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viernes, 31 de julio de 2015

EL PRINCIPIO POLÍTICO ES HABLAR

Por: Jairo Báez

A propósito del artículo de Jacques Alain Miller, intitulado Anguila,[1] la pregunta se reaviva: ¿se puede pensar un mundo de seres hablantes, diferentes cada uno, que puedan hacer lazo social? La pregunta tiene una respuesta afirmativa, pero ha de pasar por la insistencia de diferenciar la administración pública de lo que es la política, aun y si después podamos encontrar los puntos que las puedan relacionar. El mismo Miller recuerda que Lacan, estuvo siempre atento a denunciar las imposibilidades que subyacen a las utopías políticas; no obstante, ello conlleva a la concepción misma que mostraba Lacan de homologar administración pública con la política. Dato que se concibe no importante por la diferencia o unidad que pueda existir entre estas, sino en la obstinación de asumir que las propuestas políticas surgen de la conciencia y la razón de un ser volitivo y nunca del inconsciente, como ha sido la enseñanza misma del psicoanálisis. Parodiando la sentencia aquella endosada a Locke, no existe nada en el pensamiento que antes no haya pasado por los sentidos, se puede afirmar, si se es congruente con el psicoanálisis, que no existe nada en la conciencia que antes no haya pasado por el inconsciente. Por tanto no se podría hablar de una política que no emerja del inconsciente mismo.

Lacan, que fue meticuloso en esto de ver la fuerza del inconsciente en la creación humana, ha debido ser consecuente  y de allí que se deba un detenimiento más preciso en torno a cuál era la desconfianza que manifestaba y por qué Lacan no enunció claramente que del inconsciente nace la política. Si lo que impedía a Lacan, manifestar su entusiasmo por las propuestas para administrar la Ciudad, (Estado), era el convencimiento de que todas apuntan y han apuntado a la identificación e identidad de una masa de seres hablantes bajo un proyecto razonado de administración de los recursos para dar lugar a un mundo mejor y feliz para todos, justificados serían sus enunciados en contra, pues la lógica del ser hablante que descubre el psicoanálisis es otra: donde la felicidad es narcisista y los otros seres hablantes se tornan en objetos de pulsión, a los cuales se les debe aprovechar como plus de goce. En esta lógica, el ser hablante es capitalista por antonomasia y su proceder inconsciente promueve la capitalización de la pulsión.

Entre Adams Smith y Sigmund Freud, se puede sincretizar el ser hablante único que permitiría pensar la política: un ser hablante dado a obtener el mayor lucro de los objetos a su disposición pulsional. En esta dinámica, donde un ser hablante es objeto para otro, es donde se podría pensar una política de la diferencia y no de la identidad. No obstante, queda por ver, hasta dónde es posible abolir todo acto de identificación, para proceder a concebir un lazo social entre dos o más depredadores capitalistas; pues si bien es cierto que el acto analítico busca la caída de las identificaciones impuestas, esto no es garante de la existencia de un ser hablante sin identificaciones, ¿cómo se podría concebir un ser hablante sin identificaciones? Y si no es posible concebirlo ¿sea mejor asumir que en el acto analítico, lo que permite es una responsabilidad subjetiva sobre las identificaciones y no la ausencia de las mismas?

Así, el psicoanálisis tomado como el reverso de la política habría que matizarlo, pues la caída de las identificaciones, el supuesto vacío, termina siendo llenado con algo, y ese algo necesariamente son identificaciones otras o tal vez, algunas de aquellas que caen en determinado momento del proceso analítico, vuelven a recogerse. En consecuencia, el uno a uno, de todo análisis, tendría fundamentalmente la misión de  responsabilizar de las identificaciones dentro de los lastres que marca el inconsciente, la pulsión, la compulsión a la repetición y la transferencia; por ello practicable una política compatible con los mandatos del descubrimiento psicoanalítico, que no busque identidades sino identificaciones responsables; y en la misma línea, rescatar de Lacan, lo que Miller denuncia: El inconsciente es la política.

En esta línea, comprensible es que no hay nada más social que la psicología individual; pero ya no se trataría de  educar ni formar para una política sino de hablar para asumir la política; el lenguaje, en tanto garante del lazo social, permitiría la negociación entre el sujeto y el Otro (simbolización); con sus marcadas diferencias con la sumisión o imposición al Otro, donde el auténtico acto de la simbolización estaría proscrito o se mostraría precario y se exacerbaría el imaginario, que permite y perdura el engaño idílico de la felicidad anhelada. Lo que sale a la luz, desde el ser hablante que configura el psicoanálisis, es que no se ha sido lo suficientemente capitalista para entrar en las lides de la política pública; o, si es imposible dejar de serlo, no se ha articulado por parte del ciudadano para su ejercicio público. Es de preguntarnos si así como muchos han logrado lo mismo que se logra en el acto psicoanalítico sin pasar por este, para su utilización en otros campos (Joyce por ejemplo), así existan conspicuos administradores públicos (llamados políticos) que lograron sacar provecho para sus saber-hacer y que sea esto lo que los pone en un lugar diferente. ¿Serán estos seres adelantados en la política del inconsciente?; ¿qué pasaría si todos actuaran como ellos, sean ya por su paso por el acto analítico o por otros medios que lleven al mismo encuentro?



