El Cuarto Encuentro
Rosendo Rodríguez Fernández
No me canso de andar por tus
collados,
De recorrer tu cuerpo y tus
colinas,
De sembrar en tu tierra
desgarrada
Por mi pecho de espadas y de
espinas.
Carlos Castro
Saavedra, Esposa Patria.
Semilleros de Psicoanálisis, vienen resultando
significantes que han ameritado unas palabras de Jairo Báez, al cierre –que es
un modo de decir, pues se trata de otra apertura- del Cuarto Encuentro de
Semilleros de Psicoanálisis, realizado en Bucaramanga a mediados de un Octubre
muy lluvioso.
Más allá de los obligados agradecimientos a la
UNAB, que en cabeza de Margarita y Compañía, organizó el evento, y a los
directivos que lo hicieron posible, quedan planteadas algunas cuestiones que me
precio de considerar sintomáticamente, tratándose aquí del espíritu del psicoanálisis, el cual ha de vagar por los pasillos de
las instituciones, gracias a una cierta torpeza que al marginarlo, le confiere
toda su vitalidad.
Escribamos pues, del espíritu del psicoanálisis.
Apareció en el IV Encuentro más como operación ideológica que como operación
analítica. Sin nombres, sin Santos, pero lleno de Milagros, el Encuentro fue
dominado por la palabra de los Paterfamilias.
En su extensión, las Semillas aparecieron más bien como muy desarrollados y añosos
vegetales, cuyos planteamientos jalonaron, de modo inquietante, las
conclusiones del Encuentro. A saber, mucho profesor, con mucha autoridad, con
mucho peso de sus palabras avaladas en la tradición analítica (y
psicoanalítica, pues distinciones de este talante se hicieron), y mucho
estudiante cuya voz cayó bajo la sombra de los grandes árboles que aquí
florecieron y esparcieron sus semillas.
Un goce,
pues. Aporéticamente, goces de Amos,
más entrados que de costumbre en la lógica del fantasma, de la que se precia de
hablar el Psicoanálisis. Quien
escribe, en efecto, estuvo bajo el empuje del goce, acusando los efectos de ese
goce del otro que toma el psicoanálisis en tanto que cuerpo teórico para gozar más. La inquietante temática
de las relaciones entre el psicoanálisis y la psicología, la transmisión de
estos saberes, su status de saber y ciencia, los enfoques metodológicos, y los
problemas de las sociedades que requieren de formas del gran Otro,
especialmente ahora, dejaron ver el síntoma del IV Encuentro.
Y es Báez una vez más el que toma el lugar del
analista, al finalizar el concierto de los Amos,
sostenidos en su lugar por los Esclavos.
Una parodia, la del esquema planteado. La metodología, es un síntoma, y como
tal, síntoma de nombrados, autorizados
psicoanalistas. En cierto sentido, llegar a plantear el psicoanálisis como
una hermenéutica, tiene el altísimo costo de colocarlo en el lugar de la
Verdad, como significante Amo que capitonea todo el Saber que sin más, es la Interpretación. Pues si el psicoanálisis
es una hermenéutica, una sabiduría capitoneada en la Verdad, no queda más que
adorar al Gran Dios Freud, el Espíritu Santo Lacan, y los Dioses Menores,
Klein, Adler, Bion, etc.
Toda una jerarquía eclesiástica se revela, a
partir de esta asunción que hace caber al psicoanálisis en los modelos de
ciencia cualitativa, y lo alinea sin mayores problemas con el construccionismo
y la Dialéctica de la Ilustración. Habrá que advertir que no basta con que el
psicoanálisis entre en el territorio del lenguaje, para convertirlo en una
versión refinada del construccionismo
o del cualitativismo. Si entra a ocupar ese lugar poco digno, al estilo del
psicoanálisis de Kris, Hartmann, y Loewenstein, aquellos amantes de la
autoridad de la Ciencia, prefiero dejar mi lugar a otro con preferencias
obispales.
