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viernes, 12 de julio de 2013

DE LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO O DE LA CÁTEDRA DEL DR. EDUARDO UMAÑA LUNA

Jairo Báez
Especialización en Instituciones Jurídico Familiares
Universidad Nacional
1999



Entender la importancia de la génesis y construcción del conocimiento, es algo que no está muy “de moda” en la universidad colombiana. Envolviendo como tal, las diferentes instituciones de carácter público y privado que imparten saber a nivel superior. Al seno de la población colombiana se ha introyectado el viejo axioma que en país de ciegos el tuerto es rey. En esta medida lo importante no es llegar al fondo del asunto, sino apropiarse de lo indispensable para “descrestar” incautos y lograr la fuente de recursos económicos que permitan vivir “dignamente”. Hoy difícilmente se encuentra en el profesional esa angustia por entender de donde surge la ciencia, el saber; el para qué, el porqué y el cómo se llega a desentrañar los secretos; estos son oficios para otros, para los intelectuales alejados de la realidad y ajenos a nuestro tercermundista país. Los profesionales colombianos sólo queremos un título más, para ascender en la escala salarial de cualquier entidad, evitando las preocupaciones que podrían acarrearnos, en cualquier momento, la profundización en la epistemología.

En este ambiente me encuentro con un hombre, de pelo cano y andar pausado, profesor por más de cincuenta años, empecinado en mostrar, a sus estudiantes, que existe un mundo más allá de sus propias narices. Ese mundo que él quiere legarnos, cuando sus fuerzas lo obliguen a entrar en la cordura, como buen quijote, para morir en paz. Y es que para ser sabio, honesto y comprometido con una causa llamada Colombia, necesariamente debe uno estar loco.

Ese mundo que quiere dejar a sus estudiantes se llama Colombia, país incrustado entre dos mares, allí donde se quiere desgarrar el continente en dos polos “malditos”: el norte y el sur. Ese mundo codiciado por muchas potencias primermundistas, que se han dado cuenta que el paraíso bíblico verdaderamente existe; que tiene todo lo que podría hacer feliz a un hombre, a una sociedad, ese paraíso se llama Colombia.  

Pero ese mundo adolece de muchos males, cuyos síntomas se evidencian en la sociedad que la habita. Esa sociedad acéfala, esa sociedad psicótica, esa sociedad sangrante y explosiva, es la que ha mantenido con vida a un roble, profesor de mil batallas, que se niega a morir mientras no vea que va por los caminos de encontrar su norte. Curiosamente, antes lo que se perdía era el oriente; pero, debe ser por la correlación con la prosperidad económica, que ahora lo que se pierde es el norte.

En esa empresa titánica, me siento ante un hombre para que me mueva en los cimientos y me muestre que la familia no es un puñado de leyes, emanadas de un rey, a lo  Saint-Exupéry, para que se cumplan. Si no entendemos la importancia de la epistemología en torno a la familia, difícilmente podremos ser facilitadores profesionales del cambio que se debe operar a su interior. Tal como lo planteó, en muchas ocasiones, la familia es una multitud de variables que deben ser analizadas, con mano de buen cirujano, sin perder nunca la objetividad y la eticidad. 

Nadie más que nosotros mismos, colombianos, seremos culpables de nuestras dichas o desdichas. Nadie va a preocuparse por la suerte de la familia colombiana lejos de nuestros linderos; y cuidado, cuando alguien, extraño a nosotros, se preocupe, no perdamos de vista sus intereses pues muchas veces  pueda que no sean los favorables para el Estado y la sociedad nacional.

La simplicidad tal vez sea lo más complejo que existe, de otra manera no se podría entender la amplitud mental necesaria para poder estudiar el fenómeno de la familia. Con la gravedad del ilustrado, este hombre cita a un godo recalcitrante, un cachiporro a ultranza, un marxista consumado, un maoísta empedernido, para señalar que la política es un factor determinante de la ciencia. La ciencia no es un dogma, se le escuchó varias veces decir. Las cosas son y como tal debemos buscar la forma de aliarnos a ellas, y qué mejor forma que conociéndolas; y conocer implica dejar la creencia de la estabilidad, el anquilosamiento y lo finito; mientras se le da cabida al cambio, el dinamismo, lo infinito. La familia no se aprehende, la familia se sigue en su proceso histórico. Proceso que va unido a otros cambios que la fundamentan, como la economía, la política, la religión y la misma ciencia, la tecnología.

Cómo no voy a estar orgulloso de haber sido alumno de Eduardo Umaña Luna, cuando se ha preocupado de bajar un discurso universal (Epistemología) a un Estado y fenómeno particular (Colombia y Familia); y no contento con esto le da un papel protagónico a cada uno de quien lo escucha en el devenir de la historia. Sea tan grande como la universal o tan chica como la de su propia familia.


!!Gracias Maestro!!

viernes, 19 de octubre de 2012

V ENCUENTRO DE SEMILLEROS DE INVESTIGACIÓN DESDE EL PSICOANÁLISIS

Octubre 26 y 27 de 2012. Fundación Universitaria Los Libertadores, Torreón Sede Caldas. Bogotá. 



jueves, 10 de noviembre de 2011

COMUNICADO MOVIMIENTO ESTUDIANTES COLOMBIANOS

EL PRESENTE DE
LA EDUCACIÓN SUPERIOR
NOS PREOCUPA

Mediante la difusión de distintos medios de comunicación se ha disfrazado la realidad en torno a la propuesta de reforma a la ley de Educación Superior, presentada  y radicada en el congreso por el presidente Juan Manuel Santos y la ministra de educación María Fernanda Campo. Si este proyecto de ley es tan positivo, se ha preguntado usted,  ¿Por qué los estudiantes de las distintas universidades colombianas, públicas y privadas nos oponemos a él??

¿Sera que es tan bueno como lo pintan?¿Sera que en realidad hay más presupuesto para la educación superior?¿Nos servirán los créditos para asegurar la cobertura en educación?¿Si habrá mayor inclusión?¿Se dará un mejoramiento continuo de la calidad educativa?,¿Se respetara la autonomía de las instituciones?¿Se respetara el derecho a la educación?

EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL NACIONAL DICE
 ¡NO!

Las razones son las siguientes:

- Las regalías siguen siendo un medio de financiación con ánimo de lucro y con lucro no se garantiza la calidad, solo el enriquecimiento de los mismos.

- Si abren 92.000 cupos mas, sin mejorar el presupuesto real para cada estudiante (para  infraestructura, bibliotecas, laboratorios, investigación etc), no solo nada se logrará, sino que se deteriorara la calidad de la educación ofrecida a cada estudiante.

Usted, padre de familia, amigo, ciudadano, hombre o mujer, que ha sido víctima de los créditos de vivienda (que es el mínimo necesario para vivir), se endeudaría con su hijo, para pagar sus estudios, sabiendo que luego se quedaría pagando por ello más de 15 años?. En últimas ¿estudio 5 años y me endeudo 15?, pagando cuotas con interés compuesto que aumentaran constantemente!!

- Las carreras técnicas y tecnológicas tendrán prioridad en los créditos, además serian los lugares privilegiados para que nos eduquemos –según esta ley- , lo que implica que ser profesional seguiría siendo privilegio de unos pocos, mientras la mayoría de la población se prepararía para ser mano de obra barata, o maquiladores, dedicados solo a trabajar sin derecho a pensar. Queremos pensar, queremos transformar, queremos cuestionar, investigar, porque es la vía del conocimiento el  camino hacia el verdadero desarrollo humano y social.

- Porque obtener un buen resultado en el ICFES ya no es garantía de reconocimiento social,  ni de apoyo económico, puesto que a lo que se accede es una “beca crédito”, ¿otro endeudamiento más??? ¿Qué paso con la responsabilidad del estado?

En una sociedad como la nuestra, donde la educación es promulgada como derecho fundamental, es un deber del estado proporcionar educación de calidad, accesibilidad de todos a ella, de forma gratuita y enmarcada en un Estado de derechos, no es posible admitir este tipo de reformas. Por ello, nos oponemos a que nuestro derecho a la educación no se respete, que se nos engañe, los estudiantes no somos mercancía. Nuestra voz se está haciendo sentir y la movilización lo invita a usted, a su familia, a la comunidad a que se entere y se una  a la protesta contra esta reforma a la ley 30.

- Si en realidad deseamos cambiar la sociedad Colombiana, NO solo necesitamos educación para todos, sino mejor educación, UNA DE CALIDAD!!!

martes, 18 de octubre de 2011

EL CUARTO ENCUENTRO


El Cuarto Encuentro

Rosendo Rodríguez Fernández

No me canso de andar por tus collados,
De recorrer tu cuerpo y tus colinas,
De sembrar en tu tierra desgarrada
Por mi pecho de espadas y de espinas.
                               Carlos Castro Saavedra, Esposa Patria.

Semilleros de Psicoanálisis, vienen resultando significantes que han ameritado unas palabras de Jairo Báez, al cierre –que es un modo de decir, pues se trata de otra apertura- del Cuarto Encuentro de Semilleros de Psicoanálisis, realizado en Bucaramanga a mediados de un Octubre muy lluvioso.

Más allá de los obligados agradecimientos a la UNAB, que en cabeza de Margarita y Compañía, organizó el evento, y a los directivos que lo hicieron posible, quedan planteadas algunas cuestiones que me precio de considerar sintomáticamente, tratándose aquí del espíritu del psicoanálisis, el cual ha de vagar por los pasillos de las instituciones, gracias a una cierta torpeza que al marginarlo, le confiere toda su vitalidad.

