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jueves, 12 de diciembre de 2013

DR. MOCKUS, LÁRGUESE

Dr Mockus, lárguese 

Por Matheo Gelves

Tomado de: www.evernote.com


 
Doctor Antanas, la presente es para solicitarle a usted, ex alcalde y ex candidato a la Presidencia, que por favor se largue de nuestro país, pues considero que no lo necesitamos ni a usted, ni a sus políticas e ideologías. Es más, me he tomado el atrevimiento de irrumpir en su domicilio y empacar sus maletas para que pueda irse cuanto antes.
Lo primero que encontré en su armario, por allá guardados en una linda cajita, fueron los valores éticos y democráticos que usted siempre ha querido articular en nuestra sociedad. ¿Cómo se le ocurrió siquiera pensar en que la prioridad para un gobierno, y el principal destino de los recursos, serían la educación y la cultura ciudadana? ¡Es usted un ignorante! todos bien sabemos que lo que necesitamos es ponerlos en la guerra contra las FARC, que es nuestro principal y único problema.
Junto a esos valores, encontré colgado en un gancho el pantalón que usó el día de su famosísima conferencia en la Nacional. Si, esos que se bajó para mostrarles el culo a todos los estudiantes. ¡Es usted un animal! ¡Puerco, degenerado, inmoral! ¿Cómo se le ocurre hacer semejante banalidad frente a una sociedad como la nuestra, en donde los únicos culos que aceptamos ver son los de las prostitutas en la zona de tolerancia y los de las damas de Soho en las grandes vallas publicitarias? Lo lamento, pero su culo es demasiado escandaloso para nuestra casta sociedad. Con grandes arcadas y ganas de vomitar, empaco ese pantalón suyo.
También colgados y enmarcados en su estudio encontré un gran número de diplomas y reconocimientos que le han sido otorgados. Necesité una maleta extra para empacarlos todos. Lléveselos lejos, porque aquí no necesitamos profesores y académicos como funcionarios, tal como usted decidió hacerlo. En fin, regrese a Harvard a seguir dando sus charlas y cursos. Aquí nada de eso lo encontramos útil. Entienda que nuestros políticos (los que en verdad necesitamos) son esos que, en vez de culpar –como usted- a la educación y las decentes prácticas culturales de nuestro país, prefieren culparse unos a otros y a sus respectivos partidos. Respete el statu-quo, por favor.
Mientras empaco, aprovecho para comentarle que nunca supimos si era usted de derecha o izquierda.Solo supimos que era diferente. Y eso -lo diferente- nos espanta en este país. Aquí estamos acostumbrados al menú de siempre: dos tazas de corrupción al desayuno para iniciar bien el día, un platado de palabrerías y discursos al almuerzo, y una bandeja de show mediático para dormir bien y seguir con la rutina al día siguiente. Ni se atreva usted a meterse con nuestro diario vivir, con nuestro pan de cada día.
De su mesita de noche saqué su historia clínica. ¡Se me olvidaba la peor parte! Es usted un enfermo.Con una infinita pena le comento que su Parkinson nos resulta una peor enfermedad que la corrupción y el deseo de poder de nuestros dirigentes. Es claro que no puede usted ocupar ningún tipo de puesto en nuestro sano país. No nos expondremos al riesgo de contagiarnos de sus ideas. Es que nada más con pensar en que usted, viejo locus, optó por abandonar su pantano verde cuando nuestro Gran Colombiano decidió apoyarlo ya muestra el tipo de persona que usted representa.
Y hablando de ideas, encuentro bajo su historia clínica la propuesta que hizo en su mandato de expandirescuelas, bibliotecas e institutos. Sólo a un loco, demente y enfermo de Parkinson como usted se le ocurriría proponer semejante cosa, cuando lo que necesitamos es expandir las cárceles y estaciones de policía, pues nos invaden los vándalos y nos sentimos inseguros en la calle y hasta dentro de nuestras casas (para los que tenemos). Y aunque su ejemplar ley de la hora zanahoria haya trascendido a otras ciudades de Suramérica, no la necesitamos más, ni siquiera cuando se está matando media Bogotá borracha al volante y en medio de riñas. Usted, como sus propuestas, ya no son vigentes.
En fin, tras varias horas de trabajo he empacado una infinidad de sus pertenencias: Su absurdo plan debeatificar los recursos públicos, su tonta idea de ver a los indígenas como una minoría “extraña pero valiosa”, su propuesta del desarme de la población civil de Bogotá a cambio de bonos de mercado, su acción de cambiar los policías de tránsito por mimos que se burlaban de los imprudentes porque, según usted, los colombianos le temen más al ridículo que al castigo y ¡ah! lo más importante, su mayor defecto: el pensar mucho antes de hablar. ¡Eso sí que nos disgusta en nuestro afanoso y visceral país! Una persona que se tome tiempo para reflexionar, pensar y ahí si hablar. No tenemos tiempo para esas estupideces.
Ya es hora de que acepte la realidad, doctor Antanas. Se disfrazó del superhéroe de la política cuando la verdad es que un “político artista” como usted no va a ganarle a la corrupción colombiana, ni mucho menos va a poder escribir la sangrienta historia de nuestro país con lápiz y libros. ¡Lárguese de una buena vez y deje de insistir tanto! Colombia no está lista para una persona y una mente como usted.
Post-Data: Sus maletas y pertenencias ya fueron enviadas al aeropuerto. Adjunto a esta carta uno de sus más absurdos chistes:
“Me encantaría que cada mañana, cuando un estudiante se levante para ir a clase, comprendiera que allí, en su colegio o universidad; que cada maestro al dar la clase, o un papá al revisar la tarea por las noches, son los escenarios donde se juega la soberanía del país, la diferencia de poder futuro”
  

