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miércoles, 28 de junio de 2017

EL OTRO NECESARIO PARA HABLAR DE SÍ MISMO


Por: Michel Foucault.

El estatus de ese otro, tan imprescindible para que yo pueda decir la verdad sobre mí mismo, y su presencia plantean, como es evidente, es una serie de problemas. No resulta tan fácil de analizar, pues si es cierto que conocemos relativamente bien a ese otro tan necesario para el decir veraz sobre uno mismo en la cultura cristiana, en la que adopta la forma institucional el confesor o el director de conciencia, y también es cierto que se puede señalar con bastante facilidad y la cultura moderna a ese otro, cuyo estatus en funciones habría que analizar sin ninguna duda con mayor precisión –ese otro  indispensable para que yo pueda decir la verdad sobre mí mismo, sea al médico, el psiquiatra, el psicólogo  o el psicoanalista-, en la cultura antigua, antes bien, aunque su presencia está perfectamente atestiguada, hay que reconocer que su estatus es mucho más variable, mucho más vago, está recortado e institucionalizado con mucha menos claridad. En la cultura antigua, ese otro que me es tan necesario para decir la verdad sobre mí mismo puede ser un filósofo de profesión, pero también una persona cualquiera. Acuérdense, por ejemplo, de ese texto de Galeno sobre la cura de los errores y las pasiones, donde señala que, para decir la verdad sobre sí mismo y conocerse, uno necesita a otro a quien debe buscar un poco en cualquier parte, con la sola condición de que sea un hombre de edad y serio. Puede ser un filósofo de profesión, puede ser también un quídam. Puede ser un profesor, un profesor que mayor o menor medida partícipe de una estructura pedagógica institucionalizada (Epicteto dirigía una escuela), pero puede ser un amigo personal, puede ser un amante. Puede ser un guía provisorio para el hombre joven que todavía no ha llegado a su plena madurez, que todavía no ha tomado sus decisiones fundamentales en la vida, que todavía nos completamente dueño de sí mismo, pero también puede ser un consejero permanente, que siga alguien a lo largo de su existencia y lo conduzca hasta su muerte. Acuérdense, por ejemplo, de Demetrio el Cínico, que era consejero de Trásea Peto, un hombre importante en la vida política romana de mediados del siglo I, y que lo sirvió como consejero hasta el día mismo de su muerte, el gesto de su suicidio; Demetrio, en efecto, asistió al suicidio de Trásea Peto y conversó con él, a la manera, claro está, del diálogo socrático, sobre la inmortalidad del alma hasta su último suspiro.

El estatus ese otro es, por tanto, variable. Y su papel, su práctica misma, tampoco son tan fácil de discernir, de definir, porque en cierto aspecto ese papel tiene que ver con la pedagogía, se apoya ésta, pero es también una dirección del alma. Puede ser asimismo una suerte consejo político. Pero ese papel también se metaforiza y quizás hasta se manifiesta y cobra forma en una especie de práctica médica, porque se trata en efecto el tratamiento del alma y de la determinación de un régimen de vida, o régimen de vida que comporta, por supuesto, el régimen de las pasiones, pero igualmente el régimen alimentario, el modo de vida en todos sus aspectos.


Pero, cualquiera que sea la incertidumbre o, si lo prefieren, la polivalencia, los diferentes aspectos y perfiles bajo los cuales vemos aparecer a ese otro tan necesario para decir la verdad sobre uno mismo, si esos perfiles son numerosos y el otro es polivalente, o sea su papel mismo –entre medicina, política y pedagogía- no siempre fácil de captar, de todas maneras, sea cual fuere ese papel, sea cual fuere su estatus, sea cual fuere su función y sea cual fuere su perfil, ese otro, indispensable para decir la verdad de uno mismo, tiene o, mejor, debe tener, para ser efectivamente, para ser eficazmente el socio del decir veraz sobre sí, una calificación determinada. Y esa calificación no es, como en el caso la cultura cristiana, con el confesor o director de conciencia, una calificación dada por institución y vinculada a la posesión y el ejercicio de ciertos poderes espirituales específicos. Tampoco es, como en el caso la cultura moderna, una de calificación institucional que garantice determinado saber psicológico, psiquiátrico, psicoanalítico. La calificación necesaria para ese personaje incierto, un poco brumoso y fluctuante, es cierta práctica, cierta manera decir que se llama precisamente parrhesía (hablar franco).

Tomado de: Foucault, Michel. (2010). El coraje de la verdad. El gobierno de sí y de los otros II: curso en el Collège de France: 1983-1984. Pags. 23-24. México. Fondo de Cultura Económica.

lunes, 25 de abril de 2011

ALETURGIA Y ESCUCHA

ALETURGIA Y ESCUCHA

Jairo Gallo Acosta*


“Ver mal y oir mal. Quien ve poco, ve cada vez menos, quien oye mal, siempre oye algo más”

Nietzsche. "Humano, Demasiado Humano". Aforismo 544

 

Foucault en su último seminario que se denominó “El coraje de la verdad” trae a la palestra un término que de cierta le va a permitir apartarse una epistemología anquilosada en la búsqueda de una verdad trascendental o metafísica, interesándose por la “producción de verdad, el acto por el cual la verdad se manifiesta” (Foucault, 2010: 19), y el término que trae es el de aleturgia, que sería la producción de verdad “el acto por el cual la verdad se manifiesta” (Foucault, 2010: 19).

La “aleturgia’ sería entonces ese conjunto de procedimientos donde se produce la verdad, donde se saca a la luz lo que se plantea como verdadero, en oposición a lo falso, a lo oculto, a lo indecible, a lo imprevisible, al olvido. Aquí lo importante no es qué es lo verdadero, sino cómo se produce lo verdadero, la relación entre el sujeto y la verdad producida, y en el estudio de esas relaciones es que Foucault se encuentra con la práctica de la parrhesía.

La parrhesía como práctica de decir veraz, la práctica del discurso de verdad que el sujeto está en condiciones y es capaz de decir sobre sí mismo, lo cual era muy importante según Foucault en la moral antigua grecorromana: “hay que decir la verdad sobre uno mismo” (Foucault, 2009: 21).

Pero en la antigüedad también existieron otras prácticas que el mismo Foucault menciona como: el examen de conciencia, las libretas de notas, la misma parrhesía, o ese conjunto de reglas para la transformación de un sujeto, para la transformación del maestro por el decir veraz, que se llamaba “psicagogia”**.

Hay que recordad que este conjunto de prácticas tenían como finalidad el cuidado de sí, con el ocuparse de uno mismo, por medio de decir veraz, pero no sobre una cosa, o un objeto, sino sobre uno mismo, el decir veraz sobre uno mismo.

Este decir veraz sobre uno mismo siempre necesitó (incluso antes que el cristianismo implantará la confesión y le poder pastoral) al otro:

Para que la práctica del decir veraz sobre uno mismo se apoye en la presencia del otro y apele a ella, la presencia del que escucha, el otro que exhorta a hablar y habla. El decir veraz sobre uno mismo, y esto en la cultura antigua, fue una actividad realizada entre varios, una actividad con los otros, y más precisamente aun una actividad con otro, una práctica de a dos” (Foucault, 2009: 22).

Que la práctica sea entre dos o más, que esta práctica remita a un nosotros no implica como se entiende en la actualidad que es necesario un “maestro” que lo enseñe, o peor, que es necesario una serie de técnicas (preestablecidas y formateadas) que se enseñen de una manera que se pueda “evidenciar” o “estandarizar” en una institución llamada universitaria, o certificada como tal para otorgar títulos profesionales, para el decir veraz sobre uno mismo, o todavía más complicado, para escuchar ese decir veraz sobre uno mismo y de los otros no se necesita ningún título habilitante, ni mucho menos una serie de formatos a los que hay que seguir paso a paso para asegurar una eficacia y efectividad imaginaria, como bien lo señalaba Foucault con la parrhesía, esta práctica no tenía que ver con una profesión, y menos con la profesión tal cual como se entiende en la actualidad:

“El parresiasta no es un profesional, y la parrhesía, con todo, algo distinto de una técnica o un oficio, sino algo más difícil de discernir. Es una actitud, una manera de ser que se emparienta con la virtud, una manera de hacer. Son procedimientos, medios, medios conjugados con vistas a un fin y que, por eso, incumben a una técnica, claro está, pero es también un rol, un rol útil, precioso, indispensable para la ciudad y los individuos. Más que (como una) técnica ( a la manera de) la retórica, la parrhesía debe caracterizarse como una modalidad del decir veraz” (Foucault, 2010: 33).

¿A que me remite todo lo anterior?, primero, a remitirme a Lacan y su teorización sobre el acto analítico, cuando dice que ese acto es contrario a una profesión (de ahí su escisión de la IPA), es la escucha de una producción de un decir, no por nada en el mismo seminario que lleva el nombre de “el acto analítico” llega a decir que el acto analítico tiene que ver con lo que puede ser enunciado del sujeto, que se llama lo inconsciente, lo que se habla de él, por tanto lo escuchar lo inconsciente era a lo que debía dirigirse el acto analítico. Y segundo, me remite a lo que ya hace casi un siglo nos decía Freud sobre la atención flotante como acto de escucha:

En realidad, esta técnica es muy sencilla. Rechaza todo medio auxiliar, incluso, como veremos, la mera anotación, y consiste simplemente en no intentar retener especialmente nada y acogerlo todo con una igual atención flotante. Nos ahorramos de este modo un esfuerzo de atención imposible de sostener muchas horas al día y evitamos un peligro inseparable de la retención voluntaria, pues en cuanto esforzamos voluntariamente la atención con una cierta intensidad comenzamos también, sin quererlo, a seleccionar el material que se nos ofrece: nos fijamos especialmente en un elemento determinado y eliminamos en cambio otro, siguiendo en esta selección nuestras esperanzas o nuestras tendencias. Y esto es precisamente lo que más debemos evitar. Si al realizar tal selección nos dejamos guiar por nuestras esperanzas, correremos el peligro de no descubrir jamás sino lo que ya sabemos, y si nos guiamos por nuestras tendencias, falsearemos seguramente la posible percepción. No debemos olvidar que en la mayoría de los análisis oímos del enfermo cosas cuya significación sólo a posteriori descubrimos. (Freud, (1912) 1992).

Lo que llevó a Freud a plantear una práctica de la escucha es haber encontrado en la mirada lo mismo que Foucault subrayaba en varios de sus textos, una vigilancia para el disciplinamiento, el orden y el control, una mirada que fue utilizada para en la modernidad para extender (extensiones protésicas) un campo de gobierno sobre los otros, para su dominación.

El acto de mirar, o más bien, la visión o el observar*** en las prácticas Psi es una constante, por lo menos el observar comportamientos, la percepción atenta del otro, las técnicas de observación aquí son eficaces para tal fin, incluso la observación parece ser el primer paso para la labor evaluativa en la practica psicológica, y por lo expuesto en el proyecto de las competencias profesionales del psicólogo en Colombia, la evaluación se ubica no sólo como una albor importante dentro de lo que “tiene” que hacer un psicólogo, sino como lo único que tiene que hacer, ya que la intervención sigue ajustada a la evaluación (ASCOFAPSI, 2010).

