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domingo, 5 de abril de 2020

A SUICIDE'S HISTORY

By Henry Miller

I walked on, past the house, past more iron negroes with pink watermelon mouths and striped blouses, past more stately mansions, more ivy-covered porches and verandahs. Florida, no less. Why not Cornwall, or Avalon, or the Castle of Carbonek? I began to chant to myself... "There was never knight in all this world so noble, so unselfish..." And then a dreadful thought took hold of me. Marco! Dangling from the ceiling of my my brain was Marco who had hanged himself. A thousand times he had told her, Mona, of his love; a thousand times he had played the fool; a thousand times he dad warned her he would kill himself if he could not find favour in her eyes. And she had laughed at him, ridiculed him, scorned him, humiliated him. No matter what she said or did he continued to abase himself, continued to lavish gifts upon her; the very sight of her, the sound of her mocking laugh, made him cringe and fawn. Yet nothing could kill his love, his adoration. When she dismissed him he would return to his garret to write jokes. (He made his living, poor devil, selling jokes to magazines.) And every penny he earned he turned over to her, and she took it without so much as a thank you. ("Go now, dog!") One morning he was found hanging from a rafter in his miserable garret. No message. Just a body swinging in the gloom and the dust. His last joke.

And when she broke the news to me I said -- "Marco? What's Marco to me?"

She wept bitter, bitter tears. All I could say by way of comforting her was: "He would have done it anyway sooner or later. He was the type."

And she had replied. "You're cruel, you have no heart."

It was true, I was heartless. But there were others whom she was treating equally abominably. In my cruel, heartless way I had reminded her of them, saying -- "What next?" She ran out of the room with hands over ears. Horrible. Too horrible.

Inhalling the fragrance of the syringas, the bougainvillias, the heavy red roses, I thought to myself -- "Maybe that poor devil Marco loved her as I once love Una Gifford. Maybe he believed  that by miracle her scorn and disdain would one day be converted into love, that she would see him for what he was, a great bleeding heart bursting with tenderness and forgiveness. Perhaps each night, when he returned to his room, he had gone down on his knees and prayed. (But no answer.) Did I not groan too each night on climbing into bed? Did I not also pray? And how! It was disgraceful, such praying, such begging, such whimpering! If only a Voice had said: "It is hopeless, you are not the man for her." I might have given up, I might have made way for someone else. Or at least cursed the God who had dealt me such a fate.

Poor Marco! Begging not to be loved but to be permitted to love. And condemned to make jokes! Only now do I realize what you suffered, what you endured, dear Marco. Now you can enjoy her -- From above. You can watch over her day and night. If in life she never saw you as you were, you at least may see her now for what she is. You had too much heart for that frail body. Guinevere herself was unworthy of the great love she inspired. But then a queen steps so lightly, even when crushing a louse...


Taken: Miller, Henry. Nexus. The rosy crucifixion. Panter Book. Great Britain. 1976.    

viernes, 28 de septiembre de 2018

ONTOCRACIA UNA CARTA LARGA (CARTA DE RESPUESTA)


Por: Johanna Alexandra Pineda Quintero

Querido amigo:

Ciertamente este corto texto no es un ensayo, un resumen y mucho menos una crítica, seguramente ya sabe qué clase de texto es este desde que repasó las primeras dos palabras, siendo así ya debió haber entendido la intención del mismo. Desde tiempos remotos en la historia y según mi propia formación y juicio he aprendido que una carta no puede ser respondida con menos que con un texto de su mismo carácter, entonces ya que tengo la fortuna de que el emisor del texto Ontocracia. Una carta larga. se convierta ahora en el receptor de este escrito, espero que entienda mi necedad al no elaborar la recomendada “recensión”. Según entiendo y sacándole provecho a la característica que permite la ex-sistencia, por medio de esta forma de impresión del lenguaje, primero me veo en la necesidad de agradecerle porque está claro que la investigación fue elaborada con esmero, dedicación, paciencia y amor, algo que por desgracia hace falta en los tiempos  actuales cuando el mundo se viene abajo y parece que a nadie le importa; ahora entiendo que insinúa cuando habla de “humanización” y cómo con el pasar de los días se ve agotada en sí; ahora más que nunca se hace notar la indiferencia en el mundo, donde los “humanos”, sí, agregaré estas comillas al igual que usted a la palabra pero no por la misma razón. Para mi sorpresa al leer el libro y ahora para la suya al enterarse de la razón, la palabra “humano” hace unos años causó intriga en mí, al escuchar una reconocida frase de una campaña política; “Bogotá Humana” atribuida a Gustavo Petro y decidí hacer una corta pero, en ese momento, suficiente investigación para mi edad, sobre a que se pretende hacer referencia cuando se usa dicho término. Encontré que la palabra “humano” según la Real Academia de La Lengua Española significa entre muchas otras cosas “comprensivo, sensible a los infortunios ajenos” y fue entonces cuando me di cuenta de que por desgracia un porcentaje significativo de los “humanos” carecen de eso, de sensibilidad y del mismo modo, si llevo la corriente de la idea por usted propuesta, la animalidad parece no pasar desapercibida.

Evidentemente este es un tiempo de crisis, donde la conciencia colectiva es un elemento que parece no importar en la sociedad en la que se vive. Los adultos piensan en trabajar más para ganar más, para vivir en un barrio de más estrato, para tener una casa más grande, un carro más nuevo, una pareja más agraciada y un perro más perro (le parecerá rara la expresión, le confieso que a mí me causó un poco de gracia cuando la escribí, consideré eliminarla, pero reconsideré no hacerlo pues me parece ahora apropiada para entender la gravedad de la situación). Los jóvenes están interesados en algo para ellos más relevante, la unión; la unión de una pantalla de 5.8 pulgadas con 1125 x 2436 pixeles, 3GB de memoria RAM, una cámara de 12MP y una memoria interna entre 64GB y 256GB, la cual entre más capacidad tenga mejor, para navegar por las redes sociales y descargar más memes y menos libros. Los adultos mayores se preocupan por un fenómeno importante en su edad, el perdón, pero no el perdón de sus hijos por haberlos herido, maltratado o abandonado, no el perdón a su familia por haber estado trabajando toda su vida y no haber compartido nada con ellos, no el perdón a su vecino por haber sentido envidia de su casa por ser más grande, no. Los adultos mayores buscan el perdón de dios; pero afirmar que es por convicción, sinceridad o por arrepentimiento sería como meter las manos a una chimenea encendida al rojo vivo porque no es un secreto que el temor a la “furia de dios”, al “infierno”, al “diablo”, o como deseen llamar a eso que podría ser todo excepto sensibilidad a los infortunios de sus allegados, es lo que hace suplicar perdón. Ya que se habla de dios, “que sea lo que dios quiera”, es una expresión que sin lugar a dudas para mí explicaría aquello a lo que usted hace referencia “la misma lengua que crea lo denuncia en su lugar de víctima y evasión de la responsabilidad sobre sus acciones” (Báez, 2017). “Que sea lo que dios quiera”, es con antelación y prevención culpar a dios de la desgracia que puedan traer consigo los actos cometidos, o por el contrario darse poco crédito y atribuir los frutos del esfuerzo y dedicación a otro, para finalmente cerrar la etapa con un “gracias a dios”, pero no sé si en este preciso momento la memoria me esté jugando una mala pasada pero hasta el día de hoy no he escuchado a una sola persona que cuando las cosas no salgan como esperaban digan “gracias a dios”. Más bien como usted propone, huir de la responsabilidad sobre su propio proceder y de un futuro incierto es una aventura cómoda, segura, confortable, conveniente, pero sobre todo peligrosa, pues estas ideas como la religión y la “razón”, desde tiempos remotos tienen una practica y extensiva experiencia en el arte de la represión y el control; es allí donde la supuesta libertad presumida como premio característico de la “humanidad” es evidentemente “atrapada por el lenguaje”, si hago uso de sus términos.

