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martes, 23 de noviembre de 2010

SANTURBÁN, PARAÍSO DE CÓNDORES Y LAGUNAS

Por: JAVIER GOMEZ 

Meteorólogo Aeronáutico
Estudiante de 5to semestre tecnología ambiental (UTS)


Reciba un cordial saludo , agradezco sus correos, que documentan interés por causas colectivas, comunico la problemática del Paramo de Santurban, en California y Vetas, departamento de Santander, Colombia, de gran preocupación, como ya se aprobó la licencia ambiental para la  exploración cielo abierto, en favor de la Gresytar Resources, multinacional canadiense, y como se infiere la manipulación que esta multinacional ha hecho con varios periódicos, entre otros, el frente, el cual el día 3 de noviembre de 2010 afirma sobre el tema: "La Gresytar defenderá la calidad de sus inversiones en el proyecto minero del páramo de  Santurban donde han aparecido fuerzas políticas que se oponen al proyecto y líderes sociales de los municipios de California, Surata, Vetas y Matanza que defienden, como un riqueza a la que tienen derecho para su prosperidad económica. La Gresytar Resources ha invertido cuantiosos recursos en el mejoramiento del nivel de vida de los habitantes de California y Vetas, en la creación de centros educativos, en la formación de viveros para la reforestación de las cuencas hidrográficas, en la preparación del personal técnico para sus procesos industriales. De tiempo los enemigos del proyecto que se oponen a la minería de cielo abierto, que según los expertos es la más segura, laque ofrece mejores garantías para la preservación de la vida y para la recuperación de los elementos tóxicos utilizados en el proceso minero. Representantes de La Greystar le dijeron al diario el frente que ellos mismos han devuelto al instituto Ingeominas algunos títulos correspondientes a zonas de humedales y lagunas, comprometidos como están en la protección del ecosistema."  Esto parece más un pasquín escrito por los señores de la Greystar, donde resalta que no existe la más mínima investigación de lo que es este proyecto, conociendo que con una explotación a cielo abierto, se arrasa la capa vegetal del páramo, se vierte cianuro, tóxicos y químicos, en las fuentes de agua, etc.; invito a que se cerciore es la crueldad más grande que se pueda cometer con un ecosistema donde se pierde la cobertura total, la fauna y flora, además, los páramos son aéreas protegidas, anotando que hoy se afronta un preocupante cambio climático, se diserta de guerra por agua, es irónico que por la falsa ilusión del dinero, vendamos el futuro de Colombia y la humanidad, mi invitación es que Ud. puede ayudar a resolver los problemas sociales, ecológicos, humanos y económicos, que implica la exploración y explotación de una mina a cielo abierto en una zona de reserva forestal, patrimonio de las futuras generaciones.

domingo, 2 de mayo de 2010

SALIENDO DE LA CIUDAD

SALIENDO DE LA CIUDAD

Jairo Báez

He salido de la gran ciudad, en estos días donde nuestro nuevo alcalde ha decidido que la mejor propuesta que puede hacer la izquierda es tugurizarla, colocando un vendedor ambulante a cada paso por donde el transeúnte camina; así, de manera demagógica, piensa acabar con el problema del desempleo, agobiante en este país. Se le olvida a este representante de la izquierda anquilosada que el derecho al trabajo es solo uno de los muchos derechos que se tienen, tan merecible como el derecho al libre transito, el derecho a vivir en una sociedad y el derecho vivir en armonía social y ecológicamente descontaminante. A nuestro alcalde se le olvida que el principio social está en la retribución colectiva y que los vendedores, con su mercancía de dudosa procedencia, puesta en el anden de las calles en nada benefician el bien común. Los impuestos que, de hecho, son la contribución para revertir en beneficio social no aparecerán nunca; lo mismo, el incremento del contrabando poco hará para que las entradas por aranceles ayuden a cubrir el hueco fiscal que padece nuestra endeble economía. Si es por trabajo para los vendedores, bien podrían ubicarse en plazas claramente organizadas y estéticamente diseñadas, de forma que no atenten contra otros derechos y más allá que no pongan en entre dicho la emancipación de nuestro país hacia el anhelado desarrollo. No hay prueba más palpable del subdesarrollo que el desorden urbano en defensa del amortiguamiento del hambre del pobre. El principio social se sustenta en el orden y no en la satisfacción de necesidades básicas, si fuera así, cada cual, seguiría en su jungla, haciendo uso de la fuerza, para conseguir lo mínimamente necesario para seguir viviendo. Una sociedad no trabaja sobre mínimos sino sobre la calidad de vida para sus asociados. Llenándole el estómago por un día a los pobres no se logra la equidad social; la equidad social se logra cuando todos entendemos que más allá de satisfacer necesidades básicas cotidianas se debe promover la calidad de vida. El argumento claro de nuestro alcalde señala que no hay que pagar impuestos cuando de calmar el hambre se trata; siendo así, 84 colombianos de 100 están en la libertad de evadir la más esencial de todas las responsabilidades sociales: aportar para el sostenimiento colectivo en cada acto individual que se ejecute en el plano laboral.