jueves, 21 de marzo de 2013

miércoles, 14 de noviembre de 2012

URIBE Y SANTOS, ¿COMPAÑÍA?



Por: Julio César Londoño




Algunos analistas suspicaces, quizá demasiado,han descubierto que la rivalidad entre Uribe y Santos es un show, una opereta que busca distraer a la opinión pública de los verdaderos problemas del país.

Argumentos no les faltan. La afinidad ideológica, política y económica entre ambos es evidente. Ambos son neoliberales devotos, demagogos, adoran los montajes (actores que se desmovilizan, “restituciones” con baldíos), a ambos les gustan las soluciones de fuerza y los negocios fáciles (la explotación minera desligada de la industria nacional) y ambos odian la prensa independiente y la separación de poderes.

Aunque todo esto es cierto, es innegable que la rivalidad va en serio y viene de atrás. Santos, que es un señor sagaz, comprendió mucho antes de su posesión que el modelo Uribe estaba agotado y empezó a deslindarse de su jefe político con una premura casi insultante. Antes del 7 de agosto de 2010, tuvo una reunión muy cordial con los presidentes de las cortes para limar asperezas y, sobre todo, para que sus maneras de príncipe contrastaran claramente con las del caballista. Poco después abrazó a Chávez, les dio carteras importantes a los más encarnizados enemigos de Uribe, se arropó con las banderas de la oposición (leyes de tierras y de víctimas) y apoyó las investigaciones sobre corrupción y chuzadas que se le abrieron al gobierno anterior. Era como ese ladrón que huye gritando “¡Cójanlo! ¡Cójanlo!”.

Y lo mejor es que el ardid le ha funcionado. Ahí va el hombre, aún suelto, con su mota intacta y la respingada nariz cubierta para evitar los pestilentes efluvios de la “Era Uribe”.

Pero no creo que todo esto sea un show acordado. Las investigaciones han afectado de verdad la reputación de Uribe y herido de muerte a sus alfiles (Andrés Arias, Luis Carlos Restrepo, Mario Uribe, Jorge Noguera, María del Pilar Hurtado) y los movimientos políticos de Santos han diezmado de manera dramática la clientela y la bancada uribista.

Son razones suficientes para concluir que los suspicaces están equivocados ahora... Pero temo que tendrán razón a mediados del 2013. Es muy probable que para entonces los diálogos con las Farc hayan fructificado, hecho que compensará los fracasos de Santos en todas las otras áreas (salud, educación, agricultura, restitución, víctimas, carreteras, obras de mitigación) y lo dejará bien posicionado para su reelección en el 2014. Este mismo hecho, y los crecientes problemas de seguridad, enardecerán a la ultraderecha y fortalecerán la imagen de Uribe, que lanzará su candidato, quizá Alejandro Ordóñez (contra Fernando Londoño atenta la naftalina de su retórica; contra Óscar Iván Zuluaga, el ceño como de estreñimiento, y, obviamente, Uribe jamás postulará a una mujer). Será en este momento cuando Uribe y Santos comprenderán que pueden copar toda la escena, convencer al país de que ellos representan todo el espectro político, Uribe a la derecha y Santos al resto, al centro y a la “izquierda” moderada, representada por el Partido Liberal y liderada por dos incondicionales suyos, Rafael Pardo y Simón Gaviria.

