Por: Gene Bunin
Tomado de la Revista : LA HOJA DE ARENA
Querida Escuela Politécnica Federal de Lausana:
Les escribo para
decirles que después de cuatro años de duro pero agradable trabajo de doctorado
en esta escuela, tengo la intención de abandonar mi tesis en enero, tan sólo a
unos meses de terminarla. Originalmente había pensado dirigir esta carta sólo a
mis tutores. Sin embargo, mientras la escribía me di cuenta de que el mensaje
de ésta puede ser pertinente para cualquier persona involucrada en la
investigación y así he ampliado su alcance un poco. En concreto está dirigida a
estudiantes de posgrado, investigadores postdoctorales, investigadores de alto
nivel y profesores, así como para la gente en los más altos niveles de la
administración de la escuela.
Les escribo para
decirles que después de cuatro años de duro pero agradable trabajo de doctorado
en esta escuela, tengo la intención de abandonar mi tesis en enero, tan sólo a
unos meses de terminarla. Originalmente había pensado dirigir esta carta sólo a
mis tutores. Sin embargo, mientras la escribía me di cuenta de que el mensaje
de ésta puede ser pertinente para cualquier persona involucrada en la
investigación y así he ampliado su alcance un poco. En concreto está dirigida a
estudiantes de posgrado, investigadores postdoctorales, investigadores de alto
nivel y profesores, así como para la gente en los más altos niveles de la
administración de la escuela.
Antes de continuar
quiero ser muy claro acerca de dos cosas. En primer lugar, no todo lo que voy a
decir aquí es de mi experiencia de primera mano. Mucho también se basa en las
conversaciones que he tenido con mis compañeros, con gente fuera de la EPFL y
refleja tanto sus experiencias como la mía. En segundo lugar, ninguna de las
declaraciones negativas que hago en esta carta deben ser tomadas como ataques
personales por ninguno de sus lectores. No es mi intención demonizar a nadie,
ni apuntar a individuos específicos. Voy a añadir que, tanto aquí (en la EPFL)
como en otros lugares, he conocido a algunas personas excelentes y no me
atrevería – ni ahora ni en cien años – a acusarlos de lo que escribí en el
párrafo anterior. Sin embargo, el miedo y la sospecha es que estas personas son
pocas, y que son ellas quienes están siendo marginadas por un sistema, que
alimentándose de nuestras debilidades humanas innatas, se está saliendo
rápidamente fuera de control .
No sé cuántos de
los estudiantes de doctorado que leen esto han entrado en sus programas de
doctorado con el deseo de realmente aprender y de alguna manera contribuir a la
ciencia de una manera positiva. Personalmente yo sí lo hice. Si tú también lo
hiciste, entonces probablemente compartes por lo menos alguna de las
frustraciones que voy a describir a continuación.
Academia: No es
ciencia, es negocio
Voy a comenzar con
la suposición de que el objetivo de la ciencia es la búsqueda de la verdad para
mejorar nuestra comprensión del universo que nos rodea y de alguna manera
utilizar ese entendimiento para llevar al mundo hacia un futuro mejor. Al menos
esa es la propaganda con la que hemos sido alimentados desde jóvenes y esa es
por lo general la propaganda que las universidades que hacen investigación
emplean para ponerse en un terreno moral elevado, para decorar sus páginas web
y para reclutar a jóvenes ingenuos como yo.
También voy a
suponer que con el fin de encontrar la verdad, el requisito básico es que uno
como investigador tiene que ser brutalmente honesto, sobretodo con uno mismo y
con la calidad del trabajo propio. Aquí uno se encuentra inmediatamente con una
contradicción, pues tal honestidad parece tener un papel muy secundario en la
agenda de la mayoría de las personas. A poco tiempo de adentrarse en el mundo
académico, se aprende que el ser “demasiado honesto” sobre el trabajo propio es
algo malo y que mencionar las deficiencias de tu investigación “muy
abiertamente” es un gran paso en falso. En cambio, se te enseña a “vender” tu
trabajo, a preocuparte de tu “imagen”, y a ser estratégico en tu vocabulario y
donde tienes que utilizarlo. Se da preferencia a una buena presentación sobre
un buen contenido – una prioridad que, aunque comprensible a veces, ahora ha
ido demasiado lejos. La forma “malvada” de hacer contactos (véase, por ejemplo:
click ) parece estar alentada abiertamente. Con tantos aspectos comerciales de
que preocuparse, es realmente sorprendente que de hecho algo de investigación
se siga haciendo estos días. O tal vez no, ya que son precisamente los aún
ingenuos estudiantes de doctorado quienes hacen casi todo.
