viernes, 7 de enero de 2011
DESEOS PARA EL 2011
jueves, 30 de diciembre de 2010
SANCOCHO DE ACIDO, CARBON Y MERCURIO
El alcatraz que vuela entre mis sueños lleva en su enorme pico una quimera... (Walt Whitman, Hojas de hierba).
Una mañana de mayo pasado, los viejos madrugadores del pueblo de Marytown, perdido en las costas que bordean el sudeste de los Estados Unidos, se levantaron como todos los días a echarles unas migajas de pan a los pájaros marinos que merodean con mansedumbre por los patios y que se han ido convirtiendo en sus amigos.
Lo que vieron los dejó espantados: las gaviotas de cabeza negra, que son tan bellas, también tenían negro el plumaje. Del pico les goteaba una mancha babosa. No podían levantar el vuelo de la arena, con las patas hundidas en una masa de chapapote pastoso, como el asfalto cuando se derrite. Una de las gaviotas miró a la gente pidiendo ayuda.
Según cuentan los testigos, más allá de la playa, cerca del río, tres garzas morenas habían muerto con los ojos despepitados. El guiso espantoso que navegaba corriente abajo, matando todo lo que se le atravesara, era la mezcolanza de petróleo crudo de la empresa British, que cayó pocos días antes a las aguas del Golfo de México.
A esa misma hora los alcatraces de la bahía de Santa Marta, al norte de Colombia, desayunaban su ración cotidiana de buñuelos de carbón. El periodista Antonio José Caballero, grabadora en mano, esperaba en la playa el regreso de los pescadores que habían salido a trabajar temprano. Mientras aguardaba, la cámara de su teléfono celular retrató la pala enorme de un barco carbonero que arrojaba al mar el polvo negro que sobró en las bodegas.
A esa misma hora, en las playas legendarias de Juanchaco y Ladrilleros, cerca de Buenaventura, los lancheros de cabotaje que llevan carga y pasajeros por los pueblos que se arraciman en las orillas del Pacífico limpiaban sus motores preparándose para un nuevo día de trabajo. Como si fuera la cosa más natural del mundo, arrojaban al mar el contenido de unos tanques repletos de residuos de gasolina, queroseno y diésel. Un langostino magnífico, que medía un jeme, iniciaba el día tomándose su primera taza de combustible. Cuando vi la fotografía en El País de Cali me dieron ganas de echarme a llorar.
A esa misma hora, en la zona industrial de Cartagena de Indias, abierta sobre la bahía del Caribe resplandeciente, los trabajadores de una compañía empacadora se sentaron a desayunar en los comedores de su empresa. En ese momento volvieron a ver, como venía sucediendo en las mañanas más recientes, que una nata de tizne cubría la superficie del café con leche, y que una mermelada negra, tan semejante al betún de limpiar zapatos, se había pegado al pan y al queso blanco.
Entonces, no aguantaron más. Se levantaron todos, sin que nadie los hubiera convocado, y comenzaron a golpear los platos contra los mesones. La algarabía se oyó en media ciudad. Las autoridades ambientales ordenaron el cierre de un muelle vecino, que se dedica a cargar carbón a cielo raso, sin mayores precauciones ni cuidados, sin tubos cerrados ni conductores protegidos. Seis días después el muelle fue reabierto.
A esa misma hora, en la región acuática de La Mojana, que cubre un gigantesco territorio húmedo de los departamentos de Bolívar, Sucre y Antioquia, bajaban resoplando los ríos Cauca y san Jorge, que se desbordan en caños y ciénagas. El apóstol Ordóñez Sampayo, que se ha gastado la vida defendiendo de la contaminación a campesinos, cosechas y animales, apareció en la plaza de Guaranda con el dictamen médico en la mano: los doctores certificaban que los tres niños que nacieron deformes tenían mercurio en el sistema sanguíneo.
El terrible mal de Minata, como lo saben los japoneses, porque las empresas en cualquier parte del mundo, en Tokio o en Majagual, arrojan porquerías químicas a las corrientes, y primero se pudren las aguas, y después nacen degenerados los peces y los camarones, y después nacen sin ojos los niños cuyas madres, en aquellos caseríos extraviados de la mano de Dios, consumen esa agua y esos pescados.
