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viernes, 12 de julio de 2013

DE LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO O DE LA CÁTEDRA DEL DR. EDUARDO UMAÑA LUNA

Jairo Báez
Especialización en Instituciones Jurídico Familiares
Universidad Nacional
1999



Entender la importancia de la génesis y construcción del conocimiento, es algo que no está muy “de moda” en la universidad colombiana. Envolviendo como tal, las diferentes instituciones de carácter público y privado que imparten saber a nivel superior. Al seno de la población colombiana se ha introyectado el viejo axioma que en país de ciegos el tuerto es rey. En esta medida lo importante no es llegar al fondo del asunto, sino apropiarse de lo indispensable para “descrestar” incautos y lograr la fuente de recursos económicos que permitan vivir “dignamente”. Hoy difícilmente se encuentra en el profesional esa angustia por entender de donde surge la ciencia, el saber; el para qué, el porqué y el cómo se llega a desentrañar los secretos; estos son oficios para otros, para los intelectuales alejados de la realidad y ajenos a nuestro tercermundista país. Los profesionales colombianos sólo queremos un título más, para ascender en la escala salarial de cualquier entidad, evitando las preocupaciones que podrían acarrearnos, en cualquier momento, la profundización en la epistemología.

En este ambiente me encuentro con un hombre, de pelo cano y andar pausado, profesor por más de cincuenta años, empecinado en mostrar, a sus estudiantes, que existe un mundo más allá de sus propias narices. Ese mundo que él quiere legarnos, cuando sus fuerzas lo obliguen a entrar en la cordura, como buen quijote, para morir en paz. Y es que para ser sabio, honesto y comprometido con una causa llamada Colombia, necesariamente debe uno estar loco.

Ese mundo que quiere dejar a sus estudiantes se llama Colombia, país incrustado entre dos mares, allí donde se quiere desgarrar el continente en dos polos “malditos”: el norte y el sur. Ese mundo codiciado por muchas potencias primermundistas, que se han dado cuenta que el paraíso bíblico verdaderamente existe; que tiene todo lo que podría hacer feliz a un hombre, a una sociedad, ese paraíso se llama Colombia.  

Pero ese mundo adolece de muchos males, cuyos síntomas se evidencian en la sociedad que la habita. Esa sociedad acéfala, esa sociedad psicótica, esa sociedad sangrante y explosiva, es la que ha mantenido con vida a un roble, profesor de mil batallas, que se niega a morir mientras no vea que va por los caminos de encontrar su norte. Curiosamente, antes lo que se perdía era el oriente; pero, debe ser por la correlación con la prosperidad económica, que ahora lo que se pierde es el norte.

En esa empresa titánica, me siento ante un hombre para que me mueva en los cimientos y me muestre que la familia no es un puñado de leyes, emanadas de un rey, a lo  Saint-Exupéry, para que se cumplan. Si no entendemos la importancia de la epistemología en torno a la familia, difícilmente podremos ser facilitadores profesionales del cambio que se debe operar a su interior. Tal como lo planteó, en muchas ocasiones, la familia es una multitud de variables que deben ser analizadas, con mano de buen cirujano, sin perder nunca la objetividad y la eticidad. 

Nadie más que nosotros mismos, colombianos, seremos culpables de nuestras dichas o desdichas. Nadie va a preocuparse por la suerte de la familia colombiana lejos de nuestros linderos; y cuidado, cuando alguien, extraño a nosotros, se preocupe, no perdamos de vista sus intereses pues muchas veces  pueda que no sean los favorables para el Estado y la sociedad nacional.

La simplicidad tal vez sea lo más complejo que existe, de otra manera no se podría entender la amplitud mental necesaria para poder estudiar el fenómeno de la familia. Con la gravedad del ilustrado, este hombre cita a un godo recalcitrante, un cachiporro a ultranza, un marxista consumado, un maoísta empedernido, para señalar que la política es un factor determinante de la ciencia. La ciencia no es un dogma, se le escuchó varias veces decir. Las cosas son y como tal debemos buscar la forma de aliarnos a ellas, y qué mejor forma que conociéndolas; y conocer implica dejar la creencia de la estabilidad, el anquilosamiento y lo finito; mientras se le da cabida al cambio, el dinamismo, lo infinito. La familia no se aprehende, la familia se sigue en su proceso histórico. Proceso que va unido a otros cambios que la fundamentan, como la economía, la política, la religión y la misma ciencia, la tecnología.

Cómo no voy a estar orgulloso de haber sido alumno de Eduardo Umaña Luna, cuando se ha preocupado de bajar un discurso universal (Epistemología) a un Estado y fenómeno particular (Colombia y Familia); y no contento con esto le da un papel protagónico a cada uno de quien lo escucha en el devenir de la historia. Sea tan grande como la universal o tan chica como la de su propia familia.


!!Gracias Maestro!!

lunes, 27 de agosto de 2012

¿El PSICÓTICO ESTÁ DESLIGADO DE UNA UNIÓN SOCIAL?


