enseñará ahora sí, como una lección, que la perfección suya no era tal.


Ese cuerpo sabe matar los cuerpos. Sabe que el cuerpo mujer se mata con el veneno del orgullo y el cuerpo hombre con el cáncer del poder; falos y castraciones dan lo mismo, ambos remiten a la prepotencia de una existencia inexistente. Ese cuerpo sabe que el cuerpo familiar es el primero que se debe destruir, pulverizar, atomizar, des-aparecer, a-parecer, fenecer. El cuerpo del hijo se funde con el cuerpo del padre, el del padre con aquel del abuelo y ya nada queda más que la vergüenza de no haber cumplido con los roles y funciones que delegan a los cuerpos los símbolos en la ausencia misma de cualquier función natural. ¿Y la madre? El cuerpo de la madre fue el primero en ser devorado por su operante inoperancia. Imposible identificación.
 
Este cuepo brioso, impulsivo, estridente y frenético, pronto descubrió la debilidad que tienen los cuerpos por la imagen; las imágenes puestas como señuelo; la imagen de un cuerpo despreciado, aniquila más que el propio real cuerpo. La luz es su aliada, la luz que trae consigo la oscuridad y en la oscuridad los cuerpos son frágiles, tiernos, bobos; caen cual pollitas encantadas por todo lo que ilumina.  La verdad de su cuerpo, la  verdad de todos los cuerpos es su sombra; esto es, la nada, la apariencia.

- Matar no produce placer, ¿sabes?, ser matado, destrozado, pulverizado, lacerado, degrado, eso sí que les produce placer.
 
- ¿Dirá goce?

- No lo sé, no los se distinguir, no he sentido ni lo uno ni lo otro. No siento nada, no me acuerdo haber sentido. Bueno sí. Lo que pasa es que el tiempo, que no tengo, ni lo he tenido, no me permite afirmar nada con respecto a límites.

El cuerpo es la habitación lúgubre y lúgubre es habitar un cuerpo despreciado; por eso es mejor hacer de la habitación un arma de guerra, que aniquile cualquier cuerpo que se precie en su imponencia: Juno y Quirón, Afrodita y Príapo, (otros de héroes y mortales), ya han sido vencidos por el cuerpo despreciado que un acontecer hizo arma aniquiladora de dones imaginados e incapaces de realizarse en su ofrecimiento y postración retadora. El esclavo triunfa; el amo pierde. Siempre ha sido así. El cuerpo sabe, lo sabe.

Una vez los alambres y las cuchillas de acero atravesaron su cuerpo; pero no necesitó de otro cuerpo para que lo atravesará; fue su mano, su propio deseo, quien lo atravesó. Creyó sentir de nuevo, pero pronto se dio cuenta que nunca sintió. Atravesar su cuerpo es fácil; sin embargo,  pagarán con desabrimiento el desprecio con el que se le paga a quien hasta allí se atreve. Sacó los garfios que hundió en sus carnes; las cuchillas dejaron de cortar la piel; fue una mala interpretación. No hay placer, no hay goce allí. La luz se acerca, la sombra también, pero tampoco lo logran. No hay placer, no ha goce más que en ser mirado… ad-mirado.




Este cuerpo violento y vilipendiado hace de su propósito una estética de innegable reconocimiento. Lo ha logrado, el espectador ha fijado su mirada en él; pero con la mirada, pulsión escópica, extremidad que opera el placer y el goce, que monitorea el ojo, el espectador, también, entrega su cuerpo para sumar los triunfos de un cuerpo desgarrado, de ese cuerpo arma, que arma una defensa y un ataque de lo que ya nada queda. ¡Un cuerpo!

