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sábado, 11 de diciembre de 2010

DOS ÉTICAS Y UNA SOLA MIRADA: A PROPÓSITO DEL MODELO PSICOANALÍTICO Y EL PROGRAMA DE ECOTERAPIA EN EL ABORDAJE A LA PSICOSIS.

DOS ÉTICAS Y UNA SOLA MIRADA: A PROPÓSITO DEL MODELO PSICOANALÍTICO Y EL PROGRAMA DE ECOTERAPIA EN EL ABORDAJE A LA PSICOSIS.

Jorge Mario Karam Rozo 


Nunca está de más articular algunas reflexiones en torno a la ética presente en las psicoterapias; máxime cuando se plantea la misma en el abordaje a las psicosis; un cuadro tan complejo como rico en significados y connotaciones sociales, religiosas, clínicas, políticas y económicas entre otras. 

Es menester hacer una fundamentación de entrada y es que al hablar de ética se plantea desde un ejercicio particular y no comunitario; esto acorde con la etimología propia al termino ética que lo acerca al significante latino “ethicus”, significante que se podría interpretar como “carácter” y no como “costumbre”.


Lacan en su intenso seminario sobre la ética en el psicoanálisis (1989) insistió sobre aquella diferenciación en tanto resultaba central para diferenciar a la ética de la moral y es que en la actualidad es común asemejar un término con el otro.


De hecho no es del todo equivocado interpretar ética como moral en su acepción romana en tanto el término “Ethos” puede interpretarse con cualquiera de los dos sentidos (carácter o costumbre); pero para efectos de la ética del psicoanálisis resulta vital conservar dicha diferenciación. 

En el mismo seminario Lacan dejo fundamentado una pregunta que consideró como el pivote de la ética en el psicoanálisis: “¿has actuado en conformidad a tu propio deseo?” nótese que la formulación siempre funciona a modo de pregunta, nunca a modo de asertorio, ya que en una especie de ejercicio cartesiano, la ética en el sujeto se sostiene siempre y cuando se dude de la misma como condición. 

Así pues al revisar la acepción de ética con carácter, término que por demás resulta común para Aristóteles y que fundamenta el lugar del soberano bien (1094ac), se encuentra un lugar claramente diferenciado para el sujeto, en tanto el carácter puede estar incluso en oposición a la costumbre, de modo que cualquiera puede ser ético sin llegar a ser moral a su vez. 

Curiosamente occidente esta permeado por el atributo ético asociado a la moral; seguramente influenciado por los principios Kantianos de actuar de manera tal que los actos propios se vuelvan una máxima universal (1781).

Un principio derivado de la moral (y no del carácter) tiene que ver con la capacidad de  “ponerse en los zapatos del otro”, algo que no es fácil incluso si se toma en el sentido literal; es hasta anecdótico escuchar los comentarios que las personas pueden llegar a enunciar cuando en una actividad de orden lúdico se solicita hacer dicho ejercicio. Ni que decir cuando se trata de un lugar “real”, obras literarias tales como “El príncipe y el mendigo” (1881) ejemplifican muy bien lo señalado al mostrar como al final de cuentas nadie quiere estar en los zapatos del otro.


Pero esta no es la ética del psicoanálisis, por lo menos no la que se promulga desde la vertiente lacaniana y tampoco se encontraría fundamentada desde la teoría freudiana. No se trata de ponerse en los zapatos del paciente y si bien una condición para ser analista es haber sido analizante esta no es por sí sola garante de la condición de psicoanalista. 

El psicoanalista esta en un “Otro” lugar, de lo contrario no se podría articular el discurso necesario capaz de producir significantes unarios que permitan la reestructuración subjetiva (reestructuración de tipo ético además).  Un lugar que le permita hacer semblante de “ofrecer” algo que no tiene, para así activar la demanda y el deseo en el sujeto. 

Este discurso (conocido a secas como “el discurso del analista”) se ubica claramente en una ética de lo particular, un rescate a la subjetividad y a los efectos de la misma que por supuesto guarda tras de sí profundas implicaciones que diferencian la ética propuesta por el psicoanálisis de las que puedan aparecer en otros pensamientos, disciplinas y corrientes.  Por supuesto dicha diferenciación también cobija a las psicoterapias formuladas con orientación psicoanalítica de otras esbozadas a partir de por ejemplo criterios de orden humanista. 

Lo anterior no tiene por qué ser leído de manera excluyente frente a los demás modelos, cualquiera esta en todo su derecho de ejercitar su práctica a través de una ética que a su vez es la que termina por forjar el carácter; claro que los demás pueden ampararse a través de una moral de tipo público y seguramente tendrán una mayor acogida en tanto no solamente no discrepan con el sistema dominante sino que se “adaptan” y en dicho proceso pueden llegar hasta a “mejorarlo”. 

La ética de lo particular no se debe confundir con el beneficio individual por encima de lo colectivo, Aristóteles no dudó en calificar a ello como “bestial”, por el contrario el sujeto debía hacer una especie de proceso o “peregrinación” (nótese el carácter religioso del término) que lo condujera con claridad en la búsqueda de la virtud, en sus términos sería más claro señalarlo como la búsqueda del “justo medio”. 

En términos absolutamente coloquiales sería decir “Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre”, pues bien el sistema aristotélico funciona de manera triangular siendo los extremos de la base el bien individual y el bien colectivo, pero de acuerdo a Aristóteles el sujeto no debe procurar ninguno de los dos, sino que debe centrar su búsqueda ética en la canalización de la virtud que logra en la mitad. 

Paradójicamente la ética del psicoanálisis podría acercar al sujeto más al terreno del bien individual y no al colectivo, con lo que tampoco sería un sujeto virtuoso lo que aparecería al final del análisis; De modo que si alguien espera que a partir del psicoanálisis se puede obtener un modelo de convivencia social se podría llevar una tremenda decepción. 

Pero antes de profundizar en el psicoanálisis se pretende revisar la ética que se deriva de un modelo alternativo en atención a pacientes psicóticos; este es “Ecoterapia”. 

El semillero en psicosis y sociedad desde el psicoanálisis llevó a los investigadores a adentrarse en el terreno terapéutico para el abordaje de la psicosis ofrecido en el hospital de Nazareth y que obedece al nombre de “Programa de Ecoterapia” (2008). 

Pese a ser un modelo centrado en el aprovechamiento del recurso ecológico y con raíces claramente ambientales (Dumas, 2007) no es común que dicho modelo se lleve al terreno de la salud mental, en ese sentido el proceso llevado a cabo en el hospital de Nazareth ubicado en la localidad de Sumapaz (Bogotá, Colombia) tiene todo el derecho a considerarse como pionero en campo. 

No es la intención del presente documento discutir sobre los alcances del mismo, si bien hay que reconocer que son altamente significativos (Daza y otros, 2008), lo que se pretende es revisar el sustento ético que lo soporta. 

El hecho de soportarte en el aprovechamiento de los múltiples recursos de la naturaleza con fines curativos (Dumas, Ibíd.) muestra un profundo sentido humanista en sus principios terapéuticos, la búsqueda ecologista y la armonización del sujeto al interior de la misma ha mostrado tener unos efectos inmediatos y duraderos en el tratamiento de pacientes diagnosticados con severos trastornos de salud mental (Daza y otros, Ibíd.). 

La propuesta del programa de Ecoterapia parte de un claro reconocimiento del espacio físico que rodea a los habitantes de Sumapaz, una clara manera de llevar al sujeto a que asuma su lugar social dentro de un colectivo donde no se debe leer al “otro” enfermo como un extraño sino como parte del mismo ecosistema y por ende asumir la responsabilidad colectiva que tanto él como los otros tienen en su tratamiento; un modelo interesante a todas luces y que ha mostrado ser efectivo y por ende valido. 

Evidentemente la ética que lo soporta se puede asemeja con facilidad desde un sentido Kantiano; ponerse en los zapatos del “paciente” no es tarea fácil, pero con el ecosistema como escenario común tanto para el paciente como para el terapeuta se dan unas condiciones únicas de progreso terapéutico. 

Así las cosas se tiene que dentro de la Ecoterapia es fundamental no solo armonizar al paciente con el ambiente sino también a los profesionales tratantes; esta “común unión” llevaría a que ambos bandos cortaran las diferencias y encontrarán de este modo un espacio de comunicación efectiva índice del éxito terapéutico. 

Lo anterior no tiene discusión (ni se pretende hacerlo); los resultados son contundentes y el ejercicio resulta tan atractivo y ambiental que casi resulta paradójico que muchos más lugares no hayan adoptado un modelo que sería de muy buen recibo en épocas donde la deshumanización frente al daño al ecosistema (y por ende al calentamiento global) busca alternativas de solución.

No obstante vale la pena aclarar que la Ecoterapia si tiene numerosas aplicaciones en terrenos diferentes a la clínica en psicosis, algunas de ellas se relacionan en tanto trabajan con salud mental, como por ejemplo con la depresión  (Saltzman, 2008).

Volviendo al escenario de la ética, la Ecoterapia erige su labor dentro de una ética de tipo kantiano, de hecho su proceso “curativo” tendría como ideal “devolver” al paciente completamente adaptado al previo escenario familiar, a tal punto que pudiera ser un modelo de comportamiento digno de ser acogido por los demás (algo loable completamente, difícil pero perfectamente comprensible como ideal). 

¿Cómo compaginar una ética de bien común con una ética de bien individual?; las fusiones de este tipo suelen ser peligrosas (basta con recordar las enormes críticas que en su momento se le dieron al modelo de Eric Berne y su análisis transaccional por considerar que su lectura de tipo “humanista” alteraba los fundamentos éticos del psicoanálisis, discusión que se zanjó con la práctica “exclusión” de la teoría de Berne de los principios y postulados propios al psicoanálisis (en la actualidad el análisis transaccional existe pero casi totalmente alejado de sus orígenes dentro del psicoanálisis). 

La respuesta se mantiene desde la alteridad; es decir desde la posibilidad de existir ambos y ser un posible referente el uno del otro, cohabitar pero no convivir, ser sus críticos pero a la vez sus más claros auditores en la búsqueda de mejoramiento. 

La explicación a lo anterior se encuentra en la máxima limitación que puede encontrar cada uno de estos enfoques al ser mirados desde el terreno ético: el psicoanálisis en su búsqueda de que el sujeto actué conforme a su propio deseo puede perderse en los terrenos inconmensurables (o en términos aristotélicos “incontinentes”) del bien individual, un sujeto que no podría hacer lazo social en tanto no lograra establecer dialéctica con el lugar del Otro (usualmente ubicado en el Bien Común). 