He salido de la ciudad y no he ido muy lejos, porque la diversidad geográfica de nuestro país hace que a pocos minutos de las grandes urbes, sus habitantes se puedan desplazar por diversidad de climas y paisajes que muchos otros países, en auge de su desarrollo, envidian. Para el propósito estuve en un lugar donde, sin necesidad de cambiar el marco perceptivo, se puede observar con claridad, sembrados de papa, maíz, yuca, café, cacao, plátano, caña de azúcar, naranja, papaya, dátiles. En este sitio, como muchos otros de nuestro territorio, en quince minutos, a pie, usted puede transitar por terrenos con temperaturas promedio de 10º C y bajar a terrenos que oscilan entre los 24º y 27º C. En este sitio, en instantes, usted es testigo de cómo las nubes deciden bajar hasta lo profundo de la cordillera para beber de las aguas de la cañada, y con la misma presteza subir hasta el infinito para dejar al descubierto la imponencia y majestuosidad de los volcanes que esperan dormidos, que la contaminación de la gran ciudad les ayude pronto a reventar, para recordarnos así qué pequeños y, sin embargo, tan destructores que somos. En este lugar, así como sus moradores se ven regalados con grandiosos días de sol, también reciben intensos días de lluvia, ambos de gran beneficio para sus sembradíos y cría de animales domésticos.

Salí de la ciudad con la zozobra e intranquilidad por mi integridad personal; muchas cosas dicen los noticieros en la ciudad, ahí empieza el verdadero terrorismo, que impide el libre circular por nuestro hermoso país. Quise, con espíritu de investigador, comprobar, o al menos, vivir de cerca la realidad de mi país, afuera de la ciudad. Es conmovedor, el fantasma de la muerte y la violencia alimenta las conversaciones de los habitantes de este hermoso territorio donde decidí pasar unos días. Frases como ¨Aquí en este sitio mataron al hijo de don Antonio¨, ¨Allá en aquel alto le dieron plomo al tal Jorge¨, ¨Allí en aquel árbol amarraron al marido de María y le dieron bala hasta que se cansaron¨, ¨Arribita de ese cafetal soltaron las bombas y los helicópteros duraron dando vuelta todo el día disparando como locos¨ ¨A Rodrigo le tocó anochecer y no amanecer porque lo querían pelar¨, son normales en conversaciones que se hacen en voz baja porque aún se tiene miedo a ser escuchado y enjuiciado a muerte o al destierro. Hablar en esa región es ya un delito. Se sabe quien los mata o los destierra, se sabe a quien matan o destierran, pero no se sabe por qué los matan o los destierran. Son tres grupos armados diferentes, y una población campesina, maltratada por el triunfador de turno. Hoy se apoderan los unos, mañana los otros. El campesino sólo acierta a callar o hablar en voz baja para aplazar su vinculación en un conflicto que no sienten suyo. El campesino no habla de los ideales vistos en los grupos armados, sean los que sean; el campesino sólo sabe que quien se apodera militarmente del territorio mata y desplaza.

El ser extraño en esa tierra es un riesgo, los campesinos ven en el recién llegado un peligro y no un amigo; están acostumbrados a que todo extraño llegue a causar daño y por tal motivo ya no confían en nadie. Miradas disimuladas salen por las ventanas o las hendijas de las paredes, y sin mayor escrutinio llegan a la conclusión que el recién llegado pertenece a alguno de los grupos armados. Cualquier indicio es suficiente para ubicarlo en determinado bando, su caminar, su vestir, su calzar, su mirar; todo puede ser utilizado en contra del extraño, pues difícilmente el campesino encuentra signos de amistad y bondad en el ahora llegado. Sólo el caminar con un conocido de la región le da cierta tranquilidad a los demás pobladores; no obstante, las averiguaciones siguen de espaldas al extraño y los anfitriones. El forastero abandonará este territorio y aún no quedarán los campesinos convencidos de su inocencia. Celosas requisas a lo largo del camino de regreso, le dirán que jamás será libre de culpa. En este territorio se cambió la sentencia jurídica: allí se es culpable mientras no se demuestre lo contrario; lo difícil es demostrarlo.