Volviendo a la aleturgia que plantea Foucault, esa observación y evaluación poco o nada tienen que ver con la escucha de un sujeto, y mucho menos, con la relación de ese sujeto con la verdad, con eso que le permite un decir veraz sobre sí mismo, por tanto, las practicas psi que se basan en esa observación no se dirigirán a un sujeto y el cuidado de sí, sino lo más probable es que se dirijan en el mejor de los casos a un conocimiento, y en el peor, a su dominación, y podemos intuir que el conocimiento y el dominio casi siempre están relacionados.

La propuesta foucaultiana de la aleturgia de cierta manera nos hace otra vez pensar en una práctica que pueda no sólo producir verdad, un decir veraz, sino una práctica que pueda escuchar ese decir, y al parecer Freud y Lacan desde el psicoanálisis lo que siempre desearon para constituir una práctica fue precisamente eso, una práctica que no sólo escuchara a un sujeto, sino que pudiera transformar a ese mismo sujeto, incluso, ¿por qué no?, una práctica que constituya como decía Foucault una nueva subjetividad.

 
Bibliografía

*Psicólogo. Magister en Psicoanálisis, Universidad Argentina John F. Kennedy. Doctorando en Ciencias Sociales y Humanas, Pontifica Universidad Javeriana. Docente universitario e investigador. Director de la revista Psique y Sociedad. www.psiqueysociedad.org

**. El tema de la psicagogia fue abordado en otro artículo, para mayor referencia consultar: http://indexno.blogspot.com/2010/01/la-psicagogia-no-es-psicologia-pero.html

*** Existe una diferencia entre ver y mirar que sería materia de otro escrito.

ASCOFAPSI. (2010). Competencias disciplinares y profesionales del psicólogo en Colombia. Documento preliminar- Propuesta para discusión. Recuperado de: http://www.ascofapsi.org.co/documentos/2010/Competencias_profesionales_psicologia.pdf el 25 de abril de 2011.

Freud, S. (1992). "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico"(1912), en: Obras Completas, Vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu.

jueves, 3 de marzo de 2011

MONOLOGO DE LA MUJER MODERNA

MONOLOGO DE LA MUJER MODERNA

Por: Anónimo

(Enviado por una lectora de la Revista Indexno)

Son las 6.00 a.m., el despertador no para de sonar y no tengo fuerzas ni para tirarlo contra la pared.  Estoy acabada. Quiero quedarme en casa,  cocinando, escuchando música, cantando, etc. si tuviera un perro, lo  pasearía por los alrededores. Todo, menos salir de casa, meterme en el carro  y tener que poner el cerebro a funcionar. 

Me gustaría saber quién fue la bruja imbécil, la matriz de las feministas, que tuvo la grandiosa idea de reivindicar los derechos de la mujer, y por qué hizo eso con nosotras, que nacimos después de ella.

Estaba todo tan bien en el tiempo de nuestras abuelas: ellas se  pasaban todo el día bordando, intercambiando recetas con sus amigas,  decorando la casa, podando árboles, plantando flores, recogiendo  legumbres de las huertas y educando a sus  hijos. la vida era un gran curso de artesanos, medicina alternativa y  cocina, sus esposos las cuidaban, amaban, las comprendía y lo mejor las mantenía.

Y después se puso mejor, teníamos servidumbre, llego el teléfono, las telenovelas, la píldora, la tarjeta de crédito, ahora el internet!!! Cuántas horas de paz!!!!  Hasta que vino una solterona marimacho y fea, a la que por lo visto no le gustaba el corpiño, ni dedicarse al hogar, vino a contaminar a varias otras rebeldes inconsecuentes con ideas raras sobre 'vamos a conquistar nuestro espacio'. ¡Qué espacio ni qué diablos!!!

Si ya teníamos la casa entera!!! Todo el entorno era nuestro, el mundo  a nuestros pies!!! Teníamos el dominio completo sobre los hombres; ellos dependían de  nosotras para comer, vestirse, manejar sus cuentas, y ahora... ¿donde carajos están? no lo sabemos... pues ni siquiera nos queda tiempo para ir al almorzar con ellos y nos la pasamos todo el día tan ocupadas que toca creerles y confiar en ellos.  

Después de un largo día acabamos agotadas, exhaustas, ni hacer el amor queremos, nos duele la cabeza, argumentamos mil tarugadas por cansancio... para que tanto poder??? Díganme!!! Si ya ni complacer a nuestro marido podemos!!!!!!

Ahora ellos están confundidos, no saben  qué papel desempeñan en la sociedad, huyen de nosotras, como el diablo de la cruz, les damos miedo, tanta pinche independencia acabo por hacerlos huir!!!

Tenemos que ser ejecutiva, esposa, madre, hija, amiga, dirigir la oficina, hacer las tareas de los hijos, velar para que nuestra casa siempre esté impecable y la empleada no haga estragos, cocinarle de vez en cuando al marido para que no se aburra ( porque una de dos: o come en la calle o donde la mamá), asistir a reuniones en el colegio de los niños, llevarlos al médico, a la natación, al karate, a la nivelación, etc. etc, etc.

De repeso tenemos que llegar a casa primero que nuestro esposo, para alcanzar a darnos un buen baño y nos encuentre fresca, divina, rosagante, echarnos toooodas las cremas (la humectante de la noche, la rejuvenecedora, la de las patas de gallina, la de los labios, la de las mejillas, la de las cejas, la del cuerpo, la de la celulitis, la antriestrías, la extrahumectante para codos y rodillas, etc, etc, etc. fuera de eso estar dispuestas a darle gusto en la cama porque si no sale a la calle a buscarse una vieja bien buena, bruta y mantenida.

Ese chistecito, acabó llenándonos de deberes. Y lo peor de todo, acabó lanzándonos dentro del calabozo de la soltería crónica aguda!!!  Antiguamente los matrimonios duraban para siempre. Y ahora si te divorcias hasta hay que mantenerlos o compartir con ellos la mitad de los que con tanto esfuerzo has conseguido!!!!!!!!

¿Por qué, díganme por qué, liberación femenina????...que sólo necesitaba ser frágil y dejarse guiar por la vida, comenzó a competir con los machos... Miren el tamaño del bíceps de ellos y miren el tamaño del nuestro. estaba muy claro, cada quien en su sitio desde Adán y Eva.... Liberación femenina... Esto no iba a terminar bien!!!

No aguanto más ser obligada al ritual diario de estar flaca como una  escoba, pero con tetas y culo duritos, para lo cual tengo que matarme en el gimnasio, hacerme mantenimiento en el quirófano, además de morir de hambre, ponerme hidratantes, anti arrugas, padecer complejo de radiador viejo tomando agua a todas horas, y demás armas para no caer vencida por la vejez, maquillarme impecablemente cada mañana desde la frente al escote, tener el pelo impecable y no atrasarme con las mechas, que las canas son peor que la  lepra; elegir bien la ropa, los zapatos y los accesorios, no sea que no esté presentable para esa reunión de trabajo, tener que resolver la mitad de las cosas por el celular, instalarme todo el día frente al pc trabajando como una esclava (moderna, claro está), con un teléfono en el oído y resolviendo  problemas uno detrás de otro, que además ni son mis problemas!!!

Todo para salir con los ojos rojos (por el monitor, claro, porque para llorar de amor no hay tiempo). Y mira que teníamos todo resuelto!!!

Estamos pagando el precio por estar siempre en forma, sin estrías, depiladas, sonrientes, perfumadas, uñas perfectas, sin hablar del currículum impecable, lleno de diplomas, especializaciones y doctorados; para qué???? Para que mires alrededor y te ves vieja, fea, sola, acabada, tu marido te dejó, tus hijos crecieron, se casaron, y qué???????

Nos volvimos 'súper mujeres' . Pero en el fondo aún nos discriminan y tenemos más responsabilidades que antes y diganme aqui entre nos con el corazón en la mano... somos felices???? noooo que vá, puro cuento!!!
¡¡¡Basta!!!

Quiero que alguien me abra la puerta para subirme al auto, , que corra la silla cuando me voy a sentar, que me mande flores, que me dé serenatas en la ventana, que me haga masajes en la tina y me trate como su porcelana... si nosotras ya sabíamos que teníamos un cerebro y que lo podíamos usar. ¿¿para quééééé había que demostrárselo a ellos??

Ay, dios mío, son las 6:30 am y tengo que levantarme... ¡qué fría está mi solitaria y grandísima cama!... Carajos!!!!... Quiero que mi maridito llegue del trabajo, que se siente en el sofá, que disfrutemos de una cena juntos, que me haga el amor, que me haga sentir mujer... porque descubrí que es mucho mejor servirle una cena casera que atragantarme con un sándwich y una coca-cola light mientras termino el trabajo que me traje a casa.

No, mis queridas colegas, inteligentes, realizadas, liberadas...y abandonadas y lo peor aun pendejas!. Estoy hablando muy seriamente... renuncio a  mi puesto de mujer moderna.

Quiero que me consientan, me traigan el desayuno a la cama, quiero hacer el amor con ganas, no quiero más celular, estrés, trancones, regaños del jefe, reclamos de mis hijos porque no les presto la atención que necesitan (ya no doy más hago lo que puedo)... quiero una vida tranquila sin llevar a cuestas las consecuencias de la globalización y liberación femenina!!!!!!!!

Alguien más se suma...?

jueves, 9 de diciembre de 2010

WIKILEAKS

WIKILEAKS

Por: Comunidad Avaaz

La feroz campaña de intimidación en contra de Wikileaks está estremeciendo a defensores de la libertad de prensa en todo el mundo.

Expertos legales opinan que es probable que Wikileaks ho haya vulnerado ninguna ley. Sin embargo, destacados políticos estadounidenses lo han tachado de grupo terrorista y se ha llegado a insinuar que habría que matar a los miembros de su equipo. La organización está sufriendo un ataque masivo por parte de gobiernos y corporaciones, pero WikiLeaks se está limitando a publicar información facilitada por confidentes, en colaboración con algunos de los periódicos más prominentes del mundo (New York Times, The Guardian, Spiegel, El País), quienes examinan cuidadosamente la información antes de publicarla.

Esta gigantesca intimidación extra-judicial constituye un ataque a la democracia misma. De manera urgente, necesitamos alzar nuestras voces en defensa de la libertad de prensa y expresión. Firma la petición para poner fin al asalto, y reenvía este mensaje a todos tus conocidos. ¡Reunamos 1 millón de voces esta semana y publiquemos anuncios a toda página en periódicos en los EE.UU.!

http://www.avaaz.org/es/wikileaks_petition/?vl

WikiLeaks no está actuando sola. Está trabajando conjuntamente con destacados periódicos a nivel mundial (New York Times, Guardian, Der Spiegel. El País, etc) para evaluar cuidadosamente 250,000 cables diplomáticos de los EE.UU. y eliminar cualquier información cuya publicación fuese irresponsable. Solamente 800 cables han sido publicados hasta la fecha. Anteriores revelaciones de WikiLeaks han destapado casos de tortura a manos de gobiernos, el asesinato de civiles inocentes en Irak y Afganistán, y escándalos de corrupción en el seno de grandes corporaciones.