Pero desde el modelo de Ecoterapia el problema sería prácticamente opuesto, si se lleva al extremo se encontraría con un sujeto completamente moldeado al acomodo del otro, perdiendo su deseo en aras de alienarse y enajenarse totalmente con el Bien común, perdería su subjetividad y en su lugar aparecería simplemente otro. 

Un clásico ejemplo señalado con el autismo puede aclarar lo que se pretende explicar: luego de un intenso tratamiento con un sujeto autista este logra hablar, el terapeuta le dice “saluda a tu mamá por favor” y este responde “Saluda a tu mama por favor”… ¿se puede decir que este sujeto ingreso en el mundo del lenguaje como un individuo? 

Cualquiera de los dos extremos impide el lazo social, quizás la permanente revisión de dos éticas que pese a ser prácticamente antagónicas pueden “verse” de frente ayude a un alcance terapéutico central en el propósito del abordaje de las psicosis: el lograr un lazo social con el sujeto


REFERENCIAS DE INTERES

Lacan, j.(1989) El seminario. Libro VII. La Ética del psicoanálisis. (Sesiones de 1959-60) compilación realizada por J.A. Miller. 1989 Paidos. Argentina

Aristóteles. (1984) Etica Nicomaquea  o ética a Nicómaco (original en 1094ac). Alianza Editorial. España

Kant. Critica de la razón Pura (1781) Editorial Losada. S.A. Argentina

TWAIN, M.   (1977) Las aventuras de Tom Sawyer. Las aventuras de Huckleberry Finn. (obra original en 1881) Un yanqui en la corte del Rey Arturo. El Príncipe y el mendigo.  Ed. Col. Juvenil Carroggio Barcelona.  

Daza, G y Otros (2008) “El producto de un sueño” Programa de Ecoterapia. Ed Versalles. Bogotá- Colombia  

Dumas J. (2005) Ecoterapia y conciencia social. De norte a Sur. (Argentina) 2005

Saltzman (2008) (revision) Richard Louv last child in the woods: saving our children from nature-deficit disorder. Journal of the international community for eco psychology. Ed. Chapel Hill, NC: Algonquin Books of Chapel Hill.

jueves, 4 de noviembre de 2010

III ENCUENTRO DE TRABAJADORES DE SALUD MENTAL Y III SEMILLEROS DE SEMILLEROS DE PSICOANALISIS (UNA SINTESIS)

III Encuentro de Trabajadores de la Salud Mental Y III Encuentro de Semilleros de Psicoanálisis. (Una sìntesis)

Clínica de la Psicosis y Psicología Social

Rosendo Rodríguez Fernández

Grupo de Investigación Psicosis y Psicoanálisis


"La castración quiere decir que el goce debe ser rechazado para que sea alcanzado en la escala invertida de la ley del deseo."

Lacan, Escritos I.



¿Qué decir, por un lado, de la Clínica de la Psicosis, y por otro, de la Psicología Social?

Para empezar, se tiene la psicología social. Algunos trabajos, inspirados por Enrique Pichòn Rivière, han sugerido el camino de los grupos, para abordar la psicosis. Trabajo centrado en tareas, donde hay una coordinación. Al parecer, la actividad tiene un papel importante en el trabajo con psicóticos institucionalizados. Se tiene todo un discurso, en tanto que hace lazo social, sobre la Psicosis.

En trabajos anteriores, ya se han señalado algunos caracteres de ese discurso. Se ha insistido en la institucionalización de los trastornos de personalidad, y los trastornos afectivos, en el DSM-IV, como forma estándar de catalogar, diagnosticar y tratar la psicosis.

Y hay un acuerdo transdisciplinario que sostiene este discurso. Tal vez incluso, hace semblante del gran Otro, de modo que no gratuitamente se puede tomar la sentencia de Marcelo Pérez, el psicoanalista argentino, que dice escuetamente que un terapeuta no es famoso porque cura, sino que cura porque es famoso.

Así que las demandas de curación, provenientes del Otro, no pueden dejarse de lado en referencia al trabajo con “pacientes” cuyo proceso es visto como “trastorno del afecto” o “trastorno de la personalidad”. Recordar, es preciso, que el gran Otro es el lugar de donde emerge el deseo. En este caso, el deseo de curación del trastornado, que cae bajo un eufemismo cuyo sentido sería “no etiquetar” al “usuario”.

En el fondo, la demanda de curación, proveniente del Otro, viene por el reverso de este Ideal del Otro, que cubre la falta en ser y sostiene las identificaciones del sujeto. (Eidelberg, ) El papel, pues, de este Ideal del Otro, el de la curación, el de la fármacoterapia, el de las promesas de los neurocientíficos, que de todos modos no llegan con plenitud a Colombia, no es despreciable en la Clínica de las Psicosis, pues es modelo hegemónico.

¿Cómo entra allí el psicoanálisis? ¿De qué modo interviene el “agente de la castración” en instituciones cuyo ideal es la curación de trastornos mentales? ¿Estos diagnósticos, de qué modo influyen en la fenomenología de la cura? ¿Es viable hacer discurso del analizante con un sujeto de la forclusión?; en último término, ¿De qué lado terminan el psicólogo y el psicoanalista, en la relación con sus significantes, hablando del vínculo social? En otras palabras, ¿Cuál es su defensa? ¿Qué defienden uno y otro… y otro?

Psicología Social

En el III Encuentro de Semilleros de Psicoanálisis, realizado a la par que el III Encuentro de trabajadores de la Salud Mental, organizado por el grupo de investigación Psicosis y Psicoanálisis, bajo la dirección de Jairo Báez, aparecen varios postulados que se toman en este escrito como objeto de discusión.

Surge por ejemplo, la paradoja entre la presentación de un programa dedicado a la curación de la psicosis, cata-logada como esquizofrenia, trastorno de la personalidad o trastorno del afecto, con poca claridad en la medida en que universos simbólicos provenientes de la psiquiatría clásica y actual, se mezclan de manera prolija con los que provienen de la psicología “multienfoque”, con su historia; y la de la psicología con enfoque analítico, bautizada así en el III Encuentro, en razón de la intervención orquestada desde la práctica en psicología, como requerimiento para un grado en esta disciplina, también recortada por dos versiones del Otro: el institucional y el de los Semilleros de Psicoanálisis.

Desde el Semillero, se observa el recorte, la progresiva delimitación del campo de la práctica de la psicología con enfoque analítico –imposible llamarla simplemente Psicoanálisis, en razón de la ausencia de un reconocimiento de las agremiaciones psicoanalíticas, lo cual es ya otra paradoja, aunque dicho sea de paso, el Semillero es reconocido por la Fundación Universitaria Los Libertadores y Colciencias, en el campo de la Psicología – con una apuesta claramente lacaniana, y siguiendo un postulado de Jairo Báez: “En el semillero cada uno trabaja desde su propio deseo”.

Esa delimitación progresiva ha tomado el camino del análisis, señalado por Lacan. Tomo aquí un momento de la historia de la teoría del propio Lacan, relativa a su intervención frente a las instituciones, y en concreto ante la institución analítica: su excomunión de una organización freudiana, pues no se aceptaron sus ideas -lo cual considero legítimo desde unos dogmas religiosos – y su abdicación como padre de otra institución, ante la paradoja de la institucionalización del psicoanálisis.

Esta es la apuesta del psicoanálisis, entendida así por quien escribe: institucionalización-análisis. Es la confrontación con el significante del Nombre del Padre, por la vía del discurso del Analista que hace escucha a las diferentes versiones del discurso del Amo. Se hace necesaria esta confrontación, no la eliminación –por otra parte imposible – de este significante por el sujeto, y el producto es lo que queda de ella, el análisis.

De la instauración del Significante del Nombre del Padre, único significante para el Padre, cuya función es la fundación del sujeto, se desprende la institucionalización. La familia, un dispositivo defendido incluso por la psicología, es una institución con roles derivados de las viejas instituciones greco-latinas, en las que, como señala Jairo Báez, en el Semillero de Psicoanálisis, el Padre era el dueño de un pedazo de tierra, y todo lo que allí estaba contenido.

La familia, con sus avatares históricos, ha sido considerada, después de Desjardin, como la célula de la sociedad. La biologización de las lógicas sociales no es gratuita. Finalmente, se habla de “organización”, o de la conformación de órganos, que se nombran así y se convierten en instituciones, marcadas por los discursos de la fisiología.

Toda una funcionalidad de los órganos, es lo que aparece bajo otras imágenes, en el plano social. Y algunas disciplinas sociales, se encargan de abordar estos fenómenos de estructuración y funcionalidad, unas sosteniendo sus discursos, otras atacando allí, en ese plano.

Y esos órganos, como en la medicina, se nombran, y se reconocen en su estructura y función. Y por supuesto, como buenos médicos, ingenieros del órgano, las organizaciones se “medicalizan”, se “patologizan”.

Allí hay psicologías sociales. Unas, las funcionalistas, no cuestionan al órgano, sino a su función, y la tratan a la vieja manera médica: hacen lecturas sintomales, como se expresaba un viejo maestro de psicología de la Universidad Nacional en los años ochenta. Esas son las psicologías de taller. Son las del abordaje cualitativo, con dinámicas de grupo. Rápidamente, tienen propuesta, con objetivos y metodología, dirigida a un departamento de la organización, alguno quizá bautizado de “Recursos Humanos” según un viejo logo, o de “Bienestar Social”, según los nuevos nombramientos.

Hay otras psicologías, que trabajan con sistemas de economías de fichas, sistemas de incentivos, formas de premiaciones al “empleado del mes”, o dedicados a celebrar cumpleaños y a utilizar los esquemas heredados de Taylor, y sus reforzadores. En todos lados, incluso en el III Encuentro, hay tiempo para un “break”.

Y para variar, los órganos producen. Es la productividad lo que permite hacer la lectura sintomal, y es en tanto que se afecta esta productividad que se interviene sobre la función del órgano. Se interviene removiendo a un funcionario deficiente, por otro más eficiente. Lógica de la mecánica, lógica del repuesto. Lógica del consumo.

En este contexto, donde las disciplinas surgen, haciendo gala de su significante, como dispositivos para disciplinar, -recuérdese al señor Michel Foucault, que señala en su Historia de la Locura, el nacimiento de la psiquiatría como dispositivo de control y más nada – el pensamiento de los individuos, sus hábitos, su decir; la psicología de enfoque analítico, llámese psicología analítica, opone otros Nombres del Padre.