[1] Miller, Jacques Alain. Anguila. Publicado en Pagina12, Abril 26 de 2012. Disponible en Internet http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-192679-2012-04-26.html

lunes, 19 de enero de 2015

LOS DESAMORES DE LA MUERTE EN TIEMPOS ENLATADOS


Por: David Mira Vergel

El  tránsito hacia la muerte  se firmó  desde que el lenguaje arrancó abruptamente  al  humano del  reino animal,  y ya  nunca jamás habrá algo en el hombre que pueda  pensarse como  utópico; sin  embargo, la producción ofrece  paraísos ,  en donde  sus  ángeles miran  para  otro lado cuando aparecen los infiernos particulares del sujeto agitándose  frente a los  ideales de la época; la obsesión de ser  mejor que el vecino,  de una reputación  respetable,  en donde los  malestares son  amordazados para que nunca griten y el cuerpo sea algo que se pueda exhibir; unido esto , a la fascinación por lo nuevo, y la  insistencia   por   reprimir  el señalamiento de que aunque se tenga todo  resuelto  como ciudadano  y consumidor, siempre  habrá  algo que falta  como sujeto del lenguaje.

Las  velocidades han  cambiado, es eso lo que  denuncian los abuelos,  la nostalgia no es poca  al verse  en el juego de una  época en donde el  mandato  es “Olvida aunque  eso te  insista, olvida aunque  duela,  olvida y ven rápido, que siempre habrá algo nuevo para  disfrutar” , al parecer ya no hay tiempo  para  el duelo  cuando al día siguiente el sujeto ha de levantarse y  elegir un trabajo  que le consuma hasta el tuétano  y en las noches  proclamar  “estoy  muerto”  como un  ruego con el que empieza a dudar si la  vida es lo que él ha creído.

Hay  quienes  se plantean, que  hoy en día ya no pasa  nada , una  queja  que  deja  la molesta  sensación  de  que  la historia ya  está hecha, pero…¿Se puede hablar de una historia cuando el sujeto suele tender a su deconstrucción?   Sobre esto Slavoj Zizek (El desierto de lo real)  señalaría que  “La actividad social  frenética,  oculta  la identidad  básica  del  capitalismo  global, la ausencia  de un acontecimiento”, algo  curioso  en una época en donde  se retuercen  los cuerpos  para sacarles el  jugo de la  belleza  y  en donde el acontecimiento da testimonio de lo real.

Contrario  a  Slavoj  Zizek,  creo que  muchos  acontecimientos nos  asaltan, pero la  indiferencia  ocupa  hoy el  trono  de la inhibición de nuestra  época,  alejando al sujeto  y las comunidades, de actos  plenos  para su  existencia, así pues la cuestión no sería que no esté pasando  nada,  sino que   no queremos que pase nada optando por la quietud, y ante  lo que inevitablemente pasa  quizás no se quiere hacer nada.

La  angustia, acaba siendo  el  resto al final de la  cadena  productiva  y  actúa   como prestamista del deseo, que emerge   con  sus  insólitas  verdades   para  cobrar al sujeto su cobardía  al  haber cedido en su propia  temporalidad, y haber  cedido  su deseo a las temporalidades de la producción;  frente a eso la angustia  exige historias de las que no se puede  escapar

La complicidad entre el amor y la muerte -Los desamores de la muerte.

Nos pasamos  la  vida  amando a un cuerpo,  cuyo destino será el de divino  cadáver,  los  encuentros  entre el  amor  y la  muerte   son  otro  interés  que  surgió, al  hallar  en  estos   territorios  del  sujeto  chispas  que  lo hacen  hablar;  casualmente  el   enamorado y el doliente  son intensos  al hablar como al callar pues  ambos  acontecimientos  tanto el  amor como la  muerte   suelen  ocupar para  el  sujeto  el  lugar  de lo  enigmático  que de alguna  manera  obliga a crear  algo  cuando el  misterio  avasalla los  semblantes.

¿Por qué hablar  de  desamores de la muerte?  Al convocar la  producción  a  los territorios  de  la  muerte,  se ha podido  ver como  esta  ha  sido  enunciada  en términos de   mercado,  y de espectáculos para un noticiero, excluyendo   el componente  espiritual  de la mismidad,  como  una  manera de  crear  alrededor de  estas   historias  en  donde  se  le da  vuelo  a  lo simbólico; con la  entrada del  discurso  productivo la muerte  convertida en  un  servicio    es  un  gran  desamor  al  quedarse en el  terreno de  la calidad , dejando  a un lado el acto de reunirse  y hacer memoria.

La  vida es la amante  del  sujeto,   y en ella  existen algunos  otros que  se han convertido en pedazos de vida,  que entrañan  identificaciones  de las que la pulsión  ha logrado  extraer  algo,  y que cuando  mueren, simplemente   no se van, y la  ausencia  es  ese  testimonio  de que a la pulsión no le gusta  perder,  por eso mismo intentar  borrar la ausencia, o  pasar  rápido  aquella  circunstancia, resulta  infructuoso, pues después de  todo,  contrario  a  la  rapidez de la época cada quien  necesita un momento para llorar, burlarse y hablar sobre sus  muertos,  pues  solo con esto  se  asegura de vivir.

