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martes, 9 de agosto de 2011

EL ESTALLIDO DE LA BURBUJA EDUCATIVA CHILENA

El estallido de la burbuja educativa chilena

Por Adriana Puiggrós *

Reproducido de: Pagina12.com.ar

El “modelo” educativo de Chile ha estallado en mil pedazos, lo cual es un síntoma fuerte del agotamiento del neoliberalismo como forma de la economía, la política y la cultura. No se trata de cualquier experiencia educativa, sino de la que fue alabada, mimada y mostrada como ejemplo hasta hace escasos días por los sectores políticos que abjuran del viejo liberalismo estatista, por los mercaderes de la educación que se han multiplicado como una plaga dejando muy atrás a la escuela privada tradicional, por los que impulsan la meritocracia como mecanismo selector de la población que alcanzará distintos niveles de educación, varios de ellos en campaña electoral en estos días.

En los años ’70 y ’80, sociopedagogos como Bowles y Gientis, Basil Bernstein, Baudelot y Establet y Pierre Bourdieu, entre otros, denunciaron en un lenguaje científico que los sistemas escolares ratificaban las pertenencias de clase previas de los alumnos y cuestionaron fuertemente que la escuela promoviera la movilidad social. Sus conclusiones eran escasamente generalizables en referencia a los sistemas escolares del siglo XX. Pero lejos de haber servido a la superación de las disfuncionalidades de esos sistemas, hoy pueden leerse sus apreciaciones como pronósticos del modelo que implementaría el neoliberalismo.

La condición para que la educación –en lugar de distribuir democráticamente la cultura y colaborar en la nivelación de la instrucción pública y la formación científica y técnico profesional– se tornara en un dispositivo reproductor de desigualdad fue destruir la unidad de los sistemas escolares, privatizar todas sus instituciones, desjerarquizar a los docentes y retirar del Estado toda la responsabilidad que fuera posible. Es lo que se hizo en Chile, donde cursar la educación primaria y secundaria requiere del pago mensual, restando un mínimo de educación gratuita de pésima calidad para los más pobres, y el costo de la educación superior es inaccesible hasta para la clase media. Las universidades chilenas están entre las más caras del mundo, de acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un organismo que ha incorporado a la educación entre los bienes transables y que impulsa el libre mercado de educación superior, así como el retiro de los Estados de todo tipo de inversión y supervisión sobre las universidades.

No podemos dejar de señalar que pocas publicaciones de organismos internacionales han dejado de admirar al modelo educativo chileno y que muchos de los político-educadores neoliberales han exhibido estadísticas muy favorables a ese modelo. Desde la orilla en la que se defiende la educación pública, el papel principal del Estado, el derecho a la educación del pueblo, la gratuidad de toda la educación, incluida la educación superior, descreímos de esas informaciones que denunciamos frecuentemente como basadas en falsas premisas. El más burdo ejemplo es que se muestra como ejemplo de la inversión chilena en educación, que es de un 6 por ciento, sin aclarar que más de la mitad es privada y que parte de la pública se ofrece en forma de créditos que encadenan a las familias por décadas para que sus hijos estudien. Precisamente uno de los elementos de la actual crisis es la imposibilidad de sostener esos créditos; se trata de una situación comparable con la española en relación con la burbuja inmobiliaria.

En Chile, los criterios de la educación instalados desde la época de Pinochet fueron enriquecidos por el neoliberalismo pedagógico que dentro de la Concertación ganó terreno y dio origen a la burbuja educativa. Sus engañosos componentes son términos como “calidad”, “excelencia” educativa, eficiencia de la inversión, equidad (término que en el “modelo chileno” opera permitiendo cobrarle la educación a la mayoría con la excusa de balancear la inversión que el Estado hace con algunos pocos), que en el marco del discurso pedagógico neoliberal adquieren contenidos estigmatizadores y discriminadores. En nombre de la eficiencia se transfirieron las escuelas y los colegios a los municipios, que a su vez arancelaron la prestación o se deshicieron de las escuelas privatizándolas. Esa situación tampoco aguanta más y el movimiento de secundarios, la “revolución pingüina”, que comenzó ya en los años del gobierno de Bachelet, se ha generalizado y superado ante la profundización de las injusticias educativas por parte del gobierno de Sebastián Piñera, que desde su postura conservadora no ha podido pensar más allá que en emplear un decreto firmado por Pinochet en 1983 para reprimir a los estudiantes.

Las demandas del movimiento estudiantil-docente chileno están contempladas en la Ley de Educación Nacional y en el conjunto de la política educativa argentina que han llevado los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner. En la Argentina sólo la inversión estatal llegó al 6,5 por ciento en educación, y nuestras universidades reciben con los brazos abiertos a los hermanos chilenos que vienen de a cientos a seguir su formación profesional. La educación pública es una tradición argentina y a ella se debe que nuestro pueblo siga teniendo la cultura que le ha permitido reconstruir el país en los últimos ocho años al compás de los gobiernos que ha elegido. Chile también tenía una tradición de educación pública y democrática. Su pueblo no lo ha olvidado y hoy emerge como un ejemplo inverso al “modelo neoliberal”: los sucesos de estas horas demuestran que si la educación se reduce a las leyes del mercado en algún momento emerge la sociedad profunda reclamándola como propia.



* Presidenta de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados.


miércoles, 3 de agosto de 2011

PSICOSIS EN LA ACTUALIDAD COLOMBIANA, LA TRIBU URBANA DE LA PSICOSIS

PSICOSIS EN LA ACTUALIDAD COLOMBIANA, LA TRIBU URBANA DE LA PSICOSIS

Por: Edgar Alejandro Gómez Bernal

“los problemas con solución complicada del hombre lo hacen huir de la realidad, ocultándose así en la psicosis”

Primero es bueno definir qué es la psicosis; puedo decir que está arraigada y nace a partir de la “huida de lo real” ideas delirantes, alteración de la percepción (pensamiento confuso, alucinaciones, cambios de conducta).

¿Pero por qué es viable en la sociedad contemporánea la psicosis? Tal vez porque los jóvenes somos de cierto modo malnacidos en la historia. “poseemos una madre, a la cual seguimos, pero nos falta un padre para guiarnos y poder obtenerla”. Lastimosamente no sabemos nuestro lugar en la historia y qué hacer cuando nacemos si todo ya está hecho, para comodidad. Nuestra naturaleza nos lleva a descartar las acciones que requieran esfuerzo primero. Qué hacer con tanta tecnología que nos conduce al sedentarismo al punto de depender de ella. Como ejemplo, puedo exponer: “los celulares nuestra segunda memoria”. La siguiente situación es más usual de lo que ustedes piensan. Tenemos todos los números de teléfonos en el celular, cuando este no está, no conocemos ni el número de nuestra propia casa.. cómo nunca nos llamamos a nosotros mismos.

¿La psicosis como tribu urbana? ¿A qué se refiere? Haber me explico, el cuento de las “tribus” surgió de la necesidad primordial de poder vivir dentro de la sociedad expresando el pensamiento (paradigmático).de pequeños grupos de personas. A esto le sumo la psicosis. Es tal el punto de expresión, que se crea un paralelo, “por así decirlo”, en donde se adopta la pérdida de la realidad. ¿Por qué lo digo? la sociedad en su impotencia ante la crisis que evoca la destrucción, formula nuevas formas de pensamiento. Tal vez, inconscientemente interiorizamos esto de lo social a lo individual como sujeto (persona). Hemos pasado a lo largo de la historia por cuatro importantes etapas: El mito, el destino, la fe, el caos, (complejidad); esta última sobre todas las otras. Seguimos e imitamos conductas para buscar soluciones y respuestas.

Puedo cerrar esto con la cita de Jorge Mario Rozo. “evocar un esquema de pensamiento como mecanismo defensivo, una sociedad que no da tiempo ni lugar en la historia”.(1) Entendiendo como historia el desarrollo del hombre a lo largo del tiempo. Tal vez a la historia se le olvidó que en la vida lo más importante es el conocernos a sí mismos, “pues en la vida lo más importante tendrá que ser el yo”, ser consciente. Pues siento que el sí mismo es emotivo, no es verbal ni mecánico. Es vida, pensamiento individual.