Academia: “Trabaja
duro, joven padawan, para que algún día tú también puedas dirigir tu propio
laboratorio”
A veces me resulta
tanto divertido como aterrador que la mayoría de la investigación académica en
el mundo en realidad se está haciendo por gente como yo, que ni siquiera
tenemos un doctorado. Muchos investigadores, de quienes se esperaría que fueran
los que empujaran la ciencia hacia adelante con sus décadas de experiencia,
hacen sorprendentemente poco y sólo se aparecen para administrar a sus
estudiantes, quienes se matan como esclavos en artículos que después son
firmados por sus tutores en una especie de “cuota” por haberse tomado el tiempo
de leer el documento (a veces, en casos particularmente desesperados, pueden
incluso tratar de robar el lugar del primer autor). Rara vez me entero de
tutores que realmente revisen todo el trabajo de sus estudiantes con todo rigor
y detalle; la mayoría parece haber adoptado el enfoque de “si se ve bien,
podemos enviarlo para su publicación”.
Además de sentir la
gran injusticia de todo esto – a los estudiantes, quienes hacen el verdadero
trabajo, se les paga sorprendentemente poco, mientras que a los tutores se les
paga muy bien – el estudiante de doctorado a menudo se queda pensando si sólo
está haciendo ciencia hoy para después poder ocupar los puestos administrativos
de sus tutores. Lo peor es cuando un estudiante de doctorado que quiere
quedarse en la academia acepta esto y comienza a jugar del otro lado de la
mesa. Todos los estudiantes de doctorado que lean esto, inevitablemente
conocerán a alguien con la mala suerte de haber encontrado un tutor que ha
aceptado este tipo de dinámica y que ahora está aplicándola en sus propios
estudiantes – obligándolos a escribir artículo tras artículo y a trabajar
cantidades ridículas de horas para que el asesor pueda avanzar en su carrera o,
como con frecuencia pasa, para obtener la permanencia definitiva. Esto es
inaceptable y tiene que parar. Y sin embargo, mientras escribo esto me acuerdo
de cómo la EPFL ha establecido su propio sistema de permanencia definitiva no
hace mucho tiempo.
Academia: La
mentalidad de cabeza
Un aspecto muy
triste de todo el sistema académico es la cantidad de autoengaño que ocurre, la
cual es una “habilidad ” que muchos de los nuevos reclutas son obligados a
dominar desde el principio. Como muchos estudiantes de doctorado no pueden
elegir su tema de investigación, se ven obligados a adoptar lo que sus asesores
hacen y a crear “algo original” con ello para que algún día eso pueda llegar a
convertirse en una tesis. Todo esto está bien y es aceptable cuando el tema es
realmente interesante y tiene potencial. Personalmente, tuve la suerte que este
fuera el caso para mí, pero también sé de bastante gente que, después de haber
recibido su tema, se dieron cuenta de que la dirección de su investigación era
de importancia marginal y no tan interesante como les fue vendido por su tutor.
Esto parece dejarle
al estudiante un ultimátum desagradable. Obviamente decirle al asesor que la
investigación no es prometedora u original no funciona – el asesor ya ha
invertido mucho de su tiempo, reputación y trayectoria en el tema y no será
convencido por alguien con la mitad de su edad de que ha cometido un error. Si
el estudiante insiste él o ella será etiquetado como “obstinado” y si la
insistencia es demasiado fuerte no será capaz de obtener el doctorado. La
alternativa, por muy desagradable que esta sea, es mentirte a ti mismo y
encontrar argumentos para estar moralmente cómodo y con esto de alguna manera
convencerte de que lo que estás haciendo tiene un valor científico importante.
Para quienes la obtención de un doctorado es un deber inamovible (normalmente
por razones financieras) la elección, aunque trágica, es obvia.
El verdadero
problema es que este hábito puede fácilmente ser llevado más allá de los
estudios de posgrado, hasta que el estudiante mismo llegue a ser como el
investigador, con la mentalidad inversa de “es importante porque he gastado
muchos años de mi vida trabajando en ello”.