En este punto, si en mi intento por hacer uso de la palabra, en medida mínima me estoy encontrando con mi nombre propio, ya debe saber a qué parte de su carta decidí responder y aunque es muy poco probable que no lo sepa, si no lo sabe con certeza, me aventuro al huir de mi responsabilidad y culpo rotundamente a la palabra por su pobre calidad significativa que no me permite dar fe de mi existenciariedad. Ahora bien, devolviendo su halago, también sé que le gusta leer y sabrá a que fragmento especifico de su escrito estoy tratando de dar respuesta y del mismo modo se preguntará en que parte haré presente ese término que con tanta insistencia remarcó para definir las raíces de la palabra, le pido un poco de paciencia pues me parece pertinente hacer uso del mismo en el momento apropiado.

De nuevo, la última palabra será útil para abordar el tema que ahora quisiera tratar, saber qué es lo apropiado; seguramente será un tema de eterna discusión, pues definir lo apropiado sería como clasificar lo bueno y lo malo y si he logrado entender un poco lo que usted busca mostrarme, la existenciariedad es tan subjetiva que pretender que la “humanidad” se ponga de acuerdo con respecto a las características de un acto bueno o malo es hacer que se hagan objetos en su ex-sistencia de la existenciariedad de otros; he aquí cuando la política hace su aparición. Como es claro, el don de la palabra propio de los “humanos” no es explotado al máximo por todos ellos, algunos, como usted lo plantea, no tienen ni la más mínima idea del poder con el que viven. No se dan cuenta de que “el mundo depende del sujeto del lenguaje” y viven bajo la idea de que el sujeto depende del mundo; quien no usa el poder que tiene su palabra está condenado a ser únicamente objeto y no significante de otro sujeto que haga uso de la palabra; pero hay que recordar que ser sujeto político va mucho más allá de hablar en público y pretender convencer a otros de algo sin aplicar su propia existenciariedad a las palabras; el ser hablante político debe dejar que la angustia le haga hablar y debe ser capaz de escuchar; el “humano” al hacer uso de la palabra bajo su existenciaridad debe saber de antemano que el significado de la palabra puesta en la ex-sistencia se alterará, por ende la existenciariedad de quien la escucha hará que el significativo se vea afectado.

Se me ocurre una manera sencilla de traer al ejemplo lo que intento reiterar; muchos niños entusiasmados con el ánimo de entretenerse y jugar algo divertido y tranquilo juegan al “teléfono roto”, a uno de ellos se le ocurre una palabra, se la dice a otro niño, este a otro, este a uno más y finalmente a otro. Al haber concluido se dan cuenta de que la palabra y la idea dicha por el primer niño ha sido alterada a medida que pasaba por cada uno de ellos. Espero que bajo ese ejemplo haya quedado un poco más claro el punto que quiero mostrar. En la política la existenciariedad de unos pocos sujetos está mínimamente propuesta en la ex-sitencia bajo sus intereses; para que los demás sujetos que no conocen el poder de su palabra se apeguen a ella porque en ningún momento hay una identificación con los otros; ahora comprendo la razón por la que en las iglesias enseñan a las personas a tener miedo, tengo más claro por qué mientras somos el tercer país entre 175 con más niños violentados y el quinto entre 157 con más personas desplazadas. En los colegios se enseña a sumar, a dividir, a hacer filas, a sentarse, a ponerse de pie y a obedecer; percibo el por qué con tanta insistencia nos recalcan la exactitud de la lógica y las supuestas verdades absolutas. Mientras que, si usáramos la palabra como herramienta para la formación y la educación, la subjetividad misma y las relaciones con el otro como significante y como objeto llevaría a la construcción de lazos sociales funcionales. Ontocracia, efectivamente no podría ser un mejor termino para definir lo que pasa. Un ser hablante invadido por la angustia que sepa hacer uso de la palabra, que sepa hacer uso de ese don, que se preocupe por su bienestar, por hacer ex-sistente su existenciariedad, casi de inmediato estaría interesado en el bienestar de los demás, casi de manera accidental ayudaría a otros y por naturaleza haría manifiesta su “humanidad”.