Veo a la psicosis como ese punto en el cual el joven o el mayor se enrolan para crear su realidad o escapar de ella. Como aquel otro que escucha su música rock y se viste desordenado como queriendo decir que es libre y hace lo que quiere. Siguiendo esto, termino con una pregunta al vacío infinito…. ¿Si esto es así, cómo buscar la cura de la psicosis. Acaso queremos curar la libertad. Así sea fuera de nuestra realidad? ¿Acaso para que el sujeto sea curado es necesario que esté en el lado real, insertándolo en la sociedad para actuar y aparentar su salud?

Notas

(1). Karam, jorge Mario. La psicosis en el escenario contemporáneo. En Báez, Jairo; Rodríguez, Rosendo; Velosa, Jaime; Karam, Jorge Mario. (2009). Cuatro documentos desde el psicoanálisis sobre la investigación de la psicosis en Colombia. Fundación Universitaria los Libertadores. Bogotá, Colombia.





martes, 26 de julio de 2011

INTRODUCCIÓN A LOS COMENTARIOS SOBRE LOS ESCRITOS TÉCNICOS DE FREUD

Introducción a los comentarios sobre los escritos técnicos de Freud.

(El seminario. La confusión en el análisis. La historia no es el pasado. Teorías del ego.)

Clase 1. Enero 13 de 1954

Jacques Lacan

Introduciré con mucho gusto este año, en el que les deseo la mejor suerte, diciéndoles: ¡se acabaron las bromas!

Durante el último trimestre, sólo han tenido que escucharme; les anuncio solemnemente que en este trimestre que comienza, cuento con, espero, me atrevo a esperar, que, también yo, los escucharé un poco.

Es la ley misma, y la tradición del seminario que quienes participan en él aporten algo más que un esfuerzo personal: una colaboración a través de comunicaciones efectivas. La colaboración sólo puede venir de quienes están interesados del modo más directo en este trabajo, de aquellos para quienes estos seminarios de textos tienen pleno sentido, de quienes están comprometidos, de diferentes modos, en nuestra práctica. Esto no excluirá que obtengan las respuestas que dentro de mis posibilidades pueda darles.

Me interesaría especialmente que todos y todas, en la medida de sus medios, a fin de contribuir a este nuevo estadio del seminario, dieran el máximo. Este máximo consiste en que, cuando interpele a tal o cual para encomendarle una parte precisa de nuestra tarea común, éste no responda con aire aburrido que, precisamente, tiene esta semana ocupaciones particularmente importantes.

Me dirijo aquí a quienes forman parte del grupo de psicoanálisis que representamos. Quisiera que captaran que si éste está constituido como tal, con carácter de grupo autónomo, lo está en función de una tarea que implica para cada uno de nosotros nada menos que el porvenir: el sentido de todo lo que hacemos y tendremos que hacer durante el resto de nuestra existencia. Si no vienen aquí a fin de cuestionar toda su actividad, no veo por qué están ustedes aquí. ¿Por qué permanecerían ligados a nosotros, en lugar de asociarse a una forma cualquiera de burocracia, quienes no sintiesen el sentido de nuestra tarea?

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Estas reflexiones son particularmente pertinentes, a mi parecer, en el momento en que vamos a abordar lo que habitualmente se denomina los Escritos Técnicos de Freud.

Escritos Técnicos es un término ya establecido por cierta tradición. Estando Freud aún en vida, apareció bajo el título de Kleine Neurosen Schrifte, un pequeño volumen in octavo, que escogía cierto número de escritos de Freud, comprendidos entre 1904 y 1919, cuyo título, presentación, y contenido, indicaban que trataban del método psicoanalítico.

Lo que motiva y justifica esta forma es la necesidad de alertar al practicante inexperto, quien querría precipitarse al análisis, y a quien hay que evitarle ciertas confusiones respecto a la práctica del método, y también respecto a su esencia.

Se encuentran en estos escritos pasajes de suma importancia para captar el progreso que ha conocido en el curso de estos años la elaboración de la práctica. Gradualmente vemos aparecer nociones fundamentales para comprender el modo de acción de la terapéutica analítica, la noción de resistencia y la función de la transferencia, el modo de acción e intervención en la transferencia, e incluso, hasta cierto punto, el papel esencial de la neurosis de transferencia. Es inútil pues subrayar aún más el peculiar interés que tiene este pequeño conjunto de escritos.

Ciertamente este agrupamiento no es completamente satisfactorio, y el término escritos técnicos no es quizás el que le da su unidad. Unidad que, no por eso, es menos efectiva. El conjunto es el testimonio de una etapa en el pensamiento de Freud. Lo estudiaremos desde esa perspectiva.

Estos textos constituyen una etapa intermedia. Ella continúa el primer desarrollo que alguien, analista cuya pluma no siempre es acertada, pero que en esta ocasión hizo un feliz hallazgo, bello incluso, denominó la experiencia germinal de Freud. Precede a la elaboración de la teoría estructural.

Los orígenes de esta etapa intermedia deben situarse entre 1904 y 1909. En 1904, aparece el artículo sobre el método psicoanalítico, hay quienes sostienen que surge allí por primera vez la palabra psicoanálisis; esto es falso pues Freud ya la había utilizado mucho antes, aún cuando es empleada allí de modo formal, y en el título mismo del artículo. 1909, momento de las conferencias en la Clark University, del viaje de Freud a América, acompañado de su hijo, Jung.

Si retornamos las cosas en el año 1920, vemos elaborarse la teoría de las instancias, la teoría estructural, o como Freud también la llamó, metapsicológica. Es este otro desarrollo de su experiencia y su descubrimiento que nos ha legado.

Como pueden ver, los escritos llamados técnicos se escalonan entre estos dos desarrollos. Esto es lo que les confiere su sentido. Es una concepción errónea creer que su unidad surge del hecho de que Freud habla en ellos de técnica.

En cierto sentido, Freud nunca dejó de hablar de técnica. Basta evocar ante ustedes los Studien über Hysterie, que no son más que una larga exposición del descubrimiento de la técnica analítica. La vemos allí en formación; esto es lo que le da su valor. Por ellos habría que empezar si quisiera hacerse una exposición completa, sistemática, del desarrollo de la técnica en Freud. La razón por la cual no he tomado los Studien über Hysterie es sencilla; no son fácilmente accesibles -ya que no todos leen alemán, ni siquiera inglés- ciertamente existen otras razones, además de estas razones circunstanciales, que hacen que haya preferido más bien los Escritos Técnicos.

Incluso en La Interpretación de los sueños, se trata todo el tiempo, constantemente, de técnica. No hay obra alguna, dejando de lado lo que ha escrito sobre temas mitológicos, etnográficos, culturales, donde Freud no aporte algo sobre la técnica. Inútil también es subrayar que un artículo como Análisis terminable e interminable, aparecido hacia 1934, es uno de los artículos más importantes en lo que a técnica se refiere.

Quisiera ahora acentuar la actitud que me parece deseable mantener, este trimestre, en el comentario de estos escritos. Es necesario fijarla desde hoy.

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Obtendremos, evidentemente, una completa satisfacción si consideramos que estamos aquí para inclinarnos con admiración ante los textos freudianos, y maravillarnos.

Estos escritos son de tal frescura y vivacidad, que nada tienen que envidiar a otros escritos de Freud. Su personalidad se revela aquí a veces de modo tan directo que es imposible dejar de encontrarla. La simplicidad y la franqueza del estilo son ya, por sí mismas, una especie de lección.

Particularmente, la soltura con que encara el problema de las reglas prácticas que se deben observar, nos permite ver en qué medida ellas eran, para Freud, un instrumento, en el sentido en que se dice una herramienta hecha a medida. En suma dice, está, hecha a la medida de mi mano, y así es como yo suelo agarrarla. Otros quizá preferirían un instrumento ligeramente diferente, más adecuado a su mano. Encontrarán pasajes que expresan esto aún más netamente de lo que yo lo hago en esta forma metafórica.

