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sábado, 21 de julio de 2018

LOS FALSOS POSITIVOS

Por: Jairo Báez

Los falsos positivos no son más que una consecuencia lógica de un perverso sistema de administración mal llamado moderno y efectivo; ese, que también es conocido popularmente como Administración por Objetivos. Este retorcido sistema que, en Colombia, si bien ha mostrado lo más horrendo y ominoso, al mostrar que cuando se trata de publicar objetivos cumplidos, la vida de un ser humano es lo de menos, no es extraño a ninguna de las prácticas más cotidianas en esta actualidad de la cual nos ufanamos de ser la más adelantada y moderna, producto único de una racionalidad intencional positiva. Este sistema, precisamente, es el que ha demostrado limpiamente que la realidad se puede falsear; que los datos (pruebas), pueden ser invenciones creadas artificialmente para probar una realidad que no existe en absoluto o hacer pasar por existente una realidad jamás experimentada.

Los falsos positivos no pueden señalarse solamente a una estrategia militar necesitada de logros para demostrar que la guerra se está ganando; donde aquellos civiles inocentes,  alejados de un conflicto, son vestidos con prendas militares y ataviados con armas que nunca usaron, son asesinados impunemente y así entregados ante los ojos, como bajas hechas al enemigo. No. Los falsos positivos son producto de una mentalidad desquiciada que puso el dato por encima del valor. Aquella racionalidad que se ufanó de que un dato ¨empírico” sería la forma diáfana como se le podría poner fin a toda especulación nada favorable a los intereses de un bienestar subjetivo y social: ponerle fin a la mentira. Poner la garantía en los sentidos ha sido su gran desacierto, pues intentando mostrar una cosa logró revelar otra totalmente diferente. Nada más frágil que la mirada, nada más fácil de engañar que el oído y, en extensión, nada más débil que todos aquellos sentidos que, nos enseñaron, captan una realidad externa, existente per se.  Cuando se puso con condición, la comprensión centrada en los sentidos (mal entendido empirismo), para el buen entendimiento, tal y como lo hace ese monstruo llamado Administración por Objetivos, la misma comprensión y el mismo entendimiento humano, fueron sacrificados.

Los falsos positivos están a la orden del día en toda nuestra realidad. Ese mal llamado empirismo nos ha enseñado que todo se puede falsear y cómo hacerlo pasar como una prueba innegable de que un hecho existió o existe. Desde el más ilustrado al menos letrado; y en cualquier campo de interacción social, se encontrarán fácilmente los lastres de dicha perversión. Contundentes pruebas que en absoluto, prueban lo que dicen probar. Las famosas evidencias son hoy una insolencia para el entendimiento humano; por supuesto, también perjuicio para el bienestar mismo del hombre y su sociedad. A un científico o un académico, le importa un rábano introducir información sobre hechos nunca existidos con el único ánimo de afectar la gráfica de una curva estadística de tal manera que vaya con sus propios intereses de logro; un político o administrador público cualquiera, muestra infinidad de formatos diligenciados con información ficticia haciéndolos pasar por prueba ineludible de hechos que nunca ocurrieron; un estudiante trae una tarea que nunca hizo, al profesor, y la hace pasar como suya;  un cualquiera, es capaz de afirmar en un juicio que vio u oyó cosas y palabras jamás vistas ni expresadas. Y a todo esto, se le tiene como pruebas incontrovertibles. Todo esto y sobre todo, para demostrarle al “Gerente” y los entes de control, que lo hecho fue una realidad innegable y por supuesto, que los objetivos se cumplieron.

Cuando el valor le dio el lugar al dato, la forma más infame para distorsionar toda realidad se hizo real. Si todo radica en demostrarle al otro y no a uno mismo que la realidad existe, infinidad de formas emergen para engañar al incauto y al mismo sistema. Se falsifican documentos, se entrega información falsa, se construyen seudo-hechos, se edita la información, se niega la información verídica, se dice lo que se quiere escuchar y no lo que se ha de escuchar, etc.  En síntesis, la información es ahora un relato ficticio de un hecho jamás existente, pero necesariamente justificado para poder responder al mandato feroz de un “Gerente” insaciable de hechos y poder pasar la censura de un ente de control incapaz de refrendar que ciertamente lo son. Hoy tenemos máquinas y procesos potentísimos para contar falsedades haciéndolas pasar por verdades (estadística); procesos para el procesamiento de información ficticia al que nadie dedica el más mínimo tiempo para verificar su autenticidad (evidencias empíricas). Nunca antes habíamos vivido una realidad tan artificiosa, y esto lo hemos logrado gracias a ese deseo terco y desatinado de querer lograrlo solamente a partir de los sentidos y negándole su lugar a quien realmente debería ser su rector: la razón y en entendimiento crítico.
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jueves, 12 de julio de 2018

