Por: Jairo Báez
Para
llegar al encuentro de algo muy propio a
la Obra de Nadia Granados, empecemos por jugar con la mutación de una sola
vocal. Nadia/Nadie o, da lo mismo,
Nadie/Nadia. Ese Nadie que vive todos los días en la jungla de una ciudad
agobiada por un sistema que se ha entronizado y que gobierna las acciones de
los humanos, se hace visible, rompe las retinas, revolcando las vísceras en el
pudor y el asco. Lo más deseado emerge al punto de mostrar su faz ominosa;
mostrando lo inefablemente hablado pero aterrorizante. O esa Nadia que nos hace recordar la
revolución bolchevique, esa fracasada intentona por derrocar el imperio de la
industrialización liberal, y que quiso alguna vez empoderar a los obreros para
terminar siendo un despotismo más del mismo sistema; solamente ahora más
militarizado y burocratizado. Para arribar finalmente a la Fulminante, nombre
con el que se le conoce artísticamente a aquella que ofrece sus servicios a
incautos que andan por la Internet en busca de sexo pago y que se encuentran de
tope con algo que no es. Así podemos arriesgarnos a enunciar algo sobre la Fulminante/Nadia/Nadie.
Como
tesis fundamental, en la Fulminante/Nadia/Nadie, el porno y el morbo se elevan
a la calidad de sublime. Lo underground
emerge hecho obra de arte cumpliendo con todos los requisitos que los hacen
uno, el subvertir lo instituido para promocionar algo novedoso. Aunque en su
obra se pueden encontrar registros sociales y socializantes de gore, core, crítica,
resistencia, planfleto, punk, nada de eso es en esencia. Lo que emerge con
fuerza es un nombre propio, capaz de romper con lo mismo, con lo cotidiano, en
una obra de Arte. En la propuesta estética de la Fulminante/Nadia/Nadie,
aquellos que no tienen voz, los sin voz, que describe Jacques Rancière, toman
la palabra y el cuerpo para hablar, para darse un lugar y gritar en el
concierto del silencio que caracteriza la indolencia de la desigualdad social,
que sólo es tenida en cuenta para corregirla como enfermedad y como acto
delictivo, más nunca como efecto-residuo que deja un modelo de producción y
relación humana.
La
Fulminante/Nadia/Nadie tiene la facilidad de hacer hablar el cuerpo y mostrar
que la palabra, la viva voz es vana, en un contexto donde se empoderó lo imaginario.
Donde la imagen visual ha usurpado la palabra, no queda más que la exaltación
del cuerpo, trasgrediendo cualquier límite que tienda a separar lo púdico y lo
impúdico, lo interno y lo externo, lo macho y lo hembra. Su lucha es por hacer
hablar la imagen ante la inminente decadencia del símbolo fónico-fálico. La
Fulminante/Nadia/Nadie habla en lenguas, porque ninguno que se precie moderno
quiere oír algo más allá de deleite sonoro, ninguno quiere oír más allá del
goce que despierta el roce del yunque y el martillo. El significado se ha
evaporado; solo queda forzar el sentido, postrándose como significante en esa
larga cadena que adormece, en busca de un despertar. Ante la ausencia de la
palabra que se escucha, la Fulminante/Nadia/Nadie ha implementado una pantalla
que hace las veces de traductor de la voz a la escritura. En alusión clara a que
ahora todo acto de comunicación pasa por la pantalla y la mirada se fija allí,
(radio, televisor, teléfono, computador, y todo gadget producto de la
tecnología científica), el cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie porta un
pantalla en la zona pudenda o en cualquiera de esas partes del cuerpo donde el ojo lascivo posa su mirada ávida de placer sexual; allí donde el mensaje
tiene mayor probabilidad de capturar al lector en la exacerbación del goce.
A
partir del único instrumento que tiene a mano y que aún hoy convoca la mirada
morbosa y lúbrica del gañan y del intelectual, del obrero y del empresario, del
joven y del viejo, del santo y del degenerado, del definido y el indefinido, del
etc,. y la etc., la Fulminante/Nadia/Nadie obliga a ver y oír lo que el
ensordecido y el ciego no quieren, ya sea por cansancio o saturación. El cuerpo
de Nadia eclosiona como un arma imposible de vencer e imposible de resistir;
los buenos modales que se experimentan en lo público son arrasados por el
convencimiento de que en la intimidad, el superyó freudiano hace su verdadera
aparición con ese mandato que Jacques Lacan hiciera explícito: goza. Ese saber
sobre un superyó impúdico, obsceno y nunca satisfecho es lo que explota la Fulminante/Nadia/Nadie,
para hacerse oír y hacer oír lo que la castidad y las sanas costumbres quieren y
han logrado adormecer. Si la miseria humana y la diferencia entre los hombres
se ha hecho constante e invisible a los sentidos y el pensamiento político, la
Fulminante/Nadia/Nadie irrumpe en cuerpo seduciendo e impactando la adormecida
psique de los que se atreven a transgredir con su mirada y que en esencia,
somos todos aquellos seres parlantes que sólo alcanzan a poner su mejor máscara
pintada de moralina cristiana, para volver al mundo de lo público y lo
correctamente aceptado.