No quisiera cansarlo, ni mucho menos aburrirlo al responder su carta de manera muy extensa. La angustia ya ha cumplido y me ha hecho hablar por medio de esta carta. Finalmente, luego de expresarme me encuentro un poco más tranquila así que en esta ocasión me despido hasta que la angustia me invada y reciba usted una nueva carta.

junio 2018


Referencias

Báez, J. (2017) Ontocracia. Una carta larga. Bogotá: Fundación Universitaria Los Libertadores.

martes, 28 de agosto de 2018

SIDDHARTHA'S GOAL

By: Hermann Hesse

One goal loomed before Siddhartha, and only one: to become empty, to be empty of thirst, of wishing, of dreams --empty all joy and pain. He wanted the Self to die, to no longer be an "I," to find peace with an empty heart. His goal was to stand open to the wonder of thoughts conceived in self-dissolution. When every shred of his self had been conquered and put to death, when every longing and every inclination of the heart had been silenced, then the Ultimate had to awaken, that which was innermost had to come into being, that which was nothing less than the ego, the great secret. 

Taken from: Hesse, Hermann. (1922/2008). Siddhartha. Simmon & Schuter Paperbacks. New York. Pág. 16   

miércoles, 1 de agosto de 2018

viernes, 27 de julio de 2018

PORQUE DIOS EXISTE, TODO ESTÁ PERMITIDO


Por: Jairo Báez

Unas palabras más en torno a lo nunca dicho literalmente, pero de cuya afirmación se cuenta, está en la Obra de Dostoievski, y la cual ha hecho carrera en las disertaciones sobre la moral humana: “Si Dios no existe, todo está permitido”. De entrada, podríamos asumir que todo lo permitido, no necesariamente encara la no existencia de Dios; más aún, sería igualmente valedero, enunciar una contrapartida con igual posibilidad de veracidad: “Porque Dios existe, todo está permitido”. No obstante, intentemos detenernos un poco, antes de avanzar, en la sentencia de marras para mirar algunas conclusiones no tenidas en cuenta.

De inicio, hemos de suponer sin el menor reparo que Dios tiene el control sobre todo lo existente y que, en ese orden de ideas, dictamina lo que debe y no debe hacer el hombre y no solamente en él, sino también en todo lo que puede o no puede existir. Esto, irremediablemente nos llevaría a un Dios bastante curioso y celoso, pues siendo capaz de controlar todo lo existente, permite la existencia del mal, lo cual no sería potestad del hombre sino de Dios mismo. Así nos encontramos ante una gran paradoja y suprema aprensión: Dios tiene la potestad sobre el bien y el mal; igualmente, tiene la potestad sobre el hombre y, sin embargo, permite al hombre ejecutar el mal para luego castigarlo. Se nos antoja curioso y aprensivo, porque si fuera un Dios y realmente tuviera la potestad de permitir al hombre su hacer o no, lo primero que debería no permitirle es ocasionar el mal y así no tendría razón para castigarlo. A menos, y la curiosidad aumentaría, que fuera un Dios ávido de crueldad y obediencia pero quisiera satisfacerse con una víctima inocente. Otra solución, para no castigar al hombre, sería no permitir la existencia del mal; así, ante la libertad que pudiera darle al hombre, éste no se vería compelido bajo ninguna circunstancia a cometer el mal, pues este no existiría.

 Al ser de este modo, todo lo permitido no está determinado por la existencia de Dios, sino por su propia voluntad. Y esto llevaría a la sana y prematura conclusión que esbozamos de principio: “Porque Dios existe todo está permitido”. Pues es Dios, todo poderoso, quien lo permite, no su existencia; en otras palabras, la condición de que todo esté permitido es la voluntad de Dios y para ello, necesariamente debe existir.  Aún más, Dios es imprescindible; sea lo que sea, al fin y al cabo, es lo único que hasta ahora ha sido asumido como causa original. Sea que exista para quienes dicen creer (teósofos) y no exista para quienes dicen no creer (naturalistas), Dios existe, pues no se trata de un cuerpo cierto sino de una suposición indispensable para poder dar una explicación a lo existente.