Canticos a una sepultura (El entierro)

A  pesar  de  que un  entierro  puede   ser visto  como  algo  lamentable, no se  puede olvidar  que este también  es una fiesta, de esas que  otro nos  organiza  como el bautizo, los quince años, el matrimonio, etc., que  aunque paradójicamente es una fiesta  para el final  de nuestros  días como  habladores , insiste  en  fundar  sobre  nosotros, el nombre de una leyenda con la virtud suficiente para  ser  contada.

Después del  entierro, la leyenda del nombre del difunto en algunos casos deja de ser  una  fiesta,  para convertirse  en   un  bazar  donde  arden  disputas  familiares  sobre  cómo  hablar del  nombre del cadáver,  quien habla lícitamente de él y quien no,  y  quien  debe  llevar los objetos  del  difundo;  mencionar  a Diomedes Díaz,  al  esmeraldero  Carranza incluso  al Joe Arroyo  puede   dar  elementos  para  pensar en  los  significantes  que  los  vivos  le  achacamos  a los  muertos, como  excusa para hacernos causar por las que seguir deseando y con ello viviendo.. 

El  entierro   se presenta también como  la  oportunidad  para que  aquello reprimido en  las familias,  se  desate alrededor  del  féretro  que emerge  un  lugar  perfecto  para los murmullos y para  que se  desaten  los  secretos; me pregunto ¿por qué  en esa  circunstancia, el  silencio puede  tornarse  insoportable?  La  existencia   pareciera  hacerse  añicos y el cadáver no podrá  responder nada  sobre la  confusión que  deja  el sujeto tras su   fallecimiento; por eso quizás  encarnando al oráculo de Delfos algunos  hablan de la muerte  intentando buscar en  esto  una  sabiduría  esencial.

Ánimas benditas y espantos de la ciencia  

Freud en  lo Siniestro (1923)  señala  que  aquellos horrores  que se  creen  ajenos  y de una naturaleza desconocida para  nosotros,  resultan  ser viejos  compañeros de nuestro psiquismo, que han sido  fieles escribanos de experiencias  en  donde el sujeto ha  cortejado a la angustia,  y  los  nombres que le damos a  nuestros  miedos  sería una  manera  de  mitificar  lo real, pues  sería  aún peor no poder decir nada al respecto; los horrores nunca dejarán de esperar, y bien  se sabe que toda  cita con el  inconsciente es  algo  inevitable  pues al final es una cita  con  una  verdad.

Con  las  ánimas  benditas  se  pretende  hacer  un  trueque libidinal,  se  les  reza  para ayudarlas  a  encontrar  una  luz  que  de  final  a sus  padecimientos,  pero no tan desinteresadamente,  pues  se les pide  favores,  o  que  no  asusten  a los vivos;  esta ha  sido  una  práctica  interesante  en tanto  aquí  se  juega el  sujeto  los significantes  que se ubican en el lugar de aquel que está ausente;  presentando  con esto   una  pujante  pregunta  ¿hay vida  después de  la muerte? En el  psicoanálisis  se  sabe que  sí, mientras  haya  un  lenguaje  dispuesto  allí  para  vivificar  al cadáver y darle  espíritu, pues no hay nada que angustie más que el silencio de los muertos al ser  un atisbo de que la propia desaparición es un atentado al narcicismo.

La  búsqueda  de  películas,  programas de radio,  y documentales con contenido  paranormal,  no ha cambiado  mucho de los tiempos de Freud  hasta nuestros  días;  solo  en el  aspecto  tecnológico   y por  el  intento de  hacerlo  legítimo  dentro  del  discurso  científico;  por lo demás, aun se  le  teme a la muerte ajena, a la propia y a  los fantasmas  que con estas surgen como demanda  de que allí queda algo por decir;  dado que la ciencia sobre la  muerte  por  más  sofisticaciones que ofrezca no logra un explicación de esta.

La  ciencia   ficción,  ¿es  acaso  el  reverso  de le ciencia?  Es una  pregunta  que surge al ver su precisión,   y  las  espantosas  visiones que  llegan a dar  sobre el goce, estos  relatos,  los  androides,  la bomba,  los  virus,  entre  otras  cosas  que se presentan como   la manera en que el progreso o avance  científico  puede  terminar instalándose en la dimensión de lo siniestro, ¿a qué  temerá la ciencia de nuestros días?

Tratos entre la vida y la muerte

No  hemos   cesado en  nuestros   intentos por  poder decir  algo para respondernos por  la vida,  y  cuando las palabras no bastan es la vida quien  con sus  sorpresas  nos  responde, apabullando  al sujeto  con la  angustia  necesaria  para que pueda emprender el camino de  la  palabra,  y  con  esto  a  través de  actos  que  están  más  allá  del   bienestar,  poder   crear  algo  con lo que  astillarse el alma, y conseguir  darle  alguna  gracia a una vida en  donde   se  sufre  lo que se  goza. 