Allí, los pobladores arreglan sus conflictos por medios bastantes particulares. Pueden saldar una deuda mediante la vinculación de la contraparte al conflicto con un falso informe al grupo contrario. Si un campesino debe un dinero y no quiere pagarlo, la forma más fácil de quitarse el acreedor es informar falsamente al grupo armado de turno, que éste es informante del otro grupo. Los conflictos también los puede arreglar la autoridad, institucionalmente establecida, pero en su imposibilidad el comandante del grupo armado, al margen de ley, será quien dirima el problema y de una vez por todas. -Curiosamente los comandantes se hacen nombrar con alias muy parecidos a los que se utilizaron en la escalada violento-política del 1950 a 1953. El Cóndor de ayer es reemplazado por el Águila de hoy-. Ya de la forma cómo los campesinos hacen uso de la violencia política para arreglar problemas personales, había tenido referencia cuando hice seguimiento a un estudio de adolescentes en zona de conflicto en el Sur de Bolívar. Es la forma como la violencia engendra más violencia, y de cómo los desplazamientos y las muertes se dan por cosas tan insignificantes como las rencillas entre vecinos ocasionadas en una gallina que le dio por poner un huevo en el sitio equivocado.

Tuve la oportunidad de hablar con un concejal, recién elegido por el grupo minoritario. El señalaba su temor, y la imposibilidad de actuar antes de empezar en su ejercicio, debido a la zozobra de que cualquier intervención suya fuera interpretada como subversiva por la bancada del grupo mayoritario. Sin embargo, no perdía la esperanza de que los grupos armados, se dieran cuenta que se pueden hacer cosas valiosas por la comunidad sin necesidad de pertenecer a determinado pensamiento político imperante. El concejal, al igual que muchos otros pobladores, señalaba estar contento de ver personas de la ciudad, que se atrevían a visitar su región, y pedía colaboración en la solución de los problemas locales. El concejal era consciente del grado de violencia vivido pero también asumía que ésta se podía manejar con otro tipo de propuestas más constructivas y de servicio a toda la comunidad sin importar a qué le apostaba o con quién compartía. Fui afortunado, bajé al pueblo el día de la posesión del alcalde local, y así pude constar el temor de las gentes de ser vistas con otras gentes, por miedo a las represalias del grupo contradictor. Se sabía que el alcalde y la mayoría de los concejales pertenecían al grupo armado ilegal que mantiene el poder actual en la región. ¨Por recibir una cerveza se puede perder la vida¨, así que lo mejor es no participar de jolgorios propios de la alegría al obtener el poder legalizado, sea del grupo o persona que sea. Son muchos los ojos que vigilan y muy poco el rigor en la información que trasmiten. Parecería que la población ya sabe quien pertenece a qué; sin embargo, callan por miedo a las represalias, sólo los comentarios en voz baja entre pares es posible.

En este sitio, debido a los bombardeos de las fuerzas institucionales y tiroteos de los grupos armados al margen de la ley, los animales domésticos (caballos, mulas, perros, especialmente) empiezan a mostrar comportamientos fóbicos y defensivos que en nada ayudan al campesino en sus labores. Los animales se encabritan o se enconchan cuando escuchan el ruido de un automotor o de un avión o helicóptero que vuela a baja altura. La manifestación de la violencia con armas sofisticadas y de gran explosión no solamente está afectando el comportamiento de los campesinos en esta región, sino también la de sus animales, los que siguen utilizando en sus labores diarias. Los accidentes no se hacen esperar, siendo común por estos días escuchar diferentes casos de personas que han caído de sus caballos cuando estos se asustan, brincan y se desbocan desesperados a la menor presencia del ruido de un carro.