sábado, 27 de enero de 2018

EL HOMBRE, SU CUERPO Y SU LENGUA

Por: Giambattista Vico


Es digno de observación que en todas las lenguas la mayor parte de las expresiones en torno a cosas inanimadas están hechas a base de transposiciones del cuerpo humano y de sus partes, así como de los sentimientos y las pasiones humanas: Como «cabeza», por cima o principio; «frente» y «espaldas», delante o detrás; «ojos» de las viñas y esas que se llaman «luces» como elementos de las casas; «boca», toda apertura; «labio», borde de un vaso o de cualquier otra cosa; «diente» de arado, de rastrillo, de sierra, de peine; «barbas», las raíces; «lengua» de mar; «fauces» o «garganta» de ríos o montes; «cuello» de tierra; «brazo» de río; «mano», para un número pequeño; «seno» de mar, el golfo; «flancos» o «lados», los cantos; «costados» del mar; «corazón», por el medio (llamado «umbilicus» por los latinos); «pierna» o «pie» de países y «pie» para final; «planta» por base, o sea, fundamento; «carne», «huesos» de frutas; «vena» de agua, piedra, mineral; «sangre» de la vid, el vino; «vísceras» de la tierra; «ríen» el cielo, el mar; «silba» el viento; «murmura» la ola; «gime» un cuerpo bajo un gran peso; y los campesinos del Lacio decían «sitire agros», «laborare fructus», «luxuriari segetes»; y nuestros campesinos «enamorarse las plantas», «enloquecer las vides», «llorar los surcos»; y otros ejemplos innumerables que se pueden recoger en todas las lenguas. Todo lo cual se sigue de aquella dignidad de que «el hombre ignorante se hace a sí mismo regla del universo», tal como en los ejemplos citados a partir de sí mismo se ha formado un universo completo. Porque, así como la metafísica razonada enseña que «homo intelligendo fit omnia», así esta metafísica fantástica demuestra que «homo non intelligendo fit omnia»; y quizá sea dicho esto con más verdad que aquello, pues el hombre al entender despliega su mente y comprende las cosas, pero cuando no las entiende hace a partir de sí las cosas y, transformándose en ellas, lo convierte.

Vico Giambattista. (1744/1995). (Introducción, traducción y notas de Rocío de la Villa). Ciencia Nueva. Editorial Tecnos. Madrid.

lunes, 20 de febrero de 2017

LO QUE CONSTITUYE MI SER

Por: Marco Aurelio


Todo lo que constituye mi ser no es más que un poco de carne con un aliento de vida y dotado de la facultad de pensar. Abandona tus libros, suprime las diversiones, pues nada de eso te está permitido, y pensando que eres perecedero, desprecia esta carne, montón de sangre y de huesos, tejido de nervios, de venas y de arterias.

Considera también lo que es tu respiración: aire, solo aire, siempre distinto, arrojado continuamente y aspirado sin cesar. Solo queda, pues, la parte principal, la que piensa. Ahora bien, habla contigo mismo; eres viejo; no tengas por más tiempo esclavizada esta facultad maestra y por deseos incompatibles con el bien de la sociedad, no consientas que sea sacudida como un muñeco. No te quejes de tu suerte presente ni temas la futura.

Tomado de Marco Aurelio. (2013). Pensamientos. Libro II. Madrid. Antígona. 

viernes, 15 de agosto de 2014

LA FULMINANTE/NADIA/NADIE

Por: Jairo Báez

Para llegar al encuentro de algo muy  propio a la Obra de Nadia Granados, empecemos por jugar con la mutación de una sola vocal.  Nadia/Nadie o, da lo mismo, Nadie/Nadia. Ese Nadie que vive todos los días en la jungla de una ciudad agobiada por un sistema que se ha entronizado y que gobierna las acciones de los humanos, se hace visible, rompe las retinas, revolcando las vísceras en el pudor y el asco. Lo más deseado emerge al punto de mostrar su faz ominosa; mostrando lo inefablemente hablado pero aterrorizante.  O esa Nadia que nos hace recordar la revolución bolchevique, esa fracasada intentona por derrocar el imperio de la industrialización liberal, y que quiso alguna vez empoderar a los obreros para terminar siendo un despotismo más del mismo sistema; solamente ahora más militarizado y burocratizado. Para arribar finalmente a la Fulminante, nombre con el que se le conoce artísticamente a aquella que ofrece sus servicios a incautos que andan por la Internet en busca de sexo pago y que se encuentran de tope con algo que no es. Así podemos arriesgarnos a enunciar algo sobre la  Fulminante/Nadia/Nadie.