Si  se  accede  a  pensar  la   vida como una   cuestión  de oportunidades, comenzando  por la  oportunidad  de  decir  algo  significativo  y  luego  morir  memorablemente,  o  de  guardar   silencio  y   actuar  en  aquel  momento  que  para el  sujeto es preciso,  y otras  oportunidades en donde un significante  aparece y se hace existencia;  desde la  sabiduría  popular  se nos diría  “las  oportunidades las  pintan  calvas”, algo  que  deja claro que  el  significante  tiene  sus  tiempos   precisos  para  unirse con  los  acontecimientos de la  vida de  un sujeto.

Cuando las  oportunidades se  pintan  calvas y no  se agarran  de un pelo, al no hacer  lo que se desea frente a  determinadas  circunstancias,  queda un resto  que  podría  ser  llamado  el  insoportable destino de los arrepentidos, aquel en donde lo no realizado insiste afanosamente    sobre  el  sujeto,  con  la  pesada  carga de   lo que pudo haber sido,  ¿qué  hubiera pasado  si cuando  aquel otro  estaba  vivo  hubiera hecho  esto?  O una  pregunta  para el  final de los días   ¿qué hubiera  pasado  si  en mi propia  vida hubiera  hecho  otra cosa?,  esto es un duelo en donde la oportunidad no  atrapada  es eso que deviene  como síntoma.

La pulsión de muerte en el lugar de la invención

 Al  hablar  de  pulsión  de  muerte   no  se  puede   eludir  la pulsión  de  vida,  no  porque sean  algo  dividido,  sino  porque   es  una sola  que  actúa  dependiendo   de  lo que le sea útil  psíquicamente , con  su cara mortífera  o vital según sea  el  caso;  sobre  este  concepto  fundamental se ha podido saber que la pulsión  no  quiere   garantías, solo  quiere   obligar  al sujeto a  vivir, aun cuando  vivir  sea  consumirse;  la  naturaleza  de la  pulsiones   aspira a  mucho más de lo que en realidad  se puede abarcar, aun así  se pueden hacer  grandes proezas en una vida tan  corta.

Dentro de lo que  Lacan  habla sobre  la pulsión en  su cara mortífera  expresa,  “si  la  pulsión  de  muerte se  presenta en   efecto  en ese punto  del  pensamiento de  Freud  como  exigiendo  ser  articulada, es  a  saber,  como  pulsión  de  destrucción,  en  tanto  pone  en  cuestión lo que  existe  como  tal, que en  suma  es igualmente  voluntad  de creación”  (Seminario   7);  un cadáver  en  descomposición  da un  ejemplo  claro de cómo una  cosa que está  muriendo  al mismo  tiempo se puede  estar vivificando;  siendo  así, la pulsión  en su  cara mortífera, desanuda,  daña,   trae  lo que  llaman  crisis, cuestiona  ideales y  significantes   en  un  intento  por  crear,   y  a  veces camina hacia el  goce  que  repetirá y repetirá  hasta  que  se  tropiece  con algún  hallazgo  que le  permita  inventarse  históricamente; dejando en claro, que  todo acto creador lleva  a  cuestas  una   eliminación,  en  la que el  cadáver de lo real   ha de ser  eliminado  para  dar espacio  a lo que pueden  parir los significantes.  

Referencias.

Slavoj  Zizek. El  desierto de lo  Real. Madrid. Akal 
Sigmund Freud. Lo  siniestro  (1923). Buenos Aires. Amorrortu 
Jacques  Lacan. Seminario  7 La  Ética del  Psicoanálisis. Buenos Aires. Paidós 






miércoles, 17 de septiembre de 2014

INSCRIPCIÓN DE ASISTENTES AL VII ENCUENTRO DE SEMILLEROS DE INVESTIGACIÓN DESDE EL PSICOANÁLISIS


Bienvenido. Haga click en el enlace  y llene los datos pedidos para hacer efectiva la inscripción. La participación como asistente no tiene costo alguno. Posterior a la inscripción se le enviará los resúmenes de los trabajos a presentar; así tendrá la posibilidad de elaborar sus posibles preguntas y acotaciones con antelación. El evento se realizará los días 31 de Octubre y 1 de Noviembre de 2014 en Bogotá, Fundación Universitaria Los Libertadores. Torreón de la Sede Caldas.   

viernes, 15 de agosto de 2014

LA FULMINANTE/NADIA/NADIE

Por: Jairo Báez

Para llegar al encuentro de algo muy  propio a la Obra de Nadia Granados, empecemos por jugar con la mutación de una sola vocal.  Nadia/Nadie o, da lo mismo, Nadie/Nadia. Ese Nadie que vive todos los días en la jungla de una ciudad agobiada por un sistema que se ha entronizado y que gobierna las acciones de los humanos, se hace visible, rompe las retinas, revolcando las vísceras en el pudor y el asco. Lo más deseado emerge al punto de mostrar su faz ominosa; mostrando lo inefablemente hablado pero aterrorizante.  O esa Nadia que nos hace recordar la revolución bolchevique, esa fracasada intentona por derrocar el imperio de la industrialización liberal, y que quiso alguna vez empoderar a los obreros para terminar siendo un despotismo más del mismo sistema; solamente ahora más militarizado y burocratizado. Para arribar finalmente a la Fulminante, nombre con el que se le conoce artísticamente a aquella que ofrece sus servicios a incautos que andan por la Internet en busca de sexo pago y que se encuentran de tope con algo que no es. Así podemos arriesgarnos a enunciar algo sobre la  Fulminante/Nadia/Nadie.


