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martes, 5 de junio de 2012

ENTREVISTA AL PSICÓLOGO ROSENDO RODRIGUEZ


Entrevista realizada por Katerin Andrea Ospina, estudiante de psicología de la Universidad Antonio Nariño, el 30 de mayo de 2012. 
 
Ocupación y tiempo que lleva en el cargo: Docente en educación superior, psicólogo en el área clínica y educativa, psicoterapeuta.

1.    ¿A qué enfoque de la psicología pertenece? 

Soy un historiador de la psicología, sin asumir alguna escuela en particular, especialmente en los últimos años. Esto me ha servido para pensar sobre diferentes teorías y modelos, y orientar mi práctica a partir de mi propio desarrollo. Tengo el grado de psicólogo emitido por una universidad colombiana, y trabajo según el análisis de la práctica, lo cual desemboca en la ética. Anteriormente he pasado por experiencias del humanismo y el psicoanálisis, y en algún momento pensé que sería psicoanalista. En la actualidad no puedo asumir más que soy un historiador de la disciplina, tal vez en búsqueda de su propio ser.

2.    ¿Qué lo llevó a escoger dicho enfoque? 

El recorrido por la psicología, es lo que ha marcado mis diferentes experiencias. Asumida la mayor parte del tiempo de modo religioso, en distintos momentos pensé que había encontrado la verdad en algún modelo. Ahora veo que se trata de lógica, finalmente, y en consecuencia, lo que se tiene es, primero, un lugar de la verdad, y en el mismo, unas premisas estructuradas como silogismos, que finalmente desembocan en demostraciones aristotélicas. En otros casos, pero de la mano de la filosofía, los soportes de estas premisas son quaestio facti, lo que termina de conformar las ilusiones de una disciplina cuyos objetos y métodos son diversos. Me entristecen algunos modos de pensar la psicología, como aquellos que se convierten en la realización de la techné siguiendo el control como el entendido de lo que debe ser. Otros, en las antípodas, buscan liberaciones equivalentes en ilusiones, siendo los segundos quizá mortíferos en mayor grado que los primeros. Otros, finalmente, se acercan a lo que podría constituir, al menos, inquietantes campos de interrogación frente a los efectos de la cotidianidad del ser y una contraparte en el existir. La psicología tal vez no tiene respuestas adecuadas, pero quizá tenga buenas preguntas, en algunos casos. 

3.    ¿Cuál cree que es su función como psicólogo  dentro de este campo de acción?

La teorización, entendida como meditación en relación con un objeto -con los objetos de la cotidianidad, que lo enmascaran-. Esto solamente, por ahora, entendido en el sentido de la necesidad de colocar, en el lugar del vacío, unas palabras. Es decir, como ser hablante, quizá subsidiario de lo escrito, no puedo dejar de lado -insisto- de momento, la simbolización. Mis esfuerzos, sin embargo, no irán más allá de este ejercicio, pues de cada uno es responsabilidad el modo como deriva su experiencia de simbolización del objeto. Allí, me muevo en los términos de lo que puede haber de universal en la experiencia del ser, y es en ese punto donde creo se debe decantar la experiencia de cada uno, y quizá, yendo más allá de ese “uno”, a lo representado que en el fondo no tiene representación. 

4.    ¿Cuál es su opinión acerca de la formación que están recibiendo de parte de las universidades los futuros profesionales del área de la psicología?