La formalización de las reglas técnicas es tratada así en estos escritos con una libertad que por sí sola es enseñanza suficiente, y que brinda ya en una primera lectura su fruto y recompensa. Nada más saludable y liberador. Nada muestra mejor que la verdadera cuestión se halla en otro lado.

Esto no es todo. Existe, en el modo en que Freud nos transmite lo que se podría denominar las vías de la verdad de su pensamiento, otro aspecto, que se descubre en algunos pasajes que aparecen quizás en segundo plano, pero que son, no obstante, notables. El carácter doliente de su personalidad, su sentimiento de la necesidad de autoridad; acompañado en él de cierta depreciación fundamental de lo que puede esperar, quien tiene algo que transmitir o enseñar, de quienes lo escuchan y siguen. En muchos sitios aparece cierta desconfianza profunda respecto al modo en que se aplican y comprenden las cosas. Creo incluso, ustedes lo verán, que se encuentra en él una depreciación muy particular de la materia humana que le ofrece el mundo contemporáneo. Esto, seguramente, es lo que nos permite vislumbrar porqué Freud ejerció concretamente el peso de su autoridad para asegurar, así creía él, el porvenir del análisis, exactamente a la inversa de lo que sucede en sus escritos. Respecto a todos los tipos de desviaciones, pues eso era, que se manifestaron, fue exclusivista, e imperativo en el modo en que dejó organizarse a su alrededor la transmisión de su enseñanza.

Esto no es sino una aproximación a lo que puede revelársenos en esta lectura sobre el aspecto histórico de la acción y la presencia de Freud. ¿Nos limitaremos acaso a este registro? Ciertamente no, aunque más no sea por la sola razón de que sería asaz inoperante a pesar del interés, el estímulo, el agrado, el esparcimiento que de él podemos esperar.

Hasta ahora he enfocado siempre este comentario de Freud en función de la pregunta ¿qué hacemos cuando hacemos análisis? El análisis de estos breves escritos continúa en el mismo estilo. Partir pues de la actualidad de la técnica, de lo que se dice, se escribe, y se practica en relación a la técnica analítica.

Ignoro si la mayoría de ustedes- espero que al menos una parte sí- ha tomado conciencia de lo siguiente. Cuando, hoy en día- me refiero a 1954, este año tan joven, tan nuevo- observamos cómo los distintos practicantes del análisis piensan, expresan, conciben su técnica, nos decimos que las cosas han llegado a un punto que no es exagerado denominar la confusión más radical. Les informo que, actualmente, entre quienes son analistas y piensan (lo que ya restringe el círculo) no hay quizás ni uno que, en el fondo, esté de acuerdo con sus contemporáneos o vecinos respecto a lo que hacen, a lo que apuntan, a lo que obtienen, y a lo que está en juego en el análisis.

Hasta tal punto es así que podríamos divertirnos jugando a comparar las concepciones más extremas: veríamos cómo culminan en formulaciones rigurosamente contradictorias. Esto, sin siquiera recurrir a los aficionados a las paradojas que, por otra parte, no son tan numerosos. El tema es suficientemente serio como para que los distintos teóricos lo aborden sin ingenio alguno, y así el humor está ausente, en general, de sus elucubraciones sobre los resultados terapéuticos, sus formas, sus procedimientos y las vías por las que se obtienen. Se contentan con aferrarse a la barandilla, al pretil de algún fragmento de la elaboración teórica de Freud. Sólo esto le ofrece a cada uno la garantía de estar aún en comunicación con sus compañeros y colegas. Sólo gracias al lenguaje freudiano se mantiene un intercambio entre practicantes que tienen concepciones manifiestamente muy diferentes de su acción terapéutica, y aún más, acerca de la forma general de esa relación interhumana que se llama psicoanálisis.

Como ven, cuando digo relación interhumana coloco las cosas en el punto al que han llegado en la actualidad. En efecto, elaborar la noción de la relación entre analista y analizado, tal es la vía en la que se comprometieron las doctrinas modernas intentando encontrar una base adecuada a la experiencia concreta. Esta es, ciertamente, la dirección más fecunda desde la muerte de Freud. M. Balint la denomina two bodies' psychology, expresión que, por otra parte, no es suya, ya que la tomó del difunto Rickman, una de las pocas personas que, después de la muerte de Freud, ha tenido en los medios analíticos un poco de originalidad teórica. En torno a esta fórmula pueden reagruparse fácilmente todos los estudios sobre la relación de objeto, la importancia de la contratransferencia y cierto número de términos conexos, entre ellos en primer lugar el fantasma. La inter-reacción imaginaria entre analizado y analista es entonces algo que deberemos tener en cuenta.

¿Significa esto que es una vía que nos permite situar correctamente los problemas? En parte sí. En parte no.

Es interesante promover una investigación de este tipo, siempre y cuando se acentúe adecuadamente la originalidad de lo que está en juego respecto a la one body's psychology, la psicología constructiva habitual. ¿Pero, basta afirmar que se trata de una relación entre dos individuos? Podemos percibir aquí el callejón sin salida hacia el cual se ven empujadas actualmente las teorías de la técnica.

Por el momento no puedo decirles más, aún cuando, quienes están familiarizados con este seminario deben, sin duda, comprender que, sin que intervenga un tercer elemento, no existe two bodies' psychology. Si se toma la palabra tal como se debe, como perspectiva central, la experiencia analítica debe formularse en una relación de tres, y no de dos.

Esto no quiere decir que no puedan expresarse fragmentos, trozos, pedazos importantes de esta teoría en otro registro. De este modo se captan las dificultades que enfrentan los teóricos. Es fácil comprenderlos: si, efectivamente, debemos representamos el fundamento de la relación analítica como triádico, existen varias maneras de elegir en esta tríada dos elementos. Se puede acentuar una u otra de las tres relaciones duales que se establecen en su interior. Este ser, ya verán, una manera práctica de clasificar cierto número de elaboraciones teóricas que son datos de la técnica.

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Es posible que todo esto pueda parecerles por el momento un poco abstracto y, para introducirlos en esta discusión, quiero intentar decirles algo más concreto.

Evocaré rápidamente la experiencia germinal de Freud, de la que hace un instante les hablé, ya que en suma ella fue en parte el objeto de nuestras lecciones del último trimestre, enteramente centrado alrededor de la noción de que la reconstitución completa de la historia del sujeto es el elemento esencial, constitutivo, estructural, del progreso analítico.

Creo haberles demostrado que éste es el punto de partida de Freud. Para él siempre se trata de la aprehensión de un caso singular. En ello radica el valor de cada uno de sus cinco grandes psicoanálisis. Los dos o tres que ya hemos examinado, elaborado, trabajado juntos los años anteriores, lo demuestran. El progreso de Freud, su descubrimiento, está en su manera de estudiar un caso en su singularidad.

¿Qué quiere decir estudiarlo en su singularidad? Quiere decir que esencialmente, para él, el interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la reintegración por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una dimensión que supera ampliamente los límites individuales. Lo que hemos hecho juntos, durante estos últimos años, es fundar, deducir, demostrar esto en mil puntos textuales de Freud.

Esta dimensión revela cómo acentuó Freud en cada caso los puntos esenciales que la técnica debe conquistar; puntos que llamaré situaciones de la historia. ¿Acaso es éste un acento colocado sobre el pasado tal como, en una primera aproximación, podría parecer? Les mostré que no era tan simple. La historia no es el pasado. La historia es el pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado.

El camino de la restitución de la historia del sujeto adquiere la forma de una búsqueda de restitución del pasado. Esta restitución debe considerarse como el blanco hacia el que apuntan las vías de la técnica.

Verán indicada a lo largo de toda la obra de Freud, en la cual como les dije las indicaciones técnicas se encuentran por doquier, cómo la restitución del pasado ocupó hasta el fin, un primer plano en sus preocupaciones. Por eso, alrededor de esta restitución del pasado, se plantean los interrogantes abiertos por el descubrimiento freudiano, que no son sino los interrogantes, hasta ahora evitados, no abordados -en el análisis me refiero- a saber, los que se refieren a las funciones del tiempo en la realización del sujeto humano.