Con esto, no confundir la autoridad de la Ciencia
con la ética que hace que la ciencia sea una forma de investigación, que
históricamente al ser reducida a un método, pierde completamente su espíritu y
muere a manos del capitalismo y el consumismo. El paso de la modernidad a la
posmodernidad, cuya causa ha matado a Dios, a la Ciencia, y al Humano, deja
soluciones fantasmáticas tan fallidas como la inscripción del psicoanálisis
lacaniano en la Derecha Radical que se precia de ser Democracia (Liberal)
enmascarada de cualitativismo construccionista, paradigma que aspira al status
científico y en último término, corre el riesgo de doblar la cerviz ante los
dogmas de Popper o cualquier otro espíritu caído al lado de la relación entre
el Amo y el Esclavo.
El planteamiento de la Verdad como noción
estadística, adorado sin más por los demócratas liberales entre los que coloco
a los científicos cualitativistas y a los cuantitativistas, quizá de modo
atrevido, pero sin dudar que existen verdaderos
espíritus científicos, entre los cuales habrá que situar a aquel que
renuncia a ser el Amo, es decir, a
ser El Esclavo que dialécticamente
llega a esa posición de autoridad a través de un largo aprendizaje del Control –que
va del Autocontrol al Control Social- con
el fin de operarlo como única salida
a las relaciones interpersonales, ese planteamiento democrático de la Verdad,
desemboca en una aporía. ¿No es el extremista, precisamente aquél que denuncia
a quien se asume como radical, como extremista? Es decir, al denunciar al que
se sale de la media, aquél que se
considera no vicioso por no asumir una
verdad, no nos encontramos con quien tiene las manos limpias de sangre,
pero bendice al final el acto del verdugo que elimina al molesto
anti-demócrata?
Centrado en la entronización de la comprensión, que apuntala prácticas como
la inclusión social, el Encuentro
vino a sustentar, no sin finas texturas, las justificaciones que no admiten
críticas al perfecto sistema democrático, socialista-capitalista, que siempre requiere un líder para su decantación en un saber
hegemónico. Una práctica antigua, que al final Jairo Báez viene a señalar, que
dejo subrayada aquí: todo Encuentro termina en unas conclusiones que por lo
general desembocan en elogios mutuos,
Club al cual, en Bucaramanga 2011, sospechosamente fuimos convocados como maestros. Conferencias centrales, que
develan una estructura de poder, apuntalada en el Saber, contrastaron con Mesas de Trabajo, donde los proletarios de la Verdad vieron en algunos casos (por lo
general en lo que respecta a los Maestros
o Profesores) a quienes hicieron oír sus voces, y en otros a quienes
trajeron voces adormecidas por el temor y el anonimato. ¿No hay allí un
lenguaje de la Verdad, más poderosa por su imposición imaginaria que por su
devenir simbólico en una lucha de Amos?
Puede de inmediato, acusárseme de reducir el
Encuentro a su Metodología. Sin embargo, las conferencias centrales versaron
sobre la metodología, la cual, de paso, distinguió la práctica del
psicoanálisis de su teoría, estableciendo una distancia, un abismo, entre el
concepto y su decantación en una ética. Tal justificación pone a un lado la
teoría, como un bloque de conocimiento verdadero,
inmóvil o inamovible, intocable como S2, Saber Absoluto sostenido en
significantes Amo como Freud, Descartes, Klein, y un sintomático Lacan un tanto
ausente. La palabra peligrosa, prohibida, es aquella que emerge denunciada como
antidemocrática: subversión. Una
inclinación de la cerviz ante el gran Otro, constituyó el tono dominante de la
metodología del Cuarto Encuentro.
Tal vez, un Encuentro fallido, en un cierto
sentido. Allí se anunció la muerte del psicoanálisis en la Universidad. Se dejó
implícito el mensaje de que el psicoanálisis se puede aprender en Congresos, y que la omnipotente psicología requiere
otros alimentos, mucho más nutritivos, que un saber cuyo discurso se ubica en el reverso del discurso del Amo. También
se planteó que viviría en los baños y las paredes. Y puede ser que el psicoanálisis
no tenga más destino que ser marginal,
y en su marginación, ser subversivo. Su
subversión estriba, lacanianamente, en mi versión,
es decir, como Reverso del Discurso del
Amo, el Acto Analítico implica
una movilización del sujeto del lugar del Amo,
al lugar del Analista. Esta operación
ciertamente, no se basa en la ignorancia.
Rescatando las palabras que, desde el lugar del Amo, pronunciaba un autorizado psicoanalista, esta operación
analítica requiere de un socrático docto ignorante, que olvida que sabe para
poder dar lugar al saber del otro.
