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martes, 27 de marzo de 2012

EL APRENDIZ DE PSIQUIATRA

Texto preparado por Rosendo Rodríguez Fernández[iii]
                                               Marzo 27, 2012.

Un ser que no sabe qué es
Ilusiones de estudiantes
El espacio y el tiempo
Dios y los dados
Ronda por la muerte.

(…) “Si bien es verdad que se puede abordar el principio del placer desde la perspectiva de la satisfacción fundamentalmente irreal del deseo, lo característico de la satisfacción ilusoria del deseo es que se propone en el dominio del significante e implica cierto lugar del Otro.” 

(Jacques Lacan, De la Imagen al Significante. El Seminario, Libro 5, Las Formaciones del Inconsciente. Feb. 5/1958.)

I.                    David y los coqueteos con la psiquiatría
En su sesión del 22 de marzo, un integrante del grupo de investigación, estudiante de psicología, pidió la palabra para expresar sus percepciones con respecto a la práctica del psicólogo en el campo clínico. Su relato, dejó entrever un problema que es preciso abordar en términos de su formalización, pues se trata de prácticas recurrentes, no ajenas a discusiones que es preciso dar en el terreno de las exigencias del Establishment, y que no tienen solamente que ver con la obligatoriedad de aprender, dígase, algo como la lengua inglesa, o más precisamente, aquello denominado sin más, interdisciplinariedad.

David planteaba, inicialmente, un problema que tenía que ver con una cuestión clínica como tal. Se trata del proceso de hospitalización de un paciente, por causas de la salud mental. En su proceso de formación, como psicólogo, tuvo la experiencia de encontrarse frente a algunas de las situaciones particulares en las que se ve envuelto un individuo de la actualidad, que cae bajo la lógica de las disciplinas de la salud.

Por fuerza, la lógica de la práctica médica debe estar soportada en alguna verdad, cuyas pruebas muy seguramente estarán a la orden del día, cuando de justificar una práctica se trata. Es en esa dirección que parece dirigirse David, sin caer en cuenta que lo que se ha puesto en juego en ese dispositivo es precisamente una práctica de la susodicha interdisciplinariedad.

David, después de apuntar aquello sobre lo cual se basaba su pregunta, entra a ocuparse de algunos aspectos fenomenológicos del tratamiento, que movilizan sus inquietudes. Indicaciones que apuntan a un gran Otro que parece orquestar el movimiento de esta maquinaria social cuyo papel parece ser el de enmascarar cuantas realidades asaltan la percepción.

La delgada línea que separa el deseo de la realidad, se difumina en las ilusiones con respecto al gran Saber de la cultura, cuyo descontado prestigio tiene el hipnótico poder de congregar a cuanto sabio se le ocurre que es mejor que el zapatero se dedique a sus zapatos, siempre que sus zapatos queden de lo mejor, en la colaboración de tantos zapateros.

Así, el planteamiento de David, es el de un cierto entendimiento de la interdisciplinariedad, como el de un grupo conformado por un líder y sus gregarios. No cuesta mucho adivinar que el que está en el lugar del pensador, es el psiquiatra, que sabe lo que hace. Los gregarios, son los paramédicos, que hacen toda clase de venias intelectuales y tareas, dictadas por el trabajo en equipo.

Las soluciones a este problema, saltan a la vista. Quien esté familiarizado con algunos modos de decir de los psicoanalistas, encontrarán en la raíz del problema la falta en ser, esa carencia que una vez más crea la ilusión de una hierba más verde al otro lado del río. ¿Es insuficiente toda la teoría psicológica para enfrentar problemas del orden de la salud mental? ¿Sigue siendo válida, actualmente, la vieja crítica de Georges Canguilhem, que finalizaba con un puntillazo del estilo según el cual el psicólogo pasa por el cementerio –de sus grandes ídolos- y llega a la prefectura de policía?[i]

Báez ha señalado, repetidamente, el papel del significante Amo en la estructura de la realidad. Algo hay que no cambia, algo permanece allí, estable, y parece apuntar a lo que Lacan enseñaba con respecto a la repetición freudiana: una cierta manera de gozar. Las preguntas que surgen de aquí, son molestas, y pueden, en efecto, dejar más de un resquemor.

¿Es imposible para el psicólogo, salir de la caja de Skinner y su relación con la rata blanca? ¿El sexólogo, debe preciarse de la entomología de Kinsey para encarar a los humanos como si tuvieran prácticas copulativas de insectos? ¿No puede salir de repetir cuentos de ilusiones, de percepción de totalidades, de estructuras cerebrales? ¿Debe seguir esperando a canibalizar los hallazgos de laboratorio de los neurocientíficos, en el temor de ver desaparecer su ciencia?