Como tesis fundamental, en la Fulminante/Nadia/Nadie, el porno y el morbo se elevan a la calidad de sublime. Lo underground emerge hecho obra de arte cumpliendo con todos los requisitos que los hacen uno, el subvertir lo instituido para promocionar algo novedoso. Aunque en su obra se pueden encontrar registros sociales y socializantes de gore, core, crítica, resistencia, planfleto, punk, nada de eso es en esencia. Lo que emerge con fuerza es un nombre propio, capaz de romper con lo mismo, con lo cotidiano, en una obra de Arte. En la propuesta estética de la Fulminante/Nadia/Nadie, aquellos que no tienen voz, los sin voz, que describe Jacques Rancière, toman la palabra y el cuerpo para hablar, para darse un lugar y gritar en el concierto del silencio que caracteriza la indolencia de la desigualdad social, que sólo es tenida en cuenta para corregirla como enfermedad y como acto delictivo, más nunca como efecto-residuo que deja un modelo de producción y relación humana.

La Fulminante/Nadia/Nadie tiene la facilidad de hacer hablar el cuerpo y mostrar que la palabra, la viva voz es vana, en un contexto donde se empoderó lo imaginario. Donde la imagen visual ha usurpado la palabra, no queda más que la exaltación del cuerpo, trasgrediendo cualquier límite que tienda a separar lo púdico y lo impúdico, lo interno y lo externo, lo macho y lo hembra. Su lucha es por hacer hablar la imagen ante la inminente decadencia del símbolo fónico-fálico. La Fulminante/Nadia/Nadie habla en lenguas, porque ninguno que se precie moderno quiere oír algo más allá de deleite sonoro, ninguno quiere oír más allá del goce que despierta el roce del yunque y el martillo. El significado se ha evaporado; solo queda forzar el sentido, postrándose como significante en esa larga cadena que adormece, en busca de un despertar. Ante la ausencia de la palabra que se escucha, la Fulminante/Nadia/Nadie ha implementado una pantalla que hace las veces de traductor de la voz a la escritura. En alusión clara a que ahora todo acto de comunicación pasa por la pantalla y la mirada se fija allí, (radio, televisor, teléfono, computador, y todo gadget producto de la tecnología científica), el cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie porta un pantalla en la zona pudenda o en cualquiera de esas partes del cuerpo donde el ojo lascivo posa su mirada ávida de placer sexual; allí donde el mensaje tiene mayor probabilidad de capturar al lector en la exacerbación del goce.   


A partir del único instrumento que tiene a mano y que aún hoy convoca la mirada morbosa y lúbrica del gañan y del intelectual, del obrero y del empresario, del joven y del viejo, del santo y del degenerado, del definido y el indefinido, del etc,. y la etc., la Fulminante/Nadia/Nadie obliga a ver y oír lo que el ensordecido y el ciego no quieren, ya sea por cansancio o saturación. El cuerpo de Nadia eclosiona como un arma imposible de vencer e imposible de resistir; los buenos modales que se experimentan en lo público son arrasados por el convencimiento de que en la intimidad, el superyó freudiano hace su verdadera aparición con ese mandato que Jacques Lacan hiciera explícito: goza. Ese saber sobre un superyó impúdico, obsceno y nunca satisfecho es lo que explota la Fulminante/Nadia/Nadie, para hacerse oír y hacer oír lo que la castidad y las sanas costumbres quieren y han logrado adormecer. Si la miseria humana y la diferencia entre los hombres se ha hecho constante e invisible a los sentidos y el pensamiento político, la Fulminante/Nadia/Nadie irrumpe en cuerpo seduciendo e impactando la adormecida psique de los que se atreven a transgredir con su mirada y que en esencia, somos todos aquellos seres parlantes que sólo alcanzan a poner su mejor máscara pintada de moralina cristiana, para volver al mundo de lo público y lo correctamente aceptado.