Cuando volvemos al origen de la experiencia freudiana ­cuando digo origen no digo origen histórico, sino fuente­ nos damos cuenta que esto mantiene siempre vivo al análisis, a pesar de los ropajes profundamente diferentes con que se lo viste. Freud coloca siempre, una y otra vez, el acento sobre la restitución del pasado, aún cuando, con la noción de las tres instancias ­verán que también podemos decir cuatro­ da al punto de vista estructural un desarrollo considerable, favoreciendo así cierta orientación que, cada vez más, centrar la relación analítica en el presente, en la sesión en su actualidad misma, entre las cuatro paredes del análisis.

Para sostener lo que estoy diciendo, me basta evocar un artículo que publicaba en 1934, Konstruktionen in der Analyse, en el que Freud trata, una y otra vez, la reconstrucción de la historia del sujeto. No encontramos ejemplo más característico de la persistencia de este punto de vista de una punta a otra de la obra de Freud. Hay allí una insistencia última en este tema pivote. Este artículo es la esencia, la cima, la última palabra de lo que constantemente se halla en juego en una obra tan central como El hombre de los lobos: ¿cuál es el valor de lo reconstruido acerca del pasado del sujeto?

Podemos decir que Freud llega allí ­pero se siente claramente en muchos otros puntos de su obra­ a una concepción que emergía en los seminarios que realizamos el último trimestre, y que es aproximadamente la siguiente: que el sujeto reviva, rememore, en el sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formadores de su existencia, no es en sí tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos.

Existen sobre este punto fórmulas sorprendentes. Después de todo ­escribe Freud­ Traüme, los sueños, sind auch erinnern, son también un modo de recordar. Incluso llegar a decir que los recuerdos encubridores mismos son, después de todo, representantes satisfactorios de lo que está en juego. Es cierto que en su forma manifiesta de recuerdos no lo son, pero si los elaboramos suficientemente nos dan el equivalente de lo que buscamos.

¿Ven ustedes adónde arribamos? En la concepción misma de Freud, arribamos a la idea de que se trata de la lectura, de la traducción calificada, experimentada, del criptograma que representa lo que el sujeto posee actualmente en su conciencia ­¿qué diré?, ¿de él mismo? No solamente de él mismo­ de él mismo y de todo, es decir del conjunto de su sistema.

Hace un momento les dije, que la restitución de la integridad del sujeto se presenta como una restauración del pasado. Sin embargo, el acento cae cada vez más sobre la faceta de reconstrucción que sobre la faceta de reviviscencia en el sentido que suele llamarse afectivo. En los textos de Freud encontramos la indicación formal de que lo exactamente revivido- que el sujeto recuerde algo como siendo verdaderamente suyo, como habiendo sido verdaderamente vivido, que comunica con él, que él adopta- no es lo esencial. Lo esencial es la reconstrucción, término que Freud emplea hasta el fin.

Hay aquí algo muy notable, que sería paradójico, si para acceder a ello no tuviéramos idea acerca del sentido que puede cobrar en el registro de la palabra, que intento promover aquí como necesario para la comprensión de nuestra experiencia. Diré, finalmente, de qué se trata, se trata menos de recordar que de reescribir la historia.

Hablo de lo que está en Freud. Esto no quiere decir que tenga razón, pero esta trama es permanente, subyace continuamente al desarrollo de su pensamiento. Nunca abandonó algo que sólo puede formularse en la forma que acabo de hacerlo ­reescribir la historia­ fórmula que permite situar las diversas indicaciones que brinda a propósito de pequeños detalles presentes en los relatos en análisis.

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Podría confrontar la concepción freudiana que les expongo con concepciones completamente diferentes de la experiencia analítica.

Hay quienes efectivamente consideran el análisis como una especie de descarga homeopática, por parte del sujeto, de su aprehensión fantasmática del mundo. Según ellos, en el interior de la experiencia actual que transcurre en el consultorio, esta aprehensión fantasmática debe, poco a poco, reducirse, transformarse, equilibrarse en cierta relación con lo real. El acento está puesto allí, pueden verlo claramente en otros autores que Freud, en la transformación de la relación fantasmática en una relación que se llama, sin ir más lejos, real.

Sin duda, pueden formularse las cosas de modo más amplio, con suficientes matices como para dar cabida a la pluralidad expresiva, como lo hace una persona que ya nombré aquí, y que escribió sobre técnica. Pero, a fin de cuentas, todo se reduce a esto. Singulares incidencias resultan de ello, que podremos evocar cuando comentemos los textos freudianos.

¿Cómo la práctica instituida por Freud ha llegado a transformarse en un manejo de la relación analista-analizado en el sentido que acabo de comunicarles?, es ésta la pregunta fundamental que encontraremos en el transcurso del estudio que intentamos.

Esta transformación es consecuencia del modo en que fueron acogidas, adoptadas, manejadas, las nociones que Freud introdujo en el período inmediatamente ulterior al de los Escritos Técnicos, a saber las tres instancias. Entre las tres, es el ego la primera en cobrar importancia. Todo el desarrollo de la técnica analítica gira, desde entonces, en torno a la concepción del ego, es allí donde radica la causa de todas las dificultades planteadas por la elaboración teórica de este desarrollo práctico.

Sin duda alguna hay una gran distancia entre lo que efectivamente hacemos en esa especie de antro donde un enfermo nos habla y donde, de vez en cuando, le hablamos, y la elaboración teórica que de ello hacemos. Incluso en Freud, en quien la separación es infinitamente más reducida, tenemos la impresión que se mantiene una distancia.

No soy desde luego el único que se ha planteado esta pregunta: ¿qué hacía Freud efectivamente? Bergler formula esta pregunta por escrito y responde que no sabemos gran cosa acerca de ello, salvo lo que Freud mismo nos dejó ver cuando, también él, formuló directamente por escrito el fruto de algunas de sus experiencias y, en particular, sus cinco grandes psicoanálisis. Tenemos allí la mejor apertura hacia el modo en que Freud actuaba. Pero los rasgos de su experiencia no parecen poder reproducirse en su realidad concreta. Por una razón muy sencilla, en la cual ya he insistido: la singularidad de la experiencia analítica tratándose de Freud.

Fue realmente Freud quien abrió esta vía de la experiencia. Este hecho, por sí solo, le daba una óptica absolutamente particular, que su diálogo con el paciente demuestra. Se advierte, a cada momento, que el paciente no es para él más que algo así como un apoyo, un interrogante, un control si se quiere, en el camino por el que él, Freud, avanza solitario. A ello se debe el drama, en el sentido propio de la palabra, de su búsqueda. El drama que llega, en cada caso que nos ha aportado, hasta el fracaso.

Durante toda su vida Freud continuó por las vías que había abierto en el curso de esta experiencia, alcanzando finalmente algo que se podría llamar una tierra prometida. Pero no puede afirmarse que haya penetrado en ella. Basta leer lo que se puede considerar su testamento, Análisis terminable e interminable, para ver que, si de algo tenía conciencia, era, justamente, de no haber penetrado en la tierra prometida. Este artículo no es una lectura aconsejable para cualquiera, para cualquiera que sepa leer ­por suerte poca gente sabe leer­ ya que, por poco analista que uno sea, es difícil de asimilar, y si uno no lo es, pues entonces le importa un bledo.

A quienes están en posición de seguir a Freud, se les plantea la pregunta acerca de cómo fueron adoptadas, re-comprendidas, re-pensadas las vías que heredamos. De modo tal que nuestra única alternativa es reunir nuestros aportes bajo la égida de una crítica, una crítica de la técnica analítica.

La técnica no vale, no puede valer sino en la medida en que comprendemos dónde está la cuestión fundamental para el analista que la adopta. Pues bien, señalemos en primer término, que escuchamos hablar del ego como si fuera un aliado del analista, y no solamente un aliado, sino como si fuese la única fuente de conocimiento. Suele escribirse que sólo conocemos el ego. Anna Freud, Fenichel, casi todos los que han escrito sobre análisis a partir de 1920, repiten: No nos dirigimos sino al yo, no tenemos comunicación sino con el yo y todo debe pasar por el yo.