Se trata, no de otra perspectiva, no de otra mirada. Se trata de otros significantes del Nombre del Padre, si se permite esta expresión que, por no estar del todo refinada en concordancia con la teoría de Lacan, puede resultar torpe.

En algunas ponencias, como en la de Jorge Mario Karam, en el III Encuentro de trabajadores, resulta evidente el debilitamiento de los semblantes paternos, del que habla Eidelberg. Trae a colación a H. G. Wells, a Julio Verne, y a la representación de sus “Proféticas” obras en el cine y en la Radio, a cargo de Orson Welles, en New Jersey, y Radio Quito, Ecuador, años más tarde.

Como todo, lo que hizo Welles en su tierra se replicó en Ecuador con efectos desastrosos. Una invasión de extraterrestres terminó en la destrucción de la estación de radio, con algunos muertos de por medio. Ejemplo muy claro de factura del mundo en un lado, y de vivencia del mismo en el otro, con algún retraso. Repetición, quizá diría Freud.

Se trata del significante del Nombre del Padre, forcluido. Rechazo del Padre, del orden patriarcal, cosa ya dicha muchas veces, y advenimiento del deseo materno, casi en pleno. Discursos que anclan a los significantes maternos, de los que los discursos feministas se esmeran en sostener una relación de objeto “mejorada”.

Ahora que las mujeres son mejores que los hombres, en la ideología, y el mismo Dios dejó de ser un Padre, para advenir Padre-Madre, las Leyes y las Constituciones Nacionales sostienen la igualdad de Derechos, y hacen prédica constante de los Derechos Humanos, lo reprimido en lo simbólico retorna en lo real, a la Freud.

Las instituciones, sobre todo multinacionales, son las que nombran. Son los nuevos Nombres del Padre. Ya no es Edipo, sino cualquier brillante logo en la cima de un rascacielos, en el membrete de una institución, lo que nombra, lo que regula las relaciones entre unos y otros objetos de las organizaciones.

Son los “ingresados” y los “egresados”, los que reciben una insignia del Otro, insignia que se porta, y que se usa como referente de identidad. En este sentido, se tiene desde allí toda la dinámica de las agremiaciones, agrupamientos, conjuntos. Los universos simbólicos se constituyen desde estas insignias.

Y como señala Lacan, citado por Berenguer (n. d.), los Ideales del Otro sostienen el deseo de los sujetos. En ese sentido, tomando la lógica del fantasma, lacaniana, que desarrolla en su planteamiento de los discursos, puede afirmarse que el discurso capitalista, el discurso que no hace vínculo social, y que por ello es dudoso que sea discurso, sanciona la legitimidad del tener en tanto se incrementa el capital.

Pero el Capital es el Nombre del Padre de la posmodernidad, que funda a un sujeto para el cual no hay garantías del Otro en los demás universos simbólicos, salvo en referencia al Capital. El advenimiento de un objeto, que en los tiempos de Marco Polo era un documento que representaba un monto, una riqueza en semovientes, al lugar del Otro, sustituyendo o relegando otros Nombres del Padre, los de la Modernidad para variar, la Ciencia y Dios – In God we Trust, slogan del dólar – impone un Otro para todos los semblantes del Otro.

Si en la época de Freud la neurosis obsesiva se reveló en relación con este significante –historial del hombre de las ratas, obsesionado con la crueldad de un tormento y un deseo ligado a la voracidad de estos animales con respecto al recto del paciente, siendo las ratas en alemán un significante del dinero- y se traducía en la relación entre el hombre de negocios que sostiene al buen Dios en su trono, temeroso de su deseo de ser poseído por éste –rata devorando el ano, dinero devorando el ano, asociado al temor por la muerte del padre y un amor que encubre el deseo ligado a este temor-, en la actualidad la neurosis obsesiva se revela en relación con el discurso que no hace discurso, que empuja al sujeto que hace forclusión del Nombre del Padre por los significantes maternos y hace del dinero el falo que amenaza introducirse per anum, como variante de la posesión del falo paterno.

El Capital y el Ano. Un discurso en relación con un significante primordial, que hace tensión con un objeto, que para variar, sujeta. La sujeción del capitalista a lo que elegantemente por allí algún psicoanalista llama el “carácter anal”, puede verse en la multiplicidad de discursos que tienen que ver con el viejo mito infantil del nacimiento de los niños por el ano, siendo el excremento el niño.

¿Y qué individuo de la posmodernidad, no pasa por la admisión –manducación- en las organizaciones?

¿Cuál no pasa por su digestión – ubicación en un puesto de trabajo, desarrollo de su vida laboral como funcionario, ubicación como aprendiz, en educación – por parte del aparato de la organización, de la empresa?

¿Cuál no termina siendo, en efecto, un excremento, a la vez producto –los funcionarios habitualmente son una mierda- y desecho de las organizaciones?

¿Quién no termina desempleado o pensionado? ¿Quién no termina graduado? Se trata de la expulsión de la excreta, equiparable primitivamente a un parto por una cloaca.

El Padre, expulsado de la sociedad, un residuo de ésta, en tanto que es un proveedor –la mujer lo desea en tanto que bello, maduro pero juvenil, prestante y holgado, responsable, y encima de todo, ¡Buen amante!- cuyo fallo es una de las salidas más castigadas y reprobadas en la actualidad, es un objeto en tensión con un significante que termina siendo portador de muchos Ideales.

La distancia entre el padre real y el padre imaginario de la actualidad, comporta un enorme malestar a quien se le ocurra utilizar el pene para algo más que vehiculizar la excreta. En tanto que Ideal, el discurso del Padre tiene unos matices kantianos tan llamativos como ilusorios e irrealizables. Tortura al padre real, el cual queda sepultado por los imaginarios, y por la fuerte demanda ligada al orden simbólico en que está inscrito.

Puntualizando, diferénciese entre el Padre, el objeto que entra en tensión con el significante, y el Significante del Nombre del Padre, el cual articula y estructura la realidad del sujeto. Un padre es exigido como Padre, desde que está en relación con el discurso paterno en el cual se inscribe, y esta inscripción solo es posible en la medida en que se ha instaurado el significante del Nombre del Padre, arrasando la naturalidad del organismo.

Resumiendo, se tiene hasta aquí, una psicología social como discurso que sostiene al padre en su sitial de honor, con sus versiones y narrativas a la Rorty, apuntaladas en las contingencias (citado por Berenguer, n. d.); y otra, la psicología analítica de este Semillero de Psicoanálisis, que aborda la lectura de las organizaciones remitiéndose a los significantes que sirven de trama para los discursos.

Se encuentra, de modo inquietante aunque no nuevo, que el Padre ha retornado en lo real, con una brutalidad calificada como salvaje en lo que respecta al devenir del capitalismo como discurso que no hace vínculo y refuerza el narcisismo, y que sostiene el deseo –más bien el goce- de cada uno de los excretados por las instituciones.


Clínica de las Psicosis

Esta, la locura, se ha institucionalizado, Las disciplinas, como se decía arriba, citando a Foucault, han surgido como dispositivos de control, dispositivos de poder, ligados al goce de los funcionarios, llamados de modo elegante “Doctores”. Son capataces, mandos medios, necesarios para esgrimir el látigo y poner todo en orden. Se trata de sostener el sentido del símbolo, y el capataz tiene discursos, unos más afinados que otros, para propiciar el autocontrol, e incluso la autodelación, y la autoincriminación.

Óscar Rojas, en el III Encuentro de Trabajadores, muestra el caso de una mujer encarcelada, injustamente bajo el discurso de la justicia, que vivía “feliz con sus hijos” hasta el momento de la cárcel. Retorna al mundo “con la mirada de todos sobre ella”, siendo vista, señala Rojas. No es el discurso de la autoincriminación, culpabilización, etc., lo que la induce a la cárcel. Es ese plus, relacionado con el significante del Nombre del Padre, asociado pues, a la privación de su felicidad y a la caída bajo su mirada. Termina siendo gestada como presidiaria por la Cárcel, y se inscribe en un semblante paterno. Porta las insignias del gran Otro, y en una versión particular del goce, es “mirada”.

Paola Daza, Carol Fernández e Ivón Benavides presentan un caso clínico, donde los dibujos de un paciente apocopado como A., muestran un neurótico obsesivo afectado por delirios, afectado por una sintomatología que lo nombra como “esquizofrénico”. El sujeto escucha voces, y queda determinado por las órdenes que recibe de las mismas. Es intervenido según una práctica nombrada como “Taller”, objetada por Jairo Báez. La réplica de Jaime Velosa, autor del nombre del taller, es aclaratoria.

Hay aquí efectos discursivos de la psiquiatría clásica, el psicoanálisis, la psicología de los talleres, y del discurso del analista. El resultado de varios discursos, varios semblantes paternos, de los cuales, el desafío es llegar a un discurso que no haga semblante. Así, la ponencia de Daza y compañía pierde su vigor, centrado en mostrar lo fallido de un nombramiento, lo arbitrario de un diagnóstico, necesariamente adscrito a un orden simbólico, a un discurso clínico que por su lógica interna no falla, sino que su falla está en su relación con el objeto.

Es el problema de hace del mundo un efecto poïético del lenguaje, dando lugar al pleonasmo por mor de la claridad. Así, el psicólogo hace un esquizofrénico con un catálogo a mano y el auxilio de la farmacología con visto bueno del psiquiatra, y el analista hace del objeto un neurótico obsesivo… un sujeto con ciertas garantías, o al menos la posibilidad, de llegar a ser analizante.

Es el problema de la psicología social, que planteada desde la psicología analítica, muestra al sujeto en vínculo a partir del discurso. Muestra sujetos imaginarizados por los discursos, encuadrados en sus lugares, desde donde operan por mor del discurso, poniendo en el terreno de la competencia cada semblante de la clínica, con sus efectos.

Y al loco, enloquecido con tantas clínicas y tantos sentidos a los que es adscrito, para fortuna de él, quizá ignorándolos todos. Sin embargo, el loco es un paranoico al que verdaderamente persiguen los neuróticos. Velosa muestra a Lacan y su Aymèe, su Amada, a quien termina arrebatándole a su hijo, Anzieu, discípulo y analizante, a la vez que hijo de su amada y analizada psicótica. Muestra Velosa que hay verdad del sujeto en el delirio.