Mi opinión, o doxa, no es importante, en tanto que no alcanza la ortodoxia. Con esta advertencia, voy a la formación. Se trata de una paradoja, pues la psicología solamente, a mi juicio, empieza en su práctica, cuando se ha recibido una “formación”. Este paso ineludible para alcanzar algo del orden de la psicología, es solamente la recepción de los modelos -un paradigma es un ejemplo- que se inscriben en el ser del estudiante, pero frente a los cuales el mismo está obligado a crear algo como una estructura lógica susceptible de plantearle preguntas y caminos, ordenamientos lógicos frente a su experiencia de la realidad, diferentes a los de su vida cotidiana, que no es más que un efecto de su historia anterior. El elemento profesional, es intensamente problemático, y requiere también un análisis: se trata de lo que se entiende por “profesionalismo”, que, en suma, puede reducirse a cuanto mandato sobre la práctica en intercambio con un cliente emerge ante las complicaciones de la misma. El profesional es el que ejerce la “psicología” dentro de un rol institucional y social, que terminan por fundarlo -sin consciencia plena, de modo habitual- como funcionario y administrador de su creencia (con respecto a la psicología), y para colmo perorando sobre su claridad ética. En este terreno se aprecia muy claramente que la psicología anda muerta, en tanto que se dedica a perfeccionarse como producto de consumo, siendo el psicólogo, en el fondo, una mercancía más dentro del sistema del Capital, religión de fondo susceptible de capturar cualquier otra religión, pues éste dios de la posmodernidad puede adquirirlo, tanto como quien tiene dinero puede comprar psicología. Cerrando, el futuro de los “psicólogos”, desde mi perspectiva, es el de los demás profesionales, si ese es el camino que eligen: las ventas. Otro es el destino de los pensadores, más próximos al sufrimiento que al bienestar de los profesionales. Y no porque estos últimos no piensen, sino que su pensamiento está atrapado en sus necesidades maslowianas. Aquellos que plantean un terreno de la psicología en el plano de los efectos del lenguaje, y los problemas del surgimiento del lenguaje y la fundación del sujeto y la subjetividad, están en otro lugar. Las Universidades deben, idealmente, ser habitadas por el discurso de las psicologías, pero además, deben ser habitadas una vez más por los estudiantes de la psicología. Estos no tienen nada qué ver con los profesionales, pues el profesional es un alienado por una causa ya definida, que evita los peligros del cuestionamiento de sus modelos. El drama universitario es el de la experiencia de los mercenarios de la psicología.  

5.    ¿Cree usted que existen los suficientes y eficaces,  medios de control y supervisión para la inspección de las funciones de los psicólogos, específicamente dentro de su campo de acción?

Esta pregunta es anti-psicológica. Es evidentemente, propia de un funcionario. Aquí hay un administrador de la educación, que pide productos. Puede verse el efecto de las Normas ICONTEC, y de las políticas de la educación, que son políticas institucionales. Los términos, los reenmarco, que aparecen ya como holofrases o términos holofrásticos donde la psicología es un apéndice de la administración, son: suficiencia, eficacia, mediosdecontrol (pegado), supervisión, funcionesdelospsicólogos. ¿No debería ser claro que el campo de acción de la psicología, debería ser cuestión de psicólogos? El administrador, no por serlo, es enemigo de la psicología. Su hacer es solamente el de quien está encargado de administrarla, como bien o servicio. En ese sentido, sostiene la orquesta de las normas de calidad. Es interesante ver que la Universidad, no solamente la privada, sino la pública, son empresas. Como tales, obedecen a la lógica que deviene dialécticamente de la relación entre el capital  y su discurso (el del capital, por supuesto). El psicólogo, por lo regular, se encuentra decepcionado -este es mi prejuicio, derivado de años de experiencias- de su arte / ciencia / religión, frente al administrador, que es su Amo, y por consiguiente, su objeto de Amor. Hay una transacción entre uno y otro, y un pacto con respecto a lo que tiene que ver con los productos del psicólogo, el cual es un esclavo de la administración de su producto. En ese sentido, las condiciones laborales en la Universidad, y la producción del psicólogo, dejan de lado, por ejemplo, la investigación. Puede decirse que no hay investigación que no esté ligada a la administración educativa, pues se torna en un asunto de presupuesto. Del mismo modo, hay que pagar para ir a clase, y también, el psicólogo que está en la docencia necesita vivir de su práctica. ¿Puede hablar, realmente, en estas condiciones? La consecuencia que veo, además, se puede extraer de la pregunta, es que el psicólogo es ya un significante del control, que es lo mismo que decir, que no es otra cosa que un controlador. A veces, en este último ejercicio, el sacrificio implicado es el de la psicología misma.

6.    ¿En alguna ocasión ha visto afectada su ética profesional, por alguna orden que haya tenido que cumplir de parte de algún jefe? Si la respuesta es positiva explique el motivo por el cual sintió afectada su ética profesional?