Como tesis fundamental, en la Fulminante/Nadia/Nadie, el porno y el morbo se elevan a la calidad de sublime. Lo underground emerge hecho obra de arte cumpliendo con todos los requisitos que los hacen uno, el subvertir lo instituido para promocionar algo novedoso. Aunque en su obra se pueden encontrar registros sociales y socializantes de gore, core, crítica, resistencia, planfleto, punk, nada de eso es en esencia. Lo que emerge con fuerza es un nombre propio, capaz de romper con lo mismo, con lo cotidiano, en una obra de Arte. En la propuesta estética de la Fulminante/Nadia/Nadie, aquellos que no tienen voz, los sin voz, que describe Jacques Rancière, toman la palabra y el cuerpo para hablar, para darse un lugar y gritar en el concierto del silencio que caracteriza la indolencia de la desigualdad social, que sólo es tenida en cuenta para corregirla como enfermedad y como acto delictivo, más nunca como efecto-residuo que deja un modelo de producción y relación humana.

La Fulminante/Nadia/Nadie tiene la facilidad de hacer hablar el cuerpo y mostrar que la palabra, la viva voz es vana, en un contexto donde se empoderó lo imaginario. Donde la imagen visual ha usurpado la palabra, no queda más que la exaltación del cuerpo, trasgrediendo cualquier límite que tienda a separar lo púdico y lo impúdico, lo interno y lo externo, lo macho y lo hembra. Su lucha es por hacer hablar la imagen ante la inminente decadencia del símbolo fónico-fálico. La Fulminante/Nadia/Nadie habla en lenguas, porque ninguno que se precie moderno quiere oír algo más allá de deleite sonoro, ninguno quiere oír más allá del goce que despierta el roce del yunque y el martillo. El significado se ha evaporado; solo queda forzar el sentido, postrándose como significante en esa larga cadena que adormece, en busca de un despertar. Ante la ausencia de la palabra que se escucha, la Fulminante/Nadia/Nadie ha implementado una pantalla que hace las veces de traductor de la voz a la escritura. En alusión clara a que ahora todo acto de comunicación pasa por la pantalla y la mirada se fija allí, (radio, televisor, teléfono, computador, y todo gadget producto de la tecnología científica), el cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie porta un pantalla en la zona pudenda o en cualquiera de esas partes del cuerpo donde el ojo lascivo posa su mirada ávida de placer sexual; allí donde el mensaje tiene mayor probabilidad de capturar al lector en la exacerbación del goce.   


A partir del único instrumento que tiene a mano y que aún hoy convoca la mirada morbosa y lúbrica del gañan y del intelectual, del obrero y del empresario, del joven y del viejo, del santo y del degenerado, del definido y el indefinido, del etc,. y la etc., la Fulminante/Nadia/Nadie obliga a ver y oír lo que el ensordecido y el ciego no quieren, ya sea por cansancio o saturación. El cuerpo de Nadia eclosiona como un arma imposible de vencer e imposible de resistir; los buenos modales que se experimentan en lo público son arrasados por el convencimiento de que en la intimidad, el superyó freudiano hace su verdadera aparición con ese mandato que Jacques Lacan hiciera explícito: goza. Ese saber sobre un superyó impúdico, obsceno y nunca satisfecho es lo que explota la Fulminante/Nadia/Nadie, para hacerse oír y hacer oír lo que la castidad y las sanas costumbres quieren y han logrado adormecer. Si la miseria humana y la diferencia entre los hombres se ha hecho constante e invisible a los sentidos y el pensamiento político, la Fulminante/Nadia/Nadie irrumpe en cuerpo seduciendo e impactando la adormecida psique de los que se atreven a transgredir con su mirada y que en esencia, somos todos aquellos seres parlantes que sólo alcanzan a poner su mejor máscara pintada de moralina cristiana, para volver al mundo de lo público y lo correctamente aceptado.

Como poseída por el espíritu de Sade, la Fulminante/Nadia/Nadie hace  del cuerpo el lugar para dirimir lo que es propio de la política y lo político. Los mismos elementos de culto se tornan en transgresores. Si hay un lugar para la discusión de lo importante del ser parlante, -la polis-, este lugar ya no será el ágora griega, ni el recinto cerrado de los elegidos por una democracia de sí y por siempre decadente,  sino el cuerpo. Este convoca más que la plaza pública, y entre más transgresor y libidinoso, mucho más convocante. Son las bárbaras pulsiones las que mueven las grandes empresas sociales (el reparo está en los juicios de valor); entonces que sea el cuerpo el que decida.