En las cabeceras de ambos ríos, las compañías mineras, que buscan oro entre la tierra, hacen sus excavaciones con un sancocho de mercurio y ácidos. Arroyos y acequias se llevan el mazacote. Los bocachicos mueren con la boca abierta en los playones. Las espigas de arroz no volvieron a crecer.
En medio del desastre causado por las inundaciones, y como si fuera poco, las yucas harinosas de antes florecen ahora con un hongo químico a manera de cresta. El hambre campea entre los pocos ranchos que no se ha llevado el invierno. Las emanaciones de las lagunas huelen a lo mismo que huele un laboratorio de detergentes.
Hay que decir, también, que los empresarios mineros se defienden diciendo que Ordóñez Sampayo está loco. Claro que está loco: ningún hombre cuerdo expone su pellejo ni dedica su vida entera a defender a un ruiseñor, una mojarra, un plátano pintón, una mazorca de maíz o a una mujer embarazada que carga un fenómeno en el vientre.
Epílogo
Aquella mañana, cuando los pescadores de Santa Marta regresaron a la playa, el periodista Caballero los acompañó en su tarea de descamar y abrirles el buche a los escasos pescados que traían.
-¿Qué es eso? -preguntó, intrigado, al ver unas bolas negras en el estómago de un bagre.
-Carbón, amigo -le contestó uno de ellos, levantando el animal-. Pelotas de carbón. Eso es lo que comen ahora.
Caballero tomó más fotografías y se las llevó a algunos funcionarios de la industria carbonera.
-No se preocupe -le contestó el gerente-. Vamos a construir un nuevo muelle de última generación.
-No lo dudo -dijo el reportero, con una mueca de dolor que parecía sonrisa-. No lo dudo: será la última generación.
El día que Caballero me contó esa historia, y me enseñó sus fotografías, ya no sentí ganas de echarme a llorar, como la vez aquella del langostino bañado en combustible. Lo que sentí ahora fue rabia. Cuando ya no quede una sola hoja de acacia, cuando el último pulpo haya muerto atragantado con ácido sulfúrico y cuando nuestros nietos nazcan con un tumor de carbón endurecido en la barriga, entonces será demasiado tarde. Dispondremos de computadores infrarrojos de última generación, pero ya no habrá agua para beber; los celulares de rayos láser se podrán comprar en las boticas, pero el sol no volverá a salir; los niños encontrarán el algoritmo de 28 a la quinta potencia con solo cerrar los ojos, pero dentro de 20 años no sabrán de qué color era una golondrina.
Los invito a todos a ponerse de pie antes de que se marchite el último pétalo. Usen el arma prodigiosa del Internet para protestar. Hagan oír su voz. Que el correo electrónico de los colombianos sirva para algo más que mandar chistes y felicitaciones de cumpleaños. Porque, si seguimos así, el día menos pensado no quedará nadie que cumpla años. Ni quién envíe felicitaciones.
sábado, 11 de diciembre de 2010
DOS ÉTICAS Y UNA SOLA MIRADA: A PROPÓSITO DEL MODELO PSICOANALÍTICO Y EL PROGRAMA DE ECOTERAPIA EN EL ABORDAJE A LA PSICOSIS.
Lacan en su intenso seminario sobre la ética en el psicoanálisis (1989) insistió sobre aquella diferenciación en tanto resultaba central para diferenciar a la ética de la moral y es que en la actualidad es común asemejar un término con el otro.
De hecho no es del todo equivocado interpretar ética como moral en su acepción romana en tanto el término “Ethos” puede interpretarse con cualquiera de los dos sentidos (carácter o costumbre); pero para efectos de la ética del psicoanálisis resulta vital conservar dicha diferenciación.
Lacan, j.(1989) El seminario. Libro VII. La Ética del psicoanálisis. (Sesiones de 1959-60) compilación realizada por J.A. Miller. 1989 Paidos. Argentina
martes, 9 de noviembre de 2010
1984
jueves, 16 de septiembre de 2010
¿QUÉ TENEMOS QUE CELEBRAR?
