Head

miércoles, 18 de noviembre de 2009

S(IN VALIDEZ)

S(in Validez)

Rosendo Rodríguez Fernández

Para un blog subversivo, sin citas, sin recursos a la autoridad.


Saludo, con beneplácito, a quienes se atreven a escribir desde sí mismos, para los demás, estén o no dispuestos a escuchar o a leer.


Después de un buen recorrido, llego, junto con otros, a la conclusión de otros: lo que tenemos entre manos, y entre pecho y espalda, además de colonizar nuestro pensamiento, es el discurso del Amo. Sin más, digamos que todos los discursos, situados desde S1, significante Amo, o primordial, se instauran con la fuerza de lo afectivo en lo real. Así que, anestesiados o no, estamos librados al mundo de las justificaciones, problemas, objetivos, métodos, técnicas, mediciones, resultados y análisis que aportan a las discusiones, que son propios de la autoridad de la ciencia o de la filosofía, o ahora, con un disfraz de humildad, de algún saber. No quiero citar a nadie, si bien el pensamiento que estoy esgrimiendo no se originó en las estrechas nebulosidades de mi mente. Quiero solamente decir, como texto y pretexto, que todo cuanto vemos se sostiene en la fe. Fe en la ciencia y la metodología, fe en la filosofía, fe en el saber. También, por otro lado, fe en la religión, la política o la economía, así, como son concebidas, como doxas. Se sostienen por la propaganda, se sostienen como mensajes, se sostienen como sentidos que proporcionan sentidos a la vida de los mortales, que nos proporcionan horizontes, que nos dicen incluso porqué causa hay que vivir y porqué reverso de la misma causa hay que morir. Con sangre o sin sangre, con víctima o victimario, o sin ellos, en la oscura soledad de la montaña, la búsqueda de sentido tiene todo su sentido puesto en la propaganda que hace creer en una ideología que es capaz de llenar, y ser consistente, como cosa en sí que a la vez es para sí, con toda una profundidad ontológica.


Como dicen por allí, la ilusión es que la cosa tenga status ontológico, que la ideología se funde en las cosas, y que sea la expresión de la plena verdad. Si bien toda la crítica se va lanza en ristre, en palabras típicas de un amigo, contra este principio de autoridad, y contra sus variaciones, sus petitio principii, sus tautologías, sus lógicas aristotélicas, contra lo perverso que resulta el principio de autoridad, el asunto termina siendo cuestión de honor, porque no es otra cosa lo que está al final de juego. Se trata en últimas de la vanidad del poeta, vanitas vanitatis et omnia vanitas, vanidad que podemos traducir en ciencia sostenida en principios de validez y confiabilidad; filosofía sostenida en lógicas y paralógicas; saber sostenido sobre la correcta interpretación de la experiencia, si bien ya la experiencia engaña, y se reconoce que engaña. Tan extraño se ha vuelto el horizonte de la lógica matemática, de los razonamientos productores de realidades, de las realidades productoras de interpretaciones, que no se puede superar, al parecer, el límite señalado por los filósofos que llaman de cierto modo, según la escuela, o la parroquia de proveniencia. Así que resultamos metidos en algo absolutamente contradictorio, que está en el lenguaje, y que a la vez está proscrito del lenguaje. Pero no pienso, de todos modos, meterme de nuevo en el pensamiento de otro para terminar sancionando en un referente de autoridad lo que quiero decir. Por supuesto que a los sabios, y a mis amigos debo estas palabras, pero también son propias, y tal vez incluso sean pensadas para la ocasión. Así que digamos de buena gana que este escrito, dirigido a una revista No Indexada, es para No-Ser-Válido, y para No-Ser-Confiable, y también por supuesto, para decir desde mí mismo que soy capaz de escribir una idea sin requerir de la autoridad para sancionarla. Es más, me interesa decir que la validez y la confiabilidad, bien se pueden recoger. A pesar de los metodólogos que no voy a citar, la validez es un engaño, una ilusión, equivalente a la confiabilidad. Con el método científico, se busca darle seriedad y prestigio al discurso que se precia de ser lo más excelso del pensamiento humano. ¿Qué es válido y confiable? Válido, sin citas, es que el resultado obtenido de una medición se consigue a partir de un instrumento que en efecto mide lo que se pretende medir. Si esto es así, peor para el objeto que se somete a la medición, puesto que la medida del objeto es S1, arbitraria, impuesta. Es discurso del Amo. De la confiabilidad, entendida como consistencia de los resultados obtenidos con un instrumento, vamos a decir lo mismo. Confías en tus inventos, homo sapiens.