El gobierno de los EE.UU. está agotando todos los posibles cauces legales para impedir que WikiLeaks publique más cables, pero lo cierto es que las leyes democráticas protegen la libertad de prensa. Es muy posible que los Estados Unidos y otros gobiernos no sean partidarios del tipo de legislación que protege nuestra libertad de expresión, pero es precisamente por ello por lo que es crucial que existan dichas leyes, y que sólo a través de un proceso democrático sea posible reformarlas.

Es normal que existan desacuerdos sobre si WikiLeaks, y los periódicos con los que está colaborando, están diseminando más información de la que los ciudadanos debieran conocer; o si las informaciones publicadas debilitan el principio de confidencialidad diplomática, y si eso es algo bueno. O sobre si el fundador de Wikileaks, Julian Assange, tiene la personalidad de un héroe o de un villano. Pero nada de esto justifica la encarnizada campaña de intimidación dirigida a silenciar un medio de comunicación legal emprendida por gobiernos y corporaciones. Haz clic a continuación para unirte al llamamiento para poner fin a este asalto:

http://www.avaaz.org/es/wikileaks_petition/?vl

¿Os habéis preguntado alguna vez por qué los medios de comunicación casi nunca ofrecen la verdadera historia de lo que sucede a puerta cerrada, entre los bastidores de la política? Aquí tenemos el por qué: porque cuando así lo hacen, los gobiernos pueden llegar a ser despiadados en sus respuestas. Y cuando esto ocurre, somos los ciudadanos los que tenemos que alzarnos en defensa de nuestros derechos democráticos a gozar de libertad de prensa y de expresión.

Con esperanza,

Ricken, Emma, Alex, Alice, Maria Paz, Luis, Paula y el resto del equipo de Avaaz.


martes, 23 de noviembre de 2010

EL MÉTODO ARQUEOLOGICO

EL MÉTODO ARQUEOLOGICO

Jairo Báez

El método arqueológico trataría de tomar la medida de las mutaciones que se operan en el dominio de la historia, donde se revisan los métodos, los límites, los temas propios de la historia de las ideas y se desenmaraña la farsa a la sujeción antropológica y poner, en cambio, de relieve como se formaron esas sujeciones. Aunque se utilice el análisis estructural, no es lo importante para este método, pues ya está probado el estructuralismo en otros campos del saber; y más allá de utilizar las categorías culturales como criterio histórico, éstas son interrogadas para escrutar sus fines y totalidades. Como método que se quiere ubicar lejos del antropocentrismo, formula los instrumentos que justifican la antropomorfización y se afianza en los resultados obtenidos para seguir libre de todo antropocentrismo (Foucault, 2001, p. 25-26). El método, más allá de la estructura, sin desconocerla, se insiste, está interesado en el campo donde ¨se manifiestan, se cruzan y se entrelazan, y se especifican las cuestiones sobre el ser humano, la conciencia, el origen y el sujeto¨ (Foucault, 2001, p. 27).

 
El método arqueológico no trata de interpretar el discurso haciendo de él una historia del referente, no trata de reconstruir los objetos de ese discurso, aunque se podría hacer; el método arqueológico trata de mantener el discurso en su consistencia, mostrarlo en la complejidad que le es propia (Foucault, 2001, p. 77-78). El método arqueológico define los objetos, no por su esencia sino, por el conjunto de reglas del discurso que permiten su formación (Foucault, 2001, p. 79). Y el discurso, se concibe no como la expresión creada por un sujeto que piensa y conoce, sino como el conjunto que pone precisamente de relieve la dispersión y discontinuidad del sujeto, donde la subjetividad (la voluntad del sujeto) no es propiamente la constructora de discursos (Foucault, 2001, p. 90). El discurso tiene las reglas y no la conciencia del sujeto, y se imponen anónimamente a todos los que se exponen a hablarlo (Foucault, 2001, p. 102).

 
El método arqueológico es un método descriptivo, como tantos otros métodos que existen para este menester. Pero es un método que describe y analiza el lenguaje, sin ser el método de la descripción histórica de las ideas. Foucault (2001, p. 227-235), hace referencia a la distinción entre el método que acompaña a la historia y en el que él quisiera se denominara Arqueológico.

Historia de las Ideas
 
- Su objeto está poco definido

- Su objetivo está poco definido

- Utiliza métodos diferentes

- Busca las relaciones en los anexos y las márgenes. Es la historia de los bosquejos, de lo poco claro.

- Retoma y reinterpreta.

- Es descriptiva por naturaleza.

- Se centra en la génesis, la continuidad, y la totalidad

Arqueología del Saber

 - Es una nueva forma de hacer historia.

- Define los discursos y sus prácticas concomitantes.

- Trata el discurso no como documento sino como monumento.

- Define el discurso en su especificidad.

- Muestra como los discursos crean reglas que organizan una práctica.

- No interpreta.

- Analiza diferencialmente las modalidades discursivas.

- Define tipos y reglas de prácticas discursivas.


Referencias.

Foucault, M. (1969/2001). La arqueología del saber. Veinteava Edición. México: Sigloveintiuno



martes, 9 de noviembre de 2010

1984

1984

George Orwell

(Fragmento)

Descubrió entonces que durante todo el tiempo en que había estado recordando, no había dejado de escribir como por una acción automática. Y ya no era la inhábil escritura retorcida de antes. Su pluma se había deslizado voluptuosamente sobre el suave papel, imprimiendo en claras y grandes mayúsculas lo siguiente:


ABAJO EL GRAN HERMANO

ABAJO EL GRAN HERMANO

ABAJO EL GRAN HERMANO

ABAJO EL GRAN HERMANO

ABAJO EL GRAN HERMANO


Una vez y otra, hasta llenar media página. No pudo evitar un escalofrío de pánico. Era absurdo, ya que escribir aquellas palabras no era más peligroso que el acto inicial de abrir un diario; pero, por un instante, estuvo tentado de romper las páginas ya escritas y abandonar su propósito. Sin embargo, no lo hizo, porque sabía que era inútil. El hecho de escribir ABAJO EL GRAN HERMANO o no escribirlo, era completamente igual. Seguir con el diario o renunciar a escribirlo, venía a ser lo mismo. La Policía del Pensamiento lo descubriría de todas maneras. Winston había cometido - seguiría habiendo cometido aunque no hubiera llegado a posar la pluma sobre el papel - el crimen esencial que contenía en sí todos los demás. El crimental (crimen mental), como lo llamaban. El crimental no podía ocultarse durante mucho tiempo. En ocasiones, se podía llegar a tenerlo oculto años enteros, pero antes o después lo descubrían a uno.


Las detenciones ocurrían invariablemente por la noche. Se despertaba uno sobresaltado porque una mano le sacudía a uno el hombro, una linterna le enfocaba los ojos y un círculo de sombríos rostros aparecía en torno al lecho. En la mayoría de los casos no había proceso alguno ni se daba cuenta oficialmente de la detención. La gente desaparecía sencillamente y siempre durante la noche. El nombre del individuo en cuestión desaparecía de los registros, se borraba de todas partes toda referencia a lo que hubiera hecho y su paso por la vida quedaba totalmente anulado como si jamás hubiera existido. Para esto se empleaba la palabra vaporizado.


Winston sintió una especie de histeria al pensar en estas cosas. Empezó a escribir rápidamente y con muy mala letra: me matarán no me importa me matarán me dispararán en la nuca me da lo mismo abajo el gran hermano siempre lo matan a uno por la nuca no me importa abajo el gran hermano...

jueves, 24 de junio de 2010

FUNCION Y CAMPO DE LA PALABRA Y EL LENGUAJE EN PSICOANALISIS

Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis

Jacques Lacan

1955

Prefacio


En particular, no habrá que olvidar que la separación en embriología, anatomía, fisiología, psicología, sociología, clínica, no existe en la naturaleza y que no hay más que una disciplina: la neurobiología a la que la observación nos obliga a añadir el epíteto humana en lo que nos concierne.

Cita escogida para exergo de un Instituto de Psicoanálisis en l952.


El discurso que se encontrará aquí merece ser introducido por sus circunstancias. Porque lleva sus marcas.

El tema fue propuesto al autor para constituir el informe teórico usual, en la reunión anual que la sociedad que representaba entonces al psicoanálisis en Francia proseguía desde hacía años en una tradición que se había vuelto venerable bajo el título de "Congreso de los Psicoanalistas de Lengua Francesa", extendido desde hace dos años a los psicoanalistas de lengua romance (y en el que se comprendía a Holanda por una tolerancia de lenguaje). Ese Congreso debía tener lugar en Roma en el mes de septiembre de l953.

En el intervalo, ciertas disensiones graves acarrearon en el grupo francés una secesión. Se habían revelado con ocasión de Ia fundación de un "instituto de psicoanálisis". Se pudo escuchar entonces al equipo que había logrado imponer sus estatutos y su programa proclamar que impediría hablar en Roma a aquel que junto con otros había intentado introducir una concepción diferente, y utilizó con ese fin todos los medios que estaban en su poder.

No pareció sin embargo a aquellos que desde entonces habían fundado la nueva Sociedad Francesa de Psicoanálisis que debiesen privar de la manifestación anunciada a la mayoría de estudiantes que se adherían a su enseñanza, ni siquiera que debiesen renunciar al lugar eminente donde había sido proyectada.

Las simpatías generosas que vinieron en su ayuda del grupo italiano no los colocaban en situación de huéspedes inoportunos en la Ciudad universal.

En cuanto al autor de este discurso, pensaba estar asistido, por muy desigual que hubiese de mostrarse ante la tarea de hablar de la palabra, por alguna connivencia inscrita en aquel lugar mismo.

Recordaba en efecto que, mucho antes de que se revelase allí la gloria de la más alta cátedra del mundo, Aulio Gelio, en sus Noches áticas, daba al lugar llamado Mons Vaticanus la etimología de vagire, que designa los primeros balbuceos de la palabra.

Si pues su discurso no hubiese de ser cosa mejor que un vagido, por lo menos tomaría de ello el auspicio de renovar en su disciplina los fundamentos que ésta toma en el lenguaje.

Esta renovación tomaba asimismo de la historia demasiado sentido para que él por su parte no rompiese con el estilo tradicional que sitúa el "informe" entre la compilación y la síntesis, para darle el estilo irónico de una puesta en tela de juicio de los fundamentos de esa disciplina.

Puesto que sus oyentes eran esos estudiantes que esperan de nosotros la palabra, fue sobre todo pensando en ellos como fomentó su discurso, y para renunciar en su honor a las reglas que se observan entre augures de remedar el rigor con la minucia y confundir regla y certidumbre.

En el conflicto en efecto que los habría llevado a la presente situación, se habían dado pruebas en cuanto a su autonomía de temas de un desconocimiento tan exorbitante, que la exigencia primera correspondía por ello a una reacción contra el tono permanente que había permitido semejante exceso.

Es que más allá de las circunstancias locales que habían motivado este conflicto, había salido a luz un vicio que las rebasaba con mucho. Ya el solo hecho de que se haya podido pretender regular de manera tan autoritaria la formación del psicoanalista planteaba la cuestión de saber si los modos establecidos de esta formación no desembocaban en el fin paradójico de una minorización perpetuada.