El mensaje de David, parece confirmar las respuestas que dan lugar a estas preguntas, pues la exposición de su experiencia apunta directamente al síntoma de los programas de formación en psicología: hay que ir a integrar equipos, siempre que estos sean liderados por aquellos que saben lo que hacen. ¿Es la psiquiatría la madre de la psicología? Dudoso, por supuesto. Sin embargo, la madre de esa niña, parece no andar por lado alguno, y quizá ya no se ocupa mucho de ella.

En ese sentido, el síntoma que salta a ojos vista, es la búsqueda de la psicología en otros saberes (o ciencias) de un ser que le permita guardar silencio. Simplemente, una paradisciplina. La búsqueda de la utilidad de la psicología, la lleva a inclinarse ante cuanto amo se atreve a decir algo sobre objetos tales como la mente, el sistema nervioso, la sexualidad, el desarrollo o lo que sea que le venga en gana.

Puede verse que desgajar un árbol, como por ejemplo, el de la inteligencia, ocasiona todo un fenómeno comercial, toda una práctica de consumo, que llega a traducirse en dichos tales como que existe, por ejemplo, una inteligencia musical, entre las inteligencias múltiples. Sin más, el mundo comercial se permite separar la inteligencia como una serie de fenómenos aislados, muy adecuados al consumo.

Este fenómeno comercial Gardner, al ser elevado al estatuto científico, deja al menos la sensación de que hay constantes repeticiones en el campo de la psicología. Los Cattell se volvieron ricos y famosos gracias a la personalidad y su medida, y actualmente, después de unas buenas décadas de conteo monetario, siguen vendiendo sus test.

No pareciera que hubiera algo qué decir, frente a los sabios. Si David va al psiquiatra a aprender psicología, tal vez es que su profesor aprendió psicología en la Escuela de Medicina, y espera pacientemente a que el pensador le diga no solamente qué es la psicología, sino qué es el psicólogo.

II.                  El Espacio-tiempo y la Ronda por la Muerte
 En el acto carnavalesco, que podría estrictamente ser un acto canibalesco, de abrevar en el saber de la física clásica, del famoso debate entre Niels Bohr y Albert Einstein, donde quedó claro, al entender de un psicólogo, que hay una distancia inconmensurable entre la probabilidad y la certeza de un hecho, apunta a lo que podría ser algo del orden del saber de una disciplina, que se ofrece al mundo del conocimiento y puede, con su afirmación, asumirse como interdisciplinario.

Si el psicólogo aprende a no ser, por las prácticas del psiquiatra, no es poca cosa lo que tiene que ver con el síntoma arriba señalado, que es en sí misma, la psicología de Gardner. Una concepción tal, como las inteligencias múltiples, ¿No supone pensar que se es hábil en algo, y un idiota en lo demás, por lo cual no se hace necesario preguntar sobre esto último?

La consecuencia de aceptar algo como lo de Gardner, es precisamente la que tiene que ver con la estupidez del psicólogo, que ignora que precisamente la psicología sería lo único que podría librar a los psiquiatras del movimiento de pinzas de los neurocientíficos, en el sentido en que su disciplina solamente vive en estos países en razón de la ignorancia ilustrada de sus llamados científicos.

Einstein, sin más, planteó que le gustaba pensar que la luna estaba allí, en el firmamento que al parecer se preciaba de contemplar, quizá con alguna frecuencia. Su esfuerzo por demostrar que Bohr y la mecánica cuántica andaban equivocados, terminó en un fracaso, hasta tanto no se diga lo contrario.

Quizá no sea difícil reconocer que el mundo, como se conoce ahora, con toda su virtualidad, se debe en gran parte, sino en su totalidad, a lo que el ping-pong pasó a escribirse como fórmula matemática en la mente de Bohr. ¿Qué habría pasado si Bohr hubiera obedecido a la lógica de Gardner? ¿El genio del ping-pong también tenía genio para la física? ¿No tenía inteligencia musical? ¡Lástima grande que no tuviera inteligencia para la psicología!

Y sin embargo, fieles a esta última ciencia, una línea de análisis del caso de los físicos desembocaría en la inevitable postulación de un axioma psicológico como soporte de lo que se conoce como la realidad. El psicólogo diría, quizá al modo de Piaget en respuesta a Einstein, que el niño construye la realidad por una exigencia constante del entorno que rompe con la homeóstasis a la que tiende el infante. Esta construcción, bio-social, es en suma, psicológica.