A pesar de su fortaleza, Santos teme la influencia de Uribe, especialmente en las regiones. Y como a ninguno de los dos le interesa que se les cuele por el medio un candidato alternativo que canalice el enorme descontento popular, arreciarán sus trinos y rabietas para mostrarse como dos líderes diferentísimos, para que el dilema del elector sea Uribe o Santos, y nadie más, mientras hacen acuerdos por debajo de la mesa para que, gane quien gane, el perdedor conserve cuotas de poder, la derecha se mantenga, el mercado duerma tranquilo y la exclusión se perpetúe durante otros 56 años de glorioso, imbatible y tácito Frente Nacional.

viernes, 18 de noviembre de 2011

DUEÑOS DE UNA PSICOSIS PARANOIDE


Dueños de una psicosis paranoide
 
Por: David Parada
 
Es difícil lograr ubicar a quién o a qué se le ocurrió construir la sociedad de la palabra, fundada en  una máquina que habla desde la angustia, el miedo,  el principio de placer y la falta. Un nuevo llanto se escucha en las salas de parto tras la palmada de la mano de aquel figurín a quien le encargaron recibir  las cuatro vidas que nacen, en el instante en que una persona muere, y así el enlatado humano se va ensanchando, día tras día, nuevas historias se tejen ¿y quién las escucha?, buena pregunta  en  la época del afán desmedido por ser el dueño del falo. 

Dueños, poseedores, amos, gerentes de ventas, gerentes de la escoba, ejecutivos del  formato, burócratas de la miseria. Un joven es sacado de la calle para insertarlo a un sistema social que no pregunta por el deseo, tiene la certeza del superhombre, artificio de la máquina  que como diría un coronel antes de ver ante él los sesos esparcidos de un suicida: “yo aquí no quiero vagabundos”,  no sirve… a la basura, y si sirve utilicémoslo hasta hacer de él la ruina en carne viva, anciano que estorba  y que cuesta, “ muérete, porque en tu paso por la vida no dejaste más que el plus de tu sufrimiento”  y de ello no vive la máquina, ella vive del sudor pélvico de las putas que se convierte en hambre y luego en dinero para comprar en un gran almacén de cadena una fruta que le sale más cara que una hamburguesa.

Los jóvenes son recluidos en instituciones escolares sí son neuróticos comprometidos con la máquina, sino, están las fundaciones que pululan con sus talleres de asertividad, en adaptabilidad a la máquina. Para los autistas está el banco donde reprimes tus movimientos estereotipados y logras hacer calmar la angustia de una madre que no comprende el mensaje de su hijo, con esto el camino se hace más fácil para las familias y les dan trabajo a psicólogos, educadores especiales y terapeutas ocupacionales que a  posteridad serán los enemigos del paciente, las terapias deben apuntar a una mejoría y ella debe quedar escrita en la historia clínica, pues la máquina reza “la historia clínica es un documento legal, y con ella te puedes defender”, por ende no tiene cabida aquí el malestar, el yin yang que se enfrenta para producir algo distinto, nuevo, abducido del real de la experiencia humana; se prefiere callarlo, no dejarlo escuchar, porque no se sabe qué hacer con él, nos perseguiría la angustia con la que llegamos a este mundo.

En el ambiente citadino se alza una niebla que nos hace ver como frailejones estáticos, difusos, esperando que el páramo se convierta en desierto. El papel de controlar nos paraliza. Profesores, psicólogos, sacerdotes, abogados, cuidando que su labor corresponda con la demanda de vigilar y castigar que imparte el  gran Otro.  La sinceridad y la honestidad es poco amiga de este ambiente, no hay una realidad, todo es ficción dijo Lacan,  pero entonces ¿cómo lograr entenderme con esta sarta de mentiras?, falos con erecciones lánguidas, máscaras que al levantarse ponen de manifiesto una hilera de rostros que no se corresponden a la primera impresión.

El  sujeto  sujetado ¿no tiene nada que decir?, ¿por el hecho de estar sujetado no puede lograr articular algo más allá de su yugo?, ¿qué es el sinthome entonces?,  ¿un invento lacaniano que justifica el síntoma?, preguntas que surgen de la sensación persecutoria  de no encajar en un sistema; cada acto es registrado, documentado, grabado porque creer en el otro más allá de su diferencia nos cuesta a tal punto que se escuchan  frases como “desconfía hasta de tu sombra”,  devenidas paradójicamente del normal, el que maneja dineros, selecciona personal, dicta cátedras y dirige un rebaño hacia el señor. Queda la duda entonces del porqué todo acto, palabra, sentimiento está mediado por un toque paranoico en la cotidianidad de la vida. La práctica freudiana lo revela con casos como la joven homosexual, la fobia de Hans o Juanito, el sueño del hombre de los lobos y la paranoia más explicita de todas,  la  del político Schreber. ¿Qué es lo que nos persigue?

Acudiendo a lo más próximo de la teoría psicoanalítica recuerdo tres conceptos, la pulsión de muerte,  lo real y el Otro. Cada uno con sus efectos tanto en la clínica, como en la experiencia analítica y la vida misma.