Por lo tanto, se hace más que imprescindible, para actualizar la discusión sobre la sentencia de marras, no confundir, la causa no causada, con la antropomorfización de la misma. Si Dios (causa no causada) es asumido en las mismas condiciones en que se asume la existencia del hombre, se estaría dando por hecho que esa causa actúa a voluntad y libre albedrío; (doble paradoja, pues se sabe que hasta ahora a quien se le supone libre albedrío, nunca lo ha tenido a plenitud). No obstante, si Dios, es asumido en rigor, compelido por unas leyes que están más allá de su voluntad y libre de todo razonamiento, se tendrá que aceptar que Dios es el culpable de todo lo existente y que, en ese orden de ideas, toda aquella variedad en el proceder del hombre en torno al bien y el mal, es absoluta y clara causa suya.

Si lo pensamos de nuevo, tenemos que afirmar que a Dios no se le puede declarar inmortal o mortal, pues eso sería demeritarlo y reducirlo a la misma condición del hombre. Dios es; por tanto no muere ni nace y por lo mismo, ha de ser el único causante de todo lo existente pero nunca culpable; pues no se le podría probar dolo en tanto no tiene voluntad, sólo es. Dios es causa de que el mal exista y de la existencia misma del hombre, pero no tuvo el libre albedrío ni la voluntad para la existencia o no existencia de ninguno de los dos. Que exista lo uno o lo otro son consecuencias de su propia existencia, no de su voluntad ni su razón. Antes bien, que Dios sea la causa del mal y del hombre es una consecuencia de la voluntad y razón del hombre.

Por otro lado, a pocos se les ha ocurrido detenerse en detalle en la contraparte; esto es, que Dios no sea bueno ni propenda por el bien en sí mismo sino que sea malo y se apasione por el mal. El mal, que hasta ahora ha sido delegado a uno de sus hijos, al más díscolo; pero también podría ser, una de las estrategias de Dios para allegar al mal, poner como chivo expiatorio de su legítima voluntad a su propio hijo. Y de la misma manera que hemos dicho, que si ha permitido al hombre cometer el mal, esta vez, si permite a su hijo caído incentivar el mal, es de su absoluta responsabilidad y voluntad lo que ocasionen los suyos. Empero, si volvemos a la sentencia de marras aducida a Dostoievski y ante la presencia del mal, nuestra sentencia sigue igualmente incólume: Porque Dios existe, todo está permitido. Y en su defensa, volveríamos a insistir, que no se trata la existencia o no de Dios, pues esta es insalvable, sino de la ausencia o presencia de voluntad y razón en él. Dios no tiene voluntad ni razón, solo es; por tanto, tampoco es culpable de lo que hagan sus consecuencias.

Si Dios no tiene voluntad, ni razón, error es intentar dialogar con él. Dios no entiende ni comprende y menos actúa a libre albedrío en la condición de sus consecuencias, sea este el hombre, su hijo o todas y cada una de sus consecuencias. Dios, en tanto causa no causada, es indiferente a la compresión, el entendimiento y las acciones que su emanación produzcan. Siendo más factible, concebir o Dios sin voluntad y sin razón y no obstante todo poderoso, no queda más al hombre que aceptar sus efectos. O en consecuencia, con tal deducción tan lapidaria, negar todo posibilidad de una causa no causada y asumirse cada hombre, en sí mismo, no como un Dios, sino como un ente capaz de ocasionar sus propias consecuencias y responsabilizarse de todos y cada uno de sus efectos y resultados.

sábado, 21 de julio de 2018

LOS FALSOS POSITIVOS

Por: Jairo Báez

Los falsos positivos no son más que una consecuencia lógica de un perverso sistema de administración mal llamado moderno y efectivo; ese, que también es conocido popularmente como Administración por Objetivos. Este retorcido sistema que, en Colombia, si bien ha mostrado lo más horrendo y ominoso, al mostrar que cuando se trata de publicar objetivos cumplidos, la vida de un ser humano es lo de menos, no es extraño a ninguna de las prácticas más cotidianas en esta actualidad de la cual nos ufanamos de ser la más adelantada y moderna, producto único de una racionalidad intencional positiva. Este sistema, precisamente, es el que ha demostrado limpiamente que la realidad se puede falsear; que los datos (pruebas), pueden ser invenciones creadas artificialmente para probar una realidad que no existe en absoluto o hacer pasar por existente una realidad jamás experimentada.