A PROPÓSITO DE LA GUERRA, DEL FASCISMO Y DE LOS ETERNOS PROBLEMAS DE OCCIDENTE

Por: Jairo Báez




Que nos hemos perdido en las seguridades que nos brinda un mundo tangible mediante los sentidos y olvidamos que somos seres de lenguaje, es una proposición que invita de nuevo a la reflexión. Desechamos ese logo tan perfecto de ¨seres hablantes¨ que por antonomasia nos corresponde, para asumir ilusamente que existen seres iluminados que no hablan sino que logran captar la realidad y describirla mediante la creación de un lenguaje depurado, capaz de trasmitir las verdades reveladas. En esa ilusión se la ha pasado occidente, denigrando de la condición de hablante, que hace aparecer un mundo mediante actos de lenguaje, pero, que en nada asegura el absoluto acceso a una realidad por siempre revelada. Perdido en la búsqueda de verdades finales, el hombre de occidente perdió el camino que le brinda esa condición, para hacer mundos mucho más acordes con una convivencia y aceptación de la multiplicidad de realidades que permitan una existencia dispar pero respetable. Sin aceptar que su consabida perfección de compresión e intelección de la realidad es un ¨palabrerío¨ más, aquel que lo produce y aquellos que se acogen a él, se asumen los únicos portadores de la verdad y así, combatientes inmisericordes contra todos esos que den lugar y compartan otros ¨palabreríos¨. Precisamente, así es como en la historia del occidente se puede ver que el palabrero pagano es combatido por el palabrero religioso y este, a su vez, combatido por el palabrero filosófico y, este último, combatido por el palabrero científico; esto, sin mencionar, que a su interior, se puede comprender lo mismo: un palabrero religioso, combate otro y así en cualquiera de los campos mencionados.

En occidente, advenimos fascistas al mundo y la gran lucha, que ha de encarar cada ser hablante, es exactamente esta, dejar de imponer nuestros criterios a los demás hablantes y permitir que cada uno se autoimponga su criterio; ya con eso es suficiente. Si a cambio de querer imponer nuestros criterios al otro, - desvalorizando la necesidad de imponer los propios a nuestro sí mismo-, promulgamos por ser coherentes con lo que enunciamos, el problema de lo occidente sería otro; no sería ese mismo que ha ocupado su hacer durante tantos milenios. La hegemonía no se impone, la hegemonía debe emerger espontáneamente, si aquella, en alguna parte de lo real yace. Por eso se debe insistir, la lucha, la única lucha que se ha de encarar es contra el fascismo que quiere homologar a todo ser hablante bajo un mismo saber y una misma práctica.

Si los auto-denominados investigadores y los amantes de la verdad de occidente, confesaran que sus grandes aportes y descubrimientos se dan más en las relaciones que establecen entre ellos en los pasillos, las cafeterías, los bares y las camas y que más bien nada, en las aulas de clase, los laboratorios y en los refinados experimentos, tal vez, el avance hacia una depuración de tanta palabrería que llaman ciencia podría tener un mejor futuro. De igual manera, si confesáramos que es más el narcisismo y el amor propio lo que nos mueve hacia la gloría intelectual y para nada el deseo de un bien social o, mínimamente, el bien hacia otro que no sea el sí mismo, las relaciones entre esos sujetos hablantes serían más auténticas; por tanto, más productivas para el bienestar de cada uno.