La respuesta a esta pregunta, se articula con la pregunta anterior (ver ítem 4) que tiene que ver con el profesionalismo. El ejercicio de la psicología, de parte de un psicólogo, si se ejecuta con rigor, viola algunos de los principios de la ética profesional. La ética de la psicología, si es que tal cosa existe, remite al pensador a las éticas de la psicología, en tanto que existen diferentes corrientes de pensamiento consideradas paradigmáticas, es decir, fundamentadas en principios que se precian de ser universales. Es interesante ver que las universalidades chocan, en el acuerdo imposible, que sin embargo, algunos toman -los autores del código deontológico de cualquier país- asumiendo el saber absoluto en lo referente a la psicología, para establecer los referentes legales. Esto, en principio, implica por supuesto que el autor de la psicología se ubica dentro de la ley. Su saber es instituyente en tanto que es legal, o está legitimado, y sirve para legitimar...su pensamiento. La antigua religión, al menos en su espíritu, no solamente la católica (vg., la Diosa Que Come Suciedad, de los azteca), guardaba el secreto de confesión, creando un lugar donde la palabra pronunciada dejaba incólume la integridad social del penitente, el cual además era bien visto por su contricción. Por defecto, en la actualidad el que tiene psicólogo, tiene problemas, no solo de orden mental. Así que por otra parte, el propio ejercicio de la psicología regularmente es una infracción al espíritu de la misma, pero no en tanto que profesión, sino en tanto que ética y política articuladas desde el saber.

7.    ¿En alguna ocasión se ha visto confundido o sin saber cómo actuar frente algún caso en especial, por las consecuencias que puedan traer su decisión referente al secreto profesional? 

He tenido muchos errores y algunos aciertos. Por ejemplo, frente al derecho del niño de salvaguardar su secreto. El niño es hijo de alguien, que paga la consulta, y que se considera su dueño, más que su tutor o representante legal. Quizá por esto mismo, por la consideración del padre y también, en la línea de responsabilidades, del pariente y el educador, incluyendo al psicólogo, se fracturan radicalmente los límites del secreto profesional. Quiero dejar sentado que se puede mantener el secreto, pero no si se es profesional. Pero, por otra parte, allí surgen problemas de reconocimiento de la realidad del niño, por ejemplo. Se estima que no tiene, por definición, autodeterminación, y que en el terreno familiar, en último término, es objeto de cuidado al cual hay que respetarle sus derechos. Las paradojas son evidentes. Lo que no se pregunta el psicólogo, especialmente el profesional, es por el espíritu de la Ley. Su proceder será tendiente a obedecerla, al margen de las consecuencias que esto implica. De allí su sometimiento a los protocolos y a los métodos estandarizados, cuya pretensión de verdad es religiosa, por defecto del espíritu científico, que lejos del modo empírico-analítico, es finalmente conocer

8.    En su opinión ¿cree que es competencia del psicólogo recomendar o no a un ex - empleado de dicha empresa para laborar en otra entidad, si este tuvo inconvenientes que impidieron el buen funcionamiento de su antigua empresa?

Bueno, esta pregunta me causa risa, y lo digo para no falsear el respeto. Una vez más, se trata aquí del lenguaje que media las relaciones entre el empleador y el empleado. Por lo general, cuando hablo con algún colega, sobre todo si es nobel, veo que se conduce dirigiendo sus esfuerzos a sostener angustiosamente su posición sobre la base del hallazgo de la Verdad. Esta verdad es en realidad, la verdad del sujeto. Esto es, la que emerge de sus experiencias mortíferas con el otro. Por este camino, la producción en el sistema es la de la cobardía. Y la competencia, y su sistema de evaluación, surge de allí, de esa cobardía. Por supuesto, un contrato laboral implica la sinceridad de las partes, en cuanto a lo que se está dispuesto a hacer. Si entra en el planteamiento de la institución, por ética profesional está obligado a cumplir con su promesa. Ya vimos anteriormente algunas implicaciones de ser profesional. La conclusión inevitable aquí es que la psicología es imposible en los campos en que se practica, bajo la lógica de la mercancía, y solo es posible como reducción a tal condición. Quien hace la reducción, es el profesional. Como se observa, este ya no puede considerarse, estrictamente, como psicólogo. 