De las pútridas calles de ciudades enfermas donde la vida florece sin la máscara sensiblera, la Fulminante/Nadia/Nadie recoge los elementos básicos para amenizar sus críticas a una sociedad que muere en la hipocresía de las buenas costumbres, el desaforo de la opulencia material y las pocas acciones de conmiseración por la existencia humana. Vaginas evacuantes, penes cercenados, senos insinuantes, bocas hambrientas, se alinean como ejércitos de la última y más fiera resistencia al Establecimiento. El cuerpo sin ortopédicos, solo y llanamente escueto, se convierte en el arma letal para derruir prejuicios que se empoderan como valores insoslayables de la sociedad ideal de los humanos. El cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie eructa, escupe, excreta, fluidos y residuos de un oficio vital. Toda pretensión de vida trae su inmundicia que todos quieren tapar; el cuerpo de la Fulminante/Nadia/Nadie no. El cuerpo acá toma un lugar natural para denunciar la anti-naturalidad de la sociedad actual que pareciese, se ha preocupado más por la ingestión-digestión-excreción  que por la misma vida. Lo que denuncia la Fulminante/Nadia/Nadie es que la sociedad se ocupa hoy más por los procesos, fragmentados y bizarros por cierto, que por el mismo objeto. La sociedad anda sin norte… o el norte nunca ha estado donde lo ubica la cruz de los vientos de la razón.


Así,  el arte político emerge con fuerza en la obra de Nadia Granados; o mejor, el arte toma su lugar: la política. Aquellos que no tienen voz, a los que se les ha negado la voz, según el planteamiento de Rancière, hablan esta vez mediante la operación que Nadia Granados opera sobre su cuerpo, haciendo que el régimen policivo se vea enfrentado a un auténtico acto político. Dice el psicoanálisis que el cuerpo es el primer y fundamental conflicto del ser que habla; y el cuerpo de Nadia Granados logra enterarnos que la tesis es correcta, el cuerpo es el campo de lo realmente político; esto es, del conflicto con el otro. No obstante, ella sabe ir más allá de la metáfora para demostrar que no existe nada más real para poder enrostrar la política social, que aquel espacio dónde el cuerpo y el trato con él, hace su diáfana aparición. Cuerpo jamás amaestrado por más que sea mancillado; cuerpo que rehúsa la acción policiva y siempre en subversión de lo establecido.  Trasgredir es el sino del sujeto político, trasgredir es lo que hace Nadia Granados con su obra; transgredir es dejar hablar a aquel que no han dejado hablar y eso, lo sabe hacer bien Nadia.   




Referencias

Lacan, Jacques. (2006).  Seminario 20. Aun. Clase 1. Buenos Aires. Paidos.

La Fulminante. En http://www.lafulminante.com/ Página Oficial. Consultada 15 Junio 2014

Lozano, Olga Lucia. Es Nadia, es la fulminante ¿y qué? La Silla Vacía, 28/07/2013. Disponible en Internet  http://lasillavacia.com/content/es-nadia-es-la-fulminante-y-que-45288 Recuperado 28/05/2014


Rancière, Jacques (2011). El tiempo de la igualdad. Diálogos sobre política y estética. Barcelona. Herder.

SUSTENTO EPISTEMOLÓGICO PARA UN PROGRAMA DE PSICOLOGÍA EN COLOMBIA

Por: Jairo Báez

Esta propuesta curricular que ha previsto la imposibilidad actual de unificar la psicología en torno a un solo discurso, asume entonces que la crítica ha de ser el único derrotero. Tal como ha sido el legado de Kant, si hay lugar para la poner en evidencia la importancia de la razón pura, es en el ejercicio de la práctica humana. La razón, en su dictamen ético, será la que decida finalmente, si un discurso psicológico cualquiera ha de imponerse a los demás o si, en lo prematuro de una ciencia nueva como lo es la psicología, los debates racionales y la reflexión continua sobre lo hecho, deben ser la guía ineludible para sostener y encontrar una práctica que cumpla con el postulado de un imperativo categórico. 

En el imperativo categórico, como ideal que debe concretizarse en una práctica, el bien individual habrá de identificarse con el bien social; pues, no es posible pensar un acto ético de un sujeto, que se precie humano, que pueda causar daño siquiera a uno solo de los implicados en los actos de humanización. Por ello, la propuesta curricular estriba en el desarrollo y cultivo de la razón de la comunidad académica; la razón de cada uno de los sujetos implicados en el acto pedagógico (docentes, estudiantes y personal académico-administrativo). 

Saber razonar, ocasiona un actuar asegurado en la crítica; por tanto, el esfuerzo continuo desde lo formal y lo informal del currículo, para que sea el argumento lógico, en su expresión verbal y escrita, el que proteja el ejercicio profesional del psicólogo que egresa de este programa y el ejercicio de formación de nuevos psicólogos capaces de superar el estado actual de la psicología y las prácticas sociales de un país que ha sido denunciado por sus falencias sociales. En contraposición, las prácticas de fe y del dogmatismo autoritario serán motivo de incesante reflexión y detección, evitando así, el anquilosamiento de un programa que amerita estar siempre al tanto de dar solución a infinidad de problemas y conflictivas que emergen en el seno de las relaciones sociales y la existencia humana.

Soportado el currículo del programa desde el imperativo categórico kantiano, la comunidad académica no solo se precia de mostrar sujetos en su carácter profesionalizante, sino también en su capacidad de crear y actuar como seres íntegros, que respondan  a las exigencias contemporáneas de dar lugar a una sociedad que brinde bienestar a todos los asociados. 