Escribamos pues, del espíritu del psicoanálisis. Apareció en el IV Encuentro más como operación ideológica que como operación analítica. Sin nombres, sin Santos, pero lleno de Milagros, el Encuentro fue dominado por la palabra de los Paterfamilias.

En su extensión, las Semillas aparecieron más bien como muy desarrollados y añosos vegetales, cuyos planteamientos jalonaron, de modo inquietante, las conclusiones del Encuentro. A saber, mucho profesor, con mucha autoridad, con mucho peso de sus palabras avaladas en la tradición analítica (y psicoanalítica, pues distinciones de este talante se hicieron), y mucho estudiante cuya voz cayó bajo la sombra de los grandes árboles que aquí florecieron y esparcieron sus semillas.

Un goce, pues. Aporéticamente, goces de Amos, más entrados que de costumbre en la lógica del fantasma, de la que se precia de hablar el Psicoanálisis. Quien escribe, en efecto, estuvo bajo el empuje del goce, acusando los efectos de ese goce del otro que toma el psicoanálisis en tanto que cuerpo teórico para gozar más. La inquietante temática de las relaciones entre el psicoanálisis y la psicología, la transmisión de estos saberes, su status de saber y ciencia, los enfoques metodológicos, y los problemas de las sociedades que requieren de formas del gran Otro, especialmente ahora, dejaron ver el síntoma del IV Encuentro.

Y es Báez una vez más el que toma el lugar del analista, al finalizar el concierto de los Amos, sostenidos en su lugar por los Esclavos. Una parodia, la del esquema planteado. La metodología, es un síntoma, y como tal, síntoma de nombrados, autorizados psicoanalistas. En cierto sentido, llegar a plantear el psicoanálisis como una hermenéutica, tiene el altísimo costo de colocarlo en el lugar de la Verdad, como significante Amo que capitonea todo el Saber que sin más, es la Interpretación. Pues si el psicoanálisis es una hermenéutica, una sabiduría capitoneada en la Verdad, no queda más que adorar al Gran Dios Freud, el Espíritu Santo Lacan, y los Dioses Menores, Klein, Adler, Bion, etc. 

Toda una jerarquía eclesiástica se revela, a partir de esta asunción que hace caber al psicoanálisis en los modelos de ciencia cualitativa, y lo alinea sin mayores problemas con el construccionismo y la Dialéctica de la Ilustración. Habrá que advertir que no basta con que el psicoanálisis entre en el territorio del lenguaje, para convertirlo en una versión refinada del construccionismo o del cualitativismo. Si entra a ocupar ese lugar poco digno, al estilo del psicoanálisis de Kris, Hartmann, y Loewenstein, aquellos amantes de la autoridad de la Ciencia, prefiero dejar mi lugar a otro con preferencias obispales.

Con esto, no confundir la autoridad de la Ciencia con la ética que hace que la ciencia sea una forma de investigación, que históricamente al ser reducida a un método, pierde completamente su espíritu y muere a manos del capitalismo y el consumismo. El paso de la modernidad a la posmodernidad, cuya causa ha matado a Dios, a la Ciencia, y al Humano, deja soluciones fantasmáticas tan fallidas como la inscripción del psicoanálisis lacaniano en la Derecha Radical que se precia de ser Democracia (Liberal) enmascarada de cualitativismo construccionista, paradigma que aspira al status científico y en último término, corre el riesgo de doblar la cerviz ante los dogmas de Popper o cualquier otro espíritu caído al lado de la relación entre el Amo y el Esclavo.

El planteamiento de la Verdad como noción estadística, adorado sin más por los demócratas liberales entre los que coloco a los científicos cualitativistas y a los cuantitativistas, quizá de modo atrevido, pero sin dudar que existen verdaderos espíritus científicos, entre los cuales habrá que situar a aquel que renuncia a ser el Amo, es decir, a ser El Esclavo que dialécticamente llega a esa posición de autoridad a través de un largo aprendizaje del Control –que va del Autocontrol al Control Social- con el fin de operarlo como única salida a las relaciones interpersonales, ese planteamiento democrático de la Verdad, desemboca en una aporía. ¿No es el extremista, precisamente aquél que denuncia a quien se asume como radical, como extremista? Es decir, al denunciar al que se sale de la media, aquél que se considera no vicioso por no asumir una verdad, no nos encontramos con quien tiene las manos limpias de sangre, pero bendice al final el acto del verdugo que elimina al molesto anti-demócrata?

Centrado en la entronización de la comprensión, que apuntala prácticas como la inclusión social, el Encuentro vino a sustentar, no sin finas texturas, las justificaciones que no admiten críticas al perfecto sistema democrático, socialista-capitalista, que siempre requiere un líder para su decantación en un saber hegemónico. Una práctica antigua, que al final Jairo Báez viene a señalar, que dejo subrayada aquí: todo Encuentro termina en unas conclusiones que por lo general desembocan en elogios mutuos, Club al cual, en Bucaramanga 2011, sospechosamente fuimos convocados como maestros. Conferencias centrales, que develan una estructura de poder, apuntalada en el Saber, contrastaron con Mesas de Trabajo, donde los proletarios de la Verdad vieron en algunos casos (por lo general en lo que respecta a los Maestros o Profesores) a quienes hicieron oír sus voces, y en otros a quienes trajeron voces adormecidas por el temor y el anonimato. ¿No hay allí un lenguaje de la Verdad, más poderosa por su imposición imaginaria que por su devenir simbólico en una lucha de Amos?

Puede de inmediato, acusárseme de reducir el Encuentro a su Metodología. Sin embargo, las conferencias centrales versaron sobre la metodología, la cual, de paso, distinguió la práctica del psicoanálisis de su teoría, estableciendo una distancia, un abismo, entre el concepto y su decantación en una ética. Tal justificación pone a un lado la teoría, como un bloque de conocimiento verdadero, inmóvil o inamovible, intocable como S2, Saber Absoluto sostenido en significantes Amo como Freud, Descartes, Klein, y un sintomático Lacan un tanto ausente. La palabra peligrosa, prohibida, es aquella que emerge denunciada como antidemocrática: subversión. Una inclinación de la cerviz ante el gran Otro, constituyó el tono dominante de la metodología del Cuarto Encuentro.

Tal vez, un Encuentro fallido, en un cierto sentido. Allí se anunció la muerte del psicoanálisis en la Universidad. Se dejó implícito el mensaje de que el psicoanálisis se puede aprender en Congresos, y que la omnipotente psicología requiere otros alimentos, mucho más nutritivos, que un saber cuyo discurso se ubica en el reverso del discurso del Amo. También se planteó que viviría en los baños y las paredes. Y puede ser que el psicoanálisis no tenga más destino que ser marginal, y en su marginación, ser subversivo. Su subversión estriba, lacanianamente, en mi versión, es decir, como Reverso del Discurso del Amo, el Acto Analítico implica una movilización del sujeto del lugar del Amo, al lugar del Analista. Esta operación ciertamente, no se basa en la ignorancia. Rescatando las palabras que, desde el lugar del Amo, pronunciaba un autorizado psicoanalista, esta operación analítica requiere de un socrático docto ignorante, que olvida que sabe para poder dar lugar al saber del otro. Esto difiere de dar, una y otra vez, lugar al saber del gran Otro, práctica recurrente en este Encuentro, con apuntalamientos en esa diferenciación metodológica que reclamaba el trono, destituyendo a la teoría.

Demócratas, al fin y al cabo, se plantearon remedios dialécticos: diferenciado método y teoría no queda más que reconciliarlos, sospechosamente contrarios sin unidad. Omnipotencia del discurso, que podría decirse, Omnipotencia de las Ideas, antes que reconocer lo real en los efectos del discurso, se plantea contra Feyerabend que su concepción anti-metodológica, fuertemente apuntalada en último término en los efectos de la asunción de la ciencia como método, es Metodológica. El anti-método como un método más. Poner a Feyerabend a hacer fila con los científicos, más que denunciar su ignorancia crasa, es negar los efectos del discurso. Es tratar de incluirlo todo en las omnipotentes apuestas –sobre seguro- democráticas. No falta pues, entonces, quien incluya a Nietzsche o a Bataille entre los demócratas liberales más insignes, es decir, entre quienes sostienen en último término al gran Otro en su lugar, en sus diferentes versiones. Implica reificar una vez más el lugar del Amo, al cual no le queda más que ser reconocido no por otros Amos, como es su deseo, sino hegelianamente, ser un decadente Amo que se apuntala en la cerviz inclinada del Esclavo, que lo sostiene en su temor a la muerte.

Así, se defiende la existencia de Dios, o de la Ciencia, y se entronizan una vez más, los jerarcas eclesiales, que Saben lo que dicen, y quizá también, de un modo que podría decirse perverso, sabe lo que hacen. Si se dijera que no saben, pues estaría yo insultando su inteligencia. Báez, a quien deseo ubicar en el lugar del Analista, se vé avocado a rescatar el espíritu del Psicoanálisis. Si bien hay gratitud, por la amabilidad y deferencia que recibimos de las personas que atendieron nuestra visita, es preciso señalar el Sacrificio del Psicoanálisis en la Universidad, no solamente por la pretensión de eliminarlo de un plan de estudios, lo cual es de esperar, sino de su sacrificio en el seno del Semillero de Psicoanálisis. Habría que decir que somos las semillas, seamos docentes o estudiantes. Una vez más, señalo aquí lo que decía Báez en otro contexto: soy estudiante, así el rol que tenga en la Universidad sea el de Profesor. La experiencia, grata, dicho sea de paso, de Bucaramanga, es la de una cierta realidad que nos envuelve como semilleros: escuchamos al gran Otro, pero no al otro, el cual tiene sus investiduras imaginarias, de profesor o estudiante.