Ciertamente, las formas iniciáticas y poderosamente organizadas en las que Freud vio la garantía de la transmisión de su doctrina se justifican en la posición de una disciplina que no puede sobrevivirse sino manteniéndose en el nivel de una experiencia integral.

Pero ¿no han llevado a un formalismo decepcionante que desalienta la iniciativa penalizando el riesgo, y que hace del reino de la opinión de los doctos el principio de una prudencia dócil donde la autenticidad de la investigación se embota antes de agotarse?

La extrema complejidad de las nociones puestas en juego en nuestro dominio hace que en ningún otro sitio corra un espíritu, por exponer su juicio, mas totalmente el riesgo de descubrir su medida.

Pero esto debería arrastrar la consecuencia de hacer nuestro propósito primero, si no es que único, de la liberación de las tesis por la elucidación de los principios.

La selección severa que se impone, en efecto, no podría ser remitida a los aplazamientos indefinidos de una coopción quisquillosa, sino a la fecundidad de la producción concreta y a la prueba dialéctica de sostenimientos contradictorios.

Esto no implica de nuestra parte ninguna valorización de Ia divergencia. Muy al contrario, no sin sorpresa hemos podido escuchar en el Congreso Internacional de Londres, al que, por no haber cumplido las formas, veníamos como demandantes, a una personalidad bien intencionada para con nosotros deplorar que no pudiésemos justificar nuestra secesión por algún desacuerdo doctrinal. ¿Quiere esto decir que una asociación que quiere ser internacional tiene otro fin sino el de mantener el principio de la comunidad de nuestra experiencia?

Sin duda es el secreto de Polichinela que hace un buen rato que ya no hay tal, y fue sin ningún escándalo como al impenetrable señor Zilboorg que, poniendo aparte nuestro caso, insistía en que ninguna secesión fuese admitida sino a título de debate científico, el penetrante señor Wälder pudo replicar que de confrontar los principios en que cada uno de nosotros cree fundar su experiencia, nuestros muros se disolverían bien pronto en la confusión de Babel.

Creemos por nuestra parte que, si innovamos, no está en nuestros gustos hacer de ello un mérito.

En una disciplina que no debe su valor científico sino a los conceptos teóricos que Freud forjó en el progreso de su experiencia, pero que, por estar todavía mal criticados y conservar por lo tanto la ambigüedad de la lengua vulgar, se aprovechan de esas resonancias no sin incurrir en malentendidos, nos parecería prematuro romper la tradición de su terminología.

Pero me parece que esos términos no pueden sino esclarecerse con que se establezca su equivalencia en el lenguaje actual de la antropología, incluso en los últimos problemas de la filosofía, donde a menudo el psicoanálisis no tiene sino que recobrar lo que es suyo.

Urgente en todo caso nos parece la tarea de desbrozar en nociones que se amortiguan en un uso de rutina el sentido que recobran tanto por un retorno a su historia como por una reflexión sobre sus fundamentos subjetivos.

Esta es sin duda la función del docente, de donde todas las otras dependen, y es en ella donde mejor se inscribe el precio de la experiencia.

Descuídesela y se obliterará el sentido de una acción que no recibe sus efectos sino del sentido, y las reglas técnicas, de reducirse a recetas, quitan a la experiencia todo alcance de conocimiento e incluso todo criterio de realidad.

Pues nadie es menos exigente que un psicoanalista sobre lo que puede dar su estatuto a una acción que no está lejos de considerar el mismo como mágica, a falta de saber situarla en una concepción de su campo que no se le ocurre hacer concordar con su práctica.

El exergo cuyo adorno hemos transportado a este prefacio es un ejemplo de ello bastante lindo.

Por eso también, ¿está acaso de acuerdo con una concepción de la formación analítica que sería la de una escuela de conductores que, no contenta con aspirar al privilegio singular de extender la licencia de conductor, imaginarse estar en situación de controlar la construcción automovilística?

Esta comparación valdrá lo que valga, pero sin duda vale tanto como las que corren en nuestras asambleas más graves y que a pesar de haberse originado en nuestro discurso a los idiotas, ni siquiera tienen el sabor de los camelos de iniciados, pero no por eso parecen recibir menos un valor de uso de su carácter de pomposa inepcia

La cosa empieza en la comparación de todos conocida del candidato que se deja arrastrar prematuramente a la práctica con el cirujano que operaría sin asepsia, y llega hasta la que incita a llorar por esos desdichados estudiantes desgarrados por el conflicto de sus maestros como niños por el divorcio de sus padres.

Sin duda, ésta, la última en nacimiento, nos parece inspirarse en el respeto debido a los que han sufrido en efecto lo que llamaremos, moderando nuestro pensamiento, una presión en la enseñanza que los ha sometido a una dura prueba, pero puede uno preguntarse también, escuchando su trémolo en la boca de los maestros, si los Iímites del infantilismo no habrán sido sin previo aviso retrotraídos hasta la tontería.

Las verdades que estas frases hechas recubren merecerían sin embargo que se las sometiese a un examen más serio.

Método de verdad y de desmistificación de los camuflajes subjetivos, ¿manifestaría el psicoanálisis una ambición desmedida de aplicar sus principios a su propia corporación, o sea a la concepción que se forjan los psicoanalistas de su papel ante el enfermo, de su lugar en la sociedad de los espíritus, de sus relaciones con sus pares y de su misión de enseñanza?

Acaso por volver a abrir algunas ventanas a la plena luz del pensamiento de Freud, esta exposición aliviará en algunos la angustia que engendra una acción simbólica cuando se pierde en su propia opacidad.

Sea como sea, al evocar las circunstancias de este discurso no pensamos en absoluto en excusar sus insuficiencias demasiado evidentes por el apresuramiento que de ellas recibió, puesto que es por el mismo apresuramiento por el que toma su sentido con su forma.

A más de que hemos demostrado, en un sofisma ejemplar del tiempo intersubjetivo, la función del apresuramiento en la precipitación lógica donde la verdad encuentra su condición irrebasable.

Nada creado que no aparezca en la urgencia, nada en la urgencia que no engendre su rebasamiento en la palabra.

Pero nada también que no se haga en ella contingente cuando viene su momento para el hombre, donde puede identificar en una sola razón el partido que escoge y el desorden que denuncia, para comprender su coherencia en lo real y adelantarse por su certidumbre respecto de la acción que los pone en equilibrio.

sábado, 12 de junio de 2010

CONFESION DE PARTE

CONFESION DE PARTE*

Alfredo Molano**

(Revista Análisis Político)


Se me ha pedido presentar un ensayo sobre el método de las ciencias sociales y la realidad colombiana. Debo confesar de entrada que semejante tema me es inasible y me parece arrogante pretender sentar tesis en una materia tan debatida y altisonante.

He consultado con el doctor Guillermo Hoyos la posibilidad de abordar la cuestión desde un ángulo muy personal: mi propia evolución. Quisiera explorar las formas como yo he interpretado el mundo que me fue dado vivir. Con esto no quiero ejemplificar ni quiero generalizar sino alinderar.

Hablar en plural o en infinitivo es en el fondo semejante, porque de todas maneras se habla de la persona pero se le adjudica un valor universal, abstracto.

Tengo una razón adicional, yo he profundizado una opción metológica en ciencias sociales: la historia de vida. Quisiera intentar, con la venia de ustedes, hacer un trazo simple de la historia personal de mis formas de explicación social.

Cuando salí del bachillerato, en el año 1962, tuve que enfrentarme a la dramática decisión de por dónde coger. En la vida hay muy pocos momentos de decisión verdadera. Este es uno de ellos. Uno debe escoger, de verdad, un camino en una circunstancia muy desventajosa, porque precisamente en ese momento uno no sabe dónde está parado. Yo tenía una sola cosa clara: no podía estudiar algo que tuviera que ver con las matemáticas.

Había sido un pésimo estudiante de aritmética y de álgebra. Me irritaba el pensamiento abstracto y formal. O mejor, para salirme de este problema diré que no tenía bases y como nunca las adquirí siempre quedé cojo de este lado.

Eran pues las ciencias sociales mi vocación. Yo pertenezco a una familia de abogados y las presiones de mi casa iban dirigidas en este sentido. Pero a mí no me convencían los claustros señoriales, los códigos y las reverencias. Era profundamente antirreligioso hasta en eso. Pero haciendo de tripas corazón me dejé inscribir en la Facultad de Derecho.

En secreto -casi clandestinamente-lo hice por mi lado en la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional. En el bachillerato tuve como profesor de filosofía a un jacobino radical, quien era también un santandereano liberal. Influyó mucho en mi decisión. Un día fui a la Universidad Nacional a ver el resultado de los exámenes de admisión; había pasado y no hubo más que hablar. Yo sabía más o menos qué era ser abogado, los había visto y sobre todo oído. No tenía ni idea qué era ser sociólogo, ni de qué se trataba lo que había escogido. Todavía no sé. Hay que reconocer que, por lo menos, lo social es esquivo. De todas maneras fue una decisión que me hizo sentir libre.

Sociología era en aquella época la locura de Camilo Torres y el optimismo de Orlando Fals. Había profesores muy serios y seguros como Juan Fride y Tomás Ducay, y un volcán llama do Eduardo Umaña Luna. Camilo no cumplía, nunca iba a clase. Tenía mil compromisos. Influía sobre nosotros por medio de sus amigos que eran todos, la facultad entera. Había logrado crear un ambiente suelto, alegre y sobre todo en franca rebelión contra el formalismo y el academicismo.

Poco a poco esa rebeldía se fue tornando política. La sociología era, valga decirlo, la panacea para todo mal. El mundo estaba como estaba porque no conocía las leyes de la sociedad. Creíamos firmemente que estudiarlas equivalía a resolver los problemas del país. Nos abalanzamos, con una febrilidad que no volvió a repetirse, sobre los textos científicos que en ese momento eran los que Fals había estudiado en la Universidad de Florida y Camilo en Lovaina. A decir verdad, si se exceptúa a Wright MilIs, no eran muy profundos.

Los profesores, llamémoslos humanistas, fueron más importantes en nuestra formación intelectual: el doctor Chucho Arango nos puso en contacto con la historia de Colombia, Darío Mesa con la filosofía y Umaña Luna abrió frente a nosotros, por primera vez, la Constitución de Colombia.

Pero yo diría que más que las materias mismas lo que nos cambió fue el espíritu de rebeldía Permanente que vivíamos en la Facultad de Sociología durante aquellos años. La muerte de Camilo Torres en la guerrilla definió el futuro de muchos y nos empujó al carruaje de la revolución.

Durante muchos años estuvimos fascinados por ese misterio tan seductor como evasivo. Nos dimos a la tarea de transformar el mundo para conocerlo. Nos incomodaba lo que habíamos heredado.

En mi caso personal, la revolución eran los amigos y la búsqueda de un puesto en el universo. La sociología comenzó a ser revaluada ante mis ojos por toda la liturgia incendiaria de la izquierda.