Esta lógica de negación y exclusión rotundas continuaron vigentes durante toda esa etapa de la vida nacional, muy especialmente en el movimiento de la Reforma, en el que, en nombre de la libertad y la igualdad, de la homogeneidad y del individualismo, quiso ser borrado todo vestigio de diversidad y heterogeneidad, y fueron considerados nuestros pueblos un serio obstáculo hacia los afanes de orden y progreso de los poderosos de aquellas épocas. Según los connotados liberales, el individuo era el centro de todo y cualquier vestigio de vida comunitaria y colectiva debía ser sacrificado. Fue así que se desamortizaron los bienes comunales de los pueblos indígenas en diversas partes del país, dando origen al más aberrante latifundismo que más tarde daría origen al grito de “¡tierra y libertad!”
La inercia de la exclusión y la negación sembradas 100 años atrás y la excesiva polarización de la sociedad mexicana, entre ricos y pobres, entre grandes latifundistas y los incontables peones acasillados que habían proliferado en diversas partes del país, harían brotar en el seno de la sociedad indígena y campesina, en el norte y en el sur, el grito de “¡tierra y libertad!” en 1910. La falta de libertad, pese a que presumíamos ser independientes, la exaltación del individualismo en sociedades comunitarias, la excesiva concentración de la riqueza en manos de los caciques y latifundistas frente a la terrible pobreza de millones de mexicanos habían hecho germinar la posibilidad y realización de la hoy llamada Revolución Mexicana. Tal como había sucedido en los ejércitos insurgentes de Hidalgo y Morelos en el movimiento de Independencia, al frente de batalla de los ejércitos de Zapata y Villa, entre otros líderes revolucionarios, iban los habitantes de los pueblos indígenas y campesinos. Quizás lo hacían porque no había absolutamente nada que perder, ya que de por sí su vida era totalmente insignificante a los ojos de los poderosos, y sí mucho que ganar, al menos la posibilidad de morir soñando que sus hijos tendrían una vida mejor, con tierra, dignidad y libertad.
Pese a que muchos de estos valientes y anónimos revolucionarios ya no verían la materialización de sus sueños y aspiraciones, la Constitución de 1917 consagraría muchas de las legítimas reivindicaciones que en vida habían enarbolado. En la revisión del nuevo pacto social mexicano se reconocería la vigencia del municipio libre y soberano en el artículo 115 constitucional, para poner un alto a la barbarie y al autoritarismo de los jefes políticos del porfiriato, poniendo con ello un serio dique al centralismo mexicano. Con la aprobación del artículo 27 se daría paso al reconocimiento y la titulación de los bienes comunales, la restitución agraria y la dotación de tierras a los desposeídos frente a la ignominia del cacique, el latifundio y las muy diversas formas de explotación campesina e indígena fomentada por la ambición y la avaricia. Los derechos básicos de los trabajadores urbanos y rurales serían consagrados en el artículo 123 de la nueva Carta Magna. Así, parados en la sangre y en el dolor del pueblo, presumiríamos al mundo una renovada normatividad con gran contenido social y libertario.
Ello como consecuencia de una política de Estado etnocida, excluyente, racista y discriminatorio, así como de un modelo económico mundial basado en la avaricia, la mercantilización de la vida, la violación de los derechos fundamentales y la explotación irracional de los recursos naturales, que invariablemente nos están llevando a la destrucción y a la muerte. Con este panorama no tenemos nada que festejar; antes debemos hacer memoria histórica, para que sobre esa base podamos refundar el país y volver a sembrar esperanza en estas tierras.
martes, 7 de septiembre de 2010
DOLOR PAÍS, VERGUENZA PAÍS
domingo, 2 de mayo de 2010
SALIENDO DE LA CIUDAD
jueves, 21 de enero de 2010
LALENGUA Y EL VINCULO SOCIAL
Barcelona, 23 y 24 de Febrero de 2008
Precariedad del vínculo social en las psicosis ordinarias
"Lalengua" y el vínculo social
Tres preguntas a Josep Sanahuja
1. El vínculo social está fundado en el lenguaje. Sin embargo, hay una parte de goce que quedaría fuera de él y que "lalengua" hace presente. ¿Cómo se las arregla el sujeto psicótico con ese goce en su uso particular de la lengua? (Si encuentras una viñeta clínica será bienvenida)
La pregunta me remite a articular la relación entre lenguaje y lalengua y su articulación con la psicosis. Como Miller propone en La psicosis ordinaria, a partir del Seminario 20 Lacan descompone el lenguaje en dos partes correlativas: lalengua y el lazo social. Por un lado lalengua comprende los efectos de goce, los malentendidos infantiles, las homofonías, las significaciones investidas, y correlativamente el lazo social comprende las leyes que normalizan lalengua, como la gramática, el significante amo. Esta perspectiva permite situar las dificultades del psicótico para hacer lazo social, en la medida que no logra inscribir un significante amo que normalice la lalengua, al mismo tiempo que trae a primer plano su relación a lalengua, a la que está más conectado.