¿Qué es si no, la física? ¿No es, siguiendo a Yannis Stavrakakis[ii], una teoría que está destinada a fallar? Desde antes de los tiempos de Zenón de Elea, el mundo ha cambiado tantas veces como los ornatos de la fantasía que inviste el pensamiento y lo convierte en teoría. Si Bohr jugaba al ping-pong mientras hablaba de física, Einstein buscaba en Piaget una respuesta al espacio- tiempo en una dirección acertada, pues ya sabía que la teoría determina lo que se puede observar, pero no sabía que Dios, haciendo caso de Bohr, sí juega a los dados.

Tal vez la respuesta de Jairo Báez a David, en el espacio del Semillero de Investigación Psicoanálisis y Sociedad, sea muy aclaratoria con respecto al modo como las ilusiones de ser, sobre todo tratándose de nosotros, caen en verso sobre el otro con su gran Otro. En falta, la formación del psicólogo carente de epistemología, y no porque no existan cursos en los currículos, es buscada por el estudiante en el seno de otras disciplinas, cuyo prestigio ciega los ojos.

Es el modo de ver, quizá demasiado sensoperceptual, quizá demasiado concreto, donde la sensación y percepción del sentimiento acallan la lógica formal, el que está determinando que los portadores de la psicología quieran colocar en su lugar las prácticas de otros, con la excusa de la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad. El joven David Parada, otro David, aporta la indisciplinariedad. No sin ingenio, este camino vuelve a colocar los dados en manos de Dios, el cual, inconsciente, no puede saber porqué anda apostando.

Si la psicología sigue el camino de las disciplinas, solamente andará senderos recorridos con los acicates de los que ostentan el prestigio. Tal vez el camino señalado por Báez, en referencia a la ciencia, sea con mucho más acertado que pensar al estilo de Gardner y sus inteligencias múltiples, con genio para la psicología. En el primer caso, tenemos un saber que interroga a los físicos, a los médicos, a los neurocientíficos, y pone en duda sus respuestas. De allí, no una interdisciplinariedad sino una ciencia. Desde lejos, tanto especialista parece arar en el mismo terreno, y ese terreno parece más movedizo que las olas del mar.

Sin embargo, hay que recordar que Bohr dejó tras de sí, un mundo probabilístico, de naturaleza dual, contemplando las olas del mar y formulando la teoría con la cual, algunos, ven un mundo sin comprenderlo.

Freud, el inevitable cuando se habla seriamente de psicología, dejó tras de sí un mundo signado por el deseo. El universo de Einstein, con Dios, certezas y dados, quedó marcado por la pulsión de muerte freudiana, que ha dado más de una vez la vuelta al mundo desde que la enunció el médico que pasó a ser psicólogo, en un movimiento inverso al que practican los “psicólogos” de la actualidad. Esto es, la ilusión de ser médico, que por falta en ser, se realiza siendo psicólogo.

Esto, por tratarse de mundos de batas blancas, donde por el milagro de la investidura, se tiene la certeza de que allí hay un sabio. La sutileza, si es que hay alguna que se pueda señalar como tal, es que la falta en ser no solo cobija a los psicólogos. Freud pudo reducir a Dios, con o sin dados, a la axiomática del complejo de Edipo. Sin embargo, a pesar suyo, las semanas siguen siendo santas, bien sea que se trate de unas buenas vacaciones, como de una vocación religiosa. Esto, porque también, a pesar de la ciencia, lo que se publicita y se consume con mayor voracidad es del estilo de Gardner, y no del estilo de Bohr.



[i] Canguilhem, Georges. ¿Qué es la Psicología? Elseminario.com.ar (Editor). Argentina: Ediciones Elseminario.ar, 2000-2001. PDF disponible en: http://www.fernandomiralles.es/CEU/1queeslapsicologia.pdf
[ii] La Izquierda Lacaniana. Psicoanálisis, teoría, política. México: Fondo de Cultura Económica, 2009.
[iii] Psicólogo, investigador del grupo Psicosis y Psicoanálisis.

lunes, 19 de marzo de 2012

LA FUNCIÓN DEL NEOLOGISMO EN LA CULTURA Y SU RELACIÓN CON EL DELIRIO




Angélica María González Jiménez[1]