Allí a donde viajé, encontré hombres y mujeres que han tenido que soportar dos momentos políticos violentos. El que ellos achacan a Laureano Gómez y el actual. Si en 1950 tenían miedo de dormir en sus propias casas por miedo a que en la noche los grupos armados vinieran a matarlos por el único hecho de ser señalados como liberales, hoy tienen miedo de ser desterrados o muertos por el único hecho de ser señalados como colaboradores de la guerrilla o los paramilitares. En ese entonces les tocaba preparar los alimentos antes que anocheciera e irse a comer y dormir al monte; hoy no se puede hablar ni con el familiar más cercano, por miedo a que una palabra o frase sea malinterpretada y mediante el rumor, llegue a oídos de los jefes y comandantes de los grupos armados. Allí a donde viajé, encontré hombres que aún recuerdan cómo el cura a las seis de la tarde se vestía de militar y salía con los demás a matar liberales porque era necesario conservatizar la región; recuerdan como el General Rojas Pinilla hizo recoger los niños huérfanos de la región y los internó en un auspicio para así salvarlos de la muerte inminente. Allí encontré personas que adoptaron un perrito que se negaba a moverse del sitio donde vio morir a su amo; enterraron a su amo, la aterrada esposa de su amo cogió su única hija y abandonó esa misma noche la región para nunca más volver, dejando abandonado todo aquello que tanto les costó obtener: un pedazo de tierra para sembrar y vivir; pero allí también conocí personas que envenenaron el perrito posteriormente, porque los adoptantes no compartían las marrulladas que éstos hacían a los vecinos.

En el lugar donde estuve, se da el caso de mujeres que abandonan a sus hijos y padres para ingresar a las filas de los grupos armados; pero no por convicciones políticas o ideológicas, sino por haberse enamorado de alguno de sus militantes, Mujeres enceguecidas por el afecto se someten a la disciplina militar y engrosan prontamente el listado de los caídos en batalla. En el lugar donde estuve, escuché de mujeres (madres e hijas) que tuvieron que jugársela con el mejor postor para asegurar el bienestar de su familia: hoy eran la amante del comandante de un grupo armado, mañana, cuando el otro grupo se imponía, la amante del comandante del grupo contrario y, tal vez, pasado mañana, si el Estado hacia presencia, la amante de un sargento de nuestro ejército nacional. En el lugar donde estuve, los miembros del ejército nacional, se vanaglorian ante el campesino, contando con infinidad de detalles la forma macabra y sangrienta en que dieron muerte a un supuesto insurgente. ¨le metí un tiro por el ojo y le arrancó media cabeza¨, ¨lo amarramos a un árbol y le rompimos las piernas con tiros fusil¨, ¨mejor dicho no le cuento todo lo que le hicimos porque si no esta noche tiene pesadillas y no puede dormir¨. En el lugar donde estuve, supe de personas que van y cometen sus fechorías en las grandes ciudades y para huir de la justicia regresan a ese territorio para seguir delinquiendo a pequeña escala y haciéndole la vida difícil a los vecinos. Se roban un huevo, una gallina, un racimo de plátano; rompen cercas, suspenden maliciosamente el suministro de agua cortando las mangueras de conducción, dañan sembradíos, maltratan animales, etc. Se comportan como pequeños ladronzuelos para no despertar la ira de los vecinos que los podría denunciar y más bien los tratan con bondad y comprensión, a las que ellos no corresponden. La ignorancia y la falta de educación se hace patente en esta clase de personas, que no logran entender el fin social y el respeto a las normas mínimas de convivencia.