Es lo que ocurre en el caso de una paciente que considera que está rebotada con todo el mundo y le hace falta socializarse; al mismo tiempo que dice tener envidia de la gente que tiene vida propia ella no tiene amigos y se considera asilvestrada. Desde el primer momento llama la atención la incontinencia verbal y la rabia que se precipitan en su decir, entre insultos y desconsideraciones que dirige hacia ella misma y el Otro. En relación al padre están las promesas incumplidas, en relación a la madre su abandono, y ella misma no se encuentra capaz de hacer nada por lo perfeccionista que es. Después de un tiempo, en el que por mi parte sólo apunto alguna cosa y aceptando sus respuestas sin cuestionarlas, en su relato aparecerá un recuerdo de una vivencia enigmática que me confiesa al pasar: a los 15 años, estando en el sofá de su casa tiene la experiencia de irse de sí misma y que todo se vuelve nítido; desde entonces ha comparado este episodio con varias cosas sin que ninguna de ellas agote su significación, aunque este trabajo ha permitido producir algunos efectos de nominación. Entiendo que lo que se presentaba al comienzo en la vertiente de la rabia y el insulto es la expresión de la lalengua, que no logra normativizar su relación al Otro, y que por otra parte, recuerda el lugar fundamental que Miller da al insulto en su Clínica irónica. Luego, en la medida que el sujeto pudo depositar algo se ve como la lengua misma está afectada por una significación enigmática que lleva al trabajo de nombrar el goce que sobrepasa a la significación.
En la clínica debemos orientaros por la invención del sujeto en el trabajo sobre lalengua, en su capacidad para encontrar una solución singular que concilie lo vivo con el lazo social. El efecto de la práctica misma de lalengua es lo que a mi entender Eric Laurent menciona como una práctica del surcamiento, planteando como se regula eso que es la lengua fundamental o privada del psicótico para hacer posible el lazo social.
2. Generalmente, entendemos el goce de "lalengua" fuera del vínculo social ¿Pero de qué manera la precariedad del vínculo social en la psicosis puede enseñar algo nuevo sobre la “lalengua”?
La precariedad del vínculo social es algo a lo que la época actual nos confronta en la clínica y fuera de ella. En la clínica hoy, se observan modalidades de demandas en las que se evidencia la dificultad de localizar al Otro, lo que nos conduce a enfrentar otra lógica más continuista que la que planteaba la perspectiva estructural de neurosis-psicosis. En este sentido, La psicosis ordinaria es un magnifico ejemplo para pensar las similitudes que nos plantea esta práctica con el abordaje de las subjetividades de la época.
Si partimos del goce, del Otro que no existe, de lo clínicamente manifiesto y no del Otro previo o de la estructura previa, el tratamiento del goce implica destacar el estatuto del significante solo, el síntoma como modo de tratamiento de lo real por lo simbólico, tanto en la neurosis como en la psicosis, destacando la vertiente de invención del síntoma.
En la psicosis ordinaria nos encontramos con casos en donde la hipótesis de un desencadenamiento precoz es casi inverificable y, faltando el punto de basta tenemos sujetos para quienes el contacto con la lengua está, de entrada, “...desenganchado de la ilusión del funcionamiento normalizado del lenguaje”; quedan más o menos desenganchados del Otro y siguen más conectados con su lalengua, no se normativizan en el uso del lenguaje, sino que se advierte una dimensión de “lengua privada”.
Lalengua está hecha de equívocos: lo oído, los malentendidos infantiles, las homofonías, los sentidos gozados, son los que invisten lalengua. Las psicosis revelan una relación particular con lalengua. Y la época nos revela así mismo manifestaciones del mismo modo, que involucran el lenguaje, el lazo, la percepción, el cuerpo. Los excesos en los pasajes al acto y losacting dan cuenta de modos de salidas sin el Otro, o de un impasse en este registro.