El lustre nos persigue, como la autoridad alcanzada a partir de la Sabiduría. Resistirse al peligro del desprecio, está también en este señalamiento. No creo que se trate de eliminar al profesor, pero sí de volverle a encargar la articulación entre teoría y práctica, si las llega a dividir, con la ética. Pasar a ser un analizante, productor de discurso, y llegar a autorizarse a decir, con la potencia aristotélica de sus palabras desplegadas, tomando el riesgo de defenderlas en una lucha de conciencias, es un desafío de los encuentros de semilleros. Si vamos a hablar desde el lugar del Amo, con un poderoso falo, S2, discurso esgrimido bajo la égida de la Verdad, no temamos entonces enfrentar a un Analista, en el reverso de esta práctica. En la metodología, evitar caer en el Discurso del Amo, diferenciando entre el Saber Ilustrado que hay que leer en idioma original para evitar los errores de traducción, que pervierten el Dogma, y el Saber Proletario, saber de segunda, saber de estudiante, que balbucea donde los grandes profesores dogmatizan.

Báez señaló, al final, el problema de las recetas. Creo que lo pensé o lo dije: no por ser Discurso de la Ciencia, se está libre de antemano de ser Discurso del Amo, o Recetario de Investigación. En contra de cualquier cosa que se precie a sí misma de ser, es decir, en el Reverso del Discurso del Amo, está ese molesto discurso del Analista. Cobardemente, los profesores, aparte de asumirnos como sabios, montamos escenarios a través de serviles estudiantes, para pronunciar nuestros discursos que son del Gran Otro. El señalamiento de Báez para los estudiantes fue éste: No se lo dejen quitar. No se trata simplemente de la Castración mental a la que se encuentran sometidos quienes se creen estudiantes y profesores, divididos por estos emblemas del Otro, se trata de plantear la lucha de conciencias con valentía: les pido que renunciemos a nuestros emblemas, para poder escuchar. De un par a otro, de un otro al otro, miremos en qué se sostienen nuestros discursos. No entremos de antemano ganando o perdiendo. Tengamos la valentía de ser analizantes, y a la vez, como analistas, ver nuestras propias entronizaciones, nuestros fantasmas que se fundan en la relación pasiva ante el Padre. 

Regresar a la paridad no es homogeneizarnos en la igualdad. Si llenamos el vacío con algo, ¿No debería estar esto referido al propio ser? Después de todo, a mí qué me importa el psicoanálisis. Me importa un vacío, y esta es la diferencia con las ilusiones que me importa la ciencia apuntalada en el comercio. Si alguien busca la felicidad, dudosamente está en estos caminos, y si la encuentra y está lo suficientemente loco como para tratar de compartirla o imponerla, pues que lo haga. Más allá de estos goces que se mercadearon en el Encuentro, diría yo que los frutos están una vez más por cosecharse, pues después de todo los Amos, con su Verdad, enseñan. Los esclavos, a su modo, resisten. Tendrán que soportar el nuevo orden existente. No por llamarse psicoanalista, se es algo así. Tampoco yo pretendo hacerlo, en inmodestia o en falsa modestia. Lo dejo como un desafío para cada cual. De acuerdo con Lacan, una vez asumida una postura, queda la impostura que envuelve lo real de tal asunción. Habrá semblante. No queda más que fingir inocencia o responsabilidad, o terminar en una asunción frente al mismo.

Para los participantes, como Amos o Esclavos, queda como costumbre algo que enseñaron los Maestros: una cortesía al escuchar al otro. Desde aquí, una cortesía para quienes compartieron su trabajo, el cual es muy digno del respeto y la consideración. Las preguntas que quedaron sin duda estimulan la semilla a su despliegue en las realidades por venir. Tuvimos una responsabilidad política en los Laboratorios Sociales. Si repetimos una vez más el esquema del Amo y el Esclavo, nunca nos podremos librar de nuestros goces. Termino volviendo a Báez, y su metodología, que es la del Semillero Psicosis y Psicoanálisis: trabajar desde el propio deseo. No pretendo pues, adoctrinar, sino participar en un espacio destinado al despliegue de las potencias de las semillas, entre las cuales me cuento. No nos reunimos allí a hacer hermenéutica de los textos del psicoanálisis: vivimos nuestro trabajo de analizantes. Por ello, aunque reconocemos en Lacan un significante Amo, por lo mismo nos resistimos a adorarlo. Al plantear Laboratorios Sociales, preferimos hablar entre pares, y nuestra diferencia se esgrime en la palabra. Por ello, no decimos que somos científicos cualitativistas, y nos distanciamos de allí, si bien por supuesto, no desestimamos a quien se precie de serlo, siempre que no diga que el psicoanálisis, por lo menos el nuestro, es una hermenéutica.

No deseo comprender, ni ser comprendido, pues cuando el saber desemboca en la personalidad, la infla, y nos hace creer que somos más grandes por comprensivos. Mi deseo finalmente, versa sobre lo imposible y omnipotente de tal posición hermenéutica que se funda en la comunicación. La ilusión democrática también se apuntala en la comprensión. El abismo entre los sujetos, estriba en esa comprensión y las demandas que genera, pues en últimas versa en un ideal imposible por superyoico, y es, después de todo, pretender que el Esclavo tome plenamente su lugar. 

A cambio, como un villano que sabe lo que hace, perversamente y siniestramente, propongo Analizar. Termino diciendo que tenemos el derecho de partir de no creer, pues eso nos hace un poco menos cretinos que los demás, y no nos entroniza en la imagen de buenos demócratas, sabios que comprenden la inocencia y la maldad de los corazones de los que se salen de la media estadística.

Bogotá, Octubre de 2011.   

jueves, 25 de agosto de 2011

martes, 9 de agosto de 2011

EL ESTALLIDO DE LA BURBUJA EDUCATIVA CHILENA

El estallido de la burbuja educativa chilena

Por Adriana Puiggrós *

Reproducido de: Pagina12.com.ar

El “modelo” educativo de Chile ha estallado en mil pedazos, lo cual es un síntoma fuerte del agotamiento del neoliberalismo como forma de la economía, la política y la cultura. No se trata de cualquier experiencia educativa, sino de la que fue alabada, mimada y mostrada como ejemplo hasta hace escasos días por los sectores políticos que abjuran del viejo liberalismo estatista, por los mercaderes de la educación que se han multiplicado como una plaga dejando muy atrás a la escuela privada tradicional, por los que impulsan la meritocracia como mecanismo selector de la población que alcanzará distintos niveles de educación, varios de ellos en campaña electoral en estos días.

En los años ’70 y ’80, sociopedagogos como Bowles y Gientis, Basil Bernstein, Baudelot y Establet y Pierre Bourdieu, entre otros, denunciaron en un lenguaje científico que los sistemas escolares ratificaban las pertenencias de clase previas de los alumnos y cuestionaron fuertemente que la escuela promoviera la movilidad social. Sus conclusiones eran escasamente generalizables en referencia a los sistemas escolares del siglo XX. Pero lejos de haber servido a la superación de las disfuncionalidades de esos sistemas, hoy pueden leerse sus apreciaciones como pronósticos del modelo que implementaría el neoliberalismo.

La condición para que la educación –en lugar de distribuir democráticamente la cultura y colaborar en la nivelación de la instrucción pública y la formación científica y técnico profesional– se tornara en un dispositivo reproductor de desigualdad fue destruir la unidad de los sistemas escolares, privatizar todas sus instituciones, desjerarquizar a los docentes y retirar del Estado toda la responsabilidad que fuera posible. Es lo que se hizo en Chile, donde cursar la educación primaria y secundaria requiere del pago mensual, restando un mínimo de educación gratuita de pésima calidad para los más pobres, y el costo de la educación superior es inaccesible hasta para la clase media. Las universidades chilenas están entre las más caras del mundo, de acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un organismo que ha incorporado a la educación entre los bienes transables y que impulsa el libre mercado de educación superior, así como el retiro de los Estados de todo tipo de inversión y supervisión sobre las universidades.

No podemos dejar de señalar que pocas publicaciones de organismos internacionales han dejado de admirar al modelo educativo chileno y que muchos de los político-educadores neoliberales han exhibido estadísticas muy favorables a ese modelo. Desde la orilla en la que se defiende la educación pública, el papel principal del Estado, el derecho a la educación del pueblo, la gratuidad de toda la educación, incluida la educación superior, descreímos de esas informaciones que denunciamos frecuentemente como basadas en falsas premisas. El más burdo ejemplo es que se muestra como ejemplo de la inversión chilena en educación, que es de un 6 por ciento, sin aclarar que más de la mitad es privada y que parte de la pública se ofrece en forma de créditos que encadenan a las familias por décadas para que sus hijos estudien. Precisamente uno de los elementos de la actual crisis es la imposibilidad de sostener esos créditos; se trata de una situación comparable con la española en relación con la burbuja inmobiliaria.