No son los contenidos recitados sino las prácticas devenidas de los discursos, que se imparten en los diferentes espacios académicos, los que se ponderan en esta apuesta para formación de psicólogos competentes para enfrentar las vicisitudes del vivir como sujeto y en comunidad. La perdurable revisión y contrastación de los discursos impartidos en el currículo, tanto al interior como al exterior del mismo y del programa de psicología, motivan el acercamiento a otras disciplinas académicas y prácticas sociales, para así mantener el propósito de sostener una propuesta curricular siempre actual y efectiva con lo acá planteado. Esto dice y señala mucho del espíritu investigativo que debe acompañar la formación de nuevos psicólogos.

jueves, 7 de agosto de 2014

A PROPÓSITO DE LOS CUADERNOS DE HIROSHIMA DE KENZABURO OÉ

Por: David Parada
Sin duda cuando uno se enfrenta a una realidad cargada por la guerra y la muerte busca la voz y la mirada que ordenan y aprueban la destrucción sin sentido. Resulta inútil en esta tarea buscar y encontrarlo en los dirigentes de un país, en los noticieros, en las redes sociales o incluso en las víctimas, estas últimas más que querer poner en el espectáculo una escena horrorosa se encuentran atrapadas por la perplejidad y la urgencia de sanar las heridas causadas por el déspota que dejó tan gran herida con cicatrices para toda la vida. En esa medida solo después, mucho después, podrá hablarse de las dantescas escenas que el delirio por el poder deja como sombra sobre el yo, y quienes preocupados por esa oscuridad que habita en el hombre y que cierne sobre sí mismo van a intentar explicarlo, topándose con que hacen un libro sobre ello. A Kenzaburo Oé escritor japonés nacido en 1935 le sucedió con sus Cuadernos de Hiroshima publicados en el 2011.
Este escritor se dedica entre 1964 y 1965 a desenrollar de una gran madeja los hilos para resolver su pregunta sobre los efectos de la bomba nuclear no solo en los japoneses sino en la humanidad entera. Cuerpos pulverizados literalmente, sin cuerpo sobre el cual llorar su muerte es lo que más impacta de las escalofriantes escenas que va relatando Oé, quién aunque intenta respetar el silencio que muchas víctimas han reclamado por su situación y que no quieren que sea politizada, le parece también que el silencio total no es posible sobre todo cuando sabe que su vida personal fue afectada por el fantasma nuclear, uno de sus amigos se suicida por el miedo delirante que le causaba volver a vivir un impacto nuclear.
Cuenta todas las escenas de desesperanza y parálisis que la bomba dejó en los japoneses, un personaje central es aquel médico intentando revertir y curar esa enfermedad llamada bomba nuclear, en la que veía como las células se deformaban, mutaban y provocaban la muerte repentina de las personas sin tener un tratamiento para ello. Se decía que luego de esto la hierba no volvería a crecer durante por lo menos 75 años, y es aquí donde Kenzaburo pone su grito de crítica a los verdugos de este acto; dice que la moralidad del Japón siempre fue y será distinta a la occidental y estadounidense, dice que para el japonés la palabra moralidad en el sentido que se le daba en la antigüedad japonesa traducía: “ comentarista de la vida humana”, y siente que los japoneses son eso, y en cierta medida tiene razón dado que el hecho vivido allí deja en claro que son las víctimas de esta bomba las que pueden dar cuenta de la moralidad humana en un sentido que toca al más vil y falso de los humanismos, que muestra como a la fuerza y bajo el traumatismo, el Otro déspota, intenta inscribir significantes que con el tiempo tomarían el semblante de la energía nuclear, ya no de bomba. Cuenta Oé que los diarios y de por sí el lenguaje caligráfico no lograba inscribir las palabras “radioactividad” y “bomba atómica” para comunicar lo que había caído en Hiroshima, no había letra solo la Cosa. Afortunadamente la hierba volvió a crecer.
Descrito los eventos más ominosos el autor nos deja la duda de sí esta huella nuclear coincide con la locura desbordada de aquellos que decían ser los más dignos ejemplos de humanidad, si es posible con el resistirse a olvidar y no analizar poder aplacar la voz del delito en el nombre del poder, y si es posible mirar hacía un pasado que aún no deja de hablar en los cuerpos de personas que padecen del fantasma de las bomba nucleares, esos monstruos que con su irascibilidad dejaron en la humanidad un tufo de melancolía que se expresa en el poco interés por acceder a un Otro capaz de responder a lo que Kenzaburo Oé se pregunta sin preguntar en el título de uno de sus libros: Dinos como sobrevivir a nuestra locura.

jueves, 24 de julio de 2014

ELLA Y ÉL: AQUELLOS

Por: Sergio Malagón P.

Él

Un día cuando volvía a su casa, por primera vez la vio. Estaba sentada en la sala con las piernas abiertas, llevaba una minifalda y un saco negro, su cara lívida se escondía tras un velo oscuro y sus piernas eran largas y famélicas. No le pareció extraño verla sentada a ella en sala de su casa, siguió a su habitación y luego volvió a la sala pero ella ya no estaba. En la noche se preguntó a si mismo cuál era la razón de no haberle hablado a aquella mujer que lo esperaba la sala y luego pensó que ni siquiera le había preocupado el hecho de una mujer extraña a quien no conocía hubiese podido entrar a su casa. La cual cuando él llego seguía cerrada con llave como cuando salió por la mañana.

