Por: David Parada
A lo lejos se venía escuchando un
retumbar que antes de ser melodía mi cuerpo lo percibía como una ola del mar a
contracorriente, entre más me acercaba a aquella muchedumbre, más clara se
hacía.
Gloria Trevi. Una voz que
identifica una actitud LGBTI, mientras la canción decía: “Y yo la paso bailando, cantando amando mi libertad ya sin ti”, varios
eran los que se aglomeraban alrededor de la canción para ofrecer su tributo al
conmemorativo día. Cada uno con su particular forma de vestir, siempre creyendo
en todos los casos ser quien tiene el mejor traje o pavoneo. Miradas se cruzan,
cuando el pavoneo tiene éxito dos de
estos personajes LGBTI se acercan y deciden compartir el festejo. Entre gritos,
cantos y voces susurradas de matices LGBTI todos se van expresando y va
emergiendo el alma de la masa.
Mientras se va caminando en un atardecer
acompañado por nubes y el intermitente sol, aparecen en escena lenguajes
corporales que fragmentan los espacios cargados de monotonía y cotidianidad. El
constante participante de esa masa de carne llamada cuerpo es la voz, con ella
jocosamente se reclaman derechos, deberes no, pues el cuerpo reclama placer,
goce, exceso, ya aquello normativo y de mantener cabales sociales está agotado.
Siempre hay un dejo de queja en toda consigna.
Mientras la voz cumple su función
de reclamo, algunos brazos alzan extensiones ornamentales del cuerpo a manera
de falos que auxilian la voz, y aquí la letra hace su presencia, intentando dar
un orden con frases, paradojas y material escrito en pancartas. Otros usan sus brazos para abrazar, consentir,
golpear, manosear, saludar, ocupándolos en una acción con la cual sentirse
parte del acogimiento de este espíritu LGBTI.
Las piernas y los pies, siguen su
ruta ya escrita en redes sociales, en el voz a voz y en el ritual anual ya
inscrito en el entusiasmo de sus participantes,
van caminando hacia el altar sacrificial, donde la discriminación será
sacrificada al Tótem diversidad. Quizás sea ese el motivo de caminar, consumar
el ritual.
¡Que no se crea que fue lo externo
lo único que trabajó en este festejo, no!
Hígado, tripas y corazón también hicieron su presencia allí. Cómo se dice
que el único lazo social posible en la
actualidad es el capitalista, el estómago lo recordó al pedirle al homúnculo
una mazorca o un chorizo, o una arepa, o un chorizo con arepa por esto de lo diverso en las metonimias de
la genitalidad. Así se sacio el hambre de muchos estómagos, y se permitió al
corazón palpitar en las fluctuaciones del barullo de las masas.
Finalmente, como único producto
de este cuerpo que se enfrentó en esta marcha a su alegría, tristeza, odio y a
su deseo, quedaron la orina y las heces, elementos que al igual que los genitales,
tuvieron un valor metonímico; entre
el jolgorio, las risas y el maniculichupeteo se botaron objetos, papeles
publicitarios, comida, se derramaron bebidas alcohólicas, gaseosas, y bueno, un
sinfín de materiales parecidos a nuestra caca y orina. Finalmente la basura
quedó como testigo de que las pulsiones de vida expresadas a través del cuerpo
se unifican con la pulsión de muerte.
Alguien equiparaba la exhibición de un par de
tetas en un trans a un acto político, ¿cómo saberlo?, ¿todos los trans quieren
actos políticos, poéticos, de que tipo es el acto de cada uno?, pues no se
olvidan algunas frases de ellos mismos luego de una apasionada pelea cuerpo a
cuerpo: “-¿Por qué te pegó?- - por ser linda-“, ¿es posible pensar la política
únicamente en función de una polis? ¿O en función de pelear un derecho?, ¿acaso
no es importante escuchar?, ubicar lo LGBTI y sus demás derivaciones en lo
particular, hoy esta marcha demostró cuan implicado está el cuerpo como medio
de desplazamiento político, ¿pero valdrá la pena preguntarse hacia dónde va mi cuerpo?
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