En Chile, los criterios de la educación instalados desde la época de Pinochet fueron enriquecidos por el neoliberalismo pedagógico que dentro de la Concertación ganó terreno y dio origen a la burbuja educativa. Sus engañosos componentes son términos como “calidad”, “excelencia” educativa, eficiencia de la inversión, equidad (término que en el “modelo chileno” opera permitiendo cobrarle la educación a la mayoría con la excusa de balancear la inversión que el Estado hace con algunos pocos), que en el marco del discurso pedagógico neoliberal adquieren contenidos estigmatizadores y discriminadores. En nombre de la eficiencia se transfirieron las escuelas y los colegios a los municipios, que a su vez arancelaron la prestación o se deshicieron de las escuelas privatizándolas. Esa situación tampoco aguanta más y el movimiento de secundarios, la “revolución pingüina”, que comenzó ya en los años del gobierno de Bachelet, se ha generalizado y superado ante la profundización de las injusticias educativas por parte del gobierno de Sebastián Piñera, que desde su postura conservadora no ha podido pensar más allá que en emplear un decreto firmado por Pinochet en 1983 para reprimir a los estudiantes.

Las demandas del movimiento estudiantil-docente chileno están contempladas en la Ley de Educación Nacional y en el conjunto de la política educativa argentina que han llevado los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner. En la Argentina sólo la inversión estatal llegó al 6,5 por ciento en educación, y nuestras universidades reciben con los brazos abiertos a los hermanos chilenos que vienen de a cientos a seguir su formación profesional. La educación pública es una tradición argentina y a ella se debe que nuestro pueblo siga teniendo la cultura que le ha permitido reconstruir el país en los últimos ocho años al compás de los gobiernos que ha elegido. Chile también tenía una tradición de educación pública y democrática. Su pueblo no lo ha olvidado y hoy emerge como un ejemplo inverso al “modelo neoliberal”: los sucesos de estas horas demuestran que si la educación se reduce a las leyes del mercado en algún momento emerge la sociedad profunda reclamándola como propia.



* Presidenta de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados.


viernes, 3 de junio de 2011

LA EVALUACIÓN Y SU RELACIÓN CON EL CASTIGO

LA EVALUACIÓN Y SU RELACIÓN CON EL CASTIGO

Por: Rosendo Rodríguez Férnandez

De Alba, Díaz, y Viesca(1) señalan que, de manera tradicional por, así decirlo, el término evaluación se ha interpretado de muy diferentes maneras, careciendo de univocidad en su significación. Esta polisemia obedece a una situación social que la hace posible. Los autores, además, se refieren al uso que se hace actualmente del término, más con intención de presentar una imagen de seriedad académica, conceptual, y administrativa.

Según este enjuiciamiento, el término tiene su origen en la sociedad estadounidense, satisfaciendo una demanda de determinados espacios sociales en los que se desarrollan sus “significados implícitos”. (2)

Llaman la atención sobre el hecho de que el término evaluación se usa de manera indistinta por diferentes disciplinas, donde el término no obedece “...a una conceptualización y a un rigor lógico en este campo.” (3)

Sitúan la génesis del término en el contexto del desarrollo de la teoría de Taylor, en la búsqueda de la racionalización de los tiempos y movimientos de los trabajadores, para sacar el mayor provecho del recurso humano en el proceso de industrialización de los EE.UU. De allí el término se extrapola a otras disciplinas o “saberes específicos” para asegurar la eficacia demandada por el capital. Allí el significado latente del término es el control.

Obsérvese un aporte de Michel Foucault, que arroja otras luces sobre esta genealogía: “El castigo ha pasado de un arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos. Y si le es preciso todavía a la justicia manipular y llegar al cuerpo de los justiciables, será de lejos, limpiamente, según unas reglas austeras, y tendiendo a un objetivo mucho más “elevado”. Como efecto de esta nueva circunspección, un ejército entero de técnicos ha venido a relevar al verdugo, anatomista inmediato del sufrimiento: los vigilantes, los médicos, los capellanes, los psiquiatras, los psicólogos, los educadores.” (4)

Este planteamiento vincula la educación con el aparato del poder; en tanto que edecanes de la justicia y las buenas costumbres, la salud y otras categorías, para los sujetos implicados en procesos educativos se trata de mantener a toda costa un orden: el derecho divino de los reyes. Quien ofende a la justicia, ofende al rey y a Dios mismo, por lo cual el soberano tiene derecho a castigar, según la naturaleza de la ofensa.

Esta situación, muy propia de la antigüedad y la edad media, aún tiene vigencia en determinados contextos socio-culturales, obviamente no en la dimensión corporal (imaginaria) que documenta ampliamente Foucault, sino más bien, inscrita simbólicamente en el orden social, como un producto derivado de toda una época de fascismo generalizado.

El castigo revela su importancia en el marco de la judicialización de los comportamientos que amenazan la integridad de unas instituciones fundadas en tradiciones culturales autoritarias en esencia.

Dejando entre paréntesis la investigación de Foucault, con De Alba y colaboradores, los autores tocan otro aspecto esencial. Se trata de la formulación de un juicio de valor, implicado en un procedimiento de evaluación. Invitan a la trascendencia del significado del término en tanto que control. Se propone tomar en cuenta las condiciones sociales en las que tienen lugar los referidos procesos, donde aparece una relación dialéctica entre condiciones determinantes y determinadas, o “espacio formulador” del juicio valorativo. (5)

En dicho espacio, quien evalúa tiene un margen de autonomía, donde es fundamental en la construcción del juicio de valor “el lugar conceptual que permite su comprensión”, siendo el “punto de partida para el señalamiento de ciertas dimensiones en el proceso evaluatorio no consideradas inicialmente, como pueden ser la ideológica o la política.” (6)

Ábrase en este momento el paréntesis para dar cabida nuevamente a Foucault. En el campo del derecho penal, se tiene que el juez es una figura que empieza a distribuir su función de castigar entre los científicos, quienes hábilmente difuminan la asunción de la responsabilidad del ejercicio del poder. (7)

Esto tiene una importancia cardinal en lo que respecta a los procesos de evaluación. En las instituciones educativas el recurso a una autoridad difusa, que se rige por unos mandatos a los que debe obediencia, se caracteriza por el ideal de la justicia sin rostro.

Así, los docentes aplican evaluaciones (medidores de rendimiento académico de corte industrial), tomando la responsabilidad de enfrentar directamente la situación con el estudiante. Reducidos a aplicar, no a reflexionar sobre estos quehaceres, muchas veces se equiparan a la última figura que ve un condenado: el verdugo.

Foucault plantea que en cada cuerpo habita un juez o una víctima, o un héroe, etc., el que ejercerá el poder de manera consecuente, pero velada a sus propios ojos. Así que el juez oculto en cada humano, emerge en cada acción del otro, colocándose por encima de sí mismo, (8) y de quien es juzgado, poniendo en ejercicio el poder que le confiere una imaginaria autoridad moral.

En las instituciones educativas es fácil detectar, a través de los usos del lenguaje y las actitudes de la gente, enjuiciamientos sobre las acciones y las producciones de los otros. El esquema planteado por Foucault calca la situación judicial que se vive entre profesorado y alumnos, sujetos a una estructura institucional investida de autoridad, que gravita sobre ese principio.

Esta relación entre derecho y ciencia más ampliamente detallada postula que la naturaleza de ciertas conceptualizaciones de la ciencia y sus aplicaciones, en esencia, son punitivas. Como en el caso de la administración educativa, donde en algún momento histórico los profesores se podrían equiparar a los antiguos capataces.

El aspecto administrativo se retoma por cuanto ha determinado el curso de las sociedades en buena medida, en tanto que su modelo de planeación, a pesar de los fracasos documentados de los planes nacionales de desarrollo, ha devenido en un enfoque para la gestión en las instituciones.

El enfoque administrativo ha adquirido relevancia en el aseguramiento de la “eficiencia de diversos sectores, tales como educativo, industrial, de salud, de otras secretarías de Estado, etc.” (9), al parecer, sin muchas objeciones ni cuestionamientos de parte de sus usuarios.

Dicho enfoque en el sector educativo genera unas “contradicciones estructurales” que impiden que la evaluación en éste terreno sea estudiada dentro de la especificidad y complejidad propias de la disciplina educativa. (10)

En este sentido, los autores destacan la influencia de algunas nociones de la administración, como el control de la gestión en tanto que “eficacia, productividad y rentabilidad en la empresa.” (11), y de “auditoría administrativa” en tanto que “...revisión objetiva, metódica y completa, de la satisfacción de los objetivos institucionales, con base en los niveles jerárquicos de la empresa, en cuanto a su estructura, y a la participación individual de los integrantes de la institución.” (12)

Si se considera la concepción de la institución educativa como una empresa productora de servicios, su evaluación partirá de indicadores, obviando los criterios de selección y los elementos que los conforman, y asignando puntuaciones de acuerdo con una escala. (13)

El uso de estas escalas está fundamentado arbitrariamente; el hecho lo reconoce Carr, afirmando que el último determinante es la opinión de un “experto”, que recurre a otras fuentes de información para determinar la relación costo/beneficio. (14)

De Alba y colaboradores señalan que la necesidad de evaluar las instituciones educativas con base en la cuantificación de unos indicadores, con miras a mostrar resultados irrefutables, constituye el reflejo de unos problemas, que se retoman aquí de manera sucinta: a. En el contexto de la tecnología tecnocrática, el aspecto educativo se mira desde una metodología inadecuada, en tanto que aborda lo formal, sin importar la explicación y comprensión de la realidad educativa., b. Al provenir los datos de indicadores definidos arbitrariamente, y constituirse en la base del análisis que deviene construcción reemplazante de la explicación y comprensión de la realidad, se cuestiona su aconceptualidad en tanto que tal. De esto se deriva que, al constituirse el dato y su análisis como el sustitutivo de la teoría, se imprime la inconsistencia discursiva en el plano de la administración de la educación.