Academia : Donde la
originalidad te dañará
La buena y sana
mentalidad sería naturalmente trabajar en aquella investigación que consideremos
importante. Desafortunadamente, la mayoría de ese tipo de investigaciones está
llena de retos y es difícil de llegar a publicar. Además, el sistema actual de
publica-o-perece hace difícil el mantener un laboratorio mientras se trabaja en
problemas que requieren cuando menos de diez años de trabajo antes de que se
pueda reportar el más pequeño de los resultados preliminares. Peor aún, los
resultados pueden llegar a no ser entendidos, lo que en algunos casos es el
equivalente a ser rechazados por la comunidad científica. Reconozco que esto es
difícil, y no me atrevería a criticar a aquellos que han escogido no perseguir
tan “arriesgados” problemas.
Idealmente, el
sistema académico debería incentivar a aquellas personas que ya están bien
establecidas a alcanzar estos retos y estoy seguro que algunos de ellos ya lo
hacen. Sin embargo, no puedo evitar pensar que la mayoría de nosotros estamos
evitando las verdaderas preguntas y nos conformamos con las pequeñas y fáciles
que sabemos que pueden ser resueltas y publicadas. El resultado es una cantidad
masiva de literatura científica llena de contribuciones repetitivas y
marginales. Esto, en cambio, no es necesariamente algo malo si lo que deseas es
obtener un buen currículo.
Academia : El
agujero negro del oportunismo en la investigación
De hecho, escribir
un montón de artículos de valor cuestionable acerca de un tema popular parece
ser una muy buena manera de avanzar en tu carrera académica en estos días. Las
ventajas son evidentes : no hay necesidad de convencer a nadie de que el tema
es pertinente y es muy probable que seas más citado ya que más personas pueden
trabajar en cosas similares. Esto, a su vez, aumentará tu factor de impacto y
te ayudará a establecerte como un investigador reconocido, independientemente
de si tu trabajo es realmente bueno o importante. Asimismo de esta forma se
establece una especie de red en la que otros investigadores (igualmente
oportunistas) te dan palmaditas en las espalda mientras tú haces lo propio.
Desafortunadamente,
esto no sólo lleva a favorecer la cantidad sobre la calidad, sino que muchos
investigadores, habiéndose hecho dependientes de este efecto de arrastre,
después necesitan encontrar formas de mantenerlo vivo incluso cuando el campo
comienza a estancarse. Los resultados suelen ser desastrosos. O bien los
investigadores comienzan a pensar en extensiones creativas pero completamente
absurdas de sus métodos para usos para los que no son apropiados, o tratan de
inhibir a otros investigadores que proponen alternativas más originales y
eficientes (por lo general hacen ambas cosas). Esto a su vez desalienta a los
nuevos investigadores a buscar alternativas originales y los anima a “subirse
al carro” que aunque se basó en una buena idea, ahora se ha estancado y es mantenido
por nada más que la pura voluntad de la comunidad que se ha vuelto dependiente
de él . Entonces se convierte en un gigantesco y muy costoso desastre.
Academia:
Estadísticas a granel
“Los investigadores
con artículos son como niños”, me dijo una vez un investigador. Y, de hecho,
parece existir una malsana obsesión entre los académicos al respecto de su
número de citas, de su factor de impacto y de su número de publicaciones. Esto
lleva a cualquier cantidad de sinsentidos: investigadores realizando “citas
estratégicas”, escritura de recomendaciones “anónimas” donde se sugiere a los
autores del artículo revisado a citar el trabajo propio y hasta a intercambiar
artículos entre colegas con el entendido de
“yo-leeré-el-tuyo-si-tú-lees-el-mío”. Si se pregunta, nadie aceptará
preocuparse por sus citas, y aún así esas mismas personas con seguridad sabrán
de memoria el número de veces que sus artículos han sido citados. Admito que yo
mismo he estado en esa posición y me odio por lo mismo.
En la EPFL el
rector nos manda un correo electrónico cada año diciendo lo bien que la escuela
está ubicada en los rankings. Yo siempre me pregunto cuál es el punto de estos
correos. ¿Por qué habría de preocuparle a los científicos si la institución
está ubicada en la décima u onceava posición por tal o cual comité? ¿Se trata
de elevar nuestros ya hinchados egos? ¿No sería mejor si el rector nos enviara
un reporte anual donde se mostrara la forma en que el trabajo de la EPFL está
afectando el mundo o como éste ha contribuido a resolver ciertos problemas
importantes? En cambio, se nos dan estos estúpidos números que dicen a qué
universidades podemos mirar con desprecio y a cuales aún debemos rebasar.