Como poseída por el espíritu de Sade, la Fulminante/Nadia/Nadie hace  del cuerpo el lugar para dirimir lo que es propio de la política y lo político. Los mismos elementos de culto se tornan en transgresores. Si hay un lugar para la discusión de lo importante del ser parlante, -la polis-, este lugar ya no será el ágora griega, ni el recinto cerrado de los elegidos por una democracia de sí y por siempre decadente,  sino el cuerpo. Este convoca más que la plaza pública, y entre más transgresor y libidinoso, mucho más convocante. Son las bárbaras pulsiones las que mueven las grandes empresas sociales (el reparo está en los juicios de valor); entonces que sea el cuerpo el que decida.

De las pútridas calles de ciudades enfermas donde la vida florece sin la máscara sensiblera, la Fulminante/Nadia/Nadie recoge los elementos básicos para amenizar sus críticas a una sociedad que muere en la hipocresía de las buenas costumbres, el desaforo de la opulencia material y las pocas acciones de conmiseración por la existencia humana. Vaginas evacuantes, penes cercenados, senos insinuantes, bocas hambrientas, se alinean como ejércitos de la última y más fiera resistencia al Establecimiento. El cuerpo sin ortopédicos, solo y llanamente escueto, se convierte en el arma letal para derruir prejuicios que se empoderan como valores insoslayables de la sociedad ideal de los humanos. El cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie eructa, escupe, excreta, fluidos y residuos de un oficio vital. Toda pretensión de vida trae su inmundicia que todos quieren tapar; el cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie no. El cuerpo acá toma un lugar natural para denunciar la anti-naturalidad de la sociedad actual que pareciese, se ha preocupado más por la ingestión-digestión-excreción  que por la misma vida. Lo que denuncia la Fulminante/Nadia/Nadie es que la sociedad se ocupa hoy más por los procesos, fragmentados y bizarros por cierto, que por el mismo objeto. La sociedad anda sin norte… o el norte nunca ha estado donde lo ubica la cruz de los vientos de la razón.


Así,  el arte político emerge con fuerza en la obra de Nadia Granados; o mejor, el arte toma su lugar: la política. Aquellos que no tienen voz, a los que se les ha negado la voz, según el planteamiento de Rancière, hablan esta vez mediante la operación que Nadia Granados opera sobre su cuerpo, haciendo que el régimen policivo se vea enfrentado a un auténtico acto político. Dice el psicoanálisis que el cuerpo es el primer y fundamental conflicto del ser que habla; y el cuerpo de Nadia Granados logra enterarnos que la tesis es correcta, el cuerpo es el campo de lo realmente político; esto es, del conflicto con el otro. No obstante, ella sabe ir más allá de la metáfora para demostrar que no existe nada más real para poder enrostrar la política social, que aquel espacio dónde el cuerpo y el trato con él, hace su diáfana aparición. Cuerpo jamás amaestrado por más que sea mancillado; cuerpo que rehúsa la acción policiva y siempre en subversión de lo establecido.  Trasgredir es el sino del sujeto político, trasgredir es lo que hace Nadia Granados con su obra; transgredir es dejar hablar a aquel que no han dejado hablar y eso, lo sabe hacer bien Nadia.   




Referencias

Lacan, Jacques. (2006).  Seminario 20. Aun. Clase 1. Buenos Aires. Paidos.

La Fulminante. En http://www.lafulminante.com/ Página Oficial. Consultada 15 Junio 2014

Lozano, Olga Lucia. Es Nadia, es la fulminante ¿y qué? La Silla Vacía, 28/07/2013. Disponible en Internet  http://lasillavacia.com/content/es-nadia-es-la-fulminante-y-que-45288 Recuperado 28/05/2014


Rancière, Jacques (2011). El tiempo de la igualdad. Diálogos sobre política y estética. Barcelona. Herder.