jueves, 29 de abril de 2010

ARGENITO

ARGENITO

Alfredo Molano

Publicado en el Espectador

23 de enero 2010

Argenito Díaz era un hombre de 42 años, cabeza de una familia de once miembros, que viajaba hacia su pueblo Pavarandó, un pueblo que ha tenido la desgracia de ser desde la Conquista un puente entre el río Atrato y el río Sinú. Un pueblo pobre que desde los años noventa se oye nombrar porque en sus dos calles y una plaza de camino se han refugiado cientos de campesinos e indígenas perseguidos a bala, motosierra y machete desde otra tierra, una tierra en litigio ubicada más al sur y más al occidente, y que no pertenece al Departamento de Antioquia sino al Choco. Iba, pues Argenito el 13 de enero pasado-hace diez días- llegando a Pavarandó en un camioncito colectivo, de esos en que a los pasajeros se les balancea la cabeza amodorrados por el calor y al ritmo de los huecos de la carretera. Es un entresueño delicioso que se suda y se trasmite. A veces el conductor cae seducido por la modorra y los carros se encunetan. Eso debió pensar Argenito cuando el vehículo fue detenido bruscamente por un grupo vestido de tigre, -es decir camuflado- y boína azul. El que parecía comandar la cuadrilla miró cara por cara y con la punta de su fusil, un galil, señaló a Argenito y le dijo: “bajáte, pues, que vamos a conversar”. Argenito sabía que de ese tuteo no salía vivo. Conocía desde tiempo atrás los modales de los asesinos. El resto de los pasajeros temblaban. Habían oído desde hacía días que por ahí andaban otra vez los Mochacabezas, o las Águilas Negras, o las Autodefensas Gaitanistas, o los Rastrojos, los Convivir, o simplemente los Paisas. Oficialmente se llaman hoy día BACRIM o sea Bandas Criminales, borrando así el prefijo para que quiere decir al lado de. Algunos de los mandos eran conocidos porque habían sido hombres de El Alemán, Freddy Rendón, comandante del Bloque Elmer Cárdenas de las AUC. En el Chocó todo se sabe, desde Acandí hasta Murindó y desde Paimadó hasta El Tigre. Pareciera que su gente fuera un solo organismo, y lo es, no obstante los litigios de tierra y de cultura que han ido aflorando entre resguardos indígenas, territorios colectivos negros y mejoras de cachilapos o mestizos. Argenito había sido amenazado en agosto del 2008 así que ya sabía a qué se atenía cuando lo bajaron a fusilar. Los demás pasajeros no se mosquearon. Saben que ley rige en esos casos. La misma que se aplica desde 2007 cuando se llevó a cabo la Operación Génesis. Las dos leyes son de silencio, pero mientras una impide la denuncia, la otra ahoga la protesta. Que fue la que le aplicaron por promover una Zona Humanitaria en Caño Claro. Una comunidad que se ha declarado ajena a la guerra, donde las armas han sido declaradas y que ninguna de las fuerzas armadas que actúan en la región respeta. Pero su falta había sido más grave: en enero del año pasado había instaurado una acción legal ante el Tribunal del Chocó junto con otros miembros de la comunidad de Curvaradó y Jiguamiandó exigiendo la restitución de la propiedad colectiva y el cese de actividades a las empresas palmicultoras. El pecado mortal de Argenito fue haber notificado el fallo a favor de la comunidad a los administradores de las compañías de William López, Ramiro Quintero y la reconocida familia Zúñiga Caballero. Aquí es necesario un paréntesis. Los Zúñiga Caballero aparecen vinculados con firmas investigadas por concierto para delinquir, usurpación de tierras y desplazamiento forzoso de comunidades de Curvaradó y Jiguamiandó. Uno de sus miembros, María Fernanda Zúñiga Chaux debió renunciar a la gerencia de FIDUAGRARIA una entidad de economía mixta por manejos indelicados. María Fernanda es sobrina de Juan José Chaux Mosquera, conocido de autos por el escándalo de alias Job. La Unidad Investigativa de El Tiempo informó que 25 de los empresarios asociados a esas empresas estaban enredados en la adquisición de 23.000 hectáreas y que según testigos lo fueron con el apoyo paramilitar. Más aún, Katia Patricia Sánchez, representante legal de una de esas empresas está casada con Hernán Gómez, intimo amigo y consejero de Carlos Castaño.

Las tierras de Curvaradó y Jiguamiandó fueron declaradas como territorios colectivos basados en la Ley 70 del 93.Pero invadidas en parte a la sombra de la operación Génesis dirigida por el General ® Rito Alejo del Rio, comandante de la Brigada XVII, hoy detenido. Durante mucho tiempo se negó la participación de los paramilitares en la operación. Cinco días después del asesinato de Argenito, el Alemán declaró que por orden de Castaño varios de sus hombres participaron en heroicas operaciones conjuntas con los militares que bombardearon y ametrallaron las comunidades de Salaquí, Cacarica y Truandó, Perancho donde hacia presencia el Frente 57 de las Farc. Según El Alemán no solo aportaron unidades sino que se cumplió el acuerdo de “no entorpecer el avance de las ACCU en las zonas donde se estaba realizando la Operación Génesis”. Añadió el jefe paramilitar que Maderas del Darién, una filial de Pizano SA, que durante muchos años se han beneficiado de concesiones para la explotación de maderas y en particular del cativo- especie en extinción-, colaboraban con los paramilitares, inclusive con aportes en dinero. Las versiones de Macaco y HH son piezas sustanciales de un expediente de más de 9.500 folios sobre por lo menos 1.700 crímenes perpetrados en Jiguamiandó y Curvaradó, Vigía del Fuerte, Pavarandó, Cacarica, San José de Apartadó y Dabeiba y que siguen hoy trece años después en la total impunidad.