Academia: La tierra
salvaje de los egos gigantes
Con frecuencia me
pregunto si mucha gente en la academia viene de infancias inseguras donde nunca
fueron los más fuertes o los más populares entre sus compañeros y habiendo
estudiado más que ellos, ahora están en busca de venganza. Sospecho que sí, ya
que es la única explicación que puedo encontrar para entender porque ciertos
investigadores atacan, de mala manera, el trabajo de otros. La manifestación
más común de esto tal vez sea el sistema de revisión por pares, donde estas
personas abusan de su anonimato para decirte, sin términos ambiguos, que eres
un idiota y que tu trabajo no vale ni un montón de estiércol.
De forma ocasional,
algunos tendrán el descaro de hacer lo mismo durante conferencias, aunque
todavía no he observado personalmente esto último.
Más de una vez he
escuchado a investigadores de diferentes campos referirse a los métodos de
otros con descripciones tan bellas como “basura” o “porquerías”, algunas veces
aún extendiendo estas calificaciones a métodos pioneros cuyo único crimen es
ser viejo por algunos años. A veces, estas personas descansarán de hablar mal
de la gente de su misma área y cambiará su atención a otros campos – la
investigación tecnológica, por ejemplo, algunas veces se burlará de la
investigación realizada en las humanidades, ridiculizándola como absurda e
inconsecuente, como si lo que ellos hiciera fuera más importante.
Academia: El truco
más grande que alguna vez realizó fue convencer al mundo de que era necesaria
Tal vez la pregunta
más crucial que la gente en la academia debería preguntarse a sí misma sea
esta: “¿Realmente somos necesarios?”. Año tras año, el sistema toma toneladas
de dinero vía cualquier forma de becas y subvenciones. Mucho de este dinero
después se ocupa en pagar a subvalorados y malpagados estudiantes de posgrado
quienes, con o sin la ayuda de sus tutores, producen algún resultado. En muchos
casos, estos resultados son incomprensibles para todos excepto para un pequeño
círculo, lo cual hace difícil calificar su valor de una forma objetiva. En
algunos casos raros, la incomprensibilidad es de hecho justificada. El
resultado puede ser tan poderoso, pero puede requerir tanto desarrollo
matemático, que realmente se requiera un doctorado para entenderse. En muchos
casos, sin embargo, los resultados pueden requerir muchas matemáticas, pero
puede llegar a ser inútil en aplicación.
Esto está bien,
porque el progreso real es lento. Lo que es molesto es cuantas subvenciones se
le pueden sacar a un resultado puramente teórico antes de que los investigadores se decidan a
producir algo útil y práctico. Peor aún, muchas veces parece no haber una
necesidad en la gente en la academia de ir y aplicar su resultado, aún cuando
esto es posible, lo que probablemente se deba a su miedo al fracaso – se está
moralmente a gusto investigando sus propios métodos siempre y cuando estos
funcionen en teoría, pero nada lastimaría más que ir y tratar de aplicarlo y
aprender que no sirve en realidad. A nadie le gusta publicar artículos que
muestren como sus métodos fallan (aunque, desde la perspectiva científica,
están obligados a hacerlo).
Estos son sólo
algunos ejemplos de las cosas que desde mi humilde perspectiva están mal en la
academia. Otras personas probablemente podrían agregar otras y podríamos ir y
escribir un libro al respecto. El problema, como lo veo, es que no estamos
haciendo mucho para corregir estos asuntos y no hay mucha gente que haya
aceptado que “la verdadera ciencia” simplemente es un ideal que inevitablemente
desaparecerá con el sistema actual trabajando como lo está haciendo. Entonces,
¿por qué arriesgar nuestras carreras y reputaciones para pelear por una noble
causa que la mayoría de la academia no valorará de todas formas?
Voy a terminar esta
carta diciendo que yo no tengo la solución a estas cosas. Dejar mi doctorado no
es una solución – simplemente es una decisión personal – y no animo a otras
personas a hacer lo mismo. Lo que sí quiero fomentar es un tipo de conciencia y
responsabilidad. Pienso que hay muchos de nosotros, ciertamente de mi
generación, a quienes nos gustaría ver a la academia como un sinónimo de
ciencia. Sé que a mi me gustaría, pero he renunciado a que esto suceda así que
buscaré a la ciencia verdadera desde otro camino.
Hubo un tiempo en
que pensé que me sentiría orgulloso de poner las letras Dr. antes de mi nombre,
desafortunadamente esto ya no es así. Sin embargo, nada puede quitarme el
conocimiento que he ganado durante estos cuatro años y por eso, EPFL, te estaré
eternamente agradecido.
Muchas gracias por
haber leído hasta aquí