Los falsos positivos no pueden señalarse solamente a una estrategia militar necesitada de logros para demostrar que la guerra se está ganando; donde aquellos civiles inocentes,  alejados de un conflicto, son vestidos con prendas militares y ataviados con armas que nunca usaron, son asesinados impunemente y así entregados ante los ojos, como bajas hechas al enemigo. No. Los falsos positivos son producto de una mentalidad desquiciada que puso el dato por encima del valor. Aquella racionalidad que se ufanó de que un dato ¨empírico” sería la forma diáfana como se le podría poner fin a toda especulación nada favorable a los intereses de un bienestar subjetivo y social: ponerle fin a la mentira. Poner la garantía en los sentidos ha sido su gran desacierto, pues intentando mostrar una cosa logró revelar otra totalmente diferente. Nada más frágil que la mirada, nada más fácil de engañar que el oído y, en extensión, nada más débil que todos aquellos sentidos que, nos enseñaron, captan una realidad externa, existente per se.  Cuando se puso con condición, la comprensión centrada en los sentidos (mal entendido empirismo), para el buen entendimiento, tal y como lo hace ese monstruo llamado Administración por Objetivos, la misma comprensión y el mismo entendimiento humano, fueron sacrificados.

Los falsos positivos están a la orden del día en toda nuestra realidad. Ese mal llamado empirismo nos ha enseñado que todo se puede falsear y cómo hacerlo pasar como una prueba innegable de que un hecho existió o existe. Desde el más ilustrado al menos letrado; y en cualquier campo de interacción social, se encontrarán fácilmente los lastres de dicha perversión. Contundentes pruebas que en absoluto, prueban lo que dicen probar. Las famosas evidencias son hoy una insolencia para el entendimiento humano; por supuesto, también perjuicio para el bienestar mismo del hombre y su sociedad. A un científico o un académico, le importa un rábano introducir información sobre hechos nunca existidos con el único ánimo de afectar la gráfica de una curva estadística de tal manera que vaya con sus propios intereses de logro; un político o administrador público cualquiera, muestra infinidad de formatos diligenciados con información ficticia haciéndolos pasar por prueba ineludible de hechos que nunca ocurrieron; un estudiante trae una tarea que nunca hizo, al profesor, y la hace pasar como suya;  un cualquiera, es capaz de afirmar en un juicio que vio u oyó cosas y palabras jamás vistas ni expresadas. Y a todo esto, se le tiene como pruebas incontrovertibles. Todo esto y sobre todo, para demostrarle al “Gerente” y los entes de control, que lo hecho fue una realidad innegable y por supuesto, que los objetivos se cumplieron.

Cuando el valor le dio el lugar al dato, la forma más infame para distorsionar toda realidad se hizo real. Si todo radica en demostrarle al otro y no a uno mismo que la realidad existe, infinidad de formas emergen para engañar al incauto y al mismo sistema. Se falsifican documentos, se entrega información falsa, se construyen seudo-hechos, se edita la información, se niega la información verídica, se dice lo que se quiere escuchar y no lo que se ha de escuchar, etc.  En síntesis, la información es ahora un relato ficticio de un hecho jamás existente, pero necesariamente justificado para poder responder al mandato feroz de un “Gerente” insaciable de hechos y poder pasar la censura de un ente de control incapaz de refrendar que ciertamente lo son. Hoy tenemos máquinas y procesos potentísimos para contar falsedades haciéndolas pasar por verdades (estadística); procesos para el procesamiento de información ficticia al que nadie dedica el más mínimo tiempo para verificar su autenticidad (evidencias empíricas). Nunca antes habíamos vivido una realidad tan artificiosa, y esto lo hemos logrado gracias a ese deseo terco y desatinado de querer lograrlo solamente a partir de los sentidos y negándole su lugar a quien realmente debería ser su rector: la razón y en entendimiento crítico.
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jueves, 12 de julio de 2018