Como
poseída por el espíritu de Sade, la Fulminante/Nadia/Nadie hace del cuerpo el lugar para dirimir lo que es propio
de la política y lo político. Los mismos elementos de culto se tornan en
transgresores. Si hay un lugar para la discusión de lo importante del ser
parlante, -la polis-, este lugar ya no será el ágora griega, ni el recinto
cerrado de los elegidos por una democracia de sí y por siempre decadente, sino el cuerpo. Este convoca más que la plaza
pública, y entre más transgresor y libidinoso, mucho más convocante. Son las
bárbaras pulsiones las que mueven las grandes empresas sociales (el reparo está
en los juicios de valor); entonces que sea el cuerpo el que decida.
De
las pútridas calles de ciudades enfermas donde la vida florece sin la máscara
sensiblera, la Fulminante/Nadia/Nadie recoge los elementos básicos para
amenizar sus críticas a una sociedad que muere en la hipocresía de las buenas
costumbres, el desaforo de la opulencia material y las pocas acciones de
conmiseración por la existencia humana. Vaginas evacuantes, penes cercenados,
senos insinuantes, bocas hambrientas, se alinean como ejércitos de la última y
más fiera resistencia al Establecimiento. El cuerpo sin ortopédicos, solo y
llanamente escueto, se convierte en el arma letal para derruir prejuicios que
se empoderan como valores insoslayables de la sociedad ideal de los humanos. El
cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie eructa, escupe, excreta, fluidos y residuos
de un oficio vital. Toda pretensión de vida trae su inmundicia que todos
quieren tapar; el cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie no. El cuerpo acá toma un
lugar natural para denunciar la anti-naturalidad de la sociedad actual que
pareciese, se ha preocupado más por la ingestión-digestión-excreción que por la misma vida. Lo que denuncia la
Fulminante/Nadia/Nadie es que la sociedad se ocupa hoy más por los procesos,
fragmentados y bizarros por cierto, que por el mismo objeto. La sociedad anda
sin norte… o el norte nunca ha estado donde lo ubica la cruz de los vientos de
la razón.
Así, el arte político emerge con fuerza en la obra
de Nadia Granados; o mejor, el arte toma su lugar: la política. Aquellos que no
tienen voz, a los que se les ha negado la voz, según el planteamiento de
Rancière, hablan esta vez mediante la operación que Nadia Granados opera sobre
su cuerpo, haciendo que el régimen policivo se vea enfrentado a un auténtico
acto político. Dice el psicoanálisis que el cuerpo es el primer y fundamental
conflicto del ser que habla; y el cuerpo de Nadia Granados logra enterarnos que
la tesis es correcta, el cuerpo es el campo de lo realmente político; esto es,
del conflicto con el otro. No obstante, ella sabe ir más allá de la metáfora
para demostrar que no existe nada más real para poder enrostrar la política
social, que aquel espacio dónde el cuerpo y el trato con él, hace su diáfana
aparición. Cuerpo jamás amaestrado por más que sea mancillado; cuerpo que
rehúsa la acción policiva y siempre en subversión de lo establecido. Trasgredir es el sino del sujeto político,
trasgredir es lo que hace Nadia Granados con su obra; transgredir es dejar
hablar a aquel que no han dejado hablar y eso, lo sabe hacer bien Nadia.
Referencias
Lacan,
Jacques. (2006). Seminario 20. Aun. Clase 1. Buenos Aires. Paidos.
La
Fulminante. En http://www.lafulminante.com/
Página Oficial. Consultada 15 Junio 2014
Lozano,
Olga Lucia. Es Nadia, es la fulminante ¿y
qué? La Silla Vacía, 28/07/2013. Disponible en Internet http://lasillavacia.com/content/es-nadia-es-la-fulminante-y-que-45288
Recuperado 28/05/2014
Rancière,
Jacques (2011). El tiempo de la igualdad.
Diálogos sobre política y estética. Barcelona. Herder.
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