De todos estos hechos no se puede hablar en pasado sino en presente histórico. A nivel nacional las investigaciones de la Corporación nuevo Arco Iris demuestran que el neo-paramilitarismo está en pleno crecimiento. Si en 2008 había 250 municipios con presencia de los nuevos grupos, en 2009 eran ya 300 y el número de integrantes se aproxima a 11.000 unidades. “Se diferencian de la anterior generación de paramilitares en que aún no tienen una estructura nacional que los cobije a todos”. Según la Revista Semana desde el 2008 las Autodefensas Gaitanistas “instalaron hombres vestidos de civil en los territorios de propiedad de afrocolombianos e indígenas para vigilar los movimientos de los líderes, básicamente, y evitar cualquier intento de organización de la gente”. A medida que la gente se organiza para defender sus derechos, las muertes ejemplarizantes han ido en aumento. Los asesinatos certificados han sido los de Benjamín Gómez, muerto, ‘Chemita’ asesinado en Cacarica, Walberto Hoyos asesinado el 14 de octubre de 2008 y que venía encabezando procesos jurídicos para recuperar tierras de las que habían sido desplazadas varias personas en Curvaradó y Jiguamiandó. La Fiscalía está investigando a 23 compañías palmicultoras por haber ocupado tierras de desplazados para sembrar sus cultivos.

Al conflicto de tierras, que ha sido ampliamente conocido por la opinión pública hay que sumar más desdibujados, pero no menos sangrientos. El proyecto de construcción del tramo que de la Carretera Panamericana, entre Lomas Ailadas y el Alto de Letras supone no solo un atropello a zonas declaradas como reservas de la biosfera y patrimonio de la humanidad como el Parque Catios sino el desplazamiento de comunidades indígenas. Según NNUU, entre 1996 y 2002 han sido asesinados 997 indígenas de los pueblos Emberá Catío y Dobida del municipio de Acandí, por donde atravesaría la vía; entre 2004 y 2007 los indígenas asesinados han sido 519 y los desplazados 30.000. La valorización de las tierras de la región gracias al anuncio del proyecto ha tenido ese terrible efecto. Hay que agregar en el Urabá chocoano muy conocidos paramilitares como los Castaño y los Builes poseían haciendas, tierras que Estupefacientes e Incoder han prometido expropiar y distribuir entre las víctimas del conflicto sin que esa elemental medida haya podido llevarse a cabo. Por el contrario dirigentes campesinas como Yolanda Niño y Ana Isabel Gómez que encabezaban las demandas fueron asesinadas.

A los litigios por tierras debidos tanto a la expiación de los cultivos de palma africana como asociados al proyecto de la carretera panamericana, hay que sumar un nuevo ingrediente que parece hoy estar controlado por el paramilitarismo. Sobra decir que el Choco es una de los bosques húmedos más importantes del planeta y que su riqueza maderera es proverbial y ha sido explotada desde hace muchos años. Existen identificadas y clasificadas más de 8000 especies de matas, siendo la asociación cativo –cedro, caoba, roble, ceiba tolua- la más perseguida. Hoy se sacan de la selva chocoana más de un millón y medio de metros cúbicos de todo tipo de maderas. El 75% de ese volumen corresponde a los cativales, que como se sabe cumplen una función ambiental decisiva: mantiene el cauce de los ríos y regula las nutrientes de la vida acuática. La madera había sido explotada por grandes empresas como Pizano y Comercializadora de Maderas del Choco. Estas grandes compañías han explotado la madera por concesiones de los diferentes gobiernos. Greenpeace tiene la sospecha de que muchos de los contratistas hechos por esas empresas-lo que confirmo El Alemán,- estuvieron asociados al paramilitarismo.

Hoy no hay duda de que el neo paramilitarismo cobra tiene en la explotación maderera una gran fuente de financiación y en esta medida defiende los territorios de explotación maderera, los aserríos donde es procesada primae facie, las vías de trasporte y lugares donde es almacenada y también, claro está, la gente que trabaja en toda la línea productiva.

¿Quién mato a Argenito? La guerra, la que el gobierno no quiere reconocer y con ello prolonga. Lo que no quiere decir que quien apretó el gatillo del arma que puso fin a su vida y dejo huérfanos a sus 11 hijos sea amparado por la impunidad reinante.