A PROPÓSITO DE LA GUERRA, DEL FASCISMO Y DE LOS ETERNOS PROBLEMAS DE OCCIDENTE

Por: Jairo Báez




Que nos hemos perdido en las seguridades que nos brinda un mundo tangible mediante los sentidos y olvidamos que somos seres de lenguaje, es una proposición que invita de nuevo a la reflexión. Desechamos ese logo tan perfecto de ¨seres hablantes¨ que por antonomasia nos corresponde, para asumir ilusamente que existen seres iluminados que no hablan sino que logran captar la realidad y describirla mediante la creación de un lenguaje depurado, capaz de trasmitir las verdades reveladas. En esa ilusión se la ha pasado occidente, denigrando de la condición de hablante, que hace aparecer un mundo mediante actos de lenguaje, pero, que en nada asegura el absoluto acceso a una realidad por siempre revelada. Perdido en la búsqueda de verdades finales, el hombre de occidente perdió el camino que le brinda esa condición, para hacer mundos mucho más acordes con una convivencia y aceptación de la multiplicidad de realidades que permitan una existencia dispar pero respetable. Sin aceptar que su consabida perfección de compresión e intelección de la realidad es un ¨palabrerío¨ más, aquel que lo produce y aquellos que se acogen a él, se asumen los únicos portadores de la verdad y así, combatientes inmisericordes contra todos esos que den lugar y compartan otros ¨palabreríos¨. Precisamente, así es como en la historia del occidente se puede ver que el palabrero pagano es combatido por el palabrero religioso y este, a su vez, combatido por el palabrero filosófico y, este último, combatido por el palabrero científico; esto, sin mencionar, que a su interior, se puede comprender lo mismo: un palabrero religioso, combate otro y así en cualquiera de los campos mencionados.

En occidente, advenimos fascistas al mundo y la gran lucha, que ha de encarar cada ser hablante, es exactamente esta, dejar de imponer nuestros criterios a los demás hablantes y permitir que cada uno se autoimponga su criterio; ya con eso es suficiente. Si a cambio de querer imponer nuestros criterios al otro, - desvalorizando la necesidad de imponer los propios a nuestro sí mismo-, promulgamos por ser coherentes con lo que enunciamos, el problema de lo occidente sería otro; no sería ese mismo que ha ocupado su hacer durante tantos milenios. La hegemonía no se impone, la hegemonía debe emerger espontáneamente, si aquella, en alguna parte de lo real yace. Por eso se debe insistir, la lucha, la única lucha que se ha de encarar es contra el fascismo que quiere homologar a todo ser hablante bajo un mismo saber y una misma práctica.

Si los auto-denominados investigadores y los amantes de la verdad de occidente, confesaran que sus grandes aportes y descubrimientos se dan más en las relaciones que establecen entre ellos en los pasillos, las cafeterías, los bares y las camas y que más bien nada, en las aulas de clase, los laboratorios y en los refinados experimentos, tal vez, el avance hacia una depuración de tanta palabrería que llaman ciencia podría tener un mejor futuro. De igual manera, si confesáramos que es más el narcisismo y el amor propio lo que nos mueve hacia la gloría intelectual y para nada el deseo de un bien social o, mínimamente, el bien hacia otro que no sea el sí mismo, las relaciones entre esos sujetos hablantes serían más auténticas; por tanto, más productivas para el bienestar de cada uno.

Una posición ética es lo que se necesita; una posición que arrastre a otros seres hablantes a su cumplimiento. Pero no mediante la imposición violenta y grosera sino mediante la seducción propia de quien se convierte en objeto de deseo del otro. La posición ética, esa que conlleva imaginar y simbolizar un real imposible para desde allí actuar, es lo que debería preocupar y ocupar a occidente; la anexión de otros a esa posición, total o parcial, en poca o gran medida, no debe ser ningún motivo de intencionalidad intrusiva y policiva; el despertar el deseo en el otro, al hacer evidente la forma como ese ser hablante actúa, imagina y piensa, será lo mucho, lo poco o nada esperado. Con sostenerse en una dicha posición ética es más que suficiente para garantizar el lazo social.