Pulsión de muerte que todo lo unifica, caos psíquico que nos pone a danzar sobre la partitura de una melodía que retorna al compás inicial. Niños que intentan anudar realidades construidas por la angustia de los adultos… ancianos que retornan a lo más propio y vivido del cuerpo: la orina, las heces, el cuidado de una madre.  Constancia de que el objeto es vuelto a encontrar por el resto de la vida, la primera muerte es la que llega con el símbolo, allí ya se entra en esa cadena que nos lleva al goce de los muchos que la cultura nos ofrece. Si gozar es sufrir con  placer, al sujeto no le queda más que vivir con ello ante la mirada de los otros, hacerse a este goce y protegerlo desde su particularidad, del uno que lo pone en el juego de la mirada del otro y el Otro.

Lo real, persigue la existencia megalómana del hombre del saber, se dice en ocasiones “todo está dicho o escrito”, sin embargo cuando todo está al hombre le queda la duda por la verdad. Intenta tomarla de un vasto océano para unificarla en una  partícula originaria, dadora, que ofrece el don. Pero lo real se extiende a lo efímero de la palabra, un  día se cree tener la felicidad, al otro día no. Lo real persigue la angustia de construir y destruir un mundo, son muchas las veces que uno se encuentra con páginas en blanco donde no hay nada para escribir.

Bien... el Otro con su inconsistencia deja inscritas en el sujeto marcas a manera de significantes, es decir deja una huella que se transforma en fantasma  desde el cual operamos y retroactivamente actualizamos nuestro discurso. Aquel Otro inventa nuevos semblantes a diario, la misión del sujeto será acomodarse a alguno, ¿y si no?, pues paga con la psicosis que te depara el infortunio de la virtud. De algunos analistas he escuchado decir que la paranoia es el punto más efervescente de la psicosis, a mi manera de escuchar, es quizás lo que tanto psicóticos, como  neuróticos y perversos tenemos, una paranoia particular con la que reaccionamos a la demanda del Otro.

Un poema a manera de conclusión:

La Rosa De Hiroshima 

De Vinícius de Moraes

Piensen en la criaturas
Mudas telepáticas
Piensen en las niñas
Ciegas inexactas
Piensen en las mujeres
Rotas alteradas
Piensen en las heridas
Como rosas cálidas
Pero oh no se olviden
De la rosa de la rosa
De la rosa de Hiroshima
La rosa hereditaria
La rosa radioactiva
Estúpida e inválida
La rosa con cirrosis
La antirosa atómica
Sin color sin perfume
Sin rosa sin nada.


martes, 6 de septiembre de 2011

AL DESCONOCIDO

Al Desconocido

Rosendo Rodríguez Fernández

Para el viejo amigo Jairo, visitante de la tierra de México.

La noche es un beso infinito de las tinieblas infinitas.
Todo se funde en ese beso,
todo arde en esos labios sin límites,
y el nombre y la memoria
son un poco de ceniza y olvido
en esa entraña que sueña.
                                               Fragmento de “El Desconocido”, de Octavio Paz.

Una noche de quinientos años, fue pronosticada por el último emperador azteca, Cuauhtémoc. Un poco de oídas, y por lo que circula en el mundo de la virtualidad, pero también precisamente en la obra de Garry Jennings, “Azteca”[1], todo un universo se eclipsó sin los gritos de agonía que esperaba Cortés del Huey Tlatoani, quemado por los pies, hasta su paso a otra conciencia. El director Alfonso Arau, en su “Zapata, el sueño del héroe”[2], plantea que el espíritu de los antiguos aztecas dio vida a la revolución del sur de México, que alcanzó su apogeo con la entrada del general a la capital, en 1914. Ese año, el primero de la Gran Guerra europea, el terreno militar trazado con sangre mexicana se fue delineando a favor del nuevo gobierno, del que el personaje de Arau sabe muy bien que no quiere participar, en tanto que se trata de una degeneración de la revolución. Frases contundentes, como que “no hay revolucionario que aguante un cañonazo de 50.000 pesos” denuncian el triste precio del alma, a la vez que señalan la eternidad de Cuauhtémoc.

Un legado, el del maíz fecundo en la sangre. Una denuncia: alimento de vacas de hacienda de última tecnología al norte del Río Grande. Mestizos, sin saber, después de todo, si responder al cristianismo de los abuelos de línea hispánica, o a los antiguos dioses mexica, el drama de esas tierras repite un esquema, una y otra vez, propio de lo que se ha dado en llamar América Latina. Como una miríada de identidades fracturadas en la noche del tiempo, con las infecciones de Pizarro en el Perú, y Cortés con su Malinche, la traición es la regla del nuevo americano, pues no hay Padre, o tal vez hay mucho Padre, lo cual, para el caso, es peor.