9.    Los psicólogos del área educativa, pueden llegar a tener una gran influencia en los hábitos de pensamiento, sentimiento y conducta en los estudiantes, ¿Qué opinión tiene acerca de los psicólogos que ejerzan estas costumbres?

La consuetudo es solamente una solución de cada uno, no necesariamente derivada de la reflexión teórica y epistemológica sobre su saber. No sé hasta donde lo que se afirma en esta pregunta sea posible, siempre que cada vez encuentro más “estudiantes” cuyo ser en el mundo es el que se localiza en la internet. Es decir, si no están en el chat, durante el desarrollo de una sesión de clase o tutoría, están en algún lugar de la red, por ejemplo, en el face o en el twitter. En ocasiones, predomina la relación de odio-rechazo, en alguno de los términos docente-estudiante, y en otros, el psicólogos, cuyo estatuto es el mismo de los docentes en las instituciones educativas, al menos en el imaginario, ama demasiado a sus estudiantes. El psicólogo, en lo imaginario, sin dejar de lado que tiene mucho que ver con lo real, es visto ya tradicionalmente como un denunciante. En instituciones de LIbertad Asistida, al menos hace algunos años, formaba parte del Equipo Técnico, que recomendaba al Juez de Menores la medida jurídica a proceder. ¿Qué más se puede decir del llamado psicólogo en estos entornos sociales, que su afirmación de la negación del ser de la psicología, el cual, en todo caso, es desconocido? Diría pues, que la consuetudo del psicólogo es negar su saber, en beneficio de su profesión.

10. ¿cree que la responsabilidad y los deberes  del psicólogo, como profesional, deben limitarse a las actuaciones internas de la institución a   la que pertenezca?

Tal vez es tiempo de proponer que el psicólogo parta de la lectura de la historia, la sociedad y la cultura, de las cuales forma parte una institución. También, preocuparse por la defición de este término, que regularmente remite a un conjunto de prácticas y técnicas adscritas a alguna forma de administración de los saberes. De allí que sería posible que modificara su condición de esclavo de lo instituido, a pensador de la vida, pues lo que no creo que le esté dado sea la dedicación a los mismos goces de los demás, los cuales vienen con factura. Está obligado por su recorrido a proponer algo distinto de aquello que considera su formación, pues esta solamente le provee la forma originaria que se ha de modificar al martillo del pensamiento, pero el pensamiento mismo ha de ser liberado de sus ataduras simbólicas. Que la palabra se estructure a partir del pensamiento quiere decir que no es el último término al cual se debe someter el psicólogo. Es también el problema de sus efectos en lo imaginario y lo real, términos de la matemática que forzosamente han de ser tenidos en cuenta en la psicología. Tal vez sí sea necesario reconocer un deber y una responsabilidad del psicólogo, pero no centrados en su contrato laboral, lo cual forma parte de su esfera social, y de lo que ya se ha planteado discusión a lo largo de esta entrevista. Este deber, está centrado en un mandato kantiano: “Debes saber más de psicología”, el cual, sin duda, es un imperativo superyoico (¿ético?), que tiene sus nexos con la responsabilidad, cifrada en otro imperativo superyoico: “a cualquier precio”.

No en vano alguien sostiene el carácter capitalista de la pulsión. El análisis nos indica que el deber ser plantea tales problemas, que el imperativo de saber a cualquier precio indica que la responsabilidad de saber a cualquier precio también se cifra en el verdadero imperativo actual, que sería tendiente a no violar el código de comercio. Por supuesto, hay otros códigos, que por ser considerados menos importantes, son por supuesto, subsidiarios de éste último. Entre ellos, entre los muchos otros del concierto de los saberes, está el de la psicología.

No obstante, sería problemático que el código de la verdad fuera el de éste saber psicológico. Entre otras cosas, porque su efecto es el de la actualidad, cuando así es asumido. Uno de sus productos, es un ser enfermo de conciencias, al viejo estilo hegeliano.


Mayo, 2012.