El punto mas delicado y primordial es lograr situar lalengua de la transferencia en cada caso, eso que hace signo sin el sentido, de manera de que, a partir de allí, se pueda ordenar algo de ese goce irruptivo, descarriado. Léase, sobre este punto, la contribución de la Sección Clínica de Angers y su discusión posterior.
3. ¿Crees que el efecto, y el uso, de “lalengua” en el sujeto psicótico puede velar en algún caso la precariedad del vínculo social? (De nuevo, si encuentras una viñeta clínica será bienvenida)
Sin duda lalengua no es incompatible con el uso de los significantes del Otro social, no tiene porqué evidenciar una desorganización de la gramática o de los componentes fonemáticos del lenguaje. Aún cuando, en su origen, lalengua procede de la lalación, el laleo, esto no significa un lenguaje precario. Como aclara Miller, lalengua, en tanto concepto, capta el fenómeno lingüístico a nivel donde nadie se entiende con nadie, puesto que la investidura libidinal de la lengua es propia para cada cual, al mismo tiempo que es a partir del lenguaje que cada uno hace su lalengua. De este modo, es por el uso que distinguimos el estado de funcionamiento de lalengua.
A veces, aún estando el sujeto fuera del vínculo social puede al mismo tiempo transitar su vida cotidiana sin el sostén de un discurso establecido. A menudo el sujeto hace esfuerzos por ajustarse a los usos comunes, estándares, anudándose al significante amo que lo introduce en el código del Otro, para dar lugar al uso de una "lengua pública".
A través del trabajo de lalengua, la conversación con el analista puede ayudar en su esfuerzo para mantener su vínculo social.
jueves, 3 de diciembre de 2009
CONVERSACIÓN CLÍNICA
CONVERSACIÓN CLÍNICA
Barcelona, 23 y 24 de Febrero de 2008
Precariedad del vínculo social en las psicosis ordinarias
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La Conversación Clínica 2008
por Graciela Martínez
Bajo el título Precariedad del vínculo social en las psicosis ordinarias tuvo lugar la Conversación clínica anual del Instituto del Campo Freudiano en España.
Convocados por este verdadero acontecimiento, se dieron cita en Barcelona participantes de las Secciones Clínicas, grupos de investigación, Seminarios del Campo freudiano de España e incluso inscriptos provenientes de Francia y Argentina. Cada uno, previamente, pudo tener acceso a la lectura de los casos, como así también a las preguntas en torno al tema que la comisión organizadora realizó a distintos analistas. Una vez más contamos con la presencia de Jacques-Alain Miller quien, con sus precisiones clínicas, relanzaba las preguntas.
Seis casos presentados por Ricard Arranz, Eugenio Díaz , Graciela Sobral, Jorge Sosa , Miguel Angel Vázquez y Liana Velado compusieron la mesa coordinada por Vicente Palomera y Mercedes de Francisco.
El primer caso, una mujer que consulta por un dolor en el cuerpo del que demanda el diagnóstico de fibromialgia y que, en nueve sesiones, puede dialectizar el goce y retomar el vínculo social y profesional, permitió algunos esclarecimientos de la clínica diferencial entre la psicosis y la histeria. Pero fundamentalmente permitió a J.-A. Miller, ante la evidencia de los efectos terapéuticos, subrayar la importancia de la pragmática y su transmisión. Nos confrontó a la pregunta de cómo decimos lo que hacemos y este fue un eje que se sostuvo a lo largo de la Conversación, con distintas intervenciones que apuntaron a la necesidad, para salir a lo público, de aprender a formalizar este pasaje a la episteme.
El segundo caso sirvió para mostrar el bricolaje que el analista ayudó a componer, bricolaje del que el sujeto se sirve para insertarse en un discurso y con ello pasar de una vida marcada por “ser el que sobra” a nombrarse “la torna”, que le permite añadirse en la serie de otra manera. El caso mostró además, en su particularidad, la transformación que el sujeto hace de la función social habitual del bar en un lugar asocial donde encuentra el goce autista del alcohol y piezas sueltas del saber, pero por donde le resulta necesario pasar para establecer el lazo familiar.