Como aporte, queda que se requiere la conceptualización del proceso de evaluación: “...la deficiencia mayor que apreciamos en el discurso y en las acciones actuales de evaluación de lo educativo es la omisión de una dimensión propiamente teórica o conceptual, esto es, que la interpretación del dato, y, por lo tanto, la búsqueda del sentido de lo educativo, adquieren valor a partir de los conceptos teóricos desde los cuales se construye su significado.” (15)

Concluyendo, a la evaluación como “hacer técnico” se opone la concepción de “hacer social”, predominando en la actualidad la primera, como efecto y acción de los enfoques administrativos, opción que se toma “con excesiva confianza (...) cuando se realizan evaluaciones.” (16)

Hasta aquí, puede verse un planteamiento en que la evaluación se asocia a una ciencia del control, donde el control mismo tiene una justificación mística, siendo ésta la de la “verdad- científica”, y los procedimientos los propios de la administración: auditoría y represalia. La punición frente a lo que no sea un estadístico rendimiento, es lo que termina en el número que califica. (17)



Notas



(1). De Alba, A., Díaz, A., y Viesca, M. Evaluación: Análisis de una noción. En: Díaz Flórez, O. (comp.), Evaluación del Aprendizaje en la Educación Superior a Distancia. Bogotá: FCSH y E., UNAD, 2001, p. 69 y siguientes.

(2). Ídem., p. 70.

(3). Loc. cit.

(4). Foucault, M. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la Prisión. Madrid: Siglo XXI Editores, p. 18.

(5). De Alba et al., pp. 80-81.

(6). Loc. cit.

(7). Foucault, M. Vigilar y Castigar. El Nacimiento de la Prisión. (27ª. Edición). Bogotá: Siglo XXI Editores, p. 29.

(8). En el sentido de que pasa por encima de sus propias acciones. En la terminología popular derivada del cristianismo, con frecuencia se escucha una sentencia relativa al acto de juzgar, y a quien juzga, el que sería capaz de “ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio”.

(9). De Alba et al., p. 83.

(10). Ídem., pp. 83-84.

(11). Abtey, citado por De Alba et al, p. 85.

(12). Fernández, citado por De Alba et al., op. cit., p. 85. Aquí puede decirse que, no importa el perfil del estudiante, siempre que tenga dinero en el bolsillo. Por otra parte, habría lugar a una discusión con implicaciones jurídicas y éticas, pues la educación, en la democracia, es un derecho fundamental.

(13). Ídem, p. 86.

(14). Carr, citado por De Alba et al., op. cit., pp. 86-87.

(15). De Alba et al, op. cit., p.88.

(16). Ídem., p. 89.

(17). No obstante, hay que considerar la inversión de la relación que también señala Foucault en la obra citada, entre el verdugo y la multitud, e incluso el propio juez, que terminan por simpatizar con la víctima. En este sentido, la intrusión de lo que puede llamarse “lo subjetivo” en la calificación, que implica que ésta ya no diferencia entre un estudiante y un cliente, y por consiguiente, “todos pasan”.


lunes, 24 de enero de 2011

CARTA AL CAMPO FREUDIANO

Carta al Campo freudiano

París, 9 de enero de 2011

por Jacques-Alain Miller

Tomado de: Boletín Voz a vos

Queridos colegas y amigos,

En este comienzo del año 2011, veo venir el final de un trabajo que me ha requerido desde hace tiempo. En efecto, acabo terminar la redacción de lo que se llama, propiamente hablando, El Seminario de Jacques Lacan, es decir, los 25 Libros que van desde los Escritos técnicos de Freud al Momento de concluir. Aún queda, en lo más esencial, dar la última vuelta a un único manuscrito, el del Libro VI, El Deseo y su interpretación, del cual ya hice aparecer en otro tiempo seis lecciones.

Además de esos 25 Libros, he establecido igualmente el texto de cuatro Seminarios - por orden cronológico: el Seminario inicial de 1951-52, sobre el Hombre de los lobos, del cual subsisten algunas notas de oyente; los Seminarios topológicos, de los cuales subsiste poco, que fueron dictados después del Momento de Concluir; y el Seminario último de 1980, contemporáneo de la disolución de su Escuela por Lacan.

Llevado desde hace un año a consagrar al Seminario todos los momentos de los que podía disponer por fuera de mi práctica, he estado sin duda menos presente para mis amigos, mis colegas, para todos vosotros. También por esta razón tuve que posponer el reinicio de mi seminario.

A sus fieles oyentes les propongo una cita en el mismo lugar, el miércoles 19 de enero a las 14 horas. Hablaré del punto en el que está la redacción y la publicación del Seminario y anunciaré sobre qué tema y en qué condiciones continuaré mi curso en 2011.

Les deseo un buen año,

Jacques-Alain Miller




sábado, 27 de noviembre de 2010

LA BUROCRATIZACION DEL PROFESOR UNIVERSITARIO

LA BUROCRATIZACION DEL PROFESOR UNIVERSITARIO

WALTER PRAXEDES



En una carta al profesor Fernando de Azevedo, de 13 de noviembre de 1935, el sociólogo Gilberto Freyre confiesa a un amigo que jamás asumiría "deberes definitivos de profesor", y se explica: "Tengo miedo de burocratizarme - y la burocracia pedagógica es la más esterilizante”.

Cualquier profesor universitario sabe que sus obligaciones rutinarias no le dejan mucho tiempo para realizar su proyecto de vida como alguien que labora en búsqueda del conocimiento para mejorar la acción educativa.

Miembro de comisiones administrativas, autor de numerosos e inútiles informes y participante de reuniones sin fin, el profesor universitario tiene su tiempo de investigación y de enseñanza robado. Además, si le sumamos a esto el tiempo dedicado a la búsqueda de alianzas políticas en defensa o ataque feroz y competitivo, encontraremos un pseudo-profesor que investiga precariamente, y precariamente escribe y enseña.

Como advirtió en los años setenta Florestán Fernandes, el profesor universitario está en peligro de dejar de ser un investigador, un científico, para convertirse en un mero funcionario que cumple a medias los horarios y firma las asistencias, dejando bajo la alfombra del cumplimiento estricto de las normas, su cobardía, mediocridad y falta de creatividad.

Ahogado por la burocracia y corrompido por la competencia por cargos y prestigio institucional, el profesor universitario queda convertido en un repetidor mecánico – si al caso -  de aquellos pensadores que han conseguido que sus proyectos de vida sean lo contrario de lo que el profesor burocratizado hace del suyo.

La sentencia para esta decadencia ya fue proclamada por Hegel:
 "El espíritu se muestra tan pobre que, así como el peregrino que anda perdido en las arenas del desierto se conformaría con un simple sorbo de agua, así también el espíritu sólo parece aspirar a refrescarse y aliviarse con ese somero y paupérrimo sentimiento de lo divino en general. Y, precisamente por aquello con lo que el espíritu se conforma, puede medirse la magnitud de su pérdida.

La competencia meritocrática en la vida universitaria, incluso puede producir genios, pero todos sabemos cómo produce, además, neuróticos y esquizofrénicos. Estas obsesiones se convierten fácilmente en introversión narcisista. El temor a la audacia en la búsqueda de lo nuevo nos hace cada vez más conformistas.

Creo que tenemos que pensar en nuevas posibilidades de la re-educación de aquellos que tienen como misión la educación de nuevas generaciones. He estado tratando de imaginar alternativas que apunten en dirección de nuestra re-educación. Todavía no he llegado a ninguna conclusión que se pueda presentar para el debate, pero no tengo ninguna duda de que la responsabilidad por la pasividad, la evasión o el oportunismo y la falta de compromiso con el conocimiento por parte de muchos de nuestros estudiantes se puede atribuir a los ejemplos que les presentamos.

jueves, 4 de noviembre de 2010

III ENCUENTRO DE TRABAJADORES DE SALUD MENTAL Y III SEMILLEROS DE SEMILLEROS DE PSICOANALISIS (UNA SINTESIS)

III Encuentro de Trabajadores de la Salud Mental Y III Encuentro de Semilleros de Psicoanálisis. (Una sìntesis)

Clínica de la Psicosis y Psicología Social

Rosendo Rodríguez Fernández

Grupo de Investigación Psicosis y Psicoanálisis


"La castración quiere decir que el goce debe ser rechazado para que sea alcanzado en la escala invertida de la ley del deseo."

Lacan, Escritos I.



¿Qué decir, por un lado, de la Clínica de la Psicosis, y por otro, de la Psicología Social?

Para empezar, se tiene la psicología social. Algunos trabajos, inspirados por Enrique Pichòn Rivière, han sugerido el camino de los grupos, para abordar la psicosis. Trabajo centrado en tareas, donde hay una coordinación. Al parecer, la actividad tiene un papel importante en el trabajo con psicóticos institucionalizados. Se tiene todo un discurso, en tanto que hace lazo social, sobre la Psicosis.

