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jueves, 14 de junio de 2018

SOBRE CREADORES

Por: Rosendo Rodríguez Fernández

A propósito de la muerte de Daniel

Un viejo inventor, hizo el vacío, mucho antes de Boyle. El alfarero, según un brillante orador, creó el objeto que organiza la experiencia de llenar-vaciar. El cuenco, la jarra, aquello que de cualquier forma remite al agujero, es tomado por el verbo, y se tiene una teogonía.

Un tiempo de significar, de contemplar el vacío, de llenar la jarra, de vivir y de morir, como en el bello verso de la escritura antigua. Tiempo de nacer…

Es en la amistad en que hay encuentro, muchas veces no significado. A distancia de La Cosa, se hace el recorrido, y los objetos median esa… ¿Relación? Claro, los objetos se colocan allí. Elegantemente, el narrador habla de una elación del objeto a ese lugar.

Tal es el esquema más sencillo que puedo plantear de la espiritualidad lacaniana, con respecto al nacimiento y la muerte de Dios. Diré, una vez más, como lugar común, que, tomado de Freud, antes de Dios estuvo el padre. Elevado al lugar de La Cosa, el padre muerto se convierte en palabra, en significante que se llena de Ley, y se vacía con el goce.

Un amigo a veces es padre, hermano, compañero. Por esas cosas ya tantas veces dichas, de las metáforas y las metonimias, el vacío que deja luego de entrar, por vía de la muerte, al lugar de La Cosa, reaparece más real que nunca. Vive entonces, a pesar nuestro, causa otro goce, el de la despedida, el del adiós, el del panegírico, y quedamos entonces frente a ese cuenco vacío.

Están los otros amigos, que, con sus palabras, insinúan esta misma pequeña teogonía. Un momento para ser Dios, estar con Dios, y morir con Dios. Cronos, a propósito de dioses, es quizá el único que sobreviva a la lógica y las matemáticas. No es padre de nada, sino solo es tiempo que pasa, y esto es ya una metáfora.

El ánfora se rompe, por el influjo de sus propios componentes, que, en las reacciones químicas de su historia particular, tiene este desenlace. Una y otra vez lo que se hace cuerpo, envejece. No es tampoco que el tiempo haga envejecer el cuerpo. Es que eso toma tiempo, y el tiempo se vuelve objeto, y se eleva a ese lugar donde estaba el padre antaño.

Es mejor decirle a Tolkien, desde aquí, a su fantasma literario, que el padre no debe regresar. Colombia no deja ir a tanto padre bueno que hace cosas demoniacas. También a nuestro querido Piero que el viejo no puede perdonar al tiempo. Y a Cruise, que no hay tiempo del olvido. Es solamente memoria que nace y se va, como el jarrón del alfarero.

Por supuesto, Nietszche puede ser elevado al lugar de donde inexorablemente debía partir el feroz dios judeo-cristiano, pero es necesario aprender del ocaso de los ídolos. Así que adiós Federico, con tu dios muerto que te bendice en boca de ignorante.

Y adiós, querido amigo que no me puedes escuchar desde tu inexistencia real, que solamente escuchas mi dolor que acompaña una simbolización porque tu muerte me coloca cerca de La Cosa, el núcleo del goce real. No en vano los religiosos creen que estás gozando. Quien goza es el vivo que va camino del baile, mientras tu cadáver ya es huella.

Y, por si fuera poco, estas palabras se dirigen no a ti, fantasma querido, sino a mis amigos que a su vez así me consideran. Es su panegírico, y es el mío también.

Es una palabra de adiós que acompaña brevemente la efímera soledad, previa a la nada, que es la muerte. Es una lástima que no se le pueda realmente sonreir, señor Ridley Scott, ni se le pueda abrazar. Y en mi agnosticismo, reconozco que estas no son más que palabras que me vuelven a colocar a distancia conveniente de La Cosa, mientras mi cuerpo muere, lo que toma tiempo.