Otra tarde, de esas tardes de agosto cuando el viento juega con los árboles y las hojas se estremecen hacia el suelo con vehemencia, la volvió a ver, esta ella sentada en la sala de su casa, en la misma posición de la vez pasada, con su velo que le cubría toda la cara, esta vez quiso hablarle pero apenas pronuncio un simple “hola” ella lo miro como si no hubiera nada, como mirando a través de él. En ese instante el semblante de él cambio y temió importunarla con sus palabras así que se calló y siguió a su habitación pero cuando volvió a la sala ella ya no estaba.

Días pasaron persiguiéndose siempre con la misma cara larga y otra vez más la volvió a ver. En el retrovisor de su carro cuando él se disponía a volver de su trabajo a la casa. No le preocupo preguntarse cómo había entrado ella al carro, incluso se alegró de tener compañía camino a casa. Él se armó de valor para invitarla a pasar a su casa pero cuando volvió a mirar el retrovisor ella ya no estaba,  solo había una rosa negra con pétalos  inmarcesibles en el asiento trasero.

Ella

Un día cuando volvía a su casa, por primera vez lo vio. Estaba sentado en la sala con las piernas cruzadas, llevaba un pantalón  y un saco negro, su cara lívida se escondía tras un sombrero oscuro y sus piernas eran largas y delgadas. No le pareció extraño verlo sentado a él en sala de su casa, siguió a su habitación y luego volvió a la sala pero él  ya no estaba. En la noche se preguntó a si misma cuál era la razón de no haberle hablado a aquel hombre que la esperaba la sala y luego pensó que ni siquiera le había preocupado el hecho de un hombre extraño a quien no conocía hubiese podido entrar a su casa. La cual cuando ella llego seguía cerrada con llave como cuando salió por la mañana.

Otra tarde, de esas tardes de agosto cuando el viento juega con los árboles y las hojas se estremecen hacia el suelo con vehemencia, lo volvió a ver, estaba él sentado en la sala de su casa, en la misma posición de la vez pasada, con su sombrero que no permitía ver los rasgos de su cara, esta vez quiso hablarle pero apenas pronuncio un simple “hola” él la miro como si no hubiera nada, como mirando a través de ella. En ese instante el semblante de ella cambio y temió importunarlo con sus palabras así que se calló y siguió a su habitación pero cuando volvió a la sala él  ya no estaba.

Días pasaron persiguiéndose siempre con la misma cara larga y otra vez más lo volvió a ver. En el retrovisor de su carro cuando ella se disponía a volver de su trabajo a la casa. No le preocupo preguntarse cómo había entrado él al carro, incluso se alegró de tener compañía camino a casa. Ella se armó de valor para invitarlo a pasar a su casa pero cuando volvió a mirar el retrovisor él ya no estaba, solo había una rosa negra con pétalos inmarcesibles en el asiento trasero.

Aquellos

Él soñó con el cuerpo de ella, ella con el cuerpo de él, nunca se habían visto a la cara pero se imaginaban, divagaban sobre sus rasgos y nunca se les pasó preguntarse porqué se aparecían de traje negro.

Ella como tentando al destino esa noche, cogió una de sus cajas de antidepresivos, saco todos los que habían y con una copa de whiskey se los mando adentro.

Él como tentando al destino esa noche, cogió una de sus cajas de antidepresivos, saco todos los que había, los contempló, no cabían en su puño, sin tomar nada se los tragó uno por uno.

Ella saco de su armario un viejo vestido que había usado en el entierro de su madre, era una minifalda negra con una blusa negra,  un saco y un velo.

Él abrió su closet busco entre toda su ropa algo elegante, se encontró un viejo traje que había usado para el entierro de su padre, este traje era negro con pantalón y chaqueta y un sombrero que tapaba los rasgos de su cara.

Mientras aún tenían consciencia aquellos salieron de sus casas, tomaron sus autos, llegaron a algún bar y se esperaron sin nunca llegar. Cuando la campana de la iglesia marco las doce fueron al puente más cercano. Se detuvieron, miraron la luna como si nunca la hubieran mirado, sintieron  ganas de aullarle, estaba excelsa en el firmamento, pusieron algo de buena música en sus carros quizá  Blues y miraron la luna por alguna extraña razón sintieron París. Luego de un rato miraron al fondo. Un caudaloso rio de imponte caudal se abalanzaba debajo, miraron por todos lados, la noche estaba fosca y no había nadie, pensaron aquellos de pronto en el silencio que respiraban los árboles, la noche y la ciudad. Nadie preguntaría por aquellos así que decidieron saltar.

Al otro día un titular de un periódico que yo estaba leyendo decía: “Pareja se  ha suicidado”.

Leí la noticia sin mucha atención  y decía algo así:

Esta mañana oficiales encontraron en la orilla del rio dos cadáveres. Se presume que aquellos eran una pareja. La autopsia revelo agua en sus pulmones y además una cantidad elevada de antidepresivos en sus estómagos. No se tiene ningún dato de quienes eran aquellos, no poseían ningún documento de identificación y no había registro alguno de sus huellas digitales.


¡Ah! Y además decía que junto con ellos se encontró una extraña rosa de color negro que abría sus pétalos a la vida.