En esta dirección, Diego Quintero puntualiza de manera muy pertinente, que el psicótico es discriminado, obviamente en el hospital, pero también en la comunidad. Es preciso conceder que es posible que los lugareños no estén habituados al trato con los “pacientes”, pero en cualquier caso, Quintero reporta signos claros de discriminación. Ejemplificando, en el curso de un festejo pueblerino, la repartición de vales para alimentos y bebidas no contempló a los psicóticos. Tampoco hubo mucha interacción entre la concurrencia y los pacientes.

A los psicóticos no se les toma en serio, no se les cree. Aún hospitalizados, la atención es precaria. En una institución de intervención terapéutica, reporta Quintero, no hay suficientes profesionales, no hay psiquiatra ni psicólogo, y el número de enfermeros es escaso.

Como aporte del dispositivo analítico, durante la práctica de Quintero, un logro claro fue la dedicación de muchas horas de atención a pacientes delirantes, críticos, a través de la cual se logró contener la violencia y agresividad sin requerir de procedimientos tradicionales tales como la sedación y el uso de la camisa de fuerza.

Ciertamente, los trabajos de Daza, Fernández, Benavides, Quintero, y otros, recuperan la escucha y el silencio, para permitir la palabra del psicótico, prestándole atención, y realizando cortes para hacer inconsciente. La respuesta de los psicóticos es prometedora a nivel de clínica. Hacen actividad por su propia cuenta, toman algunos espacios para ellos, ya sin la dirección del personal y muestran su creatividad. Hay delirios que se estructuran y operan como solución, entrando los pacientes en la dinámica de grupos, en que aparecen líderes, mandos medios y operativos. Esas jerarquías sociales, como tradicionalmente ocurre en cualquier esquema grupal, se traduce en derechos y privaciones, que operan como motor de las relaciones entre los psicóticos.

Ciertamente, el personal destinado al cuidado y atención terapéutica no es ajeno a esa dinámica, conformando el grupo dominante, que establece las políticas de las cuales los más entendidos son quienes sacan el mayor provecho.

Allí, en el internamiento, se tejen dramas similares a los de los neuróticos. Odios, amores, intrigas, conflictos, luchas por el poder. Los malestares se traducen en delirios, y medicación o inmovilización. Alguna incidencia también tienen esos dramas a nivel del personal de intervención, pues se trata, de cualquier modo, de objetos que entran en tensión con los significantes, a veces muy precarios, de los pacientes.

La transferencia es invasiva, y se traduce en un cuerpo erogenizado al modo de las psicosis. Se reporta por allí que un paciente guarda sus excrementos en un maletín, y solo le confía el contenido del mismo al practicante que lo escucha y que trabaja devolviéndole sus palabras. Estos actos amorosos primarios, tendrán muchas variantes en su manifestación.

Los practicantes, reconocen su amor por los pacientes. Toman ese amor al modo de un compromiso, y su compromiso es comunicar al horizonte psiquiátrico en Colombia que la psicosis tiene salidas, si bien las estructuras siguen siendo psicóticas. La institucionalización y transformación de las psicosis en enfermedades mentales, su nombramiento como tales, y el tratamiento, constituyen los elementos del malestar del sujeto.

Se trata finalmente de seres abandonados y utilizados en el mejor de los casos por sus familiares o deudos. Aglomerados allí, en condiciones aceptables de alimentación y aseo, con unas instalaciones más bien adecuadas, estos sujetos no tienen a dónde más dirigir sus pasos. Su alternativa es la indigencia, la calle, de donde han sido extraídos todos ellos, pues tienen un certificado como tales.

Hay un malestar que subyace a la estructuración de la psicosis. Se trata de una ruptura o una perturbación a nivel del deseo. Las instituciones no trabajan habitualmente con el deseo del psicótico, sino que lo controlan y lo dejan allí hasta la remisión del delirio, y hasta tanto un familiar lo reclame.

Cada uno de ellos tiene su historia, no la escrita en los formatos clínicos, que revelan una muy limitada utilidad, sino la que se revela cuando son escuchados y tomados en serio. Esa transferencia, a partir de la cual el practicante es tomado como objeto por el psicótico, termina siendo dirigida a la simbolización, a la suplencia del Nombre del Padre, para estructurar una relación de objeto mediada por un significante.

Los internos han mostrado que asimilan significantes, al entrar en el deseo de los practicantes. Hay también allí una entrada del deseo del otro, que terminará aludiendo a la imposibilidad originaria de ser traumatizados por los objetos primordiales, perdiéndolos, en tanto que precisamente lo que no se establece es una relación de objeto de deseo.

Aquí puede verse el efecto de la fagocitosis materna, la planitud de la completud del psicótico en tanto indiferenciado de la madre. Objeto que no desea en tanto que no es deseado, objeto que no admite la instauración del Nombre del Padre, el psicótico cae bajo la lógica del signo rechazado, forcluido.

En tanto que no hay aceptación de la castración del lado materno, por supuesto, el desenvolvimiento de la psicosis se acompaña de la psiquiatrización, la que hace del psicótico un objeto de goce de la medicina, un objeto de goce de las instituciones, y un objeto de goce de los funcionarios y terapeutas, farmacólogos que demandan tranquilidad en el asilo.

El trabajo de los practicantes de psicología de orientación analítica, con un dispositivo de escucha constituido por un psicólogo dispuesto a escuchar activamente al paciente, con un discurso enriquecido por el discurso del analista, susceptible de vehiculizar una transferencia psicótica, dirigida a la instauración de significantes suplentes del Nombre del Padre, que se localizan desde el mismo delirio como solución, muestra resultados prometedores en tanto que emerge algo similar a un discurso, propio del psicótico, que soporta alguna forma de vínculo, de relación con un mundo de objetos reconstruidos, donde su propio cuerpo es un objeto a construir o reconstruir.

Dada la sencillez de ésta fórmula, se precisa advertir una salida por el lado de la Psicología Social.

 
Alternativas

La desinstitucionalización de la psicosis, y la disposición de escucha atenta y activa por parte de otro, en el marco de una relación transferencial, es la apuesta que se opone a la psiquiatrización, psicologización y farmacologización del paciente.

De otros lados, se hacen propuestas. Algunas de tinte francamente metafísico, con elementos incluso esotéricos. Son, sin embargo, más esperanzadoras, en concepto de quien escribe, que los procedimientos tradicionales.

Puede señalarse, con el III Encuentro de Semilleros de Psicoanálisis, que hay madera para tallar terapeutas. Desde el propio deseo, Millerlhandy Vega y Nubia Acuña, muestran la locura que hay en la perversión, y las relaciones con la neurosis.

La negación de la represión, propia del perverso, desemboca en una omnipotencia que dicta la Ley. El tirano hace las leyes para hacer acordes sus crímenes a una filosofía, a una dogmatización del mundo. Leyes draconianas, para sociedades sedientas de autoridad, de una autoridad que tome a su cargo la realización de sus deseos y la responsabilidad de los actos monstruosos.

Líderes que logran, con la participación activa de buenas cantidades de seguidores, el ascenso al poder. Luego, legislan acomodando a su deseo traducido en ideología, los decretos, al mejor estilo de los perversos de “Los 120 días de Sodoma” de Sade.

El goce de la muerte y el sexo, de la reducción del otro a la condición de objeto, y la imposición del goce, se viabilizan a través de los discursos políticos y sociales.

Nuevamente, se trata primero de trabajar en la rectificación del otro. Es el neurótico el que termina imponiendo al psicótico una clínica, unas condiciones vitales, un saber. Reconocer que no se sabe de la psicosis, pero que tampoco se sabe del saber, se requiere para confrontar los dogmas de las sociedades. Hay que interrogar, y producir reflexiones ciertamente ricas en elementos como las del III Encuentro.

Reconocer que la psicosis no es una patología, sino una estructura, se impone como un principio regente de la intervención clínica. También, que quien requiere saber de sí, es el propio psicótico, con sus certezas y su completud, y sus delirios.

Reconocer la propia ignorancia, movilizarse, desplazándose de la posición ventajosa de Sujeto Supuesto Saber, llevando al psicótico al habla, al trabajo con sus voces, a la confrontación con el enjambre de significantes, a la apropiación de las palabras y las ideas, es lo implicado en la escucha que se le propone.

Deben mencionarse algunas investigaciones de los Semilleros de Psicoanálisis de las Universidades de Bucaramanga. El trabajo con el juego como método de análisis de niños, es promisorio. Aquí hay alternativas al tradicional modo de evaluación psicológica y abordaje interventivo de fuerte tono directivo, cuando no psiquiátrico, en relación con los infantes.

La experiencia muestra niños cuyo diagnóstico, elaborado desde perspectivas psicológicas, dista mucho de abrir las posibilidades de intervención. La práctica constante de la remisión de casos clínicos a instituciones psiquiátricas de niños, estigmatiza al infante, y les permite a las familias dejar de lado su responsabilidad.

Esos, son semilleros de patologías histéricas en su mayoría, pues los niños acceden a la etiquetación con todos sus efectos, fijándose a la palabra del psiquiatra y del personal de enfermería. Medicados, los niños están desconectados más bien del mundo. Con el tiempo, la estigmatización por parte de los demás niños, y de la gente del común, incide sobre procesos emocionales.

Esta vertiente del trabajo de los psicólogos, en la actualidad, es inquietante. La carencia de rigurosidad en la evaluación, es problemática.

Tanto la psicología, como el psicoanálisis, están más próximos al desarrollo de una teoría de las psicosis, que la psiquiatría con su salida farmacológica.

Es preciso avanzar, no retroceder ante la psicosis, de la cual se sigue sosteniendo que es incurable. Desde la tribuna del III Encuentro de Trabajadores de la Salud, y del III Encuentro de Semilleros de Psicoanálisis, se pronuncian Báez, Karam, Velosa, y Rodríguez, acompañando el trabajo de Rojas, Fernández, Vega, Acuña, Benavides, Quintero y no muchos otros estudiantes dedicados a la intelección, como enseñaba Freud, de problemas clínicos de la psicosis.

La guía de las teorías lacanianas ofrece las mayores orientaciones a estos pensadores, cuyo reconocimiento y afecto, les comunico a través de éstas líneas. A todos ellos, el cálido saludo de quien ha tomado sus palabras para mostrar la sabiduría que hay en ellas.

Referencias

Berenguer, E. (n. d.). Identidad, identificación y lazo social. La perspectiva de Freud. Barcelona: Instituto de Altos Estudios Universitarios.