Había algo de retaliatorio en todos nosotros contra un sujeto anacrónico que llamábamos Estado y que tenía la culpa de todo. Creo que la muerte de Camilo tuvo el efecto de hacerlos víctimas. Pero este mismo efecto comenzó a servir para señalamos como subvertores. En realidad no era cierto, pero el estigma comenzó a tejernos una cárcel de donde creo no hemos podido del todo evadimos; La Facultad de Sociología me dejó más, para ser justos.

Reivindico de ella la puerta que me abrió hacia los barrios populares y las veredas rurales. El contacto que hice con el país en aquellas experiencias fue definitivo. Allí comencé a mirar por un rendija el país real que hoy vivimos. Era el final de la violencia de los años cincuenta, la emigración de los campesinos a las ciudades, la formación de los barrios de invasión. El país comenzaba a temblar. A la postre, no tuvo razón ni el reformismo del doc tor Lleras Restrepo ni la revolución del Che. En política no salimos adelante, pero tanto la ilusión liberal como la ilusión socialista hicieron la época y nos hicieron a todos nosotros.

La realidad misma inflamaba aquel lenguaje. Si bien no logramos ni reformar ni revolucionar el país, lo conocimos en el intento, lo que pone en duda, dicho sea de paso, la pertenencia del conocimiento como condición para la acción.

Pero no volvamos atrás. Quizás la realidad no sea para conocerla ni cambiarla sino para vivirla.

Hice muchas cosas cuando salí de la universidad: trabajé en el Incora, fui profesor en la Universidad de Antioquia, estudié con Estanislao Zuleta y viajé por Europa. Una década que hoy veo más importante como formación intelectual que la anterior, que había sido -como queda claro- de formación emocional.

Fue una etapa volcada sobre los libros. La militancia de los días de la Facultad me había mostrado el dogmatismo de la izquierda y toda su ampulosa rigidez. Andaba malherido y cabizbajo. Los partidos de izquierda se me aparecían como iglesias cerradas en las que el despotismo suprimía la disidencia y la libertad de errar. Los libros permitían calmar mi conciencia sin abandonar mis principios. Pero no fue sólo la militancia la que me llevó al escepticismo. Fue también la observación de la vida cotidiana de la gente. No sólo sus hechos sino sus afanes diarios, sus afectos, su bajezas. Todo eso me quemaba. Las doctrinas de las organizaciones daban sólo cuenta formal de la realidad de una vida que se podía palpar desde cualquier esquina. De todas maneras la hora fue de letras.

La persona que más influyó en ese período fue Estanislao Zuleta. Todavía hoy me cuesta confesarlo.

El era un seductor que engullía como un remolino- todo lo que se le acercaba. Si uno se salvaba era un sobreviviente. Zuleta me enseñó ante todo a leer. Era un gran lector, pero más que eso era un astuto lector. Leía lo que no estaba en el texto sino debajo y encima. No hacía lecturas literales sino de sentido y ese sentido era la crítica. Zuleta criticaba todo. Sometía cada palabra, cada frase, cada libro a un análisis riguroso y despiadado. Hoy recuerdo esa tarea con melancolía.

Leímos El capital de pasta a pasta. Pocos, lo sé, pueden decir eso. No una vez, muchas. Vivíamos leyéndolo porque El capital no es una obra económica, sino también política, sociológica, histórica y claro está, bien leída, literaria. Por esta vía Zuleta nos acercó a un Marx más humano con errores y con contradicciones- y más humanista. El capital era para él una totalidad, cuya validez era básicamente metodológica; un argumento contra el dogmatismo, contra todo el dogmatismo.

Por esa puerta entramos a un mundo maravilloso y peligroso: el psicoanálisis, la filosofía, la literatura, la pintura, la música. Digo peligroso porque Zuleta era un hombre apasionado.

Huyéndole a Zuleta paré en Francia. Me urgía un refugio donde pudiera leer sin compulsión, donde no tuviera la tentación de la acción política y donde no tuviera que trabajar para ganarme la vida. Una beca me dio la oportunidad de vivir a Colombia desde un contexto mundial. Relativizar al país fue una gran ayuda porque desde Europa cobró para mí mayor importancia y personalidad. Ese clima de seguridad que me ofrecía París, ensayos para la universidad y textos para mí.

Zuleta me había enseñado a pensar cada palabra. La escritura me había confirmado esa tesis. Escribir es sopesar. Escribí lo que podía escribir: trabajos teóricos. Recuerdo uno con mucho cariño porque me costó mucho esfuerzo hacerlo: "Anotaciones acerca del papel de la política en la investigación social".

En esos días Orlando Fals Borda me había invitado a hacer una ponencia sobre investigación-acción, un tema que él dominaba y promovía. En buena hora, porque de allí salieron trabajos muy importantes tanto políticos como académicos. Orlando comenzó a forzar la contradicción entre teoría y práctica, lo que equivalía a oxigenar la primera y enriquecer la segunda investigación-acción quería ser, y lo fue en gran medida, una crítica al dogmatismo y una crítica al pragmatismo. Hasta ahí yo estaba completamente de acuerdo con Fals. Pero esa unidad teoría-práctica no podía avanzar sola sin más ni más, apoyándose -como se argüía- una sobre la otra. Yo pensaba, o mejor, intuía, que detrás de todo avance científico, de todo en ciencias sociales -y quizás en toda disciplina, había una motivación política. Me metí en ese berenjenal y para acabar de complicar el cuadro tomé como ejemplo a Marx, ni más ni menos, es decir, vida, obra y comentarios.

La tesis era la siguiente: el aporte más importante de Marx no era la teoría del valor, puesto que era un desarrollo de la escuela clásica; era la teoría de la plusvalía, es decir, la explicación -llamémosla así, científica de la explotación en la sociedad capitalista.

Ahora bien, agregaba yo, ese descubrimiento tenía como premisa una posición política crítica frente a la sociedad capitalista, posición que era más una postura, una actitud. Esa perspectiva iluminó el descubrimiento y la elaboración del concepto.

El rompimiento epistemológico tenía una premisa política, crítica. Hasta ahí llegué. La tesis fue muy debatida en el simposio que Orlando Fals Borda organizó en Cartagena. Mi discurso era pesado, pero me dio la oportunidad de leer con un objetivo y de ….

Hay personas que requieren de una condición epistemológica especial: la coacción. Para mí ese trabajo cancelaba de alguna manera el problema de la teoría y de la práctica.

La política, es decir la lucha por el poder, era la clave del conocimiento. Pretensiosa o no, era mi conclusión y durante un tiempo me sentí orgulloso de ella.

A pesar de todo, no progresé mucho en la academia francesa. Asistí a los cursos. Gocé a Pierre Vilar y me sedujo Bethelheim, pero no hubo en los dos años de trabajo un hecho memorable. Observé con cierta irritación la manera como los profesores hacían sus trabajos con base en los que los estudiantes les presentábamos. Había algo utilitarista que fastidiaba, pero muy poco que alegar porque estaban en su derecho.

De regreso al país, Guillermo Hoyos me invitó a un simposio sobre epistemología y política. Desempolvé el trabajo presentado en Cartagena. Confieso que la ponencia fue un recalentado, una nueva versión de lo que ya había escrito. Pero al final, sin entender cómo, agregué que quizás en el fondo la cuestión del conocimiento no era una cosa política sino ética, y -agregaba con recelo- estética.

Fue una frase. Pero una frase que le puso punto final a mi búsqueda teórica como un ejercicio meramente intelectual. Mi descubrimiento no fue muy original pero fue muy oportuno, porque desde ese día dejé de entender la revolución como militancia.

Es posible que ese día haya viajado al Llano a comenzar mi tesis de grado para los franceses.

Quería hacer, en concordancia con mi formación recién estrenada, un trabajo sobre la renta de la tierra en el arroz. El trabajo de campo, la relación con los campesinos, con los empresarios, con los camioneros, con las autoridades, es decir, con el país, me produjo una gran sorpresa: no cabía en el talego que yo había traído. Lo que echaba se salía por las rendijas. Resolví tirar el talego y trabajar con la gente. De la tesis, todo era inservible: el tema, la metodología, las técnicas, los conceptos. La gente real que habíamos entrevistado, o mejor con quien nos tocó conversar y oír, andaba de rebusque. Nada tenía de parecido con los obreros ingleses, ni con los Campesinos franceses, ni con los alemanes. Era otro cuento: gente nacida de la violencia, luchando contra la selva, huyendo del comerciante, que sin embargo sabía reír y gozar. No era fácil meterlos en un cuerpo conceptual, para fortuna de todos.

No obstante, el verdadero problema se me vino a presentar en el escritorio. Trabajaba en el Cinep. Resulta -lo he contado otras veces que los colonos de la región del río Pato, en el Huila, habían sido bombardeados por el ejército y en respuesta habían resuelto organizar una marcha desde sus tierras hasta Neiva. El Cinep nos envió a Alejandro Reyes y a mí, a ver qué hacíamos. Sin mucho interés por parte del patrón, pero bueno, pensaría, por lo menos nos los quitamos de encima unas horas. Total, llegamos al estadio de Neiva donde estaban concentrados los colonos. Prendimos las grabadoras y registramos varios testimonios. Nos impresionaron mucho porque estábamos frente a una acción de las autoridades no sólo criminal sino estúpida. Eran testimonios simples que se sentían temblar bajo las bombas.

De vuelta a Bogotá el problema era sacarles la esencia para traducirla a un lenguaje intelectual. ¿Se podría pensar en una tarea más arbitraria y arrogante? ¿Por qué no hablarle a la inteligencia con el mismo lenguaje de los colonos? ¿Acaso no nos habían impresionado a nosotros, dos intelectuales? ¿No eran testimonios suficientemente fuertes y dicientes como para pensar en adocenarlos? ¿No eran reales? En fin, el cuestionamiento fue fuerte.

Alejandro fue importantísimo en ese instante. De allí salió el primer relato que escribí, hilvanando testimonios e inspirado en uno que me sirvió como eje: el de una mujer excepcional por su sinceridad. Fue ella quien me enredó y obligó a hablar su lenguaje.

Salí de ese texto con la certeza de que por ahí era la cosa. Me desembaracé de los papeles de tesis, limpié el escritorio y escribí de chorro "Valentín Montenegro", un relato que recogía la historia que los colonos me habían contado sobre la fundación del Ariari. El ejercicio de escribir se me hizo de golpe agradable e intenso. Faltaba saber todavía si era útil. Poco a poco esta condición fue haciéndose clara: la gente llana entendía lo que yo escribía. Para ella leerse, adquirir una vida textual, era una experiencia extraña. Entendí que los relatos podían servir de espejo para que la gente se reconociera y sobre todo para que se interesara por ella misma.

Esa era la prueba de pertinencia que yo buscaba. Comprendí que la aceptación de los textos, mi aspiración más secreta, me satisfacía, no porque me justificaran sino porque por ahí el conocimiento encontraba objeto; cumplía con su razón de ser. Oír a la gente reírse de sí misma, discutir sus propios testimonios, volver a sufrir sus dolores, interrogarse, aceptarse, era el sentido vital que uno podía reclamarle al conocimiento. Ya no era la curiosidad de oírlos y de gozar su lenguaje y sus maneras particulares de entender el mundo, ahora era la gratísima sensación de que lo que uno había hecho era hospedado. El conocimiento es una especie de hijo pródigo que sólo encuentra suspiro cuando regresa a su fuente.