El lenguaje referido en el campo del Otro, indica un universo, una ley que rige desde un orden de naturaleza simbólica instaurado en la cultura, como lo menciona Lacan (2001, 431) “Todo lo que conocemos como significación siempre está encarnado en un sistema que es universo de lenguaje. Desde que el lenguaje existe, es universo” no con ello, se hace referencia al estar sujeto o inscrito al orden simbólico, denota por el contrario, lo ineludible del lenguaje en la cultura y en el sujeto más allá del registro en el que se posiciona el mismo. Partir entonces, de lo universal del lenguaje, es plantearse una lógica simbólica en la comprensión de la cultura, lógica en la cual, el lugar del significante y la palabra coexiste con los fenómenos dados en la cultura como concepto, o las culturas en tanto la particularidad de asir un discurso que no enmarca la globalidad y que se distingue en su acontecer, económico, político y social, por las posibilidades que le otorga la  lengua y los significantes que la estructuran.

Esta forma de introducirse en la cultura desde su formación y función neológica, se relaciona, con lo que Lacan (2004) describe como metalenguaje, señalando lo eficaz de proceder hacia la comprensión de los fenómenos desde su función sistemática, es decir, en la utilización del lenguaje “el lenguaje que habla del lenguaje” (p. 326) destacando lo fecundo de fiarse de la estructura significante desde la coherencia posicional y auto reproducción del sistema mismo.

Sin embargo, hablar de coherencia posicional del sistema del lenguaje, así como, de la reproducción emergente de su mismo sistema, no aduce únicamente a un posibilidad lingüística donde la formación de los neologismos penden estrictamente de su estructura o evolución  morfológica, fonética o semántica - como se explicitará posteriormente – por el contrario, da lugar a incorporar la lógica del inconsciente y del sujeto, en el rastreo de la formación del neologismo y la función del mismo desde su aparición hasta su establecimiento y mantenimiento en la cadena significante.

El  neologismo, en su definición basta, hace referencia a ese nuevo elemento léxico o a la modificación de un vocablo o palabra ya existente. En la lingüística, específicamente desde la postura teórica de Saussure, se plantean los neologismos de tipo fonético y los analógicos, los cuales en su respectivo orden, Saussure considera como cambios y creaciones pertenecientes a una dinámica fuertemente diacrónica de la lengua (Alonso, 1972,17) Se menciona dinámica, porque tal como lo señala Saussure, en la evolución de la lengua no es posible asumir una ley imperativa.

…no se habla de la ley más que cuando un conjunto de hechos obedece a la misma regla, y a pesar de ciertas apariencias contrarias, lo sucesos diacrónicos siempre tienen carácter accidental y particular.” (Saussure, 1972, 75)

Este carácter accidental, es lo que da lugar a pensar la lengua, particularmente el fenómeno del neologismo, desde una dinámica donde se vincula el acontecer cultural, el sujeto y la lógica del inconsciente.

No con ello, se pone en cuestión o se niega todo lo dicho en lingüística referente a la ley sincrónica en la lengua, en tanto que estructurada y con una funcionalidad en un momento dado. Sin embargo, el estudio sincrónico de la lengua, no copa los intereses frente a la comprensión del neologismo, mas allá de ubicarse como un punto de referencia e incluso de diferencia entre lo que puede ser de orden metonímico y metafórico.

Lacan en su Seminario 3 Las Psicosis (2004) introduce las disertaciones relacionadas con la metáfora y la metonimia, a partir de las cuales se puede lograr una aproximación a las preguntas ¿Dónde puede hallarse articulado el neologismo? y ¿Dónde se ubicaría la lengua desde una ley sincrónica? En la metáfora, señala Lacan (2004) “hay una sintaxis, un orden primordial de significante” la cual solo puede respetarse a partir de la identificación, a diferencia de la metonimia, ya que esta “Designa la sustitución de algo que se trata de nombrar (…) Se nombra una cosa mediante otra que es su continente, o una parte de ella, o que está en conexión con ella” (p. 316) la metáfora y la metonimia, tal como lo devela Lacan, pone de semblante, la cuestión del sujeto, aquel que tiene la posibilidad de metaforizar, es decir, hacer uso del mecanismo de condensación que se manifiesta en el chiste y el lapsus pero a partir del cual, aparentemente no tendría lugar el neologismo; y el sujeto, que habla desde su posibilidad metonímica, desplazando, se diría, nombrando una cosa por otra.

Siguiendo la línea trazada por Lacan (2004) el neologismo encuentra su posibilidad en la metonimia, expresamente en el desplazamiento que caracteriza la formación delirante, “A nivel del significante, en su carácter material, el delirio se distingue precisamente por esa forma especial de discordancia con el lenguaje común que se llama neologismo” (p. 52) De ahí que se presuma, una estrecha relación entre la formación neológica y la producción delirante y más aún, entre la producción delirante y la evolución o acontecer de la cultura.

