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sábado, 27 de noviembre de 2010

LA BUROCRATIZACION DEL PROFESOR UNIVERSITARIO

LA BUROCRATIZACION DEL PROFESOR UNIVERSITARIO

WALTER PRAXEDES



En una carta al profesor Fernando de Azevedo, de 13 de noviembre de 1935, el sociólogo Gilberto Freyre confiesa a un amigo que jamás asumiría "deberes definitivos de profesor", y se explica: "Tengo miedo de burocratizarme - y la burocracia pedagógica es la más esterilizante”.

Cualquier profesor universitario sabe que sus obligaciones rutinarias no le dejan mucho tiempo para realizar su proyecto de vida como alguien que labora en búsqueda del conocimiento para mejorar la acción educativa.

Miembro de comisiones administrativas, autor de numerosos e inútiles informes y participante de reuniones sin fin, el profesor universitario tiene su tiempo de investigación y de enseñanza robado. Además, si le sumamos a esto el tiempo dedicado a la búsqueda de alianzas políticas en defensa o ataque feroz y competitivo, encontraremos un pseudo-profesor que investiga precariamente, y precariamente escribe y enseña.

Como advirtió en los años setenta Florestán Fernandes, el profesor universitario está en peligro de dejar de ser un investigador, un científico, para convertirse en un mero funcionario que cumple a medias los horarios y firma las asistencias, dejando bajo la alfombra del cumplimiento estricto de las normas, su cobardía, mediocridad y falta de creatividad.

Ahogado por la burocracia y corrompido por la competencia por cargos y prestigio institucional, el profesor universitario queda convertido en un repetidor mecánico – si al caso -  de aquellos pensadores que han conseguido que sus proyectos de vida sean lo contrario de lo que el profesor burocratizado hace del suyo.

La sentencia para esta decadencia ya fue proclamada por Hegel:
 "El espíritu se muestra tan pobre que, así como el peregrino que anda perdido en las arenas del desierto se conformaría con un simple sorbo de agua, así también el espíritu sólo parece aspirar a refrescarse y aliviarse con ese somero y paupérrimo sentimiento de lo divino en general. Y, precisamente por aquello con lo que el espíritu se conforma, puede medirse la magnitud de su pérdida.

La competencia meritocrática en la vida universitaria, incluso puede producir genios, pero todos sabemos cómo produce, además, neuróticos y esquizofrénicos. Estas obsesiones se convierten fácilmente en introversión narcisista. El temor a la audacia en la búsqueda de lo nuevo nos hace cada vez más conformistas.

Creo que tenemos que pensar en nuevas posibilidades de la re-educación de aquellos que tienen como misión la educación de nuevas generaciones. He estado tratando de imaginar alternativas que apunten en dirección de nuestra re-educación. Todavía no he llegado a ninguna conclusión que se pueda presentar para el debate, pero no tengo ninguna duda de que la responsabilidad por la pasividad, la evasión o el oportunismo y la falta de compromiso con el conocimiento por parte de muchos de nuestros estudiantes se puede atribuir a los ejemplos que les presentamos.

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