En trabajos anteriores, ya se han señalado algunos caracteres de ese discurso. Se ha insistido en la institucionalización de los trastornos de personalidad, y los trastornos afectivos, en el DSM-IV, como forma estándar de catalogar, diagnosticar y tratar la psicosis.

Y hay un acuerdo transdisciplinario que sostiene este discurso. Tal vez incluso, hace semblante del gran Otro, de modo que no gratuitamente se puede tomar la sentencia de Marcelo Pérez, el psicoanalista argentino, que dice escuetamente que un terapeuta no es famoso porque cura, sino que cura porque es famoso.

Así que las demandas de curación, provenientes del Otro, no pueden dejarse de lado en referencia al trabajo con “pacientes” cuyo proceso es visto como “trastorno del afecto” o “trastorno de la personalidad”. Recordar, es preciso, que el gran Otro es el lugar de donde emerge el deseo. En este caso, el deseo de curación del trastornado, que cae bajo un eufemismo cuyo sentido sería “no etiquetar” al “usuario”.

En el fondo, la demanda de curación, proveniente del Otro, viene por el reverso de este Ideal del Otro, que cubre la falta en ser y sostiene las identificaciones del sujeto. (Eidelberg, ) El papel, pues, de este Ideal del Otro, el de la curación, el de la fármacoterapia, el de las promesas de los neurocientíficos, que de todos modos no llegan con plenitud a Colombia, no es despreciable en la Clínica de las Psicosis, pues es modelo hegemónico.

¿Cómo entra allí el psicoanálisis? ¿De qué modo interviene el “agente de la castración” en instituciones cuyo ideal es la curación de trastornos mentales? ¿Estos diagnósticos, de qué modo influyen en la fenomenología de la cura? ¿Es viable hacer discurso del analizante con un sujeto de la forclusión?; en último término, ¿De qué lado terminan el psicólogo y el psicoanalista, en la relación con sus significantes, hablando del vínculo social? En otras palabras, ¿Cuál es su defensa? ¿Qué defienden uno y otro… y otro?

Psicología Social

En el III Encuentro de Semilleros de Psicoanálisis, realizado a la par que el III Encuentro de trabajadores de la Salud Mental, organizado por el grupo de investigación Psicosis y Psicoanálisis, bajo la dirección de Jairo Báez, aparecen varios postulados que se toman en este escrito como objeto de discusión.

Surge por ejemplo, la paradoja entre la presentación de un programa dedicado a la curación de la psicosis, cata-logada como esquizofrenia, trastorno de la personalidad o trastorno del afecto, con poca claridad en la medida en que universos simbólicos provenientes de la psiquiatría clásica y actual, se mezclan de manera prolija con los que provienen de la psicología “multienfoque”, con su historia; y la de la psicología con enfoque analítico, bautizada así en el III Encuentro, en razón de la intervención orquestada desde la práctica en psicología, como requerimiento para un grado en esta disciplina, también recortada por dos versiones del Otro: el institucional y el de los Semilleros de Psicoanálisis.

Desde el Semillero, se observa el recorte, la progresiva delimitación del campo de la práctica de la psicología con enfoque analítico –imposible llamarla simplemente Psicoanálisis, en razón de la ausencia de un reconocimiento de las agremiaciones psicoanalíticas, lo cual es ya otra paradoja, aunque dicho sea de paso, el Semillero es reconocido por la Fundación Universitaria Los Libertadores y Colciencias, en el campo de la Psicología – con una apuesta claramente lacaniana, y siguiendo un postulado de Jairo Báez: “En el semillero cada uno trabaja desde su propio deseo”.

Esa delimitación progresiva ha tomado el camino del análisis, señalado por Lacan. Tomo aquí un momento de la historia de la teoría del propio Lacan, relativa a su intervención frente a las instituciones, y en concreto ante la institución analítica: su excomunión de una organización freudiana, pues no se aceptaron sus ideas -lo cual considero legítimo desde unos dogmas religiosos – y su abdicación como padre de otra institución, ante la paradoja de la institucionalización del psicoanálisis.

Esta es la apuesta del psicoanálisis, entendida así por quien escribe: institucionalización-análisis. Es la confrontación con el significante del Nombre del Padre, por la vía del discurso del Analista que hace escucha a las diferentes versiones del discurso del Amo. Se hace necesaria esta confrontación, no la eliminación –por otra parte imposible – de este significante por el sujeto, y el producto es lo que queda de ella, el análisis.

De la instauración del Significante del Nombre del Padre, único significante para el Padre, cuya función es la fundación del sujeto, se desprende la institucionalización. La familia, un dispositivo defendido incluso por la psicología, es una institución con roles derivados de las viejas instituciones greco-latinas, en las que, como señala Jairo Báez, en el Semillero de Psicoanálisis, el Padre era el dueño de un pedazo de tierra, y todo lo que allí estaba contenido.

La familia, con sus avatares históricos, ha sido considerada, después de Desjardin, como la célula de la sociedad. La biologización de las lógicas sociales no es gratuita. Finalmente, se habla de “organización”, o de la conformación de órganos, que se nombran así y se convierten en instituciones, marcadas por los discursos de la fisiología.

Toda una funcionalidad de los órganos, es lo que aparece bajo otras imágenes, en el plano social. Y algunas disciplinas sociales, se encargan de abordar estos fenómenos de estructuración y funcionalidad, unas sosteniendo sus discursos, otras atacando allí, en ese plano.

Y esos órganos, como en la medicina, se nombran, y se reconocen en su estructura y función. Y por supuesto, como buenos médicos, ingenieros del órgano, las organizaciones se “medicalizan”, se “patologizan”.

Allí hay psicologías sociales. Unas, las funcionalistas, no cuestionan al órgano, sino a su función, y la tratan a la vieja manera médica: hacen lecturas sintomales, como se expresaba un viejo maestro de psicología de la Universidad Nacional en los años ochenta. Esas son las psicologías de taller. Son las del abordaje cualitativo, con dinámicas de grupo. Rápidamente, tienen propuesta, con objetivos y metodología, dirigida a un departamento de la organización, alguno quizá bautizado de “Recursos Humanos” según un viejo logo, o de “Bienestar Social”, según los nuevos nombramientos.

Hay otras psicologías, que trabajan con sistemas de economías de fichas, sistemas de incentivos, formas de premiaciones al “empleado del mes”, o dedicados a celebrar cumpleaños y a utilizar los esquemas heredados de Taylor, y sus reforzadores. En todos lados, incluso en el III Encuentro, hay tiempo para un “break”.

Y para variar, los órganos producen. Es la productividad lo que permite hacer la lectura sintomal, y es en tanto que se afecta esta productividad que se interviene sobre la función del órgano. Se interviene removiendo a un funcionario deficiente, por otro más eficiente. Lógica de la mecánica, lógica del repuesto. Lógica del consumo.

En este contexto, donde las disciplinas surgen, haciendo gala de su significante, como dispositivos para disciplinar, -recuérdese al señor Michel Foucault, que señala en su Historia de la Locura, el nacimiento de la psiquiatría como dispositivo de control y más nada – el pensamiento de los individuos, sus hábitos, su decir; la psicología de enfoque analítico, llámese psicología analítica, opone otros Nombres del Padre.

Se trata, no de otra perspectiva, no de otra mirada. Se trata de otros significantes del Nombre del Padre, si se permite esta expresión que, por no estar del todo refinada en concordancia con la teoría de Lacan, puede resultar torpe.

En algunas ponencias, como en la de Jorge Mario Karam, en el III Encuentro de trabajadores, resulta evidente el debilitamiento de los semblantes paternos, del que habla Eidelberg. Trae a colación a H. G. Wells, a Julio Verne, y a la representación de sus “Proféticas” obras en el cine y en la Radio, a cargo de Orson Welles, en New Jersey, y Radio Quito, Ecuador, años más tarde.

Como todo, lo que hizo Welles en su tierra se replicó en Ecuador con efectos desastrosos. Una invasión de extraterrestres terminó en la destrucción de la estación de radio, con algunos muertos de por medio. Ejemplo muy claro de factura del mundo en un lado, y de vivencia del mismo en el otro, con algún retraso. Repetición, quizá diría Freud.

Se trata del significante del Nombre del Padre, forcluido. Rechazo del Padre, del orden patriarcal, cosa ya dicha muchas veces, y advenimiento del deseo materno, casi en pleno. Discursos que anclan a los significantes maternos, de los que los discursos feministas se esmeran en sostener una relación de objeto “mejorada”.

Ahora que las mujeres son mejores que los hombres, en la ideología, y el mismo Dios dejó de ser un Padre, para advenir Padre-Madre, las Leyes y las Constituciones Nacionales sostienen la igualdad de Derechos, y hacen prédica constante de los Derechos Humanos, lo reprimido en lo simbólico retorna en lo real, a la Freud.

Las instituciones, sobre todo multinacionales, son las que nombran. Son los nuevos Nombres del Padre. Ya no es Edipo, sino cualquier brillante logo en la cima de un rascacielos, en el membrete de una institución, lo que nombra, lo que regula las relaciones entre unos y otros objetos de las organizaciones.

Son los “ingresados” y los “egresados”, los que reciben una insignia del Otro, insignia que se porta, y que se usa como referente de identidad. En este sentido, se tiene desde allí toda la dinámica de las agremiaciones, agrupamientos, conjuntos. Los universos simbólicos se constituyen desde estas insignias.