Mis amigos los intelectuales cumplieron sin embargo su papel. Sea la hora de reconocerlo. Primero con timidez y luego con desconfianza se acercaron a los personajes que salían de los relatos; los miraban con extrañeza como cuando se mira un lisiado, pero poco a poco fueron atenuándose las aristas, la sorpresa se transformó en saludo y al final en bienvenida. Este fue un segundo reconocimiento.

Me dio seguridad en lo que estaba haciendo y quería seguir haciendo. Recuerdo a William Ramírez Tobón el día que leyó a Sofía Espinosa, la heroína de Bombardeos del Pato. Me preguntó un tanto ansioso: "¿Cómo lo hizo?". Luego me alentó: "hermano, no suelte esa cuerda". y seguí, seguí jalando de esa cuerda. En dos meses escribí Los años del tropel con el material que había recogido para hacer un ensayo sobre la violencia como forma de participación social. Que la explicación -dije-la den los protagonistas, ¿por qué tengo yo que darla? En cinco semanas nació la criatura, eso sí, como diría Marx: "Chorreando sangre y lt-do por todas partes".

El camino se abría claro. Vinieron otros textos casi de una sola sentada: Selva adentro, Siguiendo el corte y Aguas arriba. Son relatos que recogen la experiencia social, la historia de las zonas de colonización. Aunque creo que, bien miradas las cosas, lo que recogen es un retazo del alma de muchos colombianos.

Si Camilo Torres me enseñó a soñar y Estanislao Zuleta a leer, la gente corriente, la que se levanta y se acuesta, la que mata a otro y reza por él, esa gente que somos todos nosotros, me enseñó a escuchar y, digámoslo ya, a escribir, porque una vez que uno escucha no puede dejar de escribir.

Creo que en realidad nosotros los intelectuales no sabemos o no podemos escuchar. Mientras oímos estamos construyendo argumentos polémicos que llenan el espacio donde debería ser alojado lo que el otro trata de decimos. Nos enrocamos como en el ajedrez para aturdimos con nuestras propias razones, lo que no es otra cosa que un salva a nosotros mismos. Nuestra crítica está viciada de presunción.

Ello tiene su precio: no hemos comprendido a la gente ni hemos podido gozar su lenguaje. En lugar de construir puentes lo que construimos son fortalezas. Escuchar, perdónenme el tono, es ante todo una actitud humilde que permite poner al otro por delante de mí, o mejor, reconocer que estoy frente al otro. Escuchar es limpiar lo que me distancia del interlocutor, que es lo mismo que-me distancia de mí. El camino, pues, da la vuelta.

Decía arriba que escuchar es casi escribir. Pero pregunto: ¿Cómo puede uno guardar lo que ha encontrado cuando ese hallazgo es un instante de plenitud? La verdadera relación con otro ser humano es jubilosa porque ha logrado romper la trinchera del miedo. Pienso que guardar esa emoción podría ser dañino. No es sólo una responsabilidad sino un problema de estabilidad.

¿Cómo seguir viviendo solo cuando uno conoce al vecino, y sabe además que vive tan solo como uno? Pero hay más: ¿Cómo no comunicarle al vecino que uno existe? ¿Cómo no mandarle un papelito diciéndole: "aquí estoy"? Eso es escribir.

Uno tiene miedo de escribir, como tiene miedo de escuchar, en fin, de vivir. El primero y más fuerte impedimento para hacerlo es, o es llamado el buen gusto literario; el escribir bien que uno dice. La pretensión de escribir bien es el cerrojo de una cárcel. Escribir bien es escribir para ser reconocido y celebrado y no un acto de comunicación. Es poner la atención en mi público y no en mi grito. Por eso no se escribe como se habla, cuando el mayor mérito de una obra literaria es precisamente reproducir el lenguaje de la vida.

Escribir como hablan los colonos, por ejemplo, es hablar con ellos. ¿Qué más se le puede pedir a la palabra? Vistas las cosas en conjunto y antes de que estas reflexiones sueltas dejen de ser una confesión y una invitación, quiero terminar retomando una tesis esbozada atrás. Escuchar y escribir son actos gemelos que conducen a la creación. El conocimiento no es el resultado de la aplicación de unas reglas científicas sino un acto de inspiración, cuyo origen me es vedado pero cuya responsabilidad me es exigida. Uno no escoge los temas, dice Sábato, los temas lo escogen a uno. La creación esconde la utopía, la aspiración a un mundo nuevo y distinto que puede ser tanto más real cuanto más simple. Las cosas suelen no estar más allá sino más acá. Permítanme terminar diciendo que la creación es el movimiento de la vida. Por eso todo esfuerzo encaminado a conocer debe aspirar a crear, no a descubrir. Crear es al fin y al cabo un acto ético.

jueves, 13 de mayo de 2010

SOBRE EL SABER Y LA DEMOCRACIA

Sobre el saber y la democracia

Rosendo Rodríguez Fernández


El recorrido por el Saber trae, entre otras muchas resultantes, la idea que lo aparente no es la realidad misma, aunque la realidad es aparente. La epistemología señala un camino que desemboca una y otra vez, trátese del positivista más radical, o del crítico más opuesto a la ingenuidad hiperrealista, en un principio básico: hay algo que está más allá de la apariencia, y ese algo es lo constitutivo de la imagen, es decir, de la realidad. Inclusive, los movimientos religiosos apuntan a la vanidad del mundo, esbozando cierta idea que sostiene que el mundo es una apariencia, engañosa, y hay que ir, moralmente, a buscar una verdad, que sin embargo está establecida y es inmutable.

Así que parece haber un acuerdo tácito sobre lo aparente del mundo. Sin embargo, la política muestra que lo aparente se toma por verdadero, se toma por real, y donde un momento antes se rechaza implícitamente la doxa, ésta deviene criterio absoluto de verdad. La doxa como verdad, algo que incluso fundamenta disciplinas como la psicometría, la que vive haciendo vericuetos, como señalaría Jairo Gallo, con la validez y confiabilidad, vericuetos que imponen una idolátrica imagen paradójicamente proveniente de la ciencia –la que niega con mayor ahínco la doxa como criterio de cientificidad.

La desenvoltura, o más bien, la envoltura imaginaria deja ver los árboles, pero no deja ver el bosque. Un mundo imaginario, descifrable en parte por la epistemología, se cierra en esquemas defensivos, en resistencias al saber, que tienen el carácter de ser prestigiosas, y en tanto más prestigiosas, más susceptibles de prestidigitación. Si la ciencia positiva denuncia el primitivismo del pensamiento mágico de las comunidades agrupadas bajo ese mismo logos de “primitivas”, su fundamento mismo, el planteamiento de la objetividad, cae en un mito, en un absoluto que niega al sujeto, pero que se sostiene en el sujeto. Dicen que para que una comunidad científica desaparezca, debe desaparecer el último de sus representantes. Sin embargo, sostienen a pie junto que su saber es “objetivo”, pasando por alto lo trascendental de este planteamiento. Brevemente, el objetivismo es una metafísica, al suponer la existencia de un absoluto que se revela al investigador, entendido éste como aquél inquieto que busca desentrañar la verdad a través del objeto. Supone la existencia, a priori, de las Leyes de la Naturaleza, junto con Comte, y las busca atravesando el objeto con la experiencia… del sujeto.

¡Tamaña contradicción, en el seno mismo de una escuela que se precia de ser filosófica! Báez se ha burlado constantemente del objetivismo experimental, señalando el carácter imaginario del objeto, un objeto materializado, medido, mesurado, y esgrimido como prueba de la Ley Natural. Eso quiere decir, ni más ni menos, que los positivistas nunca leyeron a Freud, y no porque no tuvieran un libro sobre la Teoría Sexual en sus manos, sino porque en su discurso convencional siguieron anclados a su sentido, y enmarcaron la relación de objeto nuevamente en la preeminencia de lo dado. En otras palabras, el objeto está allí para ser descubierto por un infante, que trae una carga filogenética previa como condición de saber…etc.

Pero si el saber está allí y se difunde, ¿Porqué los pensadores continúan sosteniendo el orden del mundo de la manera como lo hacen? Si se parte de la crítica sencilla de que la doxa no es la verdad, y que la verdad no es estadística, ¿Porqué las urnas están llenas de intelectuales?

Veamos algunos genios de la propaganda, que terminan sosteniendo la democracia haciendo piruetas con la historia, escrita a su antojo de cinematografistas. Hace ya algunos años, Ridley Scott puso en las pantallas gigantes al emperador Marco Aurelio, como un filósofo que, sin más, lleva la pax romana al oscuro y primitivo mundo de los bárbaros, para variar, germanos. El pervertido hijo de Marco Aurelio, un abandonado hijo del padre, Cómodo, toma el poder y “abusa” de la investidura imperial, hasta el desafortunado evento de enfrentar a un general destituido pero instituido como héroe desde su condición de esclavo. Además, Scott bautiza, a este matador, como Máximo Décimo Meridio – Nombres del Padre, significantes de una pre claridad que remite al arcángel San Miguel, matador de demonios. El drama termina en la democracia, tomada de la última exhalación del héroe por la manipulada hermana del tirano, que ordena al inamovible militar –sobreviviente de la administración anterior- devolver el poder al Senado, al político justo.

Sin sonrojarse, Scott re-introduce en la ignorancia al público asistente a las salas de cine, conmovido por la dramática historia de Amor. Por supuesto, el truco funciona. Ya la imagen de Marco Aurelio es la de un filósofo, un buen hombre en el poder, y el poder, algo puro después de todo – y sobre todo para Scott-, pues en la razón, expurga con sabiduría la oscuridad del pensamiento mágico, primitivo.

Con honores, siempre terminan las historias de Hollywood. El culto a la bandera, la insignia, el escudo. Todo volcado en una imagen, la pasión bullendo en los corazones democráticos. Scott sin embargo deja una asociación, la inevitable, entre el tirano y la democracia. Aquél que piensa que piensa bien, y que se nombra filósofo, a su vez que es gobernante, y aquél que piensa que el otro piensa bien, por su condición de filósofo.

Pues bien, desde que los filósofos entraron en la escena democrática, hablando siempre de afuera, como en el caso de Slavoj Zizek, la imagen del político ahora se asociará con la del sabio. Es ahora el instante de los que tienen el saber. Es ahora el instante de los que creen que el filósofo sabe. Versión con nuevo estuche de la dialéctica del Amo y el Esclavo del Hegel de Kojève.

Y desde aquí, un freudiano, o sea, otro religioso, afirma que esto es una tamaña ilusión salida de la dinámica de la transferencia. El viejo modelo del amor por el propio delirio. La sujeción al mismo, al pensamiento mágico que es característico del que afirma ser científico, objetivista. La sujeción a la democrática verdad, por mayoría, por “elección”. Interesante fenómeno, ver a los intelectuales en el campo de aquellos que creen en las encuestas, y que se rigen por los cuestionarios, para sostener como verdadero cualquier postulado, incluso avasallante, digamos, como el que fundamenta la “seguridad democrática”.