Eidelberg, A. (n. d.). Perturbaciones de los procesos enseñanza-aprendizaje. Barcelona: Instituto de Altos Estudios Universitarios.

Lacan, J. (1989). “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” en Escritos I. México: Siglo XXI.

jueves, 7 de octubre de 2010

CRONOGRAMA III ENCUENTRO DE SEMILLEROS DE INVESTIGACIÓN EN PSICOANÁLISIS Y III ENCUENTRO DE TRABAJADORES DE SALUD MENTAL EN BOGOTÁ

CRONOGRAMA III ENCUENTRO DE SEMILLEROS DE INVESTIGACIÓN EN PSICOANÁLISIS Y III ENCUENTRO DE TRABAJADORES DE SALUD MENTAL EN BOGOTÁ




Jueves 14 de Octubre Jornada Mañana

8:00 a 8:30 Entrada e Introducción al encuentro
María Fernanda Melo

8:30 a 9:00 Síntoma Y Cultura: Una Reflexión Sobre Los Síntomas Contemporáneos
Ángela María Castaño Peñuela



9:00 a 9:30 Subjetividad e Institución carcelaria
Oscar Rojas

9:30 a 10:00 De Las Psicosis Y De Su Relación Con Lo Subjetivo
Jaime Velosa Forero

10:00 a 10:30 Del órgano a lo humano: un abordaje desde el psicoanálisis a la estructura del sujeto – discusión desde la teoría de Melanie Klein y Jacques Lacan
Mónica Rodríguez

10:30 a 10:45 break

10:45 a 11:15 Presentación De Un Caso Diagnosticado Por Psiquiatría Como Psicosis Paranoide: Hacía Otra Alternativa De Abordaje Clínico
Ivon Carolina Benavides Plazas
Carol Fernández Jaimes
Karen Paola Daza Huérfano

11:15 a 11:45 El silencio desde un caso clínico David Parada

11:45 a 12:15 El Dispositivo Psicoanalítico En El Trabajo Clínico Institucional
Cesar Augusto Remarchuk León





Jueves 14 de Octubre Jornada noche

5:00 a 5:30 Entrada e Introducción al encuentro
María Fernanda Melo

5:30 a 6:00 Del ello al yo inconsciente
Edison Alejandro Martínez Martínez

6:00 a 6:30 Paralelo Entre El Conocimiento Científico Occidental Y La Filosofía Oriental
José Domingo Flores

6:30 a 7:00 El juego : la influencia sobre el desarrollo mental
Sergio Fabián García rodríguez y Jonathan Asaf hurtado

7:00 a 7:30 Discusiones Éticas Alrededor Del Dispositivo Analítico
Jorge Mario Karam

7:30 a 7:45 Break

7:45 a 8:15 Amor como gran idilio y camino hacia el goce
Karen Mesa

8:15 a 8:45 La naturaleza y el amor en pro de la salud mental
Lucía Arias Carreño



Viernes 15 de Octubre Jornada Mañana

8:00 a 8:30 Entrada e Introducción al encuentro
Karen Mesa

8:30 a 9:00 Malestar psicótico o comodidad neurótica
Diego Quintero


9:00 a 9:30 El rol del Terapeuta Ocupacional en la Salud Mental.
Olga Marina Gamba

9:30 a 10:00 De la simbolización a la elaboración del duelo en niños
Margarita Vergara y Eliana Ibáñez

10:00 a 10:30 Clínica De La Psicosis Y Psicología Social
Rosendo Rodríguez

10:30 a 10:45 Break

10:45 a 11:15 De la institución al trabajo interdisciplinario
Diana Alzate

11:15 a 11:45 La Clínica En El Hospital De Misericordia: Obra En Construcción.
Vilma Torres

11:45 a 12:15 Lo perverso del discurso occidental
Nubia Alejandra Acuña y Millerlandhy Vega

jueves, 24 de junio de 2010

FUNCION Y CAMPO DE LA PALABRA Y EL LENGUAJE EN PSICOANALISIS

Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis

Jacques Lacan

1955

Prefacio


En particular, no habrá que olvidar que la separación en embriología, anatomía, fisiología, psicología, sociología, clínica, no existe en la naturaleza y que no hay más que una disciplina: la neurobiología a la que la observación nos obliga a añadir el epíteto humana en lo que nos concierne.

Cita escogida para exergo de un Instituto de Psicoanálisis en l952.


El discurso que se encontrará aquí merece ser introducido por sus circunstancias. Porque lleva sus marcas.

El tema fue propuesto al autor para constituir el informe teórico usual, en la reunión anual que la sociedad que representaba entonces al psicoanálisis en Francia proseguía desde hacía años en una tradición que se había vuelto venerable bajo el título de "Congreso de los Psicoanalistas de Lengua Francesa", extendido desde hace dos años a los psicoanalistas de lengua romance (y en el que se comprendía a Holanda por una tolerancia de lenguaje). Ese Congreso debía tener lugar en Roma en el mes de septiembre de l953.

En el intervalo, ciertas disensiones graves acarrearon en el grupo francés una secesión. Se habían revelado con ocasión de Ia fundación de un "instituto de psicoanálisis". Se pudo escuchar entonces al equipo que había logrado imponer sus estatutos y su programa proclamar que impediría hablar en Roma a aquel que junto con otros había intentado introducir una concepción diferente, y utilizó con ese fin todos los medios que estaban en su poder.

No pareció sin embargo a aquellos que desde entonces habían fundado la nueva Sociedad Francesa de Psicoanálisis que debiesen privar de la manifestación anunciada a la mayoría de estudiantes que se adherían a su enseñanza, ni siquiera que debiesen renunciar al lugar eminente donde había sido proyectada.

Las simpatías generosas que vinieron en su ayuda del grupo italiano no los colocaban en situación de huéspedes inoportunos en la Ciudad universal.

En cuanto al autor de este discurso, pensaba estar asistido, por muy desigual que hubiese de mostrarse ante la tarea de hablar de la palabra, por alguna connivencia inscrita en aquel lugar mismo.

Recordaba en efecto que, mucho antes de que se revelase allí la gloria de la más alta cátedra del mundo, Aulio Gelio, en sus Noches áticas, daba al lugar llamado Mons Vaticanus la etimología de vagire, que designa los primeros balbuceos de la palabra.

Si pues su discurso no hubiese de ser cosa mejor que un vagido, por lo menos tomaría de ello el auspicio de renovar en su disciplina los fundamentos que ésta toma en el lenguaje.

Esta renovación tomaba asimismo de la historia demasiado sentido para que él por su parte no rompiese con el estilo tradicional que sitúa el "informe" entre la compilación y la síntesis, para darle el estilo irónico de una puesta en tela de juicio de los fundamentos de esa disciplina.

Puesto que sus oyentes eran esos estudiantes que esperan de nosotros la palabra, fue sobre todo pensando en ellos como fomentó su discurso, y para renunciar en su honor a las reglas que se observan entre augures de remedar el rigor con la minucia y confundir regla y certidumbre.

En el conflicto en efecto que los habría llevado a la presente situación, se habían dado pruebas en cuanto a su autonomía de temas de un desconocimiento tan exorbitante, que la exigencia primera correspondía por ello a una reacción contra el tono permanente que había permitido semejante exceso.

Es que más allá de las circunstancias locales que habían motivado este conflicto, había salido a luz un vicio que las rebasaba con mucho. Ya el solo hecho de que se haya podido pretender regular de manera tan autoritaria la formación del psicoanalista planteaba la cuestión de saber si los modos establecidos de esta formación no desembocaban en el fin paradójico de una minorización perpetuada.

Ciertamente, las formas iniciáticas y poderosamente organizadas en las que Freud vio la garantía de la transmisión de su doctrina se justifican en la posición de una disciplina que no puede sobrevivirse sino manteniéndose en el nivel de una experiencia integral.

Pero ¿no han llevado a un formalismo decepcionante que desalienta la iniciativa penalizando el riesgo, y que hace del reino de la opinión de los doctos el principio de una prudencia dócil donde la autenticidad de la investigación se embota antes de agotarse?

La extrema complejidad de las nociones puestas en juego en nuestro dominio hace que en ningún otro sitio corra un espíritu, por exponer su juicio, mas totalmente el riesgo de descubrir su medida.

Pero esto debería arrastrar la consecuencia de hacer nuestro propósito primero, si no es que único, de la liberación de las tesis por la elucidación de los principios.

La selección severa que se impone, en efecto, no podría ser remitida a los aplazamientos indefinidos de una coopción quisquillosa, sino a la fecundidad de la producción concreta y a la prueba dialéctica de sostenimientos contradictorios.

Esto no implica de nuestra parte ninguna valorización de Ia divergencia. Muy al contrario, no sin sorpresa hemos podido escuchar en el Congreso Internacional de Londres, al que, por no haber cumplido las formas, veníamos como demandantes, a una personalidad bien intencionada para con nosotros deplorar que no pudiésemos justificar nuestra secesión por algún desacuerdo doctrinal. ¿Quiere esto decir que una asociación que quiere ser internacional tiene otro fin sino el de mantener el principio de la comunidad de nuestra experiencia?

Sin duda es el secreto de Polichinela que hace un buen rato que ya no hay tal, y fue sin ningún escándalo como al impenetrable señor Zilboorg que, poniendo aparte nuestro caso, insistía en que ninguna secesión fuese admitida sino a título de debate científico, el penetrante señor Wälder pudo replicar que de confrontar los principios en que cada uno de nosotros cree fundar su experiencia, nuestros muros se disolverían bien pronto en la confusión de Babel.

Creemos por nuestra parte que, si innovamos, no está en nuestros gustos hacer de ello un mérito.

En una disciplina que no debe su valor científico sino a los conceptos teóricos que Freud forjó en el progreso de su experiencia, pero que, por estar todavía mal criticados y conservar por lo tanto la ambigüedad de la lengua vulgar, se aprovechan de esas resonancias no sin incurrir en malentendidos, nos parecería prematuro romper la tradición de su terminología.

Pero me parece que esos términos no pueden sino esclarecerse con que se establezca su equivalencia en el lenguaje actual de la antropología, incluso en los últimos problemas de la filosofía, donde a menudo el psicoanálisis no tiene sino que recobrar lo que es suyo.

Urgente en todo caso nos parece la tarea de desbrozar en nociones que se amortiguan en un uso de rutina el sentido que recobran tanto por un retorno a su historia como por una reflexión sobre sus fundamentos subjetivos.

Esta es sin duda la función del docente, de donde todas las otras dependen, y es en ella donde mejor se inscribe el precio de la experiencia.

