Por: Rosendo Rodríguez Fernández
A
propósito de la muerte de Daniel
Un viejo inventor, hizo el vacío, mucho antes
de Boyle. El alfarero, según un brillante orador, creó el objeto que organiza
la experiencia de llenar-vaciar. El cuenco, la jarra, aquello que de cualquier
forma remite al agujero, es tomado por el verbo, y se tiene una teogonía.
Un tiempo de significar, de contemplar el
vacío, de llenar la jarra, de vivir y de morir, como en el bello verso de la
escritura antigua. Tiempo de nacer…
Es en la amistad en que hay encuentro, muchas
veces no significado. A distancia de La Cosa, se hace el recorrido, y los
objetos median esa… ¿Relación? Claro, los objetos se colocan allí.
Elegantemente, el narrador habla de una elación del objeto a ese lugar.
Tal es el esquema
más sencillo que puedo plantear de la espiritualidad lacaniana, con respecto al
nacimiento y la muerte de Dios. Diré, una vez más, como lugar común, que,
tomado de Freud, antes de Dios estuvo el padre. Elevado al lugar de La Cosa, el
padre muerto se convierte en palabra, en significante que se llena de Ley, y se
vacía con el goce.
Un amigo a veces es
padre, hermano, compañero. Por esas cosas ya tantas veces dichas, de las
metáforas y las metonimias, el vacío que deja luego de entrar, por vía de la
muerte, al lugar de La Cosa, reaparece más real que nunca. Vive entonces, a
pesar nuestro, causa otro goce, el de la despedida, el del adiós, el del
panegírico, y quedamos entonces frente a ese cuenco vacío.
Están los otros
amigos, que, con sus palabras, insinúan esta misma pequeña teogonía. Un momento
para ser Dios, estar con Dios, y morir con Dios. Cronos, a propósito de dioses,
es quizá el único que sobreviva a la lógica y las matemáticas. No es padre de
nada, sino solo es tiempo que pasa, y esto es ya una metáfora.
El ánfora se rompe,
por el influjo de sus propios componentes, que, en las reacciones químicas de
su historia particular, tiene este desenlace. Una y otra vez lo que se hace
cuerpo, envejece. No es tampoco que el tiempo haga envejecer el cuerpo. Es que
eso toma tiempo, y el tiempo se vuelve objeto, y se eleva a ese lugar donde
estaba el padre antaño.
Es mejor decirle a
Tolkien, desde aquí, a su fantasma literario, que el padre no debe regresar.
Colombia no deja ir a tanto padre bueno que hace cosas demoniacas. También a
nuestro querido Piero que el viejo no puede perdonar al tiempo. Y a Cruise, que
no hay tiempo del olvido. Es solamente memoria que nace y se va, como el jarrón
del alfarero.
Por supuesto,
Nietszche puede ser elevado al lugar de donde inexorablemente debía partir el
feroz dios judeo-cristiano, pero es necesario aprender del ocaso de los ídolos.
Así que adiós Federico, con tu dios muerto que te bendice en boca de ignorante.
Y adiós, querido
amigo que no me puedes escuchar desde tu inexistencia real, que solamente
escuchas mi dolor que acompaña una simbolización porque tu muerte me coloca
cerca de La Cosa, el núcleo del goce real. No en vano los religiosos creen que
estás gozando. Quien goza es el vivo que va camino del baile, mientras tu
cadáver ya es huella.
Y, por si fuera
poco, estas palabras se dirigen no a ti, fantasma querido, sino a mis amigos
que a su vez así me consideran. Es su panegírico, y es el mío también.
Es una palabra de adiós que acompaña brevemente la
efímera soledad, previa a la nada, que es la muerte. Es una lástima que no se
le pueda realmente sonreir, señor Ridley Scott, ni se le pueda abrazar. Y en mi
agnosticismo, reconozco que estas no son más que palabras que me vuelven a
colocar a distancia conveniente de La Cosa, mientras mi cuerpo muere, lo que
toma tiempo.
Gracias Rosendo amigo.Abrazos.
ResponderEliminarTus palabras me son gratas. Un abrazo en la memoria del querido amigo y de tu esposo.
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