Esto difiere de dar, una y otra vez, lugar al saber del gran Otro, práctica
recurrente en este Encuentro, con apuntalamientos en esa diferenciación
metodológica que reclamaba el trono, destituyendo a la teoría.
Demócratas, al fin y al cabo, se plantearon
remedios dialécticos: diferenciado método y teoría no queda más que
reconciliarlos, sospechosamente contrarios sin unidad. Omnipotencia del
discurso, que podría decirse, Omnipotencia
de las Ideas, antes que reconocer lo real en los efectos del discurso, se
plantea contra Feyerabend que su concepción anti-metodológica, fuertemente
apuntalada en último término en los efectos de la asunción de la ciencia como método, es Metodológica. El anti-método como un método más. Poner a Feyerabend
a hacer fila con los científicos, más que denunciar su ignorancia crasa, es
negar los efectos del discurso. Es tratar de incluirlo todo en las omnipotentes
apuestas –sobre seguro- democráticas. No falta pues, entonces, quien incluya a
Nietzsche o a Bataille entre los demócratas liberales más insignes, es decir,
entre quienes sostienen en último término al gran Otro en su lugar, en sus
diferentes versiones. Implica reificar una vez más el lugar del Amo, al cual no
le queda más que ser reconocido no por otros Amos, como es su deseo, sino
hegelianamente, ser un decadente Amo que se apuntala en la cerviz inclinada del
Esclavo, que lo sostiene en su temor a la muerte.
Así, se defiende la existencia de Dios, o de la
Ciencia, y se entronizan una vez más, los jerarcas eclesiales, que Saben lo que dicen, y quizá también, de
un modo que podría decirse perverso, sabe
lo que hacen. Si se dijera que no saben,
pues estaría yo insultando su inteligencia. Báez, a quien deseo ubicar en el
lugar del Analista, se vé avocado a rescatar el espíritu del Psicoanálisis. Si bien hay gratitud, por la amabilidad
y deferencia que recibimos de las personas que atendieron nuestra visita, es
preciso señalar el Sacrificio del
Psicoanálisis en la Universidad, no solamente por la pretensión de eliminarlo
de un plan de estudios, lo cual es de esperar, sino de su sacrificio en el seno
del Semillero de Psicoanálisis.
Habría que decir que somos las semillas,
seamos docentes o estudiantes. Una vez más, señalo aquí lo que decía Báez en
otro contexto: soy estudiante, así el
rol que tenga en la Universidad sea el de Profesor.
La experiencia, grata, dicho sea de paso, de Bucaramanga, es la de una
cierta realidad que nos envuelve como semilleros: escuchamos al gran Otro, pero
no al otro, el cual tiene sus investiduras imaginarias, de profesor o
estudiante.
El lustre nos persigue, como la autoridad
alcanzada a partir de la Sabiduría. Resistirse al peligro del desprecio, está también en este
señalamiento. No creo que se trate de eliminar al profesor, pero sí de volverle
a encargar la articulación entre teoría y práctica, si las llega a dividir, con
la ética. Pasar a ser un analizante,
productor de discurso, y llegar a autorizarse a decir, con la potencia
aristotélica de sus palabras desplegadas, tomando el riesgo de defenderlas en
una lucha de conciencias, es un desafío de los encuentros de semilleros. Si
vamos a hablar desde el lugar del Amo, con un poderoso falo, S2, discurso
esgrimido bajo la égida de la Verdad, no temamos entonces enfrentar a un
Analista, en el reverso de esta práctica. En la metodología, evitar caer en el Discurso del Amo, diferenciando entre el
Saber Ilustrado que hay que leer en
idioma original para evitar los errores de traducción, que pervierten el Dogma,
y el Saber Proletario, saber de
segunda, saber de estudiante, que balbucea donde los grandes profesores
dogmatizan.
Báez señaló, al final, el problema de las recetas.
Creo que lo pensé o lo dije: no por ser Discurso de la Ciencia, se está libre
de antemano de ser Discurso del Amo, o Recetario de Investigación. En contra de
cualquier cosa que se precie a sí misma de ser, es decir, en el Reverso del
Discurso del Amo, está ese molesto discurso del Analista. Cobardemente, los
profesores, aparte de asumirnos como sabios, montamos escenarios a través de
serviles estudiantes, para pronunciar nuestros discursos que son del Gran Otro.