La presentación con la que se cerró la mesa del sábado permitió precisiones sobre la clínica diferencial entre la psicosis y la fobia. El caso de una mujer en la que aparece la angustia, con su correlato en el cuerpo, cuando su hermano enferma de gravedad, abrió a los interrogantes por si se trataba de un goce no localizado por el falo y en consecuencia el esfuerzo del sujeto por localizarlo en los síntomas (no poderse trasladar sola y la necesidad de hacer pis) o bien (con el síntoma de la necesidad de hacer pis) esperar algo que al final no viene, el falo. J.-A. Miller señaló la significación de castración que tenía la presencia de este hermano para la paciente, lo que permitiría entender por qué al morir éste se producía de manera sorpresiva una importante restitución de la vida en ella.
La mesa del domingo se abrió con una presentación clínica que permitió ver cómo los fundamentos del lazo social resultaban atacados por la no pacificación de la relación imaginaria; explicándose de este modo el impulso del sujeto a desaparecer de la escena. Este caso sirvió para mostrar el desfase entre simbólico, real e imaginario y la posibilidad de escuchar el acento de singularidad en las palabras del psicótico, donde no se trata del contenido de éstas sino del tipo de sentimiento que se expresa.
A continuación, el quinto caso, el sujeto que se sirve de la figura de “Ícaro” para mantener a distancia la invasión de goce, introdujo a la discusión precisiones sobre el concepto desinthome. Por otra parte se trabajó el uso particular que hace este sujeto de los objetos de la industria, lugartenientes del objeto a que no hay, para conectarse con los demás.
En el último de los casos se recortó la frase que se fabrica el sujeto “Uno como los demás”. Frase que sirvió para interrogar este Uno autosuficiente, aislado, que al mismo tiempo que preserva al sujeto de lo imposible de soportar, le permite sostenerse en el mundo con una cierta movilidad. Respecto de la precariedad del vínculo social se pudo situar la función de la transferencia que permitía abrir y sostener una modalidad diferente de vínculo para el sujeto.
Hacia el final de la Conversación, J.-A. Miller planteó el interrogante de cómo transmitir, frente a los valores actuales de eficacia y rapidez, la docilidad del psicoanalista, que ofrece un lugar de existencia para aquellos que no pueden tener una vinculación social y posibilita nuevamente una inserción en el lazo común.
Más aún, se preguntó si no deberíamos ir al límite de plantear que cada ser hablante merece un psicoanálisis, en tanto todo el mundo padece de algunas palabras y, para relacionarse con los demás, necesita deslibinizarlas. Al respecto señaló la respuesta de los CPCT frente a las promesas de bienestar en la civilización.
En este marco, cuando J.-A. Miller dijo que el psicoanálisis debería ser para todos, ¿no advertía más bien del riesgo de que en el porvenir no lo sea para nadie?
Inquietud que supo transmitir y que logró despertarnos al trabajo de extraer todas sus consecuencias.
martes, 17 de noviembre de 2009
EL SEMBLANTE DEL LAZO SOCIAL EN EL PSICOTICO
Jairo Báez
El lazo social que puede hacer el psicótico ha sido puesto en entredicho desde la institución hegemónica que asume como única salida, para el sujeto, la normalización por parte de la psicología y la neurotización desde la postura del psicoanálisis del yo. Esto conlleva una práctica centrada en su reconstrucción evolutiva en procura de restablecer un Edipo al cual se le aducen infinidad de anomalías en su origen, cuando no hacer del psicótico un ser funcional que responda a las expectativas de un modelo de producción neoliberal. No obstante, Lacan (2009), propone una alternativa a la condena del psicótico en lo social: el sinthome y la posición activa del analista, con respecto a la psicosis, tendrían aquí un asidero mucho más consecuente con una clínica de lo real y menos trágica para cuando se propone una intervención en la psicosis desde un ideal institucional.
Premisa básica para comenzar a ubicar el semblante del lazo social en el psicótico: el significante representa al sujeto ante otro significante (Lacan, 2000). ¿Qué se puede extractar de esta sentencia lacaniana en tanto nos interesa saber cuál es la posibilidad de nexo qué pueda instaurar un psicótico con el Otro? Un significante no muestra una potencialidad en su capacidad significativa unívoca y en cambio sí en su capacidad vinculante con el Otro. Un significante no tendrá sentido más que en una cadena significante y, en tanto el otro es, por antonomasia, un significante, el lazo social solamente puede ser concebido como el síntoma que detiene, contiene, sostiene y retiene el goce idiota (Lacan, 1981).