Por el contrario, desde otro ángulo, todo el progreso de esta psicología del yo puede resumirse en los siguientes términos: el yo está estructurado exactamente como un síntoma. No es más que un síntoma privilegiado en el interior del sujeto. Es el síntoma humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre.

Traducir el yo analítico de esta manera rápida, abreviada, es resumir, lo mejor posible, los resultados de la pura y simple lectura del libro de Anna Freud El yo y los mecanismos de defensa. Ustedes no pueden dejar de sorprenderse de que el yo se construye, se sitúa en el conjunto del sujeto, exactamente como un síntoma. Nada lo diferencia. No hay objeción alguna que pueda hacerse a esta demostración, especialmente fulgurante. No menos fulgurante es que las cosas hayan llegado a un punto tal de confusión, que el catálogo de los mecanismos de defensa que constituyen el yo resulta una de las listas más heterogéneas que puedan concebirse. La misma Anna Freud lo subraya muy bien: aproximar la represión a nociones tales como las de inversión del instinto contra su objeto o inversión de sus fines, es reunir elementos en nada homogéneos.

En el punto en que nos encontramos, tal vez no podamos hacer nada mejor. Pero de todos modos podemos destacar la profunda ambigüedad de la concepción que los analistas se hacen del ego; ego sería todo aquello a lo que se accede, aunque, por otra parte, no sea sino una especie de escollo, un acto fallido, un lapsus.

Al comienzo de sus capítulos sobre la interpretación analítica, Fenichel habla del ego como todo el mundo, y siente necesidad de afirmar que desempeña este papel esencial: ser la función mediante la cual el sujeto aprende el sentido de las palabras.

Pues bien, desde la primera línea, Fenichel está en el núcleo del problema. Todo radica allí. Se trata de saber si el sentido del ego desborda al yo.

Si esta función es una función del ego, todo el desarrollo que Fenichel hace a continuación resulta absolutamente incomprensible; por otra parte, él tampoco insiste. Afirmo que es un lapsus, porque Fenichel no lo desarrolla, y todo lo que sí desarrolla consiste en afirmar lo contrario, y lo conduce a sostener que, a fin de cuentas, el id y el ego, son exactamente lo mismo, lo cual no aclara mucho las cosas. Sin embargo, ­lo repito­ o bien la continuación del desarrollo es impensable, o bien no es cierto que el ego sea la función por la que el sujeto aprende el sentido de las palabras.

¿Qué es el ego? Aquello en lo que el sujeto está capturado, más allá del sentido de las palabras, es algo muy distinto: el lenguaje, cuyo papel es formador, fundamental en su historia. Tendremos que formular estos interrogantes que nos conducirán lejos, a propósito de los Escritos Técnicos de Freud, haciendo la salvedad de que, en primer lugar, estén en función de la experiencia de cada uno de nosotros.

Será también necesario, cuando intentemos comunicarnos entre nosotros a partir del estado actual de la teoría y de la técnica, que nos planteemos la cuestión de saber lo que ya estaba implicado en lo que Freud introducía. ¿Qué es lo que, quizá, ya en Freud se orientaba hacia las fórmulas a las que somos hoy conducidos en nuestra práctica? ¿Qué reducción tal vez existe en la forma en que somos llevados a considerar las cosas? ¿O acaso, algo de lo realizado luego, avanza hacia una ampliación, una sistematización más rigurosa, más adecuada a la realidad? Nuestro comentario sólo adquirirá su sentido en este registro.

5
Quisiera ofrecerles una idea más precisa aún sobre la manera en que encaro este seminario. Han visto, al final de las últimas lecciones que les he expuesto, el esbozo de una lectura de lo que puede llamarse el mito psicoanalítico. Esta lectura está orientada, no tanto a criticarlo, sino más bien a medir la amplitud de la realidad con la que se enfrenta, y a la cual brinda una respuesta, mítica.

Pues bien, el problema es más limitado, pero mucho más urgente cuando se trata de técnica. En efecto, el examen que debemos hacer de todo lo que pertenece al orden de nuestra técnica no debe escapar a nuestra propia disciplina. Si hay que distinguir los actos y comportamientos del sujeto de lo que viene a decirnos en la sesión, diría que nuestros comportamientos concretos en la sesión analítica están igualmente distanciados de la elaboración teórica que de ellos hacemos.

Sin embargo, no es ésta sino una primera verdad, que sólo adquiere su alcance si se la invierte, y quiere decir, al mismo tiempo: tan próximos. El absurdo fundamental del comportamiento interhumano sólo puede comprenderse en función de ese sistema ­como acertadamente lo ha denominado Melanie Klein, sin saber, como siempre, lo que decía­ llamado yo humano, a saber, esa serie de defensas, negaciones, barreras, inhibiciones, fantasmas fundamentales que orientan y dirigen al sujeto. Pues bien, nuestra concepción teórica de nuestra técnica, aunque no coincida exactamente con lo que hacemos, no por ello deja de estructurar, de motivar, la más trivial de nuestras intervenciones sobre los denominados pacientes

En efecto, he aquí lo grave. Porque efectivamente nos permitimos ­nos permitimos las cosas sin saberlo, tal como el análisis lo ha revelado­ hacer intervenir nuestro ego en el análisis. Puesto que se sostiene que se trata de obtener una re-adaptación del paciente a lo real, sería preciso saber si es el ego del analista el que da la medida de lo real.

Con toda seguridad, no basta para que nuestro ego entre en juego, que tengamos una cierta concepción del ego, cual un elefante en el bazar de nuestra relación con el paciente. Sin embargo, cierto modo de concebir la función del ego en el análisis no deja de tener relación con cierta práctica del análisis que podemos calificar de nefasta.

Me limitaré a abrir esta cuestión. Nuestro trabajo debe resolverla. ¿Acaso la totalidad del sistema del mundo de cada uno de nosotros ­me refiero a ese sistema concreto que no necesita el síntoma humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre que lo hayamos formulado para que esté allí, que no es del orden del inconsciente, pero que actúa sobre nuestro modo cotidiano de expresarnos, en la más mínima espontaneidad de nuestro discurso­ es algo que efectivamente debe servir, sí o no, como medida en el análisis?

Creo haber abierto suficientemente la cuestión, como para que vean, ahora, el interés de lo que podemos hacer juntos.

Mannoni, ¿quiere usted asociarse a uno de sus compañeros, Anzieu, por ejemplo, para estudiar la noción de resistencia en los escritos de Freud, que están a su alcance con el título de Acerca de la técnica psicoanalítica? No descuiden la continuación de las lecciones de la Introducción al psicoanálisis. ¿Y si otros dos, Perrier y Granoff, por ejemplo, quisieran asociarse para trabajar el mismo tema? Ya veremos cómo hemos de proceder. Nos dejaremos guiar por la experiencia misma.





miércoles, 6 de julio de 2011

miércoles, 15 de junio de 2011

RANKING IBEROAMERICANO DE PSICOLOGIA COLOMBIA

RANKING IBEROAMERICANO DE PSICOLOGIA COLOMBIA

SIR 2011

Publicado por: Jairo Báez


IBE: Iberoamerica LAC: Latinoamérica NAL: Nacional



IBE LAC NAL INSTITUCIONES NACIONALES

37 16 1 Pontificia Universidad Javeriana

54 26 2 Universidad Nacional de Colombia

87 40 3 Universidad de Antioquia

90 41 4 Universidad de los Andes, Colombia

102 49 5 Universidad del Rosario

110 51 6 Universidad Católica de Colombia

122 59 7 Universidad de San Buenaventura

162 84 8 Fundación Universitaria Konrad Lorenz

177 93 9 Universidad del Norte

185 97 10 Universidad Pontificia Bolivariana

186 98 11 Universidad Santo Tomás

190 102 12 Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

231 127 13 Universidad de La Sabana

232 128 14 Universidad El Bosque

272 149 15 Universidad Autónoma de Bucaramanga

315 174 16 Universidad de Manizales

316 175 17 Universidad Industrial de Santander

357 194 18 Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá

358 195 19 Universidad Tecnológica de Bolívar

403 239 20 Universidad de Cartagena

404 240 21 Universidad de Nariño

405 241 22 Universidad del Magdalena

435 262 23 Corporación para Investigaciones Biológicas

480 269 24 Instituto Nacional de Cancerología

567 309 25 Clínica Oncología Astorga

568 310 26 Fundación Éxito


595 335 27 Clínica Las Américas


596 336 28 Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano

597 337 29 Liga Colombiana contra la Epilepsia

598 338 30 Ministerio de la Protección Social

599 339 31 Corporación CorpoGen

600 340 32 Clínica Soma

601 341 33 Instituto Colombiano de Neurociencias

602 342 34 Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses

603 343 35 Médicos Sin Fronteras Colombia

604 344 36 Grupo Colombiano de la Colaboración Cochrane

605 345 37 Instituto de Cancerología, S.A.