Y como señala Lacan, citado por Berenguer (n. d.), los Ideales del Otro sostienen el deseo de los sujetos. En ese sentido, tomando la lógica del fantasma, lacaniana, que desarrolla en su planteamiento de los discursos, puede afirmarse que el discurso capitalista, el discurso que no hace vínculo social, y que por ello es dudoso que sea discurso, sanciona la legitimidad del tener en tanto se incrementa el capital.

Pero el Capital es el Nombre del Padre de la posmodernidad, que funda a un sujeto para el cual no hay garantías del Otro en los demás universos simbólicos, salvo en referencia al Capital. El advenimiento de un objeto, que en los tiempos de Marco Polo era un documento que representaba un monto, una riqueza en semovientes, al lugar del Otro, sustituyendo o relegando otros Nombres del Padre, los de la Modernidad para variar, la Ciencia y Dios – In God we Trust, slogan del dólar – impone un Otro para todos los semblantes del Otro.

Si en la época de Freud la neurosis obsesiva se reveló en relación con este significante –historial del hombre de las ratas, obsesionado con la crueldad de un tormento y un deseo ligado a la voracidad de estos animales con respecto al recto del paciente, siendo las ratas en alemán un significante del dinero- y se traducía en la relación entre el hombre de negocios que sostiene al buen Dios en su trono, temeroso de su deseo de ser poseído por éste –rata devorando el ano, dinero devorando el ano, asociado al temor por la muerte del padre y un amor que encubre el deseo ligado a este temor-, en la actualidad la neurosis obsesiva se revela en relación con el discurso que no hace discurso, que empuja al sujeto que hace forclusión del Nombre del Padre por los significantes maternos y hace del dinero el falo que amenaza introducirse per anum, como variante de la posesión del falo paterno.

El Capital y el Ano. Un discurso en relación con un significante primordial, que hace tensión con un objeto, que para variar, sujeta. La sujeción del capitalista a lo que elegantemente por allí algún psicoanalista llama el “carácter anal”, puede verse en la multiplicidad de discursos que tienen que ver con el viejo mito infantil del nacimiento de los niños por el ano, siendo el excremento el niño.

¿Y qué individuo de la posmodernidad, no pasa por la admisión –manducación- en las organizaciones?

¿Cuál no pasa por su digestión – ubicación en un puesto de trabajo, desarrollo de su vida laboral como funcionario, ubicación como aprendiz, en educación – por parte del aparato de la organización, de la empresa?

¿Cuál no termina siendo, en efecto, un excremento, a la vez producto –los funcionarios habitualmente son una mierda- y desecho de las organizaciones?

¿Quién no termina desempleado o pensionado? ¿Quién no termina graduado? Se trata de la expulsión de la excreta, equiparable primitivamente a un parto por una cloaca.

El Padre, expulsado de la sociedad, un residuo de ésta, en tanto que es un proveedor –la mujer lo desea en tanto que bello, maduro pero juvenil, prestante y holgado, responsable, y encima de todo, ¡Buen amante!- cuyo fallo es una de las salidas más castigadas y reprobadas en la actualidad, es un objeto en tensión con un significante que termina siendo portador de muchos Ideales.

La distancia entre el padre real y el padre imaginario de la actualidad, comporta un enorme malestar a quien se le ocurra utilizar el pene para algo más que vehiculizar la excreta. En tanto que Ideal, el discurso del Padre tiene unos matices kantianos tan llamativos como ilusorios e irrealizables. Tortura al padre real, el cual queda sepultado por los imaginarios, y por la fuerte demanda ligada al orden simbólico en que está inscrito.

Puntualizando, diferénciese entre el Padre, el objeto que entra en tensión con el significante, y el Significante del Nombre del Padre, el cual articula y estructura la realidad del sujeto. Un padre es exigido como Padre, desde que está en relación con el discurso paterno en el cual se inscribe, y esta inscripción solo es posible en la medida en que se ha instaurado el significante del Nombre del Padre, arrasando la naturalidad del organismo.

Resumiendo, se tiene hasta aquí, una psicología social como discurso que sostiene al padre en su sitial de honor, con sus versiones y narrativas a la Rorty, apuntaladas en las contingencias (citado por Berenguer, n. d.); y otra, la psicología analítica de este Semillero de Psicoanálisis, que aborda la lectura de las organizaciones remitiéndose a los significantes que sirven de trama para los discursos.

Se encuentra, de modo inquietante aunque no nuevo, que el Padre ha retornado en lo real, con una brutalidad calificada como salvaje en lo que respecta al devenir del capitalismo como discurso que no hace vínculo y refuerza el narcisismo, y que sostiene el deseo –más bien el goce- de cada uno de los excretados por las instituciones.


Clínica de las Psicosis

Esta, la locura, se ha institucionalizado, Las disciplinas, como se decía arriba, citando a Foucault, han surgido como dispositivos de control, dispositivos de poder, ligados al goce de los funcionarios, llamados de modo elegante “Doctores”. Son capataces, mandos medios, necesarios para esgrimir el látigo y poner todo en orden. Se trata de sostener el sentido del símbolo, y el capataz tiene discursos, unos más afinados que otros, para propiciar el autocontrol, e incluso la autodelación, y la autoincriminación.

Óscar Rojas, en el III Encuentro de Trabajadores, muestra el caso de una mujer encarcelada, injustamente bajo el discurso de la justicia, que vivía “feliz con sus hijos” hasta el momento de la cárcel. Retorna al mundo “con la mirada de todos sobre ella”, siendo vista, señala Rojas. No es el discurso de la autoincriminación, culpabilización, etc., lo que la induce a la cárcel. Es ese plus, relacionado con el significante del Nombre del Padre, asociado pues, a la privación de su felicidad y a la caída bajo su mirada. Termina siendo gestada como presidiaria por la Cárcel, y se inscribe en un semblante paterno. Porta las insignias del gran Otro, y en una versión particular del goce, es “mirada”.

Paola Daza, Carol Fernández e Ivón Benavides presentan un caso clínico, donde los dibujos de un paciente apocopado como A., muestran un neurótico obsesivo afectado por delirios, afectado por una sintomatología que lo nombra como “esquizofrénico”. El sujeto escucha voces, y queda determinado por las órdenes que recibe de las mismas. Es intervenido según una práctica nombrada como “Taller”, objetada por Jairo Báez. La réplica de Jaime Velosa, autor del nombre del taller, es aclaratoria.

Hay aquí efectos discursivos de la psiquiatría clásica, el psicoanálisis, la psicología de los talleres, y del discurso del analista. El resultado de varios discursos, varios semblantes paternos, de los cuales, el desafío es llegar a un discurso que no haga semblante. Así, la ponencia de Daza y compañía pierde su vigor, centrado en mostrar lo fallido de un nombramiento, lo arbitrario de un diagnóstico, necesariamente adscrito a un orden simbólico, a un discurso clínico que por su lógica interna no falla, sino que su falla está en su relación con el objeto.

Es el problema de hace del mundo un efecto poïético del lenguaje, dando lugar al pleonasmo por mor de la claridad. Así, el psicólogo hace un esquizofrénico con un catálogo a mano y el auxilio de la farmacología con visto bueno del psiquiatra, y el analista hace del objeto un neurótico obsesivo… un sujeto con ciertas garantías, o al menos la posibilidad, de llegar a ser analizante.

Es el problema de la psicología social, que planteada desde la psicología analítica, muestra al sujeto en vínculo a partir del discurso. Muestra sujetos imaginarizados por los discursos, encuadrados en sus lugares, desde donde operan por mor del discurso, poniendo en el terreno de la competencia cada semblante de la clínica, con sus efectos.

Y al loco, enloquecido con tantas clínicas y tantos sentidos a los que es adscrito, para fortuna de él, quizá ignorándolos todos. Sin embargo, el loco es un paranoico al que verdaderamente persiguen los neuróticos. Velosa muestra a Lacan y su Aymèe, su Amada, a quien termina arrebatándole a su hijo, Anzieu, discípulo y analizante, a la vez que hijo de su amada y analizada psicótica. Muestra Velosa que hay verdad del sujeto en el delirio.

En esta dirección, Diego Quintero puntualiza de manera muy pertinente, que el psicótico es discriminado, obviamente en el hospital, pero también en la comunidad. Es preciso conceder que es posible que los lugareños no estén habituados al trato con los “pacientes”, pero en cualquier caso, Quintero reporta signos claros de discriminación. Ejemplificando, en el curso de un festejo pueblerino, la repartición de vales para alimentos y bebidas no contempló a los psicóticos. Tampoco hubo mucha interacción entre la concurrencia y los pacientes.

A los psicóticos no se les toma en serio, no se les cree. Aún hospitalizados, la atención es precaria. En una institución de intervención terapéutica, reporta Quintero, no hay suficientes profesionales, no hay psiquiatra ni psicólogo, y el número de enfermeros es escaso.

Como aporte del dispositivo analítico, durante la práctica de Quintero, un logro claro fue la dedicación de muchas horas de atención a pacientes delirantes, críticos, a través de la cual se logró contener la violencia y agresividad sin requerir de procedimientos tradicionales tales como la sedación y el uso de la camisa de fuerza.