Vuélvase al Marco Aurelio de Scott, y se tiene el paradigma de la democracia, incluso con el de su salvaguarda. La seguridad democrática funciona no como un mero dispositivo de instituciones encargadas de velar por el control del terrorismo. Funciona con base en el modelo de la fobia. Se crea un temor imaginario, con algunos referentes reales (es decir, hay muertos, cierto), y una figura tipo homo sacer, figura lo suficientemente localizable, lo suficientemente difusa, para mantener la prestidigitación –y sobre todo, para dirigir el deseo, impregnado de la pulsión de muerte que se desborda en esos casos: “Deberían matar a todos esos tales por cuales”.

Con ésta lógica, medieval, llamada de “Cacería de brujas”, se sostiene la Seguridad Democrática. El resultado es un enorme presupuesto, y cuerpos administrativos más o menos voluminosos, que tienen la “experiencia” –sin duda – de tratar éstos problemas valientemente, a “riesgo de sus vidas”, pues al modo de Mel Gibson, “Somos héroes”.

Esto, brevemente tocado, tomando algunos referentes de lo imaginario, pues absolutamente esta es la apariencia, sostenida en el afecto, transferencia imaginaria, transferencia primera, del mundo en que se introduce el sujeto más como objeto de amor. Si hay algo que caracteriza la democracia, es el Amor. El dispositivo se monta sobre la doxa, y la doxa es signo de la pulsión, nombrada como Amor, claro, con la máscara de la sabiduría.

El ritual adquiere dimensiones sociológicas. Muchos amantes, con los cuchillos bajo las togas, concurren a las urnas. Luego de la “elección”, narcisísticamente, estos electores verán a su ser amado en el poder, o verán a su héroe caído volver a la lucha, sin ceder en el honor.

Las espadas siempre estarán en alto, pues lo que allí las sostiene es una razón, a la cual se dirigen las catexias libidinales. Esta razón se caracteriza por su mágico devenir, por su delirante carácter, por su saber supuesto. El objeto que toma su lugar para articular la realidad del mundo es el líder amado (y odiado), que proporciona el sustrato imaginario a un invadido significante del Nombre del Padre.

Sociológicamente, los fenómenos que se observan son los de la Masa. Se logra masa crítica (la magia de la estadística) y se tiene un ser “electo” para gobernar. Este electo, un líder, cargará con el deseo de la opinión pública, un imaginario que no por no ser real, no genera un real. Hay en juego un supuesto saber, y un saber que se impone. Una propaganda reza que tantos millones de personas no pueden estar equivocados, así que la democracia debe ser, por estadística, fundada en la verdad. Galileo y otros cuantos, desde finales de la Edad Media, mostraron que en efecto, muchos millones de personas andan equivocadas. Sin embargo, la política es quemar a quien demuestra, no la verdad, sino que la mayoría narcisista no tiene la razón.

La sabia democracia actual basa su truco en el Amor. Es una estructura encerrada en el amor por el amor, para el amor y que desemboca en el amor. El dominio de lo público, las elecciones, son afectivas. Tenemos que considerar que el amor es ciego, pues el amante está en una relación con un objeto que causa su deseo. Y su deseo tiene el poder de obnubilar el pensamiento reflexivo. Lo más curioso de esta dinámica amorosa es que nadie sabe porqué ama a otro, pero simplemente no puede evitar amarlo. Es, una vez más, el problema de que el inconsciente es la política.

Hoy, los candidatos responden desde el saber supuesto, y juegan, como reinas de belleza, a acumular votos que significan poder. Me pregunto qué pasará si los filósofos acceden al poder, al estilo del viejo Vladimir Illich Ulianov. ¿Se librarán, o liberarán al mundo de la estadística mágica democracia? ¿Instaurarán formas sociales que conduzcan a los ciudadanos al contacto con la Verdad? ¿Destituirán lo imaginario como regente de la cotidianidad? ¿Serán lo mismo que los políticos tradicionales, a diferencia de que éstos si saben lo que hacen, y por qué lo hacen?

Si los filósofos confían en desafiar la percepción religiosa de la cotidianidad, sin encontrar todas las formas de resistencia posibles, obteniendo como resultado el pensamiento formal, desde el gobierno de un estado, andan en equívoco. Se encuentran ante el máximo desafío desde Aristóteles y Alejandro Magno. Observen sencillamente cualquier facultad universitaria de cualquier país, y atrévanse a sostener que allí no hay pensamiento mágico. No se diga que allí no hay intelectuales en cargos administrativos, y que no hay incluso intelectuales dueños de instituciones educativas. Sin embargo, por más ciencia, y a más ciencia, más magia y religión en su anverso.

Fíjense sencillamente en si es posible establecer no un gobierno democrático, sino un gobierno político estatuido bajo la divergencia y el desencuentro, bajo la administración que es tomada por el saber sobre lo público que ha superado la magia del deseo y ha alcanzado la mayoría de edad por la razón. Si lo consiguieran con un solo súbdito, diríamos que esto es posible. Si consiguieran que un solo tirano, para variar, el filósofo mismo, se moviera de su posición de supuesto saber, y dejara de lado sus intenciones de ser amado (de ser amo) para estatuir el amor al saber como estructurante de la vida pública, creo que tendríamos un mundo absolutamente diferente. Ese mundo tal vez sería no tan promisorio y no tan gozoso, pero al fin y al cabo, permitiría al ciudadano ser responsable de un destino intensamente buscado.

Mayo, 2010.

viernes, 4 de diciembre de 2009

EL PSICOANÁLISIS Y LACAN: UNA INVESTIGACIÓN METODOLÓGICAMENTE ANARQUISTA



EL PSICOANÁLISIS Y LACAN: UNA INVESTIGACIÓN METODOLÓGICAMENTE ANARQUISTA

David Parada Morales
Sonia Uribe Ruiz
Estudiantes de Octavo semestre de Psicología De La Fundación Universitaria Los Libertadores। Bogotá, Colombia। 2009



RESUMEN
Paul Feyerabend presentó una mirada de la ciencia a la que él mismo denomino anarquismo metodológico o teórico, contradijo todo parámetro de ciencia que ubicara una verdad absoluta y principios rígidos que pretendieran estandarizar la validez del conocimiento; el psicoanálisis por su parte aparece como un saber con parámetros no enmarcables dentro de la ciencia positiva imperante en la época de Sigmund Freud, cuyos postulados supusieron una revolución, que años después son retomados por Jacques Lacan quien propone una mirada particular de la ciencia, que es precisamente la que se pretende analizar teniendo como referente la mirada de Feyerabend y la investigación actual en psicoanálisis, para terminar concluyendo si es posible hablar del un psicoanálisis metodológicamente anarquista.

Palabras clave: Investigación en Psicoanálisis, contrainducción, sujeto y hombre de ciencia, racionalismo, verdad, inconmensurabilidad

INTRODUCCIÓN
Feyerabend, epistemólogo anarquista y contradictor de Karl Popper quien fuera su maestro; se niega a la idea de la racionalidad y la demarcación científica, por cuanto considera que sta idea se constituye en una visión demasiado simple del talento de los hombres y atenta contra la libertad sobre la que se erige el progreso, del hombre y de la ciencia (Feyerabend, (1974).

Contrario a lo que presenta Karl Popper, Feyerabend no admite la existencia de un criterio de demarcación según el cual se pueda determinar el carácter de un saber como ciencia legitima, en la medida en que sea falseable; hecho este, que explica su aceptación frente a la existencia de teorías inconmensurables, lo cual ya presenta una posición anarquista frente a la ciencia radical, que niega la existencia de tales teorías (Feyerabend, 1974). La postura que aquí nos presenta Feyerabend rompe con los esquemas de una ciencia, que podemos llamar hermética, por cuanto generaliza sobre la validez del conocimiento y excluye saberes de los cuales se alimenta para alcanzar la pretendida racionalidad en que se soporta, y rompe con esta mirada radical, porque no concibe una verdad única y por lo mismo universal, en este sentido nos habla de un carácter subjetivo de la verdad. Es en este punto precisamente en el que aparece Jacques Lacan, psicoanalista Francés, que elabora un discurso frente a la ciencia, la verdad y el sujeto de la ciencia, en lo que el denomino “retorno a Freud”, que en palabras de Slavoj Zizek no es un retorno a lo que dijo Freud, sino a la revolución Freudiana de la que este no fue consciente (Zizek, 2008 P. 13):

Lacan se vale de ciencias como la lingüística, la topología e incluso la matemática, en un intento por establecer los límites entre la ciencia y el psicoanálisis.

A partir de estas dos posturas el presente estudio, busca establecer cual es la posición del psicoanálisis a nivel investigativo, como se comunica con la ciencia, cuales son sus puntos de encuentro, sus diferencias y la propuesta de cada una entorno al sujeto y el hombre de ciencia en la investigación Psicoanalítica, que pareciera no ser la misma si se tiene en cuenta la distancia que toma el Psicoanálisis, de la ciencia y de otras disciplinas como la Psicología y la antropología, empieza a estructurarla como una escuela।


Método

Para abordar ciertos aspectos epistemológicos como: la investigación Psicoanalítica, el sujeto en el psicoanálisis junto con el hombre de ciencia para el psicoanálisis y su relación con la propuesta anarquista del epistemólogo Paul Feyerabend, se planteó una revisión documental sobre tales tópicos acudiendo a libros de texto de Freud y Lacan, revisión de artículos en revistas indexadas junto con una entrevista a la Psicoanalista Carmen Lucia Díaz Leguizamón egresada de La Universidad Pedagógica en Educación Preescolar, La universidad Nacional como Psicóloga, con especialización en Psicoanálisis en la Fundación Psicoanálisis y psicoterapia, además de un magister en la universidad de Antioquia de Psicoanálisis y Cultura। Esta recolección de información es el insumo para el análisis de la postura Psicoanalítica desde la mirada de Paul Feyerabend, dejando claro su interés epistemológico.

Procedimiento

Se utilizó material tanto bibliográfico como web, entrevista y encuentros psicoanalíticos, partiendo de la revisión documental en textos de introducción a la Psicología, donde se tocan temas generales del cuerpo teórico del Psicoanálisis como la estructura Psíquica e historia de su Fundador Sigmund Freud, posteriormente se tomo como referente al autor que retorna a Freud; Jacques Lacan y algunos de sus capítulos como: La ciencia y la verdad (escritos 2), El objeto del Psicoanálisis ( seminario 13), además de autores que introducen a su lectura como lo hace el filosofo Slavoj Zizek, “como leer a Lacan”। Esta revisión constituyo un primer acercamiento a los conceptos fundamentales del Psicoanálisis y por consiguiente a su cuerpo teórico.