Otro objeto, que funge como significante, no tendrá más opción que no significar nada, no esperar nada, que no venga de la cadena significante del psicótico, quien le irá a dar un sentido, a pesar de su precisar delirante. No es el otro quien le da el significado al sujeto; es justo refrendar de nuevo la idea lacaniana: es el sujeto quien le da el sentido al otro, en cuanto lo ubica como un significante más que queda incrustado en la cadena significante. Esto alecciona al otro acerca de su lugar, donde la omnipotencia de la comunicación queda reducida al máximo evento de dar por bien servido el parte de recibido del mensaje; no obstante, ignorar la forma como el mensaje se acomoda en la cadena significante, iniciada mucho antes de este nuevo acontecer.
En la medida que el mensaje se recibe invertido, y solamente el punto de capitón, esto es, el significante último, da el sentido a la cadena significante (Lacan, 2007), el lugar del otro no permite más que el corte que aferrará el goce y ya nunca la pretendida acción instructiva de la acción comunicativa. Si un significante puede ser cualquier algo, ubicable por el sujeto, en la troika que conforma el real, el simbólico y el imaginario del anillo de la realidad psíquica, ya es suficiente con la presencia del otro objeto, en el campo pulsional del psicótico, para que empiece a funcionar como significante que encadena y vira el sentido, en cualquiera de los términos reales, simbólicos o imaginarios en la realidad del psicótico.
Así, no es posible plantear una clínica de la enseñanza con el psicótico; la pretendida clínica del enseñar a vivir bien y actuar bien no va con el psicótico en tanto, siempre, se va a tener incompatibilidades de código y de mensaje. Con el psicótico, el aprender la experiencia cede su lugar al aprehender un significante a una cadena significante de por sí precaria, cuando no totalmente paranoica, y no obstante, posible de sostener un lazo social. Como tal, el lazo social se torna primero, una relación con el cuerpo del ser mismo del sujeto psicótico, luego con los espacios y los tiempos, para finalmente emprender el enganche con los otros objetos inanimados y aquellos, animales y humanamente vivientes.
El cuerpo del psicótico, concebido, algunas veces, como enjambre de significantes sueltos o como cadena significante, más o menos fragmentada, es el lugar de inicio del lazo social; cuestión que es, fuera de la teoría analítica lacaniana, con frecuencia ignorada. La mutación, mayor o menor en la obstinación con una parte del cuerpo, es ora prueba de la modulación del lazo social; igual, la certificación del abandono de un espacio físico o imaginado de permanencia habitual, hacia otro u otros espacios, medidos en pequeños o grandes intervalos de tiempo, es garantía de que el lazo social toma otro semblante; con la misma convicción, el tiempo que pase el psicótico enunciando ante otro y aceptando el en enunciado del otro es, también, lazo social. El nombrarse en un deseo aunque pobre, el hacerse a un cuerpo, el catectizar significantes objetos nuevos, hasta crear una nueva o implementar una cadena significante ya alienante de por sí, es la apuesta cuando se enuncia la posibilidad de que el psicótico haga lazo social.
No obstante, lo anterior no es sinónimo de haber logrado plena comunicación con el psicótico y, a partir de allí, asumir que el acto alienante lo llevará a responder al deseo del Otro. Si no es posible que el otro de la actualidad logré romper la tiranía del significante amo en el neurótico, mucho menos se podrá pensar tal proeza con el psicótico que ha quedado preso de la forclusión de un significante esencial. Los recortes y anudamientos en la cadena significante vienen a ser la salida del terapeuta que decide tomar un lugar en el mundo del psicótico.
Lacan, J. (1981). Seminario 3. Las psicosis. Paidos. Buenos Aires
Lacan, J. (2007). Seminario 5. Las formaciones del inconsciente. Paidos. Buenos Aires
Lacan, J. (2009). Seminario 23. El Sinthome. Paidos. Buenos Aires
Lacan, J. (2000). Seminario 12. Los problemas cruciales para el psicoanálisis. Escuela Freudiana de Buenos Aires. Buenos Aires