Descuídesela y se obliterará el sentido de una acción que no recibe sus efectos sino del sentido, y las reglas técnicas, de reducirse a recetas, quitan a la experiencia todo alcance de conocimiento e incluso todo criterio de realidad.

Pues nadie es menos exigente que un psicoanalista sobre lo que puede dar su estatuto a una acción que no está lejos de considerar el mismo como mágica, a falta de saber situarla en una concepción de su campo que no se le ocurre hacer concordar con su práctica.

El exergo cuyo adorno hemos transportado a este prefacio es un ejemplo de ello bastante lindo.

Por eso también, ¿está acaso de acuerdo con una concepción de la formación analítica que sería la de una escuela de conductores que, no contenta con aspirar al privilegio singular de extender la licencia de conductor, imaginarse estar en situación de controlar la construcción automovilística?

Esta comparación valdrá lo que valga, pero sin duda vale tanto como las que corren en nuestras asambleas más graves y que a pesar de haberse originado en nuestro discurso a los idiotas, ni siquiera tienen el sabor de los camelos de iniciados, pero no por eso parecen recibir menos un valor de uso de su carácter de pomposa inepcia

La cosa empieza en la comparación de todos conocida del candidato que se deja arrastrar prematuramente a la práctica con el cirujano que operaría sin asepsia, y llega hasta la que incita a llorar por esos desdichados estudiantes desgarrados por el conflicto de sus maestros como niños por el divorcio de sus padres.

Sin duda, ésta, la última en nacimiento, nos parece inspirarse en el respeto debido a los que han sufrido en efecto lo que llamaremos, moderando nuestro pensamiento, una presión en la enseñanza que los ha sometido a una dura prueba, pero puede uno preguntarse también, escuchando su trémolo en la boca de los maestros, si los Iímites del infantilismo no habrán sido sin previo aviso retrotraídos hasta la tontería.

Las verdades que estas frases hechas recubren merecerían sin embargo que se las sometiese a un examen más serio.

Método de verdad y de desmistificación de los camuflajes subjetivos, ¿manifestaría el psicoanálisis una ambición desmedida de aplicar sus principios a su propia corporación, o sea a la concepción que se forjan los psicoanalistas de su papel ante el enfermo, de su lugar en la sociedad de los espíritus, de sus relaciones con sus pares y de su misión de enseñanza?

Acaso por volver a abrir algunas ventanas a la plena luz del pensamiento de Freud, esta exposición aliviará en algunos la angustia que engendra una acción simbólica cuando se pierde en su propia opacidad.

Sea como sea, al evocar las circunstancias de este discurso no pensamos en absoluto en excusar sus insuficiencias demasiado evidentes por el apresuramiento que de ellas recibió, puesto que es por el mismo apresuramiento por el que toma su sentido con su forma.

A más de que hemos demostrado, en un sofisma ejemplar del tiempo intersubjetivo, la función del apresuramiento en la precipitación lógica donde la verdad encuentra su condición irrebasable.

Nada creado que no aparezca en la urgencia, nada en la urgencia que no engendre su rebasamiento en la palabra.

Pero nada también que no se haga en ella contingente cuando viene su momento para el hombre, donde puede identificar en una sola razón el partido que escoge y el desorden que denuncia, para comprender su coherencia en lo real y adelantarse por su certidumbre respecto de la acción que los pone en equilibrio.

sábado, 8 de mayo de 2010

ENTREVISTA A AMELIA IMBRIANO

ENTREVISTA A AMELIA IMBRIANO

Entrevista realizada por Cristian Castillo Castro.

Bogotá. Colombia, 5 de Mayo 2010

Con motivo del lanzamiento del libro ¨Cuatro documentos desde el psicoanálisis para la investigación de la psicosis en Colombia¨ del grupo de investigación Psicosis y Psicoanálisis de la Facultad de Psicología de la Fundación Universitaria Los Libertadores, Amelia Imbriano fue invitada a compartir su amplia y reconocida experiencia en el ámbito del psicoanálisis, el sujeto y la psicosis. Un estudiante de la facultad, interesado en profundizar más en lo dicho por ella, se atrevió a hacerle esta pequeña mini-entrevista, digna de divulgación por su valor ilustrativo. 

¿Hay formas en la que el goce pueda trasformar una pulsión de muerte en una de vida? mmm del consumo de un ser en otra cosa menos destructiva?

Respuesta: SI, todo lo que hace al estudio de la clínica de lo real y la cuestión del superyó, la técnicas de interpretación específicas a esos fines, hacen posible acotar la pulsión de muerte, y con ello el pasaje del sujeto de goce al sujeto deseante. Lo desarrolla Lacan en Radiofonía y Televisión y a partir del seminario 17 (vea allí lo que dice sobre dirección de la cura e interpretación). Ese es el lineamiento general de la dirección de la cura: el pasaje de los fondos de goce (del ello) a la significantización (trabajo del inconsciente). Se trata de la construcción del inconsciente y de un sujeto en su advenir (en tanto deseante).


Pregunta: La cultura es el eje de enfermedad humana, ¿hay alguna forma de reestructurarla para que el ser humano no sea totalmente patológico?

Respuesta: Si bien Freud y Lacan son pesimistas, por la tendencia en aumento del malestar en y de la cultura, el establecimiento de la diferenciación entre lo prohibido y lo permitido y la inscripción de su diferencia, sería una reorganización cultural que ayudaría muchísimo. Nuevamente hay que instaurar una posibilidad para la inscripción de la ley en el inconsciente. Yo no soy tan pesimista, pero se que es un trabajo de hormiga, uno por uno. No obstante, creo que es importante, que los psicoanalistas intervengamos sobre las políticas públicas.


Pregunta: ¿Todavía se cree que cada acción humana es para la destrucción?

Respuesta: No necesariamente, si bien el humano (humus=barro) convierte al mundo en in-mundo (“mundo” significa "sucio"), considero que no toda acción humana es para la destrucción.


Pregunta.: ¿Cómo se vincularía a esta propuesta los seres obsesivos y neuróticos, cómo los afecta esta re-estructuración de la globalización?

Respuesta.: la globalización afecta a todos los seres humanos des-subjetivándolos...volviéndolos objetos de consumo y también desechables, esclavos de la gestión comercialista. Ahí el psicoanálisis tiene la opción de trabajo en el sentido del despertar subjetivo.


Pregunta: ¿Los efectos en el discurso de amo que se lleva acabo por los medios virtuales es el mismo que en los medios de comunicación convencionales?

Respuesta: considero que los medios de comunicación actuales no responden al discurso del amo, sino a un sistema comunicacional que no se puede llamar "discurso" (pues no se cumplen las condiciones de discurso). En el seminario 17 Lacan formula muchas consecuencias de la transmutación del discurso del amo dada por una mutación discursiva de gestión comercial que es propia del poscapitalismo..


Pregunta: ¿Y por último a qué se refiere con "goce", lo he escuchado en diferentes conferencias y no lo he comprendido en totalidad, en los textos de Lacan me pierdo

Respuesta: En el seminario de El semblante, Lacan es muy preciso. Goce es la realización pulsional.


sábado, 20 de febrero de 2010

ENTREVISTA A JACQUES-ALAIN MILLER

Entrevista de María Esther Gilio a Jacques-Alain Miller, en su visita a Buenos Aires


Publicado en: Página 12

Lacan se ubicó allí donde todo se cruza: y el inconsciente es eso. De su paso por el maoísmo; de su encuentro "clásico" con la hija de Jacques Lacan; del posible lugar de los psicofármacos en tratamientos psicoanalíticos; de las "psicosis no desencadenadas", de los lazos entre Borges y Lacan y del "supuesto saber" del presidente electo Fernando de la Rúa: de casi todo habló con Página/12 Jacques-Alain Miller, coordinador general de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, en su visita a Buenos Aires. Por María Esther Gilio


--Es difícil que pase un año sin que usted venga a Buenos Aires. ¿La razón de estas visitas es sólo trabajo o hay otras que tienen que ver tal vez con la ciudad, con la gente?

--Hubo años en que vine varias veces. Durante el proceso de creación de la Escuela de Orientación Lacaniana, venía cada dos meses. Luego de eso empecé a venir sólo una vez al año. ¿Se sorprende? Argentina es una suerte de capital del mundo analítico. Dalí decía que la estación de Perpignan era el centro del mundo. Buenos Aires es, sin duda, el ombligo del mundo analítico.

--Esta aseveración suya no dejará a nadie indiferente. Usted sabe que en este país es amado y odiado.

--¿Odiado?

--Sí, también. Creo que respecto de usted no hay términos medios. ¿Recuerda la primera vez que vino? Tal vez sería en el ochenta. Una joven psicoanalista vivió en la sala del SHA, donde usted habló, un extraño episodio que parecía provocado por la emoción de su presencia.

--Sí, sí, lo recuerdo bien, pero ¿también odiado? ¿Usted cree? dice, y queda pensativo--.

--Han pasado más de 30 años de los movimientos franceses de los sesenta. Usted tenía veintitantos años y era prochino. ¿Qué esperaba de esa ideología?

--Yo era prochino a comienzos de los sesenta. ¿Qué esperaba? Estábamos en plena Revolución Cultural ÷-dice con aire pensativo--, pero yo era más espontaneísta que maoísta. Había varias corrientes maoístas. Los dogmáticos, los espontaneístas. Yo era espontaneísta.

--Al pasar los años se bajó de ese carro.

--No, yo no me bajé. Me bajaron. Me echaron.

--De cualquier manera no habría sido fácil seguir siendo maoísta con las cosas que luego pasaron en China.

--Mmm..., nunca fui maoísta por amor a lo que pasaba afuera, en China. Para mí el maoísmo era algo para Francia. Algo que tenía que ver con una posición dogmática de fe en la voluntad de rebeldía de lo que se concebía como el pueblo.

--¿Y qué pasó con esa esperanza?

--No se verificó, no se verificó --dice, menos para mí que para sí mismo--.

--No se verificó en Francia.

--No se verificó en ninguna parte. Hablé sobre esto con Lacan en aquel momento. Yo estaba bastante entusiasmado y le explicaba mi interés en aquello que veía. Yo hablaba de la situación general, de los valores. Y de cómo aquellas cosas que hasta el momento parecían inamovibles en la sociedad humana habrían comenzado a moverse o, por lo menos, a mostrar que eran posibles de ser movidas. Yo hablaba de una novedad absoluta. Era como si el sol y los planetas hubieran cambiado de lugar.