Almas mezquinas, florecen en empresas cuya grandeza es obediente a la vieja y olvidada conquista. Se prefiere olvidar, y vivir el confort dudoso de los días del presente, y no saber de orígenes ni abuelos asesinos, o de tatarabuelas putas que llegaron por Cartagena con aire de señoras. De águilas a vencejos, se quejaba uno de los poetas de la apodada heroica, en que la sangre bulle por el hotel y la playa, y por unas cuantas gotas de ron, antes que por el honor de Lezo, o por algún sueño moribundo de abuelo de los Mil Días.

Se ha olvidado, en medio de tanta luz de la Razón, y tanta admiración por los dueños del Cielo y de la Tierra, a esos otros del Otrocidio, el término de Eduardo Galeano que apunta a los siglos de desprecio, a los otros abuelos cuyas lenguas han muerto, y solo retornan en sueños locos de cineasta o en afanes de psicótico transpersonal.

¿Qué decir de ese hijo que quiere olvidar? ¿Qué decir del Americano que detesta su origen cubierto de sangre y violación por las décadas del rencor mezquino y la pequeña venganza? ¿Por qué no va a entregar aquello que ya no es sagrado, al fuego fatuo del posmoderno capital?

Que no se olvide el nuevo dueño de la tierra, de la personalidad y la nacionalidad (transnacional), que es hijo de un crimen, y que su semilla está condenada por la limpieza étnica, por un racismo incólume a la investigación, y una victimización que siempre desemboca en el terreno del Derecho.

Ley de Justicia y Paz que es Ley de Olvido y Rencor. No olvidemos que el colombiano es el fruto macerado de la violencia de la espada y la cruz, y los gérmenes de la guerra biológica. Como en todas partes del Nuevo Mundo, lo nuevo de la Guerra, la Esclavitud y las Pandemias, se debate en nombrarlo genocidio o catástrofe demográfica.

¿Qué importa cuál abuelo mató a cuál? Si el resultado es un hijo de asesino y de víctima, ¿A dónde se inclinará su fidelidad? Vete acomodando, maldito infeliz, que estás listo ahora para tratar de ser lo que no eres.

El hombre de la actualidad, está listo para ser simpático con Obama y su democracia, o con la democracia europea, y con toda su ideología de la superioridad racial, enmascarada en el posmodernismo. Peor, listos a consumir de nuevo sabidurías y verborreas que llegan ahora por internet.

Dediquen pues, almas mezquinas, sus esfuerzos a sostener la máquina del olvido, y a mantener en prisión los remordimientos y las injurias, para que su mundo de playas y mujeres sin bikini sea su horizonte ontológico y su verdad de a puño. ¿Qué les puede importar, después de todo, que un loco como yo, los odie tanto?

Septiembre, 2011.


[1] Novela histórica, publicada en 1980 por Editorial Vergara, Estados Unidos de América.
[2] Film de 2004, producida por el propio Arau y Javier Rodríguez.

martes, 9 de agosto de 2011

EL ESTALLIDO DE LA BURBUJA EDUCATIVA CHILENA

El estallido de la burbuja educativa chilena

Por Adriana Puiggrós *

Reproducido de: Pagina12.com.ar

El “modelo” educativo de Chile ha estallado en mil pedazos, lo cual es un síntoma fuerte del agotamiento del neoliberalismo como forma de la economía, la política y la cultura. No se trata de cualquier experiencia educativa, sino de la que fue alabada, mimada y mostrada como ejemplo hasta hace escasos días por los sectores políticos que abjuran del viejo liberalismo estatista, por los mercaderes de la educación que se han multiplicado como una plaga dejando muy atrás a la escuela privada tradicional, por los que impulsan la meritocracia como mecanismo selector de la población que alcanzará distintos niveles de educación, varios de ellos en campaña electoral en estos días.

En los años ’70 y ’80, sociopedagogos como Bowles y Gientis, Basil Bernstein, Baudelot y Establet y Pierre Bourdieu, entre otros, denunciaron en un lenguaje científico que los sistemas escolares ratificaban las pertenencias de clase previas de los alumnos y cuestionaron fuertemente que la escuela promoviera la movilidad social. Sus conclusiones eran escasamente generalizables en referencia a los sistemas escolares del siglo XX. Pero lejos de haber servido a la superación de las disfuncionalidades de esos sistemas, hoy pueden leerse sus apreciaciones como pronósticos del modelo que implementaría el neoliberalismo.

La condición para que la educación –en lugar de distribuir democráticamente la cultura y colaborar en la nivelación de la instrucción pública y la formación científica y técnico profesional– se tornara en un dispositivo reproductor de desigualdad fue destruir la unidad de los sistemas escolares, privatizar todas sus instituciones, desjerarquizar a los docentes y retirar del Estado toda la responsabilidad que fuera posible. Es lo que se hizo en Chile, donde cursar la educación primaria y secundaria requiere del pago mensual, restando un mínimo de educación gratuita de pésima calidad para los más pobres, y el costo de la educación superior es inaccesible hasta para la clase media. Las universidades chilenas están entre las más caras del mundo, de acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un organismo que ha incorporado a la educación entre los bienes transables y que impulsa el libre mercado de educación superior, así como el retiro de los Estados de todo tipo de inversión y supervisión sobre las universidades.