Lo anterior, no es suficiente para afirmar  de modo silogístico, que la evolución de la lengua y por tanto de una cultura se da por el resultado de la producción y función del delirio. Del otro lado,  plantearse la pregunta por ¿Qué función cumple el delirio en la evolución de la cultura? Constituye un galimatías difícil de dilucidar, puesto que, no son fácilmente ubicables o rastreables en la historia de la cultura, cualquiera que sea, todos los elementos necesarios para concretizar que se está frente a un fenómeno delirante, es ahí, cuando se halla una posibilidad de comprensión de la función del delirio en la cultura a partir de un “pequeño” apartado de esta cuestión y es precisamente, la formación y función neológica en la cultura y su relación con el delirio.

Como se ha venido mencionando, la posibilidad de evolución en la cultura se da a través del devenir en la lengua, es decir de la ampliación en la cadena significante, todo lo cual, nos pone tras las huellas del sujeto que podría llegar a “pervertir” o posicionarse de forma diferente e incluso por fuera del  S1 significante primordial y dado que su lugar no está inscrito en él, puede ser formador del neologismo. Someramente, el neurótico quedaría por fuera en sus posibilidades neológicas en tanto en él se encuentra instaurado el S1 y en un máximo de sus emergencias lograría metaforizar - condensar.

¿Qué es esto? ¿Un neologismo, un lapsus, un chiste? Es un chiste, seguramente, pero el hecho de que yo haya podido plantear las otras dos preguntas ya nos introduce en una ambigüedad, en el significante, en el inconsciente, el lapsus, y en efecto: ¿qué es lo que nos va a decir Freud? Reconocemos ahí el mecanismo de la condensación, materializada en el material del significante, una especie de embutido con ayuda de no sé qué máquina, entre dos líneas de cadena significante: "Salomón Rothschild me trató de un modo completamente familiar", y luego, por debajo —Freud hace también el esquema significante—, está el "millonario", y entonces está el ario de los dos lados, el mil también de los dos lados, eso se condensa, y en el intervalo aparece famillonario” (Lacan, 2007,25 )

El ejemplo propuesto por Lacan, puede ilustrar, en cierta parte,  la diferencia entre la palabra vacía y la palabra plena; famillonario, como producto de una condensación  respeta una estructura, permitiéndole entrar en la dialéctica del significante y la  significación, “la metáfora supone que una significación es el dato que domina y desvía, rige, el uso del significante” (Lacan, 2004, 313) dicho esto, el neologismo no entra en el campo de la condensación, o del otro lado, si respondiera a este orden, sería difícil de articular a la lengua desde una estructura neurótica, precisamente por la rectificación y la búsqueda del fantasma que es la significación.

Para que se produzca una ampliación en la cadena significante, se supone el ingreso de un nuevo significante (neologismo) una palabra vacía,  que constituya un significante “significante en tanto ejerce su función propia” (Lacan, 2004, 269) Función, que de acuerdo al planteamiento de Lacan, lo hace indestructible “mientras más no significa nada, mas indestructible es el significante” (Lacan, 2004, 265)

Es esta palabra vacía que se ubica al nivel del significante, la que puede encontrar una posibilidad de trascender en el devenir cultural, introduciéndose en la lengua y cobrando el lugar de lo que se denomina como neologismo y al cual se le atribuye la evolución de la cultura; en ese orden de ideas, cada elemento nuevo de la lengua  tiene una función directa con el acontecer cultural.

Referencias
                                                                                   
Alonso, A. (1972). Prólogo a la edición española. En Losada (Ed.), Curso de lingüística general (p. 7-30).  Buenos Aires: Losada.

Lacan, J. (2001). El seminario de Jacques Lacan. Libro 2.  El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica.  Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (2004).  El Seminario de Jacques Lacan. Libro 5. Las Formaciones del Inconsciente 1957 -1958.  Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (2007).  El Seminario de Jacques Lacan. Libro 3. Las Psicosis 1955 -1956.  Buenos Aires: Paidós.

Saussure, F. (1972).  ¿Qué es la lingüística? La Habana: Instituto cubano del libro.


[1] Psicóloga (2010) Fundación Universitaria Los Libertadores. Joven Investigadora, grupo Psicosis y Psicoanálisis. Email. aamgonzalezj@libertadores.edu.co