Por: Reinel Molina

La familia, como conformación del sujeto próximo, que se desempeña en lazos sociales en las manifestaciones de los pasos incesantes de los provenientes, mañanas y ayeres, en costumbres enmarañadas en los pronunciamientos aceptados en la sociedad. El lazo familiar como primer lazos social, relevante en la vida del sujeto.

Esta primera parte de la vida de un próximo individuo, donde definirá su personalidad, dependiendo en la manera en que se encuentre en el complejo de Edipo, y “fuera del psicoanálisis es mucho más puntual el llamado de ubicar  la relación familiar como el lugar para construir y redimir al sujeto” (Báez, 2009).

De cierta manera a la concepción de familia, entraría a pensarse como, una institucionalidad; con un régimen al cual impera en seguir, con un orden moralista y un sujeto que se ve en ella; entrando en un paralelo, un padre censurador, una madre con la cual nos vinculamos y un sujeto que se reprime para estructurarse; “no obstante, la familia es imaginada y simbolizada como corresponde a toda formación de compromiso” (Báez, 2009), Al vincular ciertos aspectos, estos emergen provenientes del sentido de goce, que se fragmenta con la concepción de placer, como dicotomía de goce frente a lo real y placentero guiado entre lo simbólico e imaginario.

Dado el significado, que se le pueda atribuir a la idea de familia, el sujeto se verá posibilitado de responsabilizarse al asumir el goce en estadio real, sin embargo hay cierto tipos de sujetos que no entran dentro de la premisa, “al psicótico se le ha declarado imposibilitado para hacer síntoma en lo familiar” (Báez, 2009). Dado que el síntoma solo puede darse bajo la condición de dar criterio al  significado de familia.

Por ello, ante la imposibilidad de abarcarse en la concepción de familia, el psicótico quedaría fuera de la posibilidad de la vinculación con el otro. 

Pero “ante la sorpresa que ocasiona el hallarse escuchado, ante la incredulidad de un delirio que ni el mismo psicótico cree enteramente cierto, emerge la condición primera para propender un modulación del sentido, una opción para el goce se ancle a un significado que pueda ser el comienzo del lazo social. (Báez, 2009)

Ante esto existe la posibilitad de caer alienados, ante el discurso  psicótico,  peligrosamente en contra transferencia y terminar ante los delirios del psicótico. Jairo Báez, citando a Lacan, argumenta que más bien se trata de arriesgar hacia la creación de un borde. Siendo así el lenguaje una herramienta que posibilita el tratamiento de la psicosis.

Ahora reflexionemos sobre el drogodependiente. Frente al conocimiento del que podamos catalogar como normal, aquel que ha dado criterio a la familia, y aun así estar en un estado transitorio de psicosis, al ser consumidor o consumidores de algún tipo de droga, claro está que el drogodependiente va a defender su condición, y además va a eludir la afirmación acerca de su adicción, en términos más precisos va  a defender su síntoma ya que encuentra goce en él.

De cierta manera, la catadura que queda a la revelación es  que el drogadicto, en su efímero episodio psicótico, va quedar fijado frente a la sensación producida. De cierta manera  el psicótico va a fijarse a su síntoma, aunque “no es que el psicótico ame su síntoma como a su propia vida, lo que sucede es que ama su síntoma porque el síntoma es su propia vida” (Báez, 2010), cabe la posibilidad de la paradoja  planteada por Freud, el síntoma es la cura y al mismo tiempo es la enfermedad; como para el consumidor de cualquier sustancia que altere su percepción, la droga va a ser su dicha y de manera reciproca su desdicha; o en palabras de Nietzsche en así hablo zaratustra “que sabe de amor quién no ha tenido que despreciar precisamente lo que amaba”.

En conclusión, al reafirmar en decir que la institución que vinculará al sujeto en la cultura es la familia, como idea estructuradora del individuo y moldeador del sujeto; frente a este planteamiento, el psicótico no hace meritos de dar significado a la concepción de familia, pero aun así por medio de escucharlo se puede entrar en acercamiento para iniciar un lazo social; sin embargo, cabe el riesgo de caer en los delirios alienantes del psicótica, involucrándonos en peligro inminente.

También es posible concluir que el drogadicto al encontrar goce en su objeto, en este caso la droga en sí, va a estar en estado transitorio de psicosis y por ende al estar atrapado en tal condición se ha maldecido pero de igual forma él se siente recompensado.

Referencias

Báez, J. Fernández, R. Jaimes, C. Rozo, J. Forero, J. Rincón, J & Jiménez, A. Psicosis y psicoanálisis, psicosis y cotidianidad “la tragedia de un lazo social”, Bogotá, Fundación universitaria los libertadores.

Báez, J. Fernández, R. Jaimes, C. Rozo, J. Forero, J. Rincón, J & Jiménez, A. Psicosis y psicoanálisis, la psicosis denuncia la debilidad de los normales, Bogotá, Fundación universitaria los libertadores.

Nietzsche, F. Así hablo Zaratustra, Bogotá 1992, editorial oveja negra.