De antiguo se sabía que la ciencia no descubre, sino inventa. Tiene que inventar el modo de ver la realidad, la cual obedece a lo que se pueda pensar. La teoría determina lo que podemos observar, decía un sabio, sabiamente, pues vemos lo que nuestras concepciones nos permiten ver, o en otras palabras, hacemos el mundo de palabras. Dos telares: significantes y significados, son lo que nos hace incluso. No solo nos hacen ver, sino nos hacen ver a nosotros mismos. Amo, histérica, universitario, analista... discursos todos basados en uno solo, el Amo, por cuanto se instaura el S1 inapelablemente. Otro anarquistas ya lo dijeron claramente, antiedípicamente. Todo surge de S1... Nombre del Padre, padre de los nombres. Preferimos, en efecto, ser eruditos a ser pensadores. Casa de citas, reza un antiguo chiste que versa sobre lo mismo: no decir, o decir sobre los hombros de otros. S2, significado que proporciona sentido, que, para tenerlo, sin embargo, requiere un S1. Discurso que requiere de un Otro para emerger con sentido. Así que la cita, tanto como la validez, y la confiabilidad, entre otras lindas cosas que provee la ciencia, aparte de dejar en inautenticidad al hablante, afirma la autoridad de la ciencia, haciendo desaparecer al sujeto. Pues bien, sin citas, sin datos empíricos, e incluso, sin problemas, vamos a proponer de nuevo, un segundo elogio de la locura, en forma de elogio de lo que no tiene importancia. Harto ya estoy de lo importante, lo radical y lo trascendental. Harto de decir la Verdad, que es la máscara de la Verdad. O de decir cosas que parecen importantes. Lo más importante es lo que no es importante: fíjense que lo que andamos buscando es reconocimiento, para poder (sobre)vivir. Reconocimiento como eruditos, como repetidores. De ese modo, de acuerdo con un aporte de por allí, se estructura la sociedad: los de abajo, son aquellos seres en falta, que por realismo de su esclavitud, no desean. No pueden alcanzar nada de lo que propaga el sistema, así que con lo poco se conforman. Los de en medio, son aquellos seres deseantes, que en efecto, con mucho esfuerzo, nunca podrán alcanzar los ideales y objetos de consumo que producen los comerciantes. Nunca, por más que quieran, lograrán estar en la cima. Serán... ¡Nosotros! Probado el whisky, saboreado largamente, pero nunca en la suficiencia de la cima. Eruditos, esclavos de los hijos de los señores, a quienes venimos a enseñar “el saber”, con la erudición como la máscara que hace posible toda la validez y confiabilidad de cuanto decimos, sabiamente. Los otros, son los que son. Cultos, si quieren, producen la sociedad para los demás. Son los amos del juego, con la sartén por el mango. Por supuesto, todo lo hacen a su medida. No consumen lo que producen los demás, solo lo que ellos mismos producen. Quizá su síntoma sea bien contradictorio... tal vez, siendo doctores honoris causa, lleguen a anhelar la miseria de los pobres o el deseo de los de medio pelo. Pero en cualquier caso, así hagan la revolución lite, siempre pueden volver a ser (é)lite. Es posible que lo consigan, como por ejemplo como lo hacen en Hollywood. Allí siendo rico, se puede ser pobre; o en Europa, donde la pobreza es una neurosis, y no un laberinto, como en América Latina. En fin, erudición antes que saber, validez y confiabilidad antes que inteligencia, antes que pensamiento, discurso. Poder e ideal, milagrosa combinación que hace la felicidad de unos y otros, que mataron a Dios y pusieron a la Ciencia, y luego revivieron a Dios para que le diera sentido a la Ciencia, y ahora andan con Dios y Ciencia debajo del brazo, diciendo palabras bellas cuya verdadera importancia a lo sumo puede radicar en el ingenio. La bella frase sirve para abrir puertas... para abrir piernas.

Pero para que no se me acuse de amargado, diré como palabra final, broche de oro, que lo aparente, la ideología, lo que llena el vacío constitutivo del ser, el síntoma contradictorio y sin esencia en el fondo, es aquello sin lo cual no se vive. No se ensaya mucho vivir sin ideología, no se ensaya mucho vivir el vacío, ni aún entre los monjes tibetanos, ni aún siendo como un conocido escritor de la nada. Profundos, radicales, superficiales, inconscientes... sabios grandes de grandes instituciones que dictan la ley, hay un lugar donde no llegan esas reglas...
Hay un vacío en vuestra esencia, malditos!


Noviembre de 2009.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Haga sus comentarios a este documento; esto dice que el texto fue leido. ¿Qué más quiere un autor?. Gracias