--¿Qué dijo él?

--Lacan me escuchó con gran atención y dijo: "Ohhh... bien, pero ¿cuánto tiempo va a durar?". Y ésa era la buena pregunta. Porque si bien hubo una conmoción, lo que en un momento se levantó volvió a caer. Y hoy no sé si hay un país en el mundo donde el capitalismo sea más salvaje que en China. La de Lacan era la buena pregunta, la que había que hacer. La Revolución Rusa fue más larga que la Comuna de París, 70 años, pero ¿qué es en la historia? Apenas un paréntesis.

--¿Cuando ocurrían estas conversaciones con Lacan, ya era novio de su hija?
--Nooo, casado.

--Disculpe una pregunta impertinente. ¿Qué fue primero: la pasión por Lacan o la pasión por la hija?

Jacques-Alain Miller mira hacia la ventana en silencio.

--¿De eso no se puede o no se debe hablar?

--No en términos de pasión. Conocí a la hija en el ámbito del padre, por supuesto. Algo muy clásico.

--Se podría decir que usted llegó al psicoanálisis a partir de la filosofía de Althusser y de Foucault. ¿Piensa que el estudio de estos filósofos lo condujo al estudio de Lacan?

--No, no. Althusser me invitó a leer a Lacan a fin de participar con él en un seminario sobre Lacan. Así fue que leí a Lacan --dice y sonríe--.

--¿Qué está recordando?

--Al poco tiempo Althusser comprobó que yo me había inclinado fuertemente hacia Lacan, lo cual lo disgustó un poco, lo desencantó.

--¿Empezó profundizando en aquellos textos de Lacan más vinculados con la filosofía, Hegel, Marx, lógica moderna?

--No, no. No sería posible leer lo filosófico de esa manera, separadamente. En Lacan no hay una sola trama. No hay una parte filosófica aquí y una clínica allá. Todo está junto y así lo leí.

--Usted trató en los lejanos sesenta de transmitir Lacan de manera que fuera inteligible. Pasó su obra a un lenguaje más comprensible y...

Es evidente que a Jacques Alain Miller no le gusta este juicio sobre su trabajo y, aunque espera pacientemente que termine, su mirada se ha endurecido.

--Aunque... ¿tal vez no sea ésta la mejor manera de expresar lo que hizo?

--Veamos ÷-dice con aire paciente y sereno--. A partir de mi ponencia en el seminario de Althusser cobré fama en el Barrio Latino de que yo entendía a Lacan, cuando todo el mundo estaba convencido de que...
--... era incomprensible.

--No, no de que era incomprensible sino complicado. Eso terminó consolidándome en esa posición.

--En definitiva, que su lectura permitió a mucha gente acercarse al pensamiento de Lacan. ¿Qué quiere decir exactamente cuando en los seminario de Lacan editados después de su muerte usted dice: "Texto establecido por Jacques Alain Miller"?

--En los seminarios reales está la charla de Lacan, que, a pesar de la extensa preparación, es una charla improvisada, con frases inacabadas, palabras repetidas. En fin, está allí la fluidez y la incertidumbre de la palabra oral. Sabe cómo es eso. ¿Qué hará usted con el texto de esta entrevista? Deberá, entre otras cosas, corregir mi castellano.

--Agradezco su castellano con algunos errores y mucha riqueza.

--Usted ya se habrá dado cuenta de que yo soy el periodista de Lacan.

--Es una linda broma ésa. ¿Qué diría usted sobre las diferencias entre la clínica en tiempos de Freud y la clínica de hoy?

--No conozco todo lo producido por las escuelas, pero aun así cualquiera puede percibir que algo de la clínica ha cambiado desde Freud. Algunos analistas tienen hoy una suerte de sueño que consiste en pensar que aquella clínica de principios de siglo puede ser suplantada por no sé qué clínica de las neurociencias, que han estado de moda aunque cada día pierden prestigio, por ejemplo en Estados Unidos.

--¿Considera que no tiene valor la neurociencia?

--Tiene su valor, claro. Pero pensar que va a solucionarlo todo... No lo creo.

--¿En qué sentido la neurociencia tendría valor para el analista?, ¿en qué sentido serían beneficiosos los medicamentos?

--Para empezar, los medicamentos están. Están presentes en la vida de la gente. En cuanto al terapeuta, ellos le permiten tener acceso a sujetos psicóticos a quienes, en el pasado, no era posible acercarse. Los medicamentos son formas de anestésicos.

--Que no resuelven el problema. No curan.

--No curan pero, como le dije, permiten trabajar con determinados pacientes. De la misma manera que la anestesia permite hoy trabajar al dentista.


--Ahí tendríamos una diferencia entre la clínica de hoy y la del pasado.

--Otra diferencia con la vieja clínica son las psicosis a las que, entre comillas, llamamos "inclasificables".

--¿Sería lo que también se llama borderline?

--Son formas de psicosis no desencadenadas. Es decir, esas formas no típicas ni francas que hoy llegan a las instituciones de salud mental como no llegaban antes.


--¿No se producían en el pasado, o simplemente no llegaban?

--No llegaban, carecían del carácter espectacular de las grandes psicosis, de aquellas que son las más fácilmente reconocibles como la paranoia. Se trata de psicosis más modestas, no tan manifiestas, cuya identificación no es inmediata porque no son posibles de ser tan fácilmente diferenciadas de la simple neurosis. Podemos decir que esta diferenciación nos ayudó a refinar la clínica.

--No tiene dudas entonces sobre los beneficios que el psicoanálisis puede proporcionar al psicótico.

--Sí, hace muchos años que esto es así. Yo diría que es así a partir de la medicación que pacificó al psicótico permitiéndole el habla. Aun cuando el psicoanálisis en estos casos no pueda desarrollar toda su potencia, es beneficioso para el paciente.

--Hay algunos fenómenos del mundo moderno con los cuales se ha metido poco el psicoanálisis. La televisión, por ejemplo. ¿Qué pasa con la cabeza de la gente a partir de la televisión?

--La televisión anestesia al ser humano. Le permite dormir con los ojos abiertos. No tengo televisión.

--Si pensamos en el psicoanálisis y en su aplicación a individuos de culturas diferentes, ¿son iguales las técnicas que utiliza el analista para trabajar con un paciente de Africa que con un paciente de Berlín? ¿Las técnicas usadas por el analista serán las mismas en uno y otro caso?

--El ministro de Relaciones Exteriores de la República del Congo, marido de quien fue secretaria de Lacan, me ha dicho, unos días antes de venirme, que cada día piensa en lo que ha aprendido de Lacan. El conversa sobre Lacan con el cardenal de Kinshasa, a quien dediqué el último seminario.

--Sí, pero ése no es exactamente un ejemplo de lo que le pregunto. Por lo que usted dice, este hombre está muy vinculado con Francia y a la cultura francesa. Pensaba en alguien más sumergido en su propia cultura. ¿Se juega igual el Edipo, por ejemplo, cuando las culturas son profundamente diferentes?

--La lógica del Edipo es la misma en cualquier cultura aunque los personajes no sean los mismos.

--Es decir que, en aquellas culturas donde el tío ocupa el lugar del padre, ocupa también el rol que aquél tiene dentro de la familia y dentro del mito.

--Exactamente.

--Desde hace un siglo, el psicoanálisis ha pesado más y más en la cultura de Occidente: ¿sería posible pensar cómo habrían sido en este siglo la literatura, la pintura y el cine, por ejemplo, sin esta influencia?

--Pensemos en algún autor no tocado por el psicoanálisis. Creo que Borges, en cierto modo, se presenta como alguien intocado. Pero a la vez no sé si esto es tan exacto, ya que él definía al psicoanálisis como una suerte de ciencia-ficción. Lo cual, en verdad, también se puede decir de su literatura. Por otra parte, Lacan consideraba la obra de Borges como muy resonante con lo que él mismo hacía.

--Quiere decir que encontraba en Borges ecos de su obra. Lo sentía cerca. Qué curioso.

--No tan curioso. La idea borgiana de Pierre Menard reescribiendo el mismo texto cuyo significado van cambiando el tiempo y la historia...

--Podríamos decir que el mismo texto cambia cuando cambia el contexto. Se vuelve otro.

--Claro. Y eso, se puede decir, es la esencia misma de la interpretación analítica.


--¿Qué podría decirnos de la relación psicoanálisis-política?


--El tema de nuestras jornadas no es ajeno a este punto, ya que vamos a hablar de "sujeto supuesto saber", tema que no existe solamente en el análisis, ya que opera también en el campo político. El presidente electo Fernando de la Rúa ÷-esto lo he visto en los periódicos-- tiene fama, precisamente, de haber obtenido un voto de confianza sin develar los puntos fundamentales de su futura política. Es decir que se le supone un saber para hacer las cosas bien. Por otra parte pienso iniciar las jornadas con una frase bíblica atribuida al actual presidente: "El hombre es amo de sus silencios y esclavo de sus palabras". Me gusta ese pensamiento, muy aplicable a la situación que se da en la clínica, donde el analista es el amo de sus silencios mientras el analizado es esclavo de sus palabras.

--¿Qué cree usted que busca quien se somete a un análisis?

--Uy, uy, las respuestas posibles son muchas ya que cada uno buscará cambios diferentes.

--Es decir que hay algo que siempre se busca, un cambio. El cambio es lo común.

--Sí, eso es así, nadie va al análisis con el pedido de quedar tal como es. A veces el cambio que busca es imposible. Por razones que el analista es capaz de ver, aquel cambio deseado no podrá producirse. En este caso, claro, deberá manejar la situación para no permitir que se creen falsas expectativas. No todo se arregla en el análisis. El analista deberá, en esos casos, moderar algunas esperanzas. La edad puede poner límites. El análisis es posible a cualquier edad, pero hay determinados cambios que la edad hace imposibles. Y hay también trastornos que, vaya a saber por qué, la mayoría de las personas creen inmodificables y no lo son.

--¿Por ejemplo?

--La eyaculación precoz es un ejemplo. En definitiva, creo que si algo podemos decir es que nadie ve al analista sino es para obtener un cambio.

--¿Qué piensa sobre la cultura judía y el psicoanálisis? ¿No cree que en esta cultura hubo algo que se abrió al psicoanálisis, como si éste encontrara en ella su ambiente natural?