No podemos dejar de señalar que pocas publicaciones de organismos internacionales han dejado de admirar al modelo educativo chileno y que muchos de los político-educadores neoliberales han exhibido estadísticas muy favorables a ese modelo. Desde la orilla en la que se defiende la educación pública, el papel principal del Estado, el derecho a la educación del pueblo, la gratuidad de toda la educación, incluida la educación superior, descreímos de esas informaciones que denunciamos frecuentemente como basadas en falsas premisas. El más burdo ejemplo es que se muestra como ejemplo de la inversión chilena en educación, que es de un 6 por ciento, sin aclarar que más de la mitad es privada y que parte de la pública se ofrece en forma de créditos que encadenan a las familias por décadas para que sus hijos estudien. Precisamente uno de los elementos de la actual crisis es la imposibilidad de sostener esos créditos; se trata de una situación comparable con la española en relación con la burbuja inmobiliaria.

En Chile, los criterios de la educación instalados desde la época de Pinochet fueron enriquecidos por el neoliberalismo pedagógico que dentro de la Concertación ganó terreno y dio origen a la burbuja educativa. Sus engañosos componentes son términos como “calidad”, “excelencia” educativa, eficiencia de la inversión, equidad (término que en el “modelo chileno” opera permitiendo cobrarle la educación a la mayoría con la excusa de balancear la inversión que el Estado hace con algunos pocos), que en el marco del discurso pedagógico neoliberal adquieren contenidos estigmatizadores y discriminadores. En nombre de la eficiencia se transfirieron las escuelas y los colegios a los municipios, que a su vez arancelaron la prestación o se deshicieron de las escuelas privatizándolas. Esa situación tampoco aguanta más y el movimiento de secundarios, la “revolución pingüina”, que comenzó ya en los años del gobierno de Bachelet, se ha generalizado y superado ante la profundización de las injusticias educativas por parte del gobierno de Sebastián Piñera, que desde su postura conservadora no ha podido pensar más allá que en emplear un decreto firmado por Pinochet en 1983 para reprimir a los estudiantes.

Las demandas del movimiento estudiantil-docente chileno están contempladas en la Ley de Educación Nacional y en el conjunto de la política educativa argentina que han llevado los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner. En la Argentina sólo la inversión estatal llegó al 6,5 por ciento en educación, y nuestras universidades reciben con los brazos abiertos a los hermanos chilenos que vienen de a cientos a seguir su formación profesional. La educación pública es una tradición argentina y a ella se debe que nuestro pueblo siga teniendo la cultura que le ha permitido reconstruir el país en los últimos ocho años al compás de los gobiernos que ha elegido. Chile también tenía una tradición de educación pública y democrática. Su pueblo no lo ha olvidado y hoy emerge como un ejemplo inverso al “modelo neoliberal”: los sucesos de estas horas demuestran que si la educación se reduce a las leyes del mercado en algún momento emerge la sociedad profunda reclamándola como propia.



* Presidenta de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados.


viernes, 3 de junio de 2011

LA EVALUACIÓN Y SU RELACIÓN CON EL CASTIGO

LA EVALUACIÓN Y SU RELACIÓN CON EL CASTIGO

Por: Rosendo Rodríguez Férnandez

De Alba, Díaz, y Viesca(1) señalan que, de manera tradicional por, así decirlo, el término evaluación se ha interpretado de muy diferentes maneras, careciendo de univocidad en su significación. Esta polisemia obedece a una situación social que la hace posible. Los autores, además, se refieren al uso que se hace actualmente del término, más con intención de presentar una imagen de seriedad académica, conceptual, y administrativa.

Según este enjuiciamiento, el término tiene su origen en la sociedad estadounidense, satisfaciendo una demanda de determinados espacios sociales en los que se desarrollan sus “significados implícitos”. (2)

Llaman la atención sobre el hecho de que el término evaluación se usa de manera indistinta por diferentes disciplinas, donde el término no obedece “...a una conceptualización y a un rigor lógico en este campo.” (3)

Sitúan la génesis del término en el contexto del desarrollo de la teoría de Taylor, en la búsqueda de la racionalización de los tiempos y movimientos de los trabajadores, para sacar el mayor provecho del recurso humano en el proceso de industrialización de los EE.UU. De allí el término se extrapola a otras disciplinas o “saberes específicos” para asegurar la eficacia demandada por el capital. Allí el significado latente del término es el control.

