Por: David Parada Morales
“Pues no basta
decidirlo por su efecto: la Muerte.
Se trata además
de saber qué muerte, la que la vida lleva o la que lleva a ésta.”
(Lacan; 1960)
Más que hacer una reseña sobre lo
que sucedió en este encuentro que tuvo lugar en Villavicencio, lo que intento es aproximarme por vías del
discurso puesto en juego allí, a lo que he intentado denominar dentro del grupo
Psicosis y Psicoanálisis como el encuentro con el significante. Tal Tyche, aún,
a mi manera de ver, parece ser el efecto de todo este automatón que gira
entorno a estudiantes y profesores que quieren decir y aproximarse a lo
indecible. Si bien en la experiencia cotidiana apreciamos el saber del extranjero,
del colono que nos dio espejos para condenarnos a la captura imaginaria de lo
que no es, de ese yo que busca siempre a su prójimo para reconocerse en él y
poder así huir al encuentro de su real y su verdad, también es cierto que uno
mismo lo llega hacer porque se siente extranjero a eso que el Otro me dice que
soy. A pesar de los esfuerzos de las comunidades indígenas por recuperar la
identidad, hay otra identidad que no emerge allí y que se asemeja más a un
espantapájaros vestido con traje Wayuu y converse. Lo que
reflejó ese espejo que los españoles nos dieron fue una magia oscura que
me recuerda algunas experiencias del
bebé autista en relación con su madre, una de ellas decía a propósito de
su hijo “Él me miraba, pero a los seis meses él desvió sus ojos y los dirigió a
otra parte”, el niño no quiso reflejarse allí, haciendo honor al título del
libro de Donna Williams ¡Aquí no hay nadie! una autista que dice
desde su experiencia haber podido salir del mutismo y escribir lo que ella
creía que era. Si pudiera suponer que en
este país ¡no hay nadie!, diría que el encuentro desde el psicoanálisis es una
forma de bordear ese vacío, aquel que leí en el seminario VII de Lacan y que
pone en el lugar de la Cosa, de Das Ding; dice allí que la
religión respeta ese Das ding, la ciencia lo forcluye y el arte lo organiza.
También Lacan formula en este seminario la definición de sublimación como Elevar
un objeto a la dignidad de la Cosa.
Con lo anterior quiero decir que
en el encuentro una de estas tres posturas frente a la Cosa estaba presente, la
que forcluye, pero en el sentido de su tratamiento, es decir partiendo de la
idea del delirio y la psicosis como un intento de curación. Me pregunto si lo
que el encuentro produjo fue un trato a esa que Lacan diría entonces es “La
Loca Ciencia” y que siendo sus secretarios,
es a esa psicótica a la que el grupo apunta para dirigirle un
tratamiento, por eso algunos compañeros
del grupo y los que apostaron por decir lo que querían, ahondaron en temas que los concernían como
sujetos, podría pensarse sujetos de una ciencia que los inscribe en un Otro
llamado Universidad; inevitable entonces no aproximarse a ella con temas como:
la producción en Colombia, la clínica como un concepto a reevaluar, el suicidio
en los indígenas, el lugar de los niños en el conflicto armado, el asunto de
qué es la realidad en un contexto colombiano, la ley y el deseo en la infancia
y sí allí podría haber leyes de otro orden no necesariamente jurídicas; también
el lugar de la poesía como medio de posicionarse en un vivir colombiano, de ahí
que canciones como “ Llamarada” de Jorge Villamil lograra poner a una ponente
en el cuestionamiento del olvido y la me-moría. ¿Por qué no cuestionar a Freud
desde la docta ignorancia? siendo
importante para algún ponente dirigirse a Don Freud preguntando por una
historia de vida con la que se refunfuña
y se intenta reconciliar. Desde Popayán
se esperó la palabra de ese germen ya incrustado allí llamado psicoanálisis,
siendo un caso sobre el duelo en transferencia lo que diera lugar a repensar
prácticas psicológicas.
Sólo una asociación libre tengo
en el momento: La ciencia es la psicótica que nos puso a hablar en aquel
encuentro con los significantes que gravitan entorno al discurso académico,
falto del significante nombre del padre, pero con una bocanada de palabras por
estructurar como suplencias a la falla que allí se instaló en la razón. Pero
además, percibí un intento porque esta suplencia sea obra y se convierta en ese
objeto de la psicosis elevado a la dignidad de la Cosa, por eso me parece importante destacar el campo de la
belleza y su otra cara la fealdad, mostrar aquellas marcas sobre el cuerpo que
producen otra consistencia imaginaria del sujeto en el tatuaje, o jugar con
Cervantes y la literatura para dar vida
a retazos que unidos como collage, producen otra obra de teatro que
quizá sea la búsqueda por la tragedia de la psicosis, así como Edipo fue para la neurosis.
Posiblemente estas ideas no tengan nada que ver
con lo que realmente cada ponente se planteó como objetivo de su ponencia, pero,
fueron los restos que quedaron en mí y
los intento atar como significantes en este escrito. Lo que intento es escuchar
a una pintura que va tomando la forma de una palabra por decir, de un
significante que haga función de corte entre el sujeto y el objeto. En ese
sentido escucho a los ponentes en calidad de sujetos, que se encuentran en un
encuentro (Tyche), y que en su núcleo tiene por una de sus caras el rostro de un cadáver; digo cadáver porque no
es la calavera de Holbein que Lacan rescata del cuadro Los Embajadores para dar lugar al objeto mirada lo que me evoca el
encuentro desde el psicoanálisis, sino algo con carne aún, en descomposición, que
en su gesto tiene una apuesta por devolver al sujeto lo que dice del crimen que
cometió sobre ese cuerpo, el suyo. La mortificación del significante en la
realidad colombiana continúa su curso, no sé si en espejo o en la sombra, pero
parece que aún damos pataditas de ahogado cuando se intenta poner en acto lo
que se piensa desde lo inconsciente, dependerá de cada uno quedarse con la
estructura ósea del cadáver que somos o con la nada que queda cuando el cuerpo
se hace polvo y revela su vacío. La
subversión del sujeto está pues pasando el espejo de Alicia, en un país lejos
de las maravillas, pero cerca de una sociedad enferma del supuesto saber.