644 365 38 Hospital Simón Bolívar III Nivel E.S.E

645 366 39 Instituto de Investigación del Comportamiento Humano

646 367 40 Ministerio de Educación Nacional

710 370 41 Hospital San Rafael Tunja E.S.E.

777 396 42 Fundación Universitaria Los Libertadores

778 397 43 Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca

779 398 44 Universidad de Ibagué

780 399 45 Universidad del Cauca

781 400 46 Universidad del Sinú Elías Bechara Zainum

782 401 47 Universidad Distrital Francisco José de Caldas

783 402 48 Universidad Externado de Colombia

784 403 49 Universidad Manuela Beltrán

785 404 50 Universidad Militar Nueva Granada

786 405 51 Universidad Piloto de Colombia

787 406 52 Universidad Simón Bolívar

788 407 53 Universidad Sur colombiana


Fuente: SCimago Lab. http://www.scimagolab.com

viernes, 3 de junio de 2011

LA EVALUACIÓN Y SU RELACIÓN CON EL CASTIGO

LA EVALUACIÓN Y SU RELACIÓN CON EL CASTIGO

Por: Rosendo Rodríguez Férnandez

De Alba, Díaz, y Viesca(1) señalan que, de manera tradicional por, así decirlo, el término evaluación se ha interpretado de muy diferentes maneras, careciendo de univocidad en su significación. Esta polisemia obedece a una situación social que la hace posible. Los autores, además, se refieren al uso que se hace actualmente del término, más con intención de presentar una imagen de seriedad académica, conceptual, y administrativa.

Según este enjuiciamiento, el término tiene su origen en la sociedad estadounidense, satisfaciendo una demanda de determinados espacios sociales en los que se desarrollan sus “significados implícitos”. (2)

Llaman la atención sobre el hecho de que el término evaluación se usa de manera indistinta por diferentes disciplinas, donde el término no obedece “...a una conceptualización y a un rigor lógico en este campo.” (3)

Sitúan la génesis del término en el contexto del desarrollo de la teoría de Taylor, en la búsqueda de la racionalización de los tiempos y movimientos de los trabajadores, para sacar el mayor provecho del recurso humano en el proceso de industrialización de los EE.UU. De allí el término se extrapola a otras disciplinas o “saberes específicos” para asegurar la eficacia demandada por el capital. Allí el significado latente del término es el control.

Obsérvese un aporte de Michel Foucault, que arroja otras luces sobre esta genealogía: “El castigo ha pasado de un arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos. Y si le es preciso todavía a la justicia manipular y llegar al cuerpo de los justiciables, será de lejos, limpiamente, según unas reglas austeras, y tendiendo a un objetivo mucho más “elevado”. Como efecto de esta nueva circunspección, un ejército entero de técnicos ha venido a relevar al verdugo, anatomista inmediato del sufrimiento: los vigilantes, los médicos, los capellanes, los psiquiatras, los psicólogos, los educadores.” (4)

Este planteamiento vincula la educación con el aparato del poder; en tanto que edecanes de la justicia y las buenas costumbres, la salud y otras categorías, para los sujetos implicados en procesos educativos se trata de mantener a toda costa un orden: el derecho divino de los reyes. Quien ofende a la justicia, ofende al rey y a Dios mismo, por lo cual el soberano tiene derecho a castigar, según la naturaleza de la ofensa.

Esta situación, muy propia de la antigüedad y la edad media, aún tiene vigencia en determinados contextos socio-culturales, obviamente no en la dimensión corporal (imaginaria) que documenta ampliamente Foucault, sino más bien, inscrita simbólicamente en el orden social, como un producto derivado de toda una época de fascismo generalizado.

El castigo revela su importancia en el marco de la judicialización de los comportamientos que amenazan la integridad de unas instituciones fundadas en tradiciones culturales autoritarias en esencia.

Dejando entre paréntesis la investigación de Foucault, con De Alba y colaboradores, los autores tocan otro aspecto esencial. Se trata de la formulación de un juicio de valor, implicado en un procedimiento de evaluación. Invitan a la trascendencia del significado del término en tanto que control. Se propone tomar en cuenta las condiciones sociales en las que tienen lugar los referidos procesos, donde aparece una relación dialéctica entre condiciones determinantes y determinadas, o “espacio formulador” del juicio valorativo. (5)

En dicho espacio, quien evalúa tiene un margen de autonomía, donde es fundamental en la construcción del juicio de valor “el lugar conceptual que permite su comprensión”, siendo el “punto de partida para el señalamiento de ciertas dimensiones en el proceso evaluatorio no consideradas inicialmente, como pueden ser la ideológica o la política.” (6)

Ábrase en este momento el paréntesis para dar cabida nuevamente a Foucault. En el campo del derecho penal, se tiene que el juez es una figura que empieza a distribuir su función de castigar entre los científicos, quienes hábilmente difuminan la asunción de la responsabilidad del ejercicio del poder. (7)

Esto tiene una importancia cardinal en lo que respecta a los procesos de evaluación. En las instituciones educativas el recurso a una autoridad difusa, que se rige por unos mandatos a los que debe obediencia, se caracteriza por el ideal de la justicia sin rostro.

Así, los docentes aplican evaluaciones (medidores de rendimiento académico de corte industrial), tomando la responsabilidad de enfrentar directamente la situación con el estudiante. Reducidos a aplicar, no a reflexionar sobre estos quehaceres, muchas veces se equiparan a la última figura que ve un condenado: el verdugo.

Foucault plantea que en cada cuerpo habita un juez o una víctima, o un héroe, etc., el que ejercerá el poder de manera consecuente, pero velada a sus propios ojos. Así que el juez oculto en cada humano, emerge en cada acción del otro, colocándose por encima de sí mismo, (8) y de quien es juzgado, poniendo en ejercicio el poder que le confiere una imaginaria autoridad moral.

En las instituciones educativas es fácil detectar, a través de los usos del lenguaje y las actitudes de la gente, enjuiciamientos sobre las acciones y las producciones de los otros. El esquema planteado por Foucault calca la situación judicial que se vive entre profesorado y alumnos, sujetos a una estructura institucional investida de autoridad, que gravita sobre ese principio.

Esta relación entre derecho y ciencia más ampliamente detallada postula que la naturaleza de ciertas conceptualizaciones de la ciencia y sus aplicaciones, en esencia, son punitivas. Como en el caso de la administración educativa, donde en algún momento histórico los profesores se podrían equiparar a los antiguos capataces.

El aspecto administrativo se retoma por cuanto ha determinado el curso de las sociedades en buena medida, en tanto que su modelo de planeación, a pesar de los fracasos documentados de los planes nacionales de desarrollo, ha devenido en un enfoque para la gestión en las instituciones.

El enfoque administrativo ha adquirido relevancia en el aseguramiento de la “eficiencia de diversos sectores, tales como educativo, industrial, de salud, de otras secretarías de Estado, etc.” (9), al parecer, sin muchas objeciones ni cuestionamientos de parte de sus usuarios.