Obsérvese un aporte de Michel Foucault, que arroja otras luces sobre esta genealogía: “El castigo ha pasado de un arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos. Y si le es preciso todavía a la justicia manipular y llegar al cuerpo de los justiciables, será de lejos, limpiamente, según unas reglas austeras, y tendiendo a un objetivo mucho más “elevado”. Como efecto de esta nueva circunspección, un ejército entero de técnicos ha venido a relevar al verdugo, anatomista inmediato del sufrimiento: los vigilantes, los médicos, los capellanes, los psiquiatras, los psicólogos, los educadores.” (4)

Este planteamiento vincula la educación con el aparato del poder; en tanto que edecanes de la justicia y las buenas costumbres, la salud y otras categorías, para los sujetos implicados en procesos educativos se trata de mantener a toda costa un orden: el derecho divino de los reyes. Quien ofende a la justicia, ofende al rey y a Dios mismo, por lo cual el soberano tiene derecho a castigar, según la naturaleza de la ofensa.

Esta situación, muy propia de la antigüedad y la edad media, aún tiene vigencia en determinados contextos socio-culturales, obviamente no en la dimensión corporal (imaginaria) que documenta ampliamente Foucault, sino más bien, inscrita simbólicamente en el orden social, como un producto derivado de toda una época de fascismo generalizado.

El castigo revela su importancia en el marco de la judicialización de los comportamientos que amenazan la integridad de unas instituciones fundadas en tradiciones culturales autoritarias en esencia.

Dejando entre paréntesis la investigación de Foucault, con De Alba y colaboradores, los autores tocan otro aspecto esencial. Se trata de la formulación de un juicio de valor, implicado en un procedimiento de evaluación. Invitan a la trascendencia del significado del término en tanto que control. Se propone tomar en cuenta las condiciones sociales en las que tienen lugar los referidos procesos, donde aparece una relación dialéctica entre condiciones determinantes y determinadas, o “espacio formulador” del juicio valorativo. (5)

En dicho espacio, quien evalúa tiene un margen de autonomía, donde es fundamental en la construcción del juicio de valor “el lugar conceptual que permite su comprensión”, siendo el “punto de partida para el señalamiento de ciertas dimensiones en el proceso evaluatorio no consideradas inicialmente, como pueden ser la ideológica o la política.” (6)

Ábrase en este momento el paréntesis para dar cabida nuevamente a Foucault. En el campo del derecho penal, se tiene que el juez es una figura que empieza a distribuir su función de castigar entre los científicos, quienes hábilmente difuminan la asunción de la responsabilidad del ejercicio del poder. (7)

Esto tiene una importancia cardinal en lo que respecta a los procesos de evaluación. En las instituciones educativas el recurso a una autoridad difusa, que se rige por unos mandatos a los que debe obediencia, se caracteriza por el ideal de la justicia sin rostro.

Así, los docentes aplican evaluaciones (medidores de rendimiento académico de corte industrial), tomando la responsabilidad de enfrentar directamente la situación con el estudiante. Reducidos a aplicar, no a reflexionar sobre estos quehaceres, muchas veces se equiparan a la última figura que ve un condenado: el verdugo.

Foucault plantea que en cada cuerpo habita un juez o una víctima, o un héroe, etc., el que ejercerá el poder de manera consecuente, pero velada a sus propios ojos. Así que el juez oculto en cada humano, emerge en cada acción del otro, colocándose por encima de sí mismo, (8) y de quien es juzgado, poniendo en ejercicio el poder que le confiere una imaginaria autoridad moral.

En las instituciones educativas es fácil detectar, a través de los usos del lenguaje y las actitudes de la gente, enjuiciamientos sobre las acciones y las producciones de los otros. El esquema planteado por Foucault calca la situación judicial que se vive entre profesorado y alumnos, sujetos a una estructura institucional investida de autoridad, que gravita sobre ese principio.

Esta relación entre derecho y ciencia más ampliamente detallada postula que la naturaleza de ciertas conceptualizaciones de la ciencia y sus aplicaciones, en esencia, son punitivas. Como en el caso de la administración educativa, donde en algún momento histórico los profesores se podrían equiparar a los antiguos capataces.

El aspecto administrativo se retoma por cuanto ha determinado el curso de las sociedades en buena medida, en tanto que su modelo de planeación, a pesar de los fracasos documentados de los planes nacionales de desarrollo, ha devenido en un enfoque para la gestión en las instituciones.

El enfoque administrativo ha adquirido relevancia en el aseguramiento de la “eficiencia de diversos sectores, tales como educativo, industrial, de salud, de otras secretarías de Estado, etc.” (9), al parecer, sin muchas objeciones ni cuestionamientos de parte de sus usuarios.