--¡Eso es una evidencia! El psicoanálisis nació dentro de una tradición de lectura; de desciframiento apasionado del texto sagrado. Lacan decía: "Los judíos saben leer" y ésa fue la conexión más esencial con el psicoanálisis. De cualquier manera, sobre este punto he escuchado los comentarios más diversos e incluso contradictorios. Después de un curso mío sobre Lacan una persona se acercó y me dijo: "Pero Lacan es el Corán". Y otro: "No es posible entender a Lacan si no conocemos la lógica matemática". A un amigo de Roma, que pronunció sus votos de cura, y más tarde eligió una mujer para vivir con ella, lo he oído decir: "Lacan es toda la cultura eclesiástica". Y a otro: "En Lacan, como en la Biblia, está todo".

--¿Qué significan para usted estos comentarios tan diferentes?

--Creo que está aquí la fascinación de Lacan, la cual viene del hecho de que con pocas palabras logra un eco que refiere cosas muy distintas. Para mí significa que él se ubica en el lugar donde todo eso se cruza. Y el inconsciente es eso. El inconsciente es algo como el aleph de Borges, en el cual todo se concentra. Si uno logra ubicarse en su centro, todo se iluminará de otra manera. Yo lo veo así.




domingo, 27 de diciembre de 2009

LA PSICOSIS ORDINARIA

La psicosis ordinaria

Jacques-Alain Miller y otros

ICBA - Paidós.

Por Francisco Depetris

Este libro contiene los trabajos elaborados por las Secciones Clínicas del Campo Freudiano de Francia y de Bélgica, junto a las discusiones que suscitaron en una Conversación Clínica que se llevó a cabo en Cannes, en Setiembre del 98. Con este volumen, subtitulado La Convención de Antibes, se cierra una terna iniciada por el Conciliábulo de Angers en 1996 y seguida por la Conversación de Arcachon en 1997. Estas dos primeras conversaciones clínicas fueron también traducidas y publicadas en su oportunidad en la misma Colección por el Instituto Clínico de Buenos Aires en un solo volumen y bajo el título Los inclasificables de la clinica psicoanalítica. De modo que, para el lector de lengua española, La psicosis ordinaria representa una continuación y una profundización de las temáticas de Los inclasificables de la clínica psicoanalítica. Y este solo hecho le garantiza de entrada a este volumen un nutrido público de lectores que ya están familiarizados con los trabajos y con las discusiones tan fecundas de esas dos conversaciones clínicas anteriores.

El libro está dividido en dos partes: la primera consta de nueve informes que están agrupados en tres capítulos temáticos. El primero titulado El neodesencadenamiento (que trata de las distintas formas de desenganches o desanudamientos psicóticos que se diferencian del desencadenamiento clásico), la neoconversión (en los que se aborda los fenómenos del cuerpo que no son interpretables a la manera clásica) y la neotransferencia (que plantea la maniobra de la transferencia en las neopsicosis). La segunda parte del libro es la Conversación Clínica propiamente dicha, que se prolongó durante tres medias jornadas.

El título La psicosis ordinaria provino de la constatación de que en todos los trabajos se abordaban casos de psicosis que no son tan resonantes ni para nada tan extraordinarios como el del ya célebre Schreber y que, si bien pueden suscitar sorpresas a sus terapeutas, se manifiestan de un modo mucho más modesto. Son psicosis que adoptan formas que hoy día se confunden en una especie de media que puede ser nombrada de distintos modos: la psicosis compensada, la psicosis suplementada, la psicosis no desencadenada, la psicosis medicada, la psicosis en terapia, la psicosis en análisis, la psicosis que evoluciona, la psicosis sinthomatizada.

En sus palabras introductorias a la Conversación, J.-A. Miller hace una visión retrospectiva del camino recorrido hasta la Convención de Antibes. En un primer momento, en Angers, el tema elegido había sido el de las sorpresas de la clínica, es decir que se admitía implícitamente que hay en la práctica con psicóticos cierta rutina o cierto clasicismo -por lo menos respecto de esa norma de referencia que es el escrito De una cuestión preliminar- sobre cuyo fondo se pueden recortar algunos casos que provocan sorpresas. En el segundo momento, en Arcachon, se mantuvo esta perspectiva de un fondo de rutina o normativo porque el tema fueron los "casos raros" que se diferencian respecto de ella. Esta segunda conversación seguramente aportó una conceptualización de las sorpresas de la conversación anterior, pero esta vez explicitando bastante más la referencia a la norma clásica de la psicosis y, debido a esto, permitió una discusión más radical de ess enfoque clásico de la psicosis. En este tercer tiempo, el de Antibes, lo que había sido abordado desde el ángulo de los casos raros, se aborda desde el ángulo de los casos frecuentes. En verdad ya implícitamente se sabía que lo que se había designado como casos raros en verdad, en la práctica cotidiana eran casos frecuentes. Y lo que se produce en Antibes es la admisión colectiva de que las psicosis ordinarias son casos frecuentes.

La clínica actual de la psicosis nos divide entre dos puntos de vista que, si bien son contrastantes, no son excluyentes. En una primera aproximación es preciso admitir una discontinuidad entre neurosis y psicosis, como dos clases diferentes y determinadas. Es el abc de lo que se enseña a partir de Lacan. El segundo punto de vista, en cambio, permite percibir una continuidad y presentar neurosis y psicosis como dos salidas diferentes a la misma dificultad, a la misma condición humana.

Es algo que Lacan ya había acentuado en su texto Acerca de la causalidad psíquica cuando le recordaba al psiquiatra que él no era esencialmente diferente del loco. Luego reapareció esta perspectiva con fuerza, en su última enseñanza, como una igualdad que nos lleva a hablar de modos de goce particulares. Precisamente hablamos de modos cuando ya hemos hecho desaparecer la discontinuidad entre las clases. Todos iguales ante el goce. Y ya no se distinguen clases sino modos, que son variaciones del mismo tema.

A partir de ese momento cobra importancia la noción y el uso de la aproximación, del más o menos, en nuestra aprehensión de la clínica, de lo real en la clinica. Está lo cierto, lo demostrable con certeza, que es más bien raro (Lacan reservaba la certeza a su matema de la histeria). Luego está lo seguro pero no cierto, que es otro grado: se sabe que es así, pero no se lo puede demostrar, no se lo puede poner en fórmulas. Y finalmente está lo no seguro, que es lo más frecuente. Precisamente por eso son tan importantes las Conversaciones Clinicas.

Del primer capítulo es destacable el aporte de la Sección Clínica de Lille, Investigaciones sobre el inicio de la psicosis que, utilizando las categorías clínicas de De una cuestión preliminar -como el encuentro con un padre y F0, la forclusión del falo-, define modos de entrada en la psicosis sin perturbaciones de lenguaje, lo cual aún a nivel de este texto clásico plantea variaciones a la noción clásica de desencadenamiento, que requería de este tipo de fenómenos. A propósito de este trabajo, Alexandre Stevens y Geneviève Morel animan una discusión sobre los trastornos de lenguaje y su relación con P0, el agujero en lo simbólico y a propósito de esta discusión -y recordando un párrafo de Acerca de la causalidad psíquica en el que Lacan retoma las formas verbales de la interpretación delirante de Giraud-, J.-A.Miller propone un uso extendido de la noción de perturbaciones del lenguaje, más allá del neologismo franco. Quedarían incluidos así el retruécano, la homonimia, la alusión verbal y, para la captación de los delirios, la intención inefable, la fijación de la idea en un semantema, el hundimiento de la sintaxis y la duplicidad de la enunciación, entre otros fenómenos.

Los tres aportes del segundo capítulo sobre las neoconversiones son igualmente destacables y dan lugar a una articulación muy fina de los casos en la discusión, todos los cuales presentan síntomas en el cuerpo que no son susceptibles de interpretar como conversiones. Se destacan dos intervenciones: la de Bernard Lecoeur, quien propone un matema para el síntoma conversivo apoyándose en un párrafo del seminario sobre Las formaciones del inconsciente en el que Lacan habla del deseo y su máscara y la de Eric Laurent, quien propone considerar la relación del psicótico con su cuerpo como la norma, porque para todo el mundo ocurre que el cuerpo está permanentemente amenazado de estallar; el cuerpo no se sostiene y hay que hacer enormes esfuerzos para mantenerlo como uno, por eso se apela a la localización del goce en alguno de sus órganos, por ejemplo, dando lugar a una clínica en la que lo psicótico parece reducido a un solo punto que es la relación con alguna parte del cuerpo. Sobre el final J.-A.Miller proponer extender la noción de conversión somática a la noción de una conversión de lo simbólico en lo real, traduciendo el planteo de Laurent en los térmnos de una pareja que forman la conversión significante por un lado y la localización de la libido por otro.

Finalmente, la discusión sobre la neotransferencia se inicia y se sostiene en especial a partir del aporte de la Sección Clínica de Angers, Lalengua de la transferencia en las psicosis, que intenta pensar la relación del psicótico y su terapeuta psicoanalista a partir de la noción de lalengua. El punto de vista es fecundo en más de un sentido: rescata por esta vía la singularidad del síntoma psicótico, opone con verosimilitud lalengua expuesta del psicótico al saber supuesto en la neurosis y plantea una alternativa práctica para el terapeuta psicoanalista: o bien esperar del sujeto -y pedirle también- que haga un esfuerzo de traducción de su lalengua en el lenguaje corriente o bien tratar de aprender su lalengua con lo que incluye esto de posibilidad de ponerse a delirar junto con él. Esto da lugar a una discusión mucho más amplia acerca de la oposición entre lalengua como privada y lalengua compartida o pública en cuya crítica E. Laurent enmarca la cuestión práctica de las condiciones de nuestra conversación con el psicótico. En su intervención final, E. Laurent reúne aportes de distintas intervenciones para plantear la cuestión de la transferencia con el psicótico, en términos de distintas maneras de obrar ante las distintas manifestaciones del amor en la psicosis y cierra proponiendo un final de análisis en la psicosis como separación de lo que se obtuvo en la elucubración de saber y sus efectos de verdad.

Este volumen ya tiene su lugar de privilegio entre los aportes más actuales a la clínica psicoanalítica de las psicosis y está seguramente destinado a convertirse, junto con Los inclasificables.., en un clásico. Será por mucho tiempo de lectura recomendable para todos aquellos que se plantean este tema dentro de la enseñanza de Lacan. Y, en particular, creo que tiene una gran importancia para todos los participantes del Curso de Clínica de la Sección, porque es hasta el momento una de las máximas expresiones del nivel que ha alcanzado la elaboración del tema de la psicosis en el Campo Freudiano.