Una posición ética es lo que se necesita; una posición que arrastre a otros seres hablantes a su cumplimiento. Pero no mediante la imposición violenta y grosera sino mediante la seducción propia de quien se convierte en objeto de deseo del otro. La posición ética, esa que conlleva imaginar y simbolizar un real imposible para desde allí actuar, es lo que debería preocupar y ocupar a occidente; la anexión de otros a esa posición, total o parcial, en poca o gran medida, no debe ser ningún motivo de intencionalidad intrusiva y policiva; el despertar el deseo en el otro, al hacer evidente la forma como ese ser hablante actúa, imagina y piensa, será lo mucho, lo poco o nada esperado. Con sostenerse en una dicha posición ética es más que suficiente para garantizar el lazo social.

jueves, 14 de junio de 2018

SOBRE CREADORES

Por: Rosendo Rodríguez Fernández

A propósito de la muerte de Daniel

Un viejo inventor, hizo el vacío, mucho antes de Boyle. El alfarero, según un brillante orador, creó el objeto que organiza la experiencia de llenar-vaciar. El cuenco, la jarra, aquello que de cualquier forma remite al agujero, es tomado por el verbo, y se tiene una teogonía.

Un tiempo de significar, de contemplar el vacío, de llenar la jarra, de vivir y de morir, como en el bello verso de la escritura antigua. Tiempo de nacer…

Es en la amistad en que hay encuentro, muchas veces no significado. A distancia de La Cosa, se hace el recorrido, y los objetos median esa… ¿Relación? Claro, los objetos se colocan allí. Elegantemente, el narrador habla de una elación del objeto a ese lugar.

Tal es el esquema más sencillo que puedo plantear de la espiritualidad lacaniana, con respecto al nacimiento y la muerte de Dios. Diré, una vez más, como lugar común, que, tomado de Freud, antes de Dios estuvo el padre. Elevado al lugar de La Cosa, el padre muerto se convierte en palabra, en significante que se llena de Ley, y se vacía con el goce.

Un amigo a veces es padre, hermano, compañero. Por esas cosas ya tantas veces dichas, de las metáforas y las metonimias, el vacío que deja luego de entrar, por vía de la muerte, al lugar de La Cosa, reaparece más real que nunca. Vive entonces, a pesar nuestro, causa otro goce, el de la despedida, el del adiós, el del panegírico, y quedamos entonces frente a ese cuenco vacío.

Están los otros amigos, que, con sus palabras, insinúan esta misma pequeña teogonía. Un momento para ser Dios, estar con Dios, y morir con Dios. Cronos, a propósito de dioses, es quizá el único que sobreviva a la lógica y las matemáticas. No es padre de nada, sino solo es tiempo que pasa, y esto es ya una metáfora.

El ánfora se rompe, por el influjo de sus propios componentes, que, en las reacciones químicas de su historia particular, tiene este desenlace. Una y otra vez lo que se hace cuerpo, envejece. No es tampoco que el tiempo haga envejecer el cuerpo. Es que eso toma tiempo, y el tiempo se vuelve objeto, y se eleva a ese lugar donde estaba el padre antaño.

Es mejor decirle a Tolkien, desde aquí, a su fantasma literario, que el padre no debe regresar. Colombia no deja ir a tanto padre bueno que hace cosas demoniacas. También a nuestro querido Piero que el viejo no puede perdonar al tiempo. Y a Cruise, que no hay tiempo del olvido. Es solamente memoria que nace y se va, como el jarrón del alfarero.

Por supuesto, Nietszche puede ser elevado al lugar de donde inexorablemente debía partir el feroz dios judeo-cristiano, pero es necesario aprender del ocaso de los ídolos. Así que adiós Federico, con tu dios muerto que te bendice en boca de ignorante.

Y adiós, querido amigo que no me puedes escuchar desde tu inexistencia real, que solamente escuchas mi dolor que acompaña una simbolización porque tu muerte me coloca cerca de La Cosa, el núcleo del goce real. No en vano los religiosos creen que estás gozando. Quien goza es el vivo que va camino del baile, mientras tu cadáver ya es huella.

Y, por si fuera poco, estas palabras se dirigen no a ti, fantasma querido, sino a mis amigos que a su vez así me consideran. Es su panegírico, y es el mío también.

Es una palabra de adiós que acompaña brevemente la efímera soledad, previa a la nada, que es la muerte. Es una lástima que no se le pueda realmente sonreir, señor Ridley Scott, ni se le pueda abrazar. Y en mi agnosticismo, reconozco que estas no son más que palabras que me vuelven a colocar a distancia conveniente de La Cosa, mientras mi cuerpo muere, lo que toma tiempo.