Un segundo momento estuvo marcado por la elaboración de la entrevista, la cual contó con una estructura determinada por ejes temáticos como: el sujeto de la ciencia vs hombre de la ciencia, el objeto del Psicoanálisis, inconsciente estructurado como un lenguaje, verdad y saber y la investigación en Psicoanálisis; se aclara que estos ejes temáticos fueron expuestos a la especialista Carmen Lucia Díaz en términos psicoanalíticos puesto que son los que ella maneja, esto sin dejar de lado su relación con los objetivos epistemológicos propuestos। Los resultados y su análisis son revisados a la luz de la obra “Contra el método” de Paul Feyerabend y algunos tópicos que sirven de esta obra para el análisis epistemológico.

EL PSICOANÁLISIS Y LA CIENCIA
Desde sus inicios, con Sigmund Freud, el psicoanálisis establece una relación con la ciencia que pretende un ajuste a sus principios, aun cuando los postulados psicoanalíticos, están fundamentados en elementos excluidos por esta; en Freud se evidencia una intención de hacer del psicoanálisis una ciencia por el carácter cientificista de la época y de su formación como médico, hecho que explica la búsqueda de una contrastación empírica del objeto del psicoanálisis “el inconsciente”, evidenciado en el análisis de los sueños y de la palabra del analizante, en lo que Freud denomino asociación libre, que sin embargo no le represento la aceptación de la comunidad científica de su tiempo।

Escuelas posteriores se forman en un intento de consolidar lo iniciado por Freud, apareciendo Lacan que establece una nueva relación, ya no con la intención de hacer del psicoanálisis una ciencia, sino de indagar sobre la cuestión epistemológica implícita en la verdad de los postulados psicoanalíticos। En el análisis de esta cuestión, aparecen dos conceptos, uno de ellos fundamental en el discurso Lacaniano, “el sujeto de la ciencia”, que precisamente por fundamental lleva a la comprensión de la diferencia existente, con “el hombre de ciencia” que para Lacan no existe, como lo refiere la psicoanalista Carmen Lucia Díaz, “lacan dice en muchos momentos el sujeto del psicoanálisis es el mismo sujeto del ciencia, porque es aquel sujeto que surge en el momento de la duda, que surge en el momento de un reconocimiento, de decir aquí estoy; Mientras que el hombre de ciencia es el científico que nada tiene que ver con ese sujeto en ese sentido, pero que cuando algo lo concierne puede entrar en angustia y ahí en ese momento el hombre de ciencia es concernido por el sujeto, en ese sentido podríamos decir que ahí entro a ser concernido algo de él como sujeto y en ese sentido es el sujeto del psicoanálisis” (Registro De Campo).

El aspecto explicado por la psicoanalista Carmen Lucia Díaz, que es el mismo explicado por Lacan nos introduce en un elemento esencial trabajado por este último, la subjetividad; que tiene que ver con la condición ya expuesta del sujeto। Lacan aboga por este carácter subjetivo de la verdad, hecho por el cual no habla de una verdad única y de ahí se deriva que pueda ser concebido como válido un saber, en la medida en que es capaz de responder a las verdades que se plantea.

En el sentido, que nos ofrece la distinción entre los postulados psicoanalíticos y los de la ciencia, podemos encontrar elementos compartidos por el psicoanálisis y el anarquismo metodológico de Paul Feyerabend, los cuales se presentan a continuación.

LA CONTRAINDUCCIÓN DEL PSICOANÁLISIS
Paul Feyerabend, establece una categoría esencial del anarquismo metodológico que permite al científico elaborar una hipótesis ad hoc desde un método contrainductivo que surge de lo inductivo, es decir todo científico debe tener, para Feyerabend, una hipótesis inconsistente que acompañe sus postulados y contradiga una teoría establecida, en el Psicoanálisis tal contrainducción estaría dada cuando busca la subjetividad del analizante en el lenguaje y no es limitado por un argumento o discurso del Psicoanalista, dejando de lado así lo que para la ciencia seria un estándar primordial; la argumentación racional.

Por lo tanto cuando el Psicoanálisis busca la inclusión de este sujeto que se pregunta, que para la ciencia sería el científico, a su angustia y al interés de develar una verdad a partir de este principio o en palabras de Mario Orozco Guzmán:

Se explora y esa exploración es turbulenta, turba mucho, masturba, ya que encara la posibilidad de perder lo que se tiene o de obtener lo que no se tiene। Ahora se trata de escuchar también cómo dama el deseo en el investigador, cómo busca y se propone todo tipo de proezas con tal de hacerse un camino en la apuesta por descubrir y encontrar el tesoro perdido de sus deseos infantiles। (2008 p। 61)

Es aquí donde Feyerabend entra a jugar un papel determinante en su adaptación al principio de: “todo vale” para el Psicoanálisis, pues si para el Psicoanálisis hay una importancia de lo subjetivo del investigador, esto radica en la idea de que la creatividad del Psicoanalista a la par con sus deseos, lleva al investigador en Psicoanálisis a una búsqueda de la verdad en la reconstrucción de algo que ya esta dicho y debe ser develado, al respecto Feyerabend comenta:

Ahora bien, con respecto a este conveniente vuelo hacia regiones mas altas, debe señalarse que el científico, desgraciadamente, esta también tratando con el mundo de la materia y del pensamiento psicológico (es decir subjetivo)। Es principalmente esté mundo material el que quiere cambiar y sobre el que quiere influir, Y las reglas que crean orden en el tercer mundo serán muy probablemente del todo inapropiadas para crear orden en los cerebros de los seres humanos vivos (salvo que estos cerebros y sus rasgos estructurales se sitúen también en el tercer mundo, un punto que no llega a estar claro en la descripción de Popper)

Con esto Feyerabend pretende dar a entender que no es la racionalidad, el ojo o el estándar que puede determinar lo objetivo al investigador। Si se ubicara allí dejaría de ser humano es decir de ser un sujeto que habla desde su subjetividad y evita caer en la deshonestidad objetiva (Lacan, 1984), en ese orden el psicoanálisis utilizaría las hipótesis ad hoc con una función progresiva pero mediante la contrainducción, ya no para explicar desde la racionalidad los fenómenos sino para comprender tales fenómenos en la subjetividad del analizante o la cultura.

EL PROBLEMA DE LA RACIONALIDAD PARA EL PSICOANÁLISIS Y FEYERABEND.
El anarquismo metodológico se caracteriza por contradecir algunos postulados de Karl Popper, particularmente su criterio de Demarcación, que ubica al investigador en un estado de metaconciencia sobre el conocimiento, esto para Feyerabend será uno de los límites de la argumentación en la racionalidad que evita a toda costa la imaginación, el error, las contrastaciones, dudas y criticas permanentes de la contrainducción, y que pueden ubicarse en la postura del psicoanálisis con respecto a la ciencia, tanto Feyerabend como el Psicoanálisis ubican al investigador lejos de la racionalidad como estándar para intervenir y proponer nuevas formas de hacerlo en la cultura y la ciencia; entonces en psicoanálisis se busca la interpretación de los significantes para dar sentido y crear otros significantes , sea desde el analizante o la cultura que se investigue pero que concierna a los o al sujeto y por otro lado esta Feyerabend quien equipara al hombre de la ciencia con el artista diciendo que la separación entre ciencia y artes es artificial y que se debería cambiar la ciencia y hacer un acuerdo con nuestros deseos (Feyerabend, 1984)।

Por lo tanto el Psicoanálisis reintroduce este concepto para que el hombre no se olvide que detrás de cada científico se esconde un sujeto con un pasado y un acercamiento al conocimiento desde su infancia, que se interroga por el conocimiento pero que a su vez puede interrogarse por su angustia , haciendo surgir así en el Psicoanálisis otra forma de investigar lejos de los parámetros científicos y en búsqueda de lo que a la ciencia no le interesa, es decir una anarquía de acceso al conocimiento subjetivo।

EL PSICOANÁLISIS Y LA INCONMENSURABILIDAD
El psicoanálisis como hemos venido hablando, planteo de entrada, una teoría centrada en la dimensión inconsciente del sujeto y con Lacan se deriva de esta un concepto de verdad, que no es la verdad de la ciencia, ¿Por qué entonces decir que la teoría psicoanalítica, es una teoría inconmensurable?, Paul Feyerabend no niega la existencia de tales teorías y lo manifiesta cuando afirma que se necesita urgente una forma de ciencia que la haga subjetiva y anarquista (Feyerabend, 1974); lo inconmensurable de las teorías, apunta además a estos estándar a los que la ciencia acude para establecer un modelo único de lo valido, de lo científico, es por ello que la idea de Feyerabend, le supone ser considerado anarquista al admitir la existencia de aquello que la ciencia desconoce।

El psicoanálisis rompe justamente con el modelo establecido de ciencia, pues aun cuando conserva el rigor en su praxis y en la investigación, su cuerpo teórico no es comparable con el de las llamadas ciencias, si de establecer su validez se trata। Al respecto, dice Lacan “si el psicoanálisis no es los conceptos en psicoanálisis, es otra cosa” (Lacan, 1964), y con ello aparece, que pueda considerarse al psicoanálisis, teóricamente anarquista, por entrar en la misma postura de Feyerabend, admitir la existencia de lo que la ciencia desconoce, el inconsciente y aun al sujeto. Desde el discurso científico, se ha atacado al psicoanálisis, desde el momento mismo de su aparición pero gracias a sus conceptos que están ahí, el psicoanálisis perdura, tal como lo menciona Lacan, que además reconoce que otros campos del saber se sirven de los conceptos psicoanalíticos, que no pueden dejar de hacerlo, pero lo hacen de una manera que no esta integrada, ni articulada y que no es capaz de hacerse comprender, de transmitirse, ni siquiera de defenderse, (Lacan 1964).

En ese sentido, y mientras deba renunciar a sus conceptos, al psicoanálisis no le interesa ser catalogado como ciencia, o no, por lo menos, dentro de los límites que esta establece, pues hoy como lo afirmara Zizek recién ha llegado el momento del psicoanálisis y como lo reafirmara la psicoanalista Carmen Lucia Díaz, para quien el psicoanálisis, hoy esta más vigente que nunca, y lo esta en función de su objeto, en función del rescate de ese sujeto que se pierde en la niebla de la cultura y la sociedad moderna।

Referencias

ARISTIZABAL, E. (2003). El Patrón Y La Lógica En La Teoría Del Objeto En Lacan. Colombia: Desde El Jardín De Freud. Tomado de DIALNET. NET

FEYERABEND, P (1974). CONTRA EL MÉTODO. Barcelona: Ariel

JIMÉNEZ, J y PALACIOS, B. (2004). Lacan y la Ciencia: Una Pregunta. Revista Electrónica de Psicología La Misión.

LACAN, J. (1964). Seminario 2 de Jacques Lacan, Clase 2: “Saber, Verdad, Opinión”. Psikolibro

LACAN, J. (1965). Seminario de Jacques Lacan. Libro 13: El objeto del psicoanálisis. Psikolibro.

LACAN Y LA CIENCIA: Una Pregunta. Tomado De: (Revista electrónica de Psicología “La Misión”)

LACAN, J. (1984). ESCRITOS 2. La Ciencia y la Verdad. México: Siglo XXI

MACHADO, M। Sobre la pregunta de Investigación. Medellín.

OROZCO। M (2008). La Investigación en y Desde El Psicoanálisis. México.

ZIZEK, S। (2008). Como Leer a Lacan. Argentina. Paidos.