Dicho enfoque en el sector educativo genera unas “contradicciones estructurales” que impiden que la evaluación en éste terreno sea estudiada dentro de la especificidad y complejidad propias de la disciplina educativa. (10)

En este sentido, los autores destacan la influencia de algunas nociones de la administración, como el control de la gestión en tanto que “eficacia, productividad y rentabilidad en la empresa.” (11), y de “auditoría administrativa” en tanto que “...revisión objetiva, metódica y completa, de la satisfacción de los objetivos institucionales, con base en los niveles jerárquicos de la empresa, en cuanto a su estructura, y a la participación individual de los integrantes de la institución.” (12)

Si se considera la concepción de la institución educativa como una empresa productora de servicios, su evaluación partirá de indicadores, obviando los criterios de selección y los elementos que los conforman, y asignando puntuaciones de acuerdo con una escala. (13)

El uso de estas escalas está fundamentado arbitrariamente; el hecho lo reconoce Carr, afirmando que el último determinante es la opinión de un “experto”, que recurre a otras fuentes de información para determinar la relación costo/beneficio. (14)

De Alba y colaboradores señalan que la necesidad de evaluar las instituciones educativas con base en la cuantificación de unos indicadores, con miras a mostrar resultados irrefutables, constituye el reflejo de unos problemas, que se retoman aquí de manera sucinta: a. En el contexto de la tecnología tecnocrática, el aspecto educativo se mira desde una metodología inadecuada, en tanto que aborda lo formal, sin importar la explicación y comprensión de la realidad educativa., b. Al provenir los datos de indicadores definidos arbitrariamente, y constituirse en la base del análisis que deviene construcción reemplazante de la explicación y comprensión de la realidad, se cuestiona su aconceptualidad en tanto que tal. De esto se deriva que, al constituirse el dato y su análisis como el sustitutivo de la teoría, se imprime la inconsistencia discursiva en el plano de la administración de la educación.

Como aporte, queda que se requiere la conceptualización del proceso de evaluación: “...la deficiencia mayor que apreciamos en el discurso y en las acciones actuales de evaluación de lo educativo es la omisión de una dimensión propiamente teórica o conceptual, esto es, que la interpretación del dato, y, por lo tanto, la búsqueda del sentido de lo educativo, adquieren valor a partir de los conceptos teóricos desde los cuales se construye su significado.” (15)

Concluyendo, a la evaluación como “hacer técnico” se opone la concepción de “hacer social”, predominando en la actualidad la primera, como efecto y acción de los enfoques administrativos, opción que se toma “con excesiva confianza (...) cuando se realizan evaluaciones.” (16)

Hasta aquí, puede verse un planteamiento en que la evaluación se asocia a una ciencia del control, donde el control mismo tiene una justificación mística, siendo ésta la de la “verdad- científica”, y los procedimientos los propios de la administración: auditoría y represalia. La punición frente a lo que no sea un estadístico rendimiento, es lo que termina en el número que califica. (17)



Notas



(1). De Alba, A., Díaz, A., y Viesca, M. Evaluación: Análisis de una noción. En: Díaz Flórez, O. (comp.), Evaluación del Aprendizaje en la Educación Superior a Distancia. Bogotá: FCSH y E., UNAD, 2001, p. 69 y siguientes.

(2). Ídem., p. 70.

(3). Loc. cit.

(4). Foucault, M. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la Prisión. Madrid: Siglo XXI Editores, p. 18.

(5). De Alba et al., pp. 80-81.

(6). Loc. cit.

(7). Foucault, M. Vigilar y Castigar. El Nacimiento de la Prisión. (27ª. Edición). Bogotá: Siglo XXI Editores, p. 29.

(8). En el sentido de que pasa por encima de sus propias acciones. En la terminología popular derivada del cristianismo, con frecuencia se escucha una sentencia relativa al acto de juzgar, y a quien juzga, el que sería capaz de “ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio”.

(9). De Alba et al., p. 83.

(10). Ídem., pp. 83-84.

(11). Abtey, citado por De Alba et al, p. 85.

(12). Fernández, citado por De Alba et al., op. cit., p. 85. Aquí puede decirse que, no importa el perfil del estudiante, siempre que tenga dinero en el bolsillo. Por otra parte, habría lugar a una discusión con implicaciones jurídicas y éticas, pues la educación, en la democracia, es un derecho fundamental.

(13). Ídem, p. 86.

(14). Carr, citado por De Alba et al., op. cit., pp. 86-87.

(15). De Alba et al, op. cit., p.88.

(16). Ídem., p. 89.

(17). No obstante, hay que considerar la inversión de la relación que también señala Foucault en la obra citada, entre el verdugo y la multitud, e incluso el propio juez, que terminan por simpatizar con la víctima. En este sentido, la intrusión de lo que puede llamarse “lo subjetivo” en la calificación, que implica que ésta ya no diferencia entre un estudiante y un cliente, y por consiguiente, “todos pasan”.


domingo, 1 de mayo de 2011

UN MUNDO DE ILUSIONES

UN MUNDO DE ILUSIONES

Por: David Mira Vergel


Las épocas difíciles en la humanidad no son para mi una cuestión del presente, estas épocas han existido siempre y en nuestra historia podemos ver que el salvajismo y el instinto han traspasado los limites de aquella razón y aquellos sueños utópicos que hoy amamos tanto, no se puede negar que somos victimas de nuestra propia creación llamada civilización, civilización que se ha transformado en apariencia mas no del todo en esencia , y que hoy nos muestra mas claramente la cultura depredadora en la que vivimos los seres humanos, frente a la cual todo ser humano corre sin dirección, sin sueños, nada mas con el deseo de sobrevivir ante la crudeza de un mundo cada vez mas monstruoso, ante el cual las voces de desesperanza no se hacen esperar, y el acto de pensar es una de las mayores prohibiciones, pues como dice una frase muy coloquial “el que piensa pierde” ¿Y cuando todo esta perdido no queda mas que aceptarlo? Lamentablemente la respuesta que me da la sociedad en la que vivo es un si rotundo. Frente a tanto dolor he visto como lo más desastroso deja de doler ¿Por qué? Tal vez el ser humano cansado de su realidad ha adoptado el dolor como un habito de cada día, ante el cual lo mejor es la indiferencia y la insensibilidad, y no se puede negar que el ser humano de hoy ha sufrido mucho, y si nos centramos en un el contexto colombiano podemos ver que el dolor no es poco, y ya ante tal saturación del mismo ya no hay mas fuerzas para soportar, y es en este momento cuando las realidades alternativas, y los sueños de otros crean una gran psicosis colectiva de la que todos somos participes, cansados del dolor se emprende un escapismo hacia otra realidad más cómoda en la cual no sea necesario pensar ni alterarse por los sufrimientos de este mundo, pero llega el punto en que me pregunto ¿Qué es lo real en este mundo que ha sobrepasado sus propios límites? La modernidad nos dice que lo real está en el imperio de la razón , y que es el ser humano un receptor de la realidad y a la vez un creador de la misma, pero esta versión resulta cuestionable, al ver como aquel ser humano de hoy no se inmuta con la muerte y violación de varios niños, o con la desaparición de personas sin ninguna explicación, pero al contrario se altera completamente con el asesinato de un sacerdote la quema de una iglesia, y con esto no afirmo que una situación sea más terrible que la otra, con esto afirmo la hipócrita moral de una sociedad psicótica, que centra su atención en los avatares de su realidad alterna perdiendo la sensibilidad en otros campos en los que la realidad ofrece con crudeza gran crueldad.