Dicho enfoque en el sector educativo genera unas “contradicciones estructurales” que impiden que la evaluación en éste terreno sea estudiada dentro de la especificidad y complejidad propias de la disciplina educativa. (10)

En este sentido, los autores destacan la influencia de algunas nociones de la administración, como el control de la gestión en tanto que “eficacia, productividad y rentabilidad en la empresa.” (11), y de “auditoría administrativa” en tanto que “...revisión objetiva, metódica y completa, de la satisfacción de los objetivos institucionales, con base en los niveles jerárquicos de la empresa, en cuanto a su estructura, y a la participación individual de los integrantes de la institución.” (12)

Si se considera la concepción de la institución educativa como una empresa productora de servicios, su evaluación partirá de indicadores, obviando los criterios de selección y los elementos que los conforman, y asignando puntuaciones de acuerdo con una escala. (13)

El uso de estas escalas está fundamentado arbitrariamente; el hecho lo reconoce Carr, afirmando que el último determinante es la opinión de un “experto”, que recurre a otras fuentes de información para determinar la relación costo/beneficio. (14)

De Alba y colaboradores señalan que la necesidad de evaluar las instituciones educativas con base en la cuantificación de unos indicadores, con miras a mostrar resultados irrefutables, constituye el reflejo de unos problemas, que se retoman aquí de manera sucinta: a. En el contexto de la tecnología tecnocrática, el aspecto educativo se mira desde una metodología inadecuada, en tanto que aborda lo formal, sin importar la explicación y comprensión de la realidad educativa., b. Al provenir los datos de indicadores definidos arbitrariamente, y constituirse en la base del análisis que deviene construcción reemplazante de la explicación y comprensión de la realidad, se cuestiona su aconceptualidad en tanto que tal. De esto se deriva que, al constituirse el dato y su análisis como el sustitutivo de la teoría, se imprime la inconsistencia discursiva en el plano de la administración de la educación.

Como aporte, queda que se requiere la conceptualización del proceso de evaluación: “...la deficiencia mayor que apreciamos en el discurso y en las acciones actuales de evaluación de lo educativo es la omisión de una dimensión propiamente teórica o conceptual, esto es, que la interpretación del dato, y, por lo tanto, la búsqueda del sentido de lo educativo, adquieren valor a partir de los conceptos teóricos desde los cuales se construye su significado.” (15)

Concluyendo, a la evaluación como “hacer técnico” se opone la concepción de “hacer social”, predominando en la actualidad la primera, como efecto y acción de los enfoques administrativos, opción que se toma “con excesiva confianza (...) cuando se realizan evaluaciones.” (16)

Hasta aquí, puede verse un planteamiento en que la evaluación se asocia a una ciencia del control, donde el control mismo tiene una justificación mística, siendo ésta la de la “verdad- científica”, y los procedimientos los propios de la administración: auditoría y represalia. La punición frente a lo que no sea un estadístico rendimiento, es lo que termina en el número que califica. (17)



Notas



(1). De Alba, A., Díaz, A., y Viesca, M. Evaluación: Análisis de una noción. En: Díaz Flórez, O. (comp.), Evaluación del Aprendizaje en la Educación Superior a Distancia. Bogotá: FCSH y E., UNAD, 2001, p. 69 y siguientes.

(2). Ídem., p. 70.

(3). Loc. cit.

(4). Foucault, M. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la Prisión. Madrid: Siglo XXI Editores, p. 18.

(5). De Alba et al., pp. 80-81.

(6). Loc. cit.

(7). Foucault, M. Vigilar y Castigar. El Nacimiento de la Prisión. (27ª. Edición). Bogotá: Siglo XXI Editores, p. 29.

(8). En el sentido de que pasa por encima de sus propias acciones. En la terminología popular derivada del cristianismo, con frecuencia se escucha una sentencia relativa al acto de juzgar, y a quien juzga, el que sería capaz de “ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio”.

(9). De Alba et al., p. 83.

(10). Ídem., pp. 83-84.

(11). Abtey, citado por De Alba et al, p. 85.

(12). Fernández, citado por De Alba et al., op. cit., p. 85. Aquí puede decirse que, no importa el perfil del estudiante, siempre que tenga dinero en el bolsillo. Por otra parte, habría lugar a una discusión con implicaciones jurídicas y éticas, pues la educación, en la democracia, es un derecho fundamental.

(13). Ídem, p. 86.

(14). Carr, citado por De Alba et al., op. cit., pp. 86-87.

(15). De Alba et al, op. cit., p.88.

(16). Ídem., p. 89.

(17). No obstante, hay que considerar la inversión de la relación que también señala Foucault en la obra citada, entre el verdugo y la multitud, e incluso el propio juez, que terminan por simpatizar con la víctima. En este sentido, la intrusión de lo que puede llamarse “lo subjetivo” en la calificación, que implica que ésta ya no diferencia entre un estudiante y un cliente, y por consiguiente, “todos pasan”.