El señalamiento de Báez para los estudiantes fue éste: No se lo dejen quitar. No se trata simplemente de la Castración mental a la que se encuentran
sometidos quienes se creen estudiantes y profesores, divididos por estos
emblemas del Otro, se trata de plantear la lucha
de conciencias con valentía: les pido que renunciemos a nuestros emblemas,
para poder escuchar. De un par a
otro, de un otro al otro, miremos en qué se sostienen nuestros discursos. No
entremos de antemano ganando o perdiendo. Tengamos la valentía de ser
analizantes, y a la vez, como analistas, ver nuestras propias entronizaciones,
nuestros fantasmas que se fundan en la relación pasiva ante el Padre.
Regresar a la paridad no es homogeneizarnos en la
igualdad. Si llenamos el vacío con algo, ¿No debería estar esto referido al
propio ser? Después de todo, a mí qué me importa el psicoanálisis. Me importa
un vacío, y esta es la diferencia con las ilusiones que me importa la ciencia
apuntalada en el comercio. Si alguien busca la felicidad, dudosamente está en
estos caminos, y si la encuentra y está lo suficientemente loco como para
tratar de compartirla o imponerla,
pues que lo haga. Más allá de estos goces que se mercadearon en el Encuentro,
diría yo que los frutos están una vez más por cosecharse, pues después de todo
los Amos, con su Verdad, enseñan. Los esclavos, a su modo, resisten. Tendrán
que soportar el nuevo orden existente. No por llamarse psicoanalista, se es
algo así. Tampoco yo pretendo hacerlo, en inmodestia o en falsa modestia. Lo
dejo como un desafío para cada cual. De acuerdo con Lacan, una vez asumida una postura, queda la impostura que envuelve lo real de tal asunción. Habrá semblante. No
queda más que fingir inocencia o responsabilidad, o terminar en una asunción frente al mismo.
Para los participantes, como Amos o Esclavos,
queda como costumbre algo que enseñaron los Maestros: una cortesía al escuchar
al otro. Desde aquí, una cortesía para quienes compartieron su trabajo, el cual
es muy digno del respeto y la consideración. Las preguntas que quedaron sin
duda estimulan la semilla a su despliegue en las realidades por venir. Tuvimos
una responsabilidad política en los Laboratorios Sociales. Si repetimos una vez
más el esquema del Amo y el Esclavo, nunca nos podremos librar de nuestros
goces. Termino volviendo a Báez, y su metodología, que es la del Semillero
Psicosis y Psicoanálisis: trabajar desde
el propio deseo. No pretendo pues, adoctrinar, sino participar en un
espacio destinado al despliegue de las potencias de las semillas, entre las
cuales me cuento. No nos reunimos allí a hacer hermenéutica de los textos del
psicoanálisis: vivimos nuestro trabajo de analizantes. Por ello, aunque
reconocemos en Lacan un significante Amo, por lo mismo nos resistimos a
adorarlo. Al plantear Laboratorios Sociales, preferimos hablar entre pares, y
nuestra diferencia se esgrime en la palabra. Por ello, no decimos que somos
científicos cualitativistas, y nos distanciamos de allí, si bien por supuesto,
no desestimamos a quien se precie de serlo, siempre que no diga que el
psicoanálisis, por lo menos el nuestro, es una hermenéutica.
No deseo comprender,
ni ser comprendido, pues cuando el saber desemboca en la personalidad, la
infla, y nos hace creer que somos más grandes por comprensivos. Mi deseo
finalmente, versa sobre lo imposible y omnipotente de tal posición hermenéutica
que se funda en la comunicación. La ilusión democrática también se apuntala en
la comprensión. El abismo entre los sujetos, estriba en esa comprensión y las
demandas que genera, pues en últimas versa en un ideal imposible por
superyoico, y es, después de todo, pretender que el Esclavo tome plenamente su
lugar.
A cambio, como un villano que sabe lo que hace,
perversamente y siniestramente, propongo Analizar.
Termino diciendo que tenemos el derecho de partir de no creer, pues eso nos hace un poco menos cretinos que los demás, y no nos entroniza en la imagen de buenos
demócratas, sabios que comprenden la inocencia y la maldad de los corazones de
los que se salen de la media estadística.
Bogotá, Octubre de 2011.