Y la sociedad de hoy me llega a parecer una sociedad con espíritu de delincuente fugitivo, buscando olvidar la espada de Damocles que se suspende sobre su cabeza, a través de sus nuevas realidades, y aquí podemos ver como se logra leer entre líneas en el documento del doctor Jorge Mario Karam, cómo solo es necesario un simple momento y unas condiciones desalentadoras para que la psicosis entre en acción en una sociedad, y que si no es esto cierto, ¿Cómo explicar la manera en que el colombiano del común finaliza el año? Soportando las situaciones socio- económicas mas crueles, y tratando de auto complacerse con los pocos beneficios que una sociedad insensible le da, sin trabajo y sin progreso, pero gastando y gastando licor, comida y regalos, con la ilusión de que siguiendo en el mismo empleo y con la ascensión de un nuevo mandatario al cual obedecer, sus sueños llegarán a ser realidad. O veamos el tan interesante ámbito de la virtualidad, en donde lo que es y no es psicótico está dividido por una muy delgada línea, allí en ese ámbito de la virtualidad esta el cielo y el infierno que los Teo centristas han buscado por tanto tiempo, ¿Es otro mundo? En mi opinión sí lo es, de hecho la tan cuestionada enfermedad de las personalidades múltiples en esta meta-realidad adquiere un punto más firme, pues en este mundo un ser sentado frente a su ordenador puede ser demasiadas cosas, puede ser todos los sujetos que desee ser, incluso los que en apariencia pueden ser más ajenos a él, y si no suena esto creíble, valdría la pena hacer una investigación sobre los juegos de rol, y no hablo de aquellos en que el sujeto maneja un personaje en un mundo creado por algún programador, aunque estos también merecen atención, hablo de aquellos juegos en que es el sujeto quien crea el personaje, ámbito en el cual se puede observar como un sujeto crea un sin número de personajes diferentes, y a la vez los interpreta a través de narraciones siendo consecuente con los arquetipos de personalidad con los que decidió crear tales personajes, tal vez y es muy posible que me equivoque al decir que este es un acercamiento a las personalidades múltiples, que parecen hoy en día un mito de las ciencias de la salud, pero sí es para mí claro que aquí se observa la psicosis, una psicosis que no solo se ha limitado a ese mundo virtual, pues en la red no son pocos los casos de sujetos que llevan las dinámicas de estos juegos a la realidad y terminan efectuando ante otro sujeto, lo que solo dentro del juego está permitido, y no solo en esto se expresa el aliento de la psicosis, chats, foros, y demás creaciones de la virtualidad, nos muestran personas con una personalidad completamente diferente a la que muestra en las dimensiones de la realidad no virtual, aunque la realidad virtual en mi opinión no es una identidad en si misma, si no la sombra de la realidad convenida por la civilización, una sombra en cuya cartografía amorfa se ven en ocasiones los deseos asfixiados de la realidad convenida socialmente.

 
Ahora bien, dije antes que solo se necesitaba un momento especial para la psicosis, el momento en que el ser humano está desorientado frente a su realidad y el rumbo de su vida, es preciso para que un solo soñador, como veríamos desde el psicoanálisis “un sujeto con delirios psicóticos” tome las riendas del porvenir de una sociedad, ¿Se ha visto esto reflejado? En mi opinión un gran número de veces, pero me parece mejor remitirme a Adolfo Hitler un sujeto que en sus delirios aprovecho una Alemania débil, para pasar por encima de las leyes, todo por el bienestar de la nación y la pureza de la raza aria, y a partir de esto hago la hipótesis, -pues no me puedo encontrarme totalmente seguro, podría ser el mas grande error de los errores- , de que muchas revoluciones y conflictos han sido resultantes de un sujeto con ideas delirantes. Y podemos ver apelando de nuevo a los alemanes como la psicosis entra de nuevo en movimiento dentro de la sociedad, cuando tiempo después de aquel holocausto, la esvástica se convirtió para los alemanes en un signo más aterrador que una cruz al revés para los más fervientes católicos, el nombre Adolfo y muchas cosas que pudieran referenciar a la época del Nacional Socialismo fueron “Olvidados” y es mejor no decir olvidados, si no mas bien por un contrato social y cultural, se pensó que era mejor no hablar del tema. Ante esta situación veo adecuado citar a Carl Gustav Jung, y a su tan renombrado inconciente colectivo, ¨En Jung el inconsciente es colectivo, poblado de imágenes que simbolizan experiencias (universales) de la humanidad. Lo que verdaderamente expresan tales experiencias son los radicales permanentes de la personalidad humana”(1) pues este concepto nos muestra claramente, como algo que dejó una mancha en la historia, y en el aparato anímico de esta nación solo es un secreto negro que prefieren omitir de su historia .

 
Ahora bien el documento de el doctor Jorge Mario Karam me remite al concepto de inclusión social, un concepto que genera bastantes cuestionamientos en mí, que veo necesario expresar en este ensayo, en aquel documento veo como se pretende hipotéticamente -pues todavía no se pone de concreto una alternativa para tal fin- hacer al psicótico funcional con la psicosis de su sociedad, intentando que el único método no sea la vigilancia extrema de aquel sujeto, pero ahora entra mi cuestionamiento ¿Qué tanto podemos llegar a predecir al psicótico? Si algo he aprendido en mis clases de psicoanálisis articulándolas con la realidad, es que el psicótico todavía no está en manos ni poder de nadie, y aquí me parece necesario citar a un personaje muy popular en Colombia, Luis Alfredo Garavito, conocido por sus antecedentes en secuestro, asesinato y violación de menores, en el cual vemos cómo su principal objeto de deseo eran menores de escasos recursos, este sujeto dentro de su delirio afirmó en algún momento “que era mejor hacer eso con ellos antes de que siguieran sufriendo ” fue condenado y todavía recordado, y hoy se sabe de él que fue aceptado en una congregación religiosa, y en entrevistas se le ve claramente arrepentido y bondadoso pero…. ¿Será verdad? Digo yo, hay quienes pueden llegar a creerle pues ha utilizado dos recursos que rasgan la amada razón de nuestra sociedad y convocan deseos en ocasiones imperantes en nuestra sociedad, 1) la compasión: Se muestra claramente arrepentido y dispuesto a ser bondadoso cuando salga de la cárcel y 2) Dios, un recurso bastante bueno para manipular en estos tiempos, un recurso que para cualquier colombiano, (poniéndolo dentro de nuestra marcada herencia religiosa), es mejor que un billete de $50.000.oo, una biblia bajo el brazo y el asesino más detestable se convierte en un “manso corderito”. A través de este caso me pregunto de nuevo ¿Se podría llegar a predecir? Un psicoanalista de bastante recorrido podría seguramente saber cuándo el sujeto finge y cuándo no, o cuándo la manera en cómo se muestra no es solo parte de un delirio atractivo para algunos, pero aquel personaje del común podría confiar en el, y encontrarse luego en una situación poco agradable; en mi opinión la inclusión social se debe medir en sus intenciones, y antes de que un sujeto llegue a la sociedad como tal, es bastante necesario hacer una serie de aproximaciones para ver que tan fiable puede ser, ¿Y qué si probamos su deseo? Sería bastante interesante, poner a este sujeto frente a un niño (claramente con las condiciones que hagan segura la investigación) y observar tanto lo que pasa fisiológicamente dentro de él, como también a través del discurso con el acompañamiento de un psicoanalista, interpretar lo que suceda en el instante, si en verdad el deseo logra desplazarse o no, pero aun así, si logra desplazarse hacia otro objetivos; me pregunto yo ¿Habrá un momento en que el deseo pueda volver a su lugar? La inclusión me parece bastante riesgosa para casos tan extremos como el que acabo de nombrar, y aun con sujetos psicóticos que no representen tal riesgo me pregunto ¿La inclusión podría generar nuevos delirios? ¿Qué tan buena sería? ¿O tal vez seria mejor permitirles vivir su delirio tranquilamente y no imponerles una “normalidad” que tal vez no desean? Podríamos suponer que a través del psicoanálisis podríamos hacer el delirio del individuo funcional a la sociedad, una funcionalidad que podría tomar dos sentidos, hacer del psicótico un sujeto conforme a la ley y al molde social imperante, lo cual veo como una necesidad de forzar un cambio innecesario y arbitrario en su estructura psíquica en pro de lo que para mí es “el mito de la normalidad”, o acercarlo a ciertas maneras sociales básicas, y por otro lado permitirle, (siempre estando atentos), enriquecer a nuestra sociedad con los delirios que puedan llegar a beneficiarle.

 
Bibliografía

 
(1) MONDRAGON,Carlos. Concepciones del ser humano, 2002, Ed Paidos Mexicana S.A, pg 116.

La fuente principal para la realización de este ensayo fue:

 
ROZO Karam, Jorge Mario, Cuatro Documentos Desde el psicoanálisis Sobre La Investigación De La Psicosis En Colombia, La Psicosis En El Escenario Contemporáneo, 2009, Fundación Universitaria Los Libertadores producción editorial primera edición, pg 115-128