Ciertamente, los trabajos de Daza, Fernández, Benavides, Quintero, y otros, recuperan la escucha y el silencio, para permitir la palabra del psicótico, prestándole atención, y realizando cortes para hacer inconsciente. La respuesta de los psicóticos es prometedora a nivel de clínica. Hacen actividad por su propia cuenta, toman algunos espacios para ellos, ya sin la dirección del personal y muestran su creatividad. Hay delirios que se estructuran y operan como solución, entrando los pacientes en la dinámica de grupos, en que aparecen líderes, mandos medios y operativos. Esas jerarquías sociales, como tradicionalmente ocurre en cualquier esquema grupal, se traduce en derechos y privaciones, que operan como motor de las relaciones entre los psicóticos.

Ciertamente, el personal destinado al cuidado y atención terapéutica no es ajeno a esa dinámica, conformando el grupo dominante, que establece las políticas de las cuales los más entendidos son quienes sacan el mayor provecho.

Allí, en el internamiento, se tejen dramas similares a los de los neuróticos. Odios, amores, intrigas, conflictos, luchas por el poder. Los malestares se traducen en delirios, y medicación o inmovilización. Alguna incidencia también tienen esos dramas a nivel del personal de intervención, pues se trata, de cualquier modo, de objetos que entran en tensión con los significantes, a veces muy precarios, de los pacientes.

La transferencia es invasiva, y se traduce en un cuerpo erogenizado al modo de las psicosis. Se reporta por allí que un paciente guarda sus excrementos en un maletín, y solo le confía el contenido del mismo al practicante que lo escucha y que trabaja devolviéndole sus palabras. Estos actos amorosos primarios, tendrán muchas variantes en su manifestación.

Los practicantes, reconocen su amor por los pacientes. Toman ese amor al modo de un compromiso, y su compromiso es comunicar al horizonte psiquiátrico en Colombia que la psicosis tiene salidas, si bien las estructuras siguen siendo psicóticas. La institucionalización y transformación de las psicosis en enfermedades mentales, su nombramiento como tales, y el tratamiento, constituyen los elementos del malestar del sujeto.

Se trata finalmente de seres abandonados y utilizados en el mejor de los casos por sus familiares o deudos. Aglomerados allí, en condiciones aceptables de alimentación y aseo, con unas instalaciones más bien adecuadas, estos sujetos no tienen a dónde más dirigir sus pasos. Su alternativa es la indigencia, la calle, de donde han sido extraídos todos ellos, pues tienen un certificado como tales.

Hay un malestar que subyace a la estructuración de la psicosis. Se trata de una ruptura o una perturbación a nivel del deseo. Las instituciones no trabajan habitualmente con el deseo del psicótico, sino que lo controlan y lo dejan allí hasta la remisión del delirio, y hasta tanto un familiar lo reclame.

Cada uno de ellos tiene su historia, no la escrita en los formatos clínicos, que revelan una muy limitada utilidad, sino la que se revela cuando son escuchados y tomados en serio. Esa transferencia, a partir de la cual el practicante es tomado como objeto por el psicótico, termina siendo dirigida a la simbolización, a la suplencia del Nombre del Padre, para estructurar una relación de objeto mediada por un significante.

Los internos han mostrado que asimilan significantes, al entrar en el deseo de los practicantes. Hay también allí una entrada del deseo del otro, que terminará aludiendo a la imposibilidad originaria de ser traumatizados por los objetos primordiales, perdiéndolos, en tanto que precisamente lo que no se establece es una relación de objeto de deseo.

Aquí puede verse el efecto de la fagocitosis materna, la planitud de la completud del psicótico en tanto indiferenciado de la madre. Objeto que no desea en tanto que no es deseado, objeto que no admite la instauración del Nombre del Padre, el psicótico cae bajo la lógica del signo rechazado, forcluido.

En tanto que no hay aceptación de la castración del lado materno, por supuesto, el desenvolvimiento de la psicosis se acompaña de la psiquiatrización, la que hace del psicótico un objeto de goce de la medicina, un objeto de goce de las instituciones, y un objeto de goce de los funcionarios y terapeutas, farmacólogos que demandan tranquilidad en el asilo.

El trabajo de los practicantes de psicología de orientación analítica, con un dispositivo de escucha constituido por un psicólogo dispuesto a escuchar activamente al paciente, con un discurso enriquecido por el discurso del analista, susceptible de vehiculizar una transferencia psicótica, dirigida a la instauración de significantes suplentes del Nombre del Padre, que se localizan desde el mismo delirio como solución, muestra resultados prometedores en tanto que emerge algo similar a un discurso, propio del psicótico, que soporta alguna forma de vínculo, de relación con un mundo de objetos reconstruidos, donde su propio cuerpo es un objeto a construir o reconstruir.

Dada la sencillez de ésta fórmula, se precisa advertir una salida por el lado de la Psicología Social.

 
Alternativas

La desinstitucionalización de la psicosis, y la disposición de escucha atenta y activa por parte de otro, en el marco de una relación transferencial, es la apuesta que se opone a la psiquiatrización, psicologización y farmacologización del paciente.

De otros lados, se hacen propuestas. Algunas de tinte francamente metafísico, con elementos incluso esotéricos. Son, sin embargo, más esperanzadoras, en concepto de quien escribe, que los procedimientos tradicionales.

Puede señalarse, con el III Encuentro de Semilleros de Psicoanálisis, que hay madera para tallar terapeutas. Desde el propio deseo, Millerlhandy Vega y Nubia Acuña, muestran la locura que hay en la perversión, y las relaciones con la neurosis.

La negación de la represión, propia del perverso, desemboca en una omnipotencia que dicta la Ley. El tirano hace las leyes para hacer acordes sus crímenes a una filosofía, a una dogmatización del mundo. Leyes draconianas, para sociedades sedientas de autoridad, de una autoridad que tome a su cargo la realización de sus deseos y la responsabilidad de los actos monstruosos.

Líderes que logran, con la participación activa de buenas cantidades de seguidores, el ascenso al poder. Luego, legislan acomodando a su deseo traducido en ideología, los decretos, al mejor estilo de los perversos de “Los 120 días de Sodoma” de Sade.

El goce de la muerte y el sexo, de la reducción del otro a la condición de objeto, y la imposición del goce, se viabilizan a través de los discursos políticos y sociales.

Nuevamente, se trata primero de trabajar en la rectificación del otro. Es el neurótico el que termina imponiendo al psicótico una clínica, unas condiciones vitales, un saber. Reconocer que no se sabe de la psicosis, pero que tampoco se sabe del saber, se requiere para confrontar los dogmas de las sociedades. Hay que interrogar, y producir reflexiones ciertamente ricas en elementos como las del III Encuentro.

Reconocer que la psicosis no es una patología, sino una estructura, se impone como un principio regente de la intervención clínica. También, que quien requiere saber de sí, es el propio psicótico, con sus certezas y su completud, y sus delirios.

Reconocer la propia ignorancia, movilizarse, desplazándose de la posición ventajosa de Sujeto Supuesto Saber, llevando al psicótico al habla, al trabajo con sus voces, a la confrontación con el enjambre de significantes, a la apropiación de las palabras y las ideas, es lo implicado en la escucha que se le propone.

Deben mencionarse algunas investigaciones de los Semilleros de Psicoanálisis de las Universidades de Bucaramanga. El trabajo con el juego como método de análisis de niños, es promisorio. Aquí hay alternativas al tradicional modo de evaluación psicológica y abordaje interventivo de fuerte tono directivo, cuando no psiquiátrico, en relación con los infantes.

La experiencia muestra niños cuyo diagnóstico, elaborado desde perspectivas psicológicas, dista mucho de abrir las posibilidades de intervención. La práctica constante de la remisión de casos clínicos a instituciones psiquiátricas de niños, estigmatiza al infante, y les permite a las familias dejar de lado su responsabilidad.

Esos, son semilleros de patologías histéricas en su mayoría, pues los niños acceden a la etiquetación con todos sus efectos, fijándose a la palabra del psiquiatra y del personal de enfermería. Medicados, los niños están desconectados más bien del mundo. Con el tiempo, la estigmatización por parte de los demás niños, y de la gente del común, incide sobre procesos emocionales.

Esta vertiente del trabajo de los psicólogos, en la actualidad, es inquietante. La carencia de rigurosidad en la evaluación, es problemática.

Tanto la psicología, como el psicoanálisis, están más próximos al desarrollo de una teoría de las psicosis, que la psiquiatría con su salida farmacológica.

Es preciso avanzar, no retroceder ante la psicosis, de la cual se sigue sosteniendo que es incurable. Desde la tribuna del III Encuentro de Trabajadores de la Salud, y del III Encuentro de Semilleros de Psicoanálisis, se pronuncian Báez, Karam, Velosa, y Rodríguez, acompañando el trabajo de Rojas, Fernández, Vega, Acuña, Benavides, Quintero y no muchos otros estudiantes dedicados a la intelección, como enseñaba Freud, de problemas clínicos de la psicosis.

La guía de las teorías lacanianas ofrece las mayores orientaciones a estos pensadores, cuyo reconocimiento y afecto, les comunico a través de éstas líneas. A todos ellos, el cálido saludo de quien ha tomado sus palabras para mostrar la sabiduría que hay en ellas.

Referencias

Berenguer, E. (n. d.). Identidad, identificación y lazo social. La perspectiva de Freud. Barcelona: Instituto de Altos Estudios Universitarios.

Eidelberg, A. (n. d.). Perturbaciones de los procesos enseñanza-aprendizaje. Barcelona: Instituto de Altos Estudios Universitarios.

Lacan, J. (1